10-N: elecciones bajo la coacción y la sospecha
El socialismo, ya desde los tiempos de la incipiente -y mal llamada- democracia, cuando Felipe González se hallaba al frente del partido de Pablo Iglesias y Largo Caballero, siempre ha buscado la ruptura, antes que la reforma; la discordia y la taimada contienda antes que la reconciliación. Y nunca lo ha ocultado. Con la excusa de dotar al pueblo de unas libertades básicas, que el pueblo ya tenía tras el período histórico denominado franquismo, siempre ha estado predispuesto a destruir dichas libertades básicas, como demuestran sus hechos, no sus dichos.
Bajo el escudo de la democracia, se ha dedicado a minar durante más de cuatro décadas, mediante intrigas, exclusiones, abusos y arbitrariedades de todo tipo, las libertades individuales y colectivas, subrayando de paso, gracias a la trampa dialéctica de una “realidad plurinacional” hecha a la medida de sus fines disolventes, todo aquello que en su proyecto destructor puede desunir a los hombres y a los pueblos de España; y socavando por el contrario lo que los ensambla y hermana, que constituye la totalidad.
Esta torcida visión socialista del ser humano en general y de la Patria en particular, cuya religión se fundamenta en el estrago de la dignidad personal, y en la descomposición del Estado, nos ha traído hasta la actual situación de inestabilidad, que es el objetivo histórico de sus ideólogos más conspicuos. La perversa obstinación por que los pueblos de España decidan su modelo específico de articulación en ella, además de artificiosa, constituye una ofuscación que esconde el afán de destruir -federalizar, dicen ellos- lo que lleva siglos unido y bien unido y que ningún español, salvo cuatro racistas exaltados, tiene ni ha tenido intención de modificar.
Y tras el paso ruinoso de esta casta política, el Estado es inexistente o muy residual en Cataluña y Vascongadas -incendiada aquella por la intolerancia y prisionera del terrorismo ésta-, y hacia idéntico abismo se encaminan otras regiones de la mano de unos psicópatas ávidos por criminalizar a sus antagonistas, motivados por el odio y el enfrentamiento civil, y especializados en la propaganda más demagógica o en la deslealtad más vituperable.
En estas condiciones sería un milagro que la inmediata cita electoral discurriera de forma transparente, porque una vez domesticadas la Monarquía y la jerarquía eclesiástica; venalizada, domada o controlada la generalidad del Poder Judicial, de la Policía y del Ejército; amaestrada la Universidad, envilecida la intelectualidad y convertida en barbarie y subdesarrollo la cultura, estas siniestras izquierdas con un estremecedor historial de bandidaje a sus espaldas, siempre irrespetuosas con la ley si ésta no les favorece, corruptas, generadoras por principios de devastaciones y violencias, es de temer que no vayan a soltar las riendas del poder de forma democrática.
Por todo lo anterior, lo consecuente es pensar que unas elecciones representativas como las previstas para el próximo día 10 de noviembre son inconcebibles para cualquier espíritu libre. Expongo a continuación cinco razones básicas, reveladoras del proyectado disparate electoral:
Primera. En una Cataluña atemorizada por la irresponsable intolerancia de sus autoridades que, declaradas en abierta rebeldía, no dejan de promover la violencia utilizando unas hordas sistemáticamente organizadas, las votaciones se llevarán a cabo bajo la coacción y el terror. (El mismo argumento de fondo es válido para Vascongadas, pese a la paz de los sepulcros que rige en dicha región)
Segunda. Desde el Gobierno central socialista se acepta tal situación con pasividad y complacencia, al hilo de sus propios intereses destructivos y de su turbio concepto respecto a la estrategia para la detentación del poder o su acceso a él.
Tercera. Todos los medios de comunicación de masas -salvo unos pocos de escasa difusión- se hallan controlados rígidamente por el Gobierno PSOE, y llevan meses esforzándose en producir un efecto manipulador ante la opinión pública, a favor de su mentor.
Cuarta. No existe control eficaz del censo electoral, pues no se tiene seguridad de cuál es el número de personas con derecho a voto ni el número de personas que votan.
Quinta. No se asegura un control eficaz de los resultados electorales, por lo que no puede garantizarse el resultado de la decisión de dichos votantes. Y esto es así hasta el extremo de que un grupo de ciudadanos, con ejemplar espíritu cívico y escandalizado por los abusos del poder y por su desprecio a las libertades -además de por las irregularidades acaecidas en la anterior cita electoral-, ha creado una plataforma electoral -Plataforma Elecciones Transparentes- para tratar de impedir en lo posible las irregularidades o los delitos que, por intereses personales o de partido, evitan detectar las Instituciones en general y el Gobierno socialista en particular.
Dicho lo anterior, es cierto que cada vez son menos los que dudan de estar gobernados por dementes y delincuentes. La vida -y la política- es cuestión de equilibrio y éstos no lo tienen, pues son unos paranoicos empeñados en destruir a la patria. Y como son psicópatas con una idea fija, es imperativo expulsarlos del poder, porque el neurótico que tiene una idea fija la encuentra en todas partes y en cualquier momento. Y en todas partes y en cualquier momento este tipo de enfermo frentepopulista tratará de eliminar a sus oponentes.

El contenido de este artículo me parece impecable. Sin embargo, nada de lo que se describe sería posible sin la colaboración cobarde y traidora del «Trío La La La» de la izquierda político-cultural y de nuestras desgracias también, a saber: la jerarquía eclesiástica, la derecha parlamentaria y los monárquicos.
Cada cual a su manera, en el ámbito de influencia respectivo y en la propia medida de sus posibilidades a lo largo del tiempo. Tantos años de «estafacracia» dan para mucho. Y así estamos…
¿Cómo hemos dado lugar a este estado de cosas?