1º de Octubre: Franco, Jefe de Estado y Generalísimo

En Septiembre de 1936, la situación en el bando nacional era francamente inestable a pesar de los éxitos logrados hasta ese momento. Recién nacido, carente de las mínimas instituciones administrativas a excepción de las militares, carecía del armazón político e ideológico básico necesario, poseyendo, si se quiere, sólo el espiritual, por lo que era urgente dar forma desde todo punto de vista a dicha zona para consolidarla, permitir su crecimiento y aparecer como alternativa clara a aquella contra la que combatía, la cual el día 3 de dicho mes había nombrado a Largo Caballero Presidente de la extinta II República, que había desaparecido de facto el 19 de Julio cuando se autorizó armar a los militantes de los partidos del Frente Popular.

Gral. Sanjurjo

Si las derrotas cosechadas hasta entonces habían sido el motor para urgir la consolidación y aglutinamiento de la zona frentepopulista, en la nacional lo iban a ser, como es lógico, las victorias correspondientes a aquellas. Dos fueron los factores que jugaron a favor de la rápida consolidación de la zona nacional: uno, la ausencia de divisiones partidistas, es decir, la carencia de estructuras políticas de partido que, dando prioridad a sus intereses particulares por encima de los generales –cuando no a las ambiciones personales de sus líderes–, pudieran interferir en proceso tan delicado y esencial como era la creación desde la nada de un nuevo “Estado”; otra, que los militares ostentarán de forma indiscutible el mando y control de todos los resortes de poder existentes.

Según el diseño de Mola, el Alzamiento debía desembocar en el gobierno provisional de una Junta de Defensa que, tras un tiempo, devolviera la República a su cauce de normalidad del que nunca debió haberse desviado; la sublevación, el Alzamiento no se hizo contra la república, sino para salvarla de su sovietización. De acuerdo con ello, y a pesar de no haberse alcanzado los objetivos previstos por fracasar en la mitad de la península, se constituyó tal Junta como supremo órgano director, lo cual era aún más necesario por el fallecimiento del Gral. Sanjurjo, considerado por todos de antemano como quien debía asumir la cabeza del Alzamiento. Dicha Junta de Defensa había quedado formada por:

  • Presidente, Gral. Miguel Cabanellas Ferrer.
  • Vocales, Gral,s Andrés Saliquet Zumeta, Miguel Ponte y Manso de Zúñiga, Emilio Mola Vidal, Fidel Dávila Arrondo y Col,s de Estado Mayor Federico Montaner Canet y Fernando Moreno Calderón.
  • Secretario, Col. Montaner,
  • Jefe del Estado Mayor de los Ejércitos del Norte, el Col. Moreno Fernández.

Cabanellas

Saliquet

Ponte

Mola

Dávila

Col. Moreno

Como puede verse, personajes de tanta relevancia como Franco o Queipo de Llano quedaron excluidos de ella.

Pero dicha Junta en la práctica, y dados los avatares que la incipiente guerra imponía, en poco o en nada funcionó –promulgó sólo algunos decretos–, porque todo lo resolvían principalmente Mola y Franco; por un lado, por ser los encargados de dirigir las operaciones militares de mayor importancia; por otro, porque el resto de Generales se sometía a sus decisiones de buena gana haciendo gala de una lealtad y generosidad para con la causa, aún en fase de embrión y sin definir, dignas del mayor de los encomios.

Muy pronto surgió entre los máximos exponentes de la zona nacional la opinión de que según estaban desarrollándose los acontecimientos y la imprevista deriva que tomaban los hechos, precisaban dotarse de un mando y una autoridad que mientras por un lado dirigiera la guerra, por otro fuera voz y representante único de cara a la población civil y a la comunidad internacional representando de manera fidedigna los ideales por los que se luchaba, otorgando a la nueva España la categoría de Estado que necesitaba no sólo para procurarse los suministros bélicos tan necesarios, sino también con vistas al futuro cuando, tras la victoria en la guerra –de la que no se dudaba–, hubiera que conducir la paz.

La primera vez que se planteó de forma abierta la necesidad de un mando único fue el 28 de Agosto de 1936 en Sevilla, suscitando tal necesidad Mola en la reunión que mantuvo en tal fecha con Franco y Queipo. Para los tres quedaba ya por entonces claro que la Junta de Defensa no era órgano capaz de dirigir ni la contienda en liza ni la vida de la retaguardia. Sin embargo, poco más se habló, y ni mucho menos hubo propuestas de nombre alguno.

Desde ese instante el asunto quedó sobre la mesa y no cabe duda de que fue planteado de alguna u otra forma a los demás Generales cuando el momento y la ocasión lo permitió, recibiendo tal propuesta un respaldo unánime; y es que todos querían un mando único, militar y a ser posible de especial prestigio y capacidad. Avala lo dicho declaraciones como las del Gral. Kindelán quien en sus memorias relata que por estos días abordó el asunto con Franco, manifestando Kindelán su deseo de que fuera Franco quien tomara el mando; sin embargo, y según la misma fuente, Franco se mostró en todo instante muy remiso a asumir tal responsabilidad por tres razones: su natural modestia reconocida por sus más allegados; su obligada prudencia, pues de mostrar interés podría suscitar recelos en los demás y, por último, su deseo de no tener que ceder el mando de las fuerzas que marchaban sobre Madrid, acción que consideraba de la máxima importancia.

Así pues, el ánimo y las opiniones de los más destacados jefes militares del momento coincidían, lo que impulsó a la Junta de Defensa a convocar una reunión para el 21 de Septiembre al objeto de abordar oficialmente, aunque de forma confidencial, tan importante asunto.

En un sencillo barracón de madera ubicado en un aeródromo de circunstancias habilitado para la guerra en las cercanías de Matilla de los Caños, a 30 kilómetros de Salamanca, en la finca que el ganadero Antonio Pérez Tabernero poseía allí –cuyas hijas sirvieron la mesa para evitar indiscreciones caso de hacerlo otras personas–, se reunió en la fecha citada la Junta de Defensa asistiendo, además de sus componentes habituales, los Gral,s Franco, Queipo de Llano, Valdés Cavanilles, Gil Yuste, Kindelán y Orgáz.

Queipo

Valdés

Gil Yuste

Kindelán

Orgáz

Frente a lo que algunos han tratado de insinuar, no hubo discusión, ni siquiera debate, pues la unanimidad fue prácticamente total en todo momento, no sólo en la necesidad de nombrar un mando único, sino también en designar para tal cargo a Franco, entonces de 44 años de edad, quien sólo contó con la leve y momentánea oposición del Gral. Cabanellas, más que nada porque sus posiciones ideológicas –éste era convencido republicano y masón– estaban en las antípodas del nominado. Sin embargo, al verse sólo y sin razones reales de peso para oponerse, cedió sin mayores dificultades de motu proprio, demostrando con tal gesto, sin duda y una vez más, su generosidad y patriotismo que colocaba por encima de sus planteamientos personales.

Vista exterior del barracón. (Estuvo durante décadas en el Museo del Aire de Madrid hasta que la ley de «des-Memoria histérica» acabó con él)

Y es que, si bien se mira, entre los asistentes no había nadie que reuniera en grado tan evidente todos los requisitos deseados. El prestigio militar de Franco era conocido, aceptado y respetado por todos; incluso por el enemigo. Nunca se había mezclado en asuntos políticos de ninguna clase, aún en los peores momentos pasados. Para monárquicos como Kindelán u Orgáz representaba la posibilidad de que fuera restaurado tal régimen pues conocían sus sentimientos monárquicos; el hecho de que hubiera sido Franco quien había presidido el 15 de Agosto en Sevilla la restauración de la bandera bicolor, roja y gualda, como única enseña nacional –no se olvide, pues, que hasta entonces y aún días después, las columnas nacionales llevaron la tricolor republicana–, parecía avalar tal posibilidad aunque en su discurso Franco no hiciera mención a ello, y ni siquiera a que el hecho en sí tuviera ninguna clase de reminiscencia monárquica, limitándose a decir frases como “…ya tenéis aquí la gloriosa bandera española… Cuando se ha pasado toda la vida con una enseña, con una religión y con un ideal, eso no puede destruirse, eso no puede variarse. Porque sería lo mismo que quitar a Dios de los altares…”.

Vista interior del sencillo y austero barracón

Además, Franco poseía una acendrada y reconocida catolicidad que era también garantía de aceptación por parte de las fuerzas tradicionalistas –los requetés– que constituían uno de los mayores baluartes del Alzamiento y que aportaban grandes masas de voluntarios a las unidades que ya combatían en todos los frentes.

La popularidad de Franco entre los españoles era legendaria desde los tiempos de África, cuanto más en esos momentos en los que todos sabían que de una forma u otra era el artífice, al menos, del paso del Estrecho, de la unión de las dos subzonas, de la marcha sobre Madrid, de la esperada liberación del Alcázar, de la conservación de Mallorca y del impulso de las columnas gallegas en socorro de Oviedo. Ninguno de los otros Generales acumulaba, ni por asomo, tanto a su favor.

Si sobre la persona no hubo dudas, sí surgieron en cambio sobre los poderes a otorgarle pues, mientras unos consideraban que se trataba de designar un jefe militar para ganar la guerra y mientras durara la misma –después de ella ya se vería–, otros opinaban que sus poderes debían ir más allá de forma que sobre su persona recayera toda la autoridad y consiguiente responsabilidad en materia de gobierno; otra cosa era hasta cuándo. Por eso, aunque se votó y aprobó por unanimidad –Cabanellas también así lo hizo–, la designación de Franco como “Generalísimo” –nombre que aparecía por primera vez en la Historia de España–, se pospuso para otra reunión posterior, a celebrar el día 28 de ese mismo mes de Septiembre, la decisión sobre la cuestión de sus poderes.

Grupo de defensores del Alcázar

Pocos días después, el 27 de Septiembre, se liberaba el Alcázar, noticia que se expandió rápidamente por ambos bandos y, por supuesto, por el extranjero. Esa misma noche una gran manifestación espontánea corría por las calles de Cáceres y se concentraba ante el Palacio de los Golfines –cuartel general de Franco–, quien tuvo que salir al balcón a saludar, lo que hizo acompañado por el Col. Yagüe y los Gral,s Kindelán y Millán Astray. Franco dirigió a la multitud unas breves palabras de circunstancias, pero Yagüe, vehemente como siempre, tomó la palabra y entre otras cosas dijo “…artífice de esta obra (la liberación del Alcázar) es el General Franco… mañana tendremos en él a nuestro Generalísimo, al Jefe del Estado,…”. Este mismo día, en previsión de la trascendental reunión que tendría lugar al siguiente, Franco ordenaba a sus más inmediatos colaboradores, entre ellos a su hermano mayor Nicolás –que le venía sirviendo como secretario personal desde el Alzamiento–, a Kindelán, Yagüe y Millán Astray, la elaboración de un borrador de nombramiento con objeto de que fuera presentado a la Junta de Defensa para su debate; también durante la noche del 27 conversaba telefónicamente con Cabanellas y Mola, sin duda con el fin de aunar posturas de cara al día siguiente. En el borrador, Franco había ordenado plasmar, por primera vez, su idea de lo que debía ser su nuevo cargo en el que debían recaer todos los poderes, tanto de General jefe de los Ejércitos, como de los de jefe del nuevo Estado.

Nicolás Franco

El día 28, volvieron a reunirse en Salamanca –en el mismo lugar– los Generales que ya lo hicieran la otra vez, estando también presente en esta ocasión el hermano de Franco, Nicolás, que acudió como su representante, pues él no asistió. La Junta de Defensa leyó y debatió sobre el borrador, surgiendo algunas diferencias pues parte de los presentes, sobre todo Cabanellas y Kindelán, se mostraron contrarios a la acumulación de poderes que se pretendía. Sin embargo, tras el almuerzo, y conocido de todos la amplia repercusión que por doquier alcanzaba la noticia de la liberación del Alcázar, así como de Toledo, se terminó por dar el visto bueno al nombramiento de Franco, rectificando el borrador por él propuesto, incluyendo una frase un tanto críptica, nombrándole “…jefe del gobierno del Estado…”, y eso “…mientras durara la guerra…”, intentando con ello satisfacer a todos.

Enterado Franco de la redacción final que se daba al decreto de su nombramiento, y que debía publicarse de inmediato, rechazó de plano la última frase citada. Parece que el autor de la misma había sido Kindelán quien, como monárquico acérrimo, esperaba que al finalizar la guerra se restaurara inmediatamente la monarquía, lo que sería imposible si no se limitaba el mandato que se otorgaba al nuevo jefe del Estado. Pero es que para Franco una guerra como la que estaba en marcha no se podía justificar tan sólo para devolver el trono a un rey, sino únicamente como medio último, aunque doloroso y costosísimo, de impedir la destrucción y consiguiente desaparición de la nación, de la Patria. Para justificar su postura de entonces, Franco explicaría mucho tiempo después “…no podía aceptar la jefatura del Estado español y de sus Ejércitos, ni la dirección de ellos ni la responsabilidad del derramamiento de sangre que sin duda iba a producirse, si no era para, tras la victoria, eliminar la causas que habían producido tantas desdichas,….”. Finalmente, el día 30 se publicaba el decreto firmado el día 29 por Cabanellas, con el siguiente texto:

Franco a su salida tras el acto oficial de su designación

“Con la Junta de la Defensa Nacional, creada por decreto de 24 de Julio de 1936, el régimen provisional de mandos combinados respondían a las más apremiantes responsabilidades de la liberación de España. Organizada con perfecta normalidad la vida civil en las provincias rescatadas y establecido el enlace entre los varios frentes de los ejércitos que luchan por la salvación de la Patria, a la vez que por la causa de la civilización, impónese ya un régimen orgánico y eficiente, que responda adecuadamente a la nueva realidad española y prepare, con la máxima autoridad, su porvenir.

Razones de todo linaje señalan la alta conveniencia de concentrar en un solo poder todos aquellos que han de conducir a la victoria final, y al establecimiento, consolidación y desarrollo del nuevo Estado, con la asistencia fervorosa de la nación.

En consideración a los motivos expuestos, y segura de interpretar el verdadero sentir nacional, esta Junta, al servicio de España, promulga el siguiente:

 DECRETO:

Art. Primero.- En cumplimiento del acuerdo adoptado por la Junta de Defensa Nacional, se nombra Jefe del Gobierno del Estado español al excelentísimo señor General de División don Francisco Franco Bahamonde, quien asumirá todos los poderes del nuevo Estado.

  Art. Segundo.- Se le nombra asimismo Generalísimo de las fuerzas nacionales de tierra, mar y aire, y se le confiere el cargo de General Jefe de los ejércitos de operaciones.

  Art. Tercero.- Dicha proclamación será revestida de forma solemne, ante representación adecuada de todos los elementos nacionales que integran este movimiento liberador, y de ella se hará la oportuna comunicación a los gobiernos extranjeros.

  Art. Cuarto.- En el breve lapso que transcurre hasta la transmisión de poderes, la Junta de Defensa Nacional seguirá asumiendo cuantos actualmente ejerce.

  Art. Quinto.- Quedan derogadas y sin vigor cuantas disposiciones se opongan a este decreto.

Dado en Burgos a 29 de Septiembre de 1936.     Fdo.- Miguel Cabanellas”.

Infante Alfonso Carlos

Como colofón, y a modo de salutación de dicho nombramiento, hay que recordar que la designación de Franco se había visto de alguna manera respaldad y aplaudida por la suerte, por su baraka legendaria, con cuatro significativos hechos:

  • El 28 de Septiembre había fallecido en Viena, en accidente de automóvil, el pretendiente carlista al trono de España, Infante Alfonso Carlos de Borbón, y puesto que en el asalto final a Éibar, luchando junto a los requetés, había fallecido unos días antes el bisnieto del último rey de Nápoles, Carlos de Borbón, la línea sucesoria de la rama carlista o tradicionalista quedaba desbaratada.
  • El día 29, el crucero Canarias había hundido al destructor frentepopulista Almirante Ferrándiz en aguas del Estrecho, logrando una gran victoria naval.
  • Moscardó, Varela y Franco en el Alcázar

    Ese mismo día 29, Franco se había trasladado al Alcázar imponiendo in situ al Col. Moscardó la Cruz Laureada de San Fernando, visitando las ruinas de la fortaleza y departiendo con sus defensores, dando pie a escenas de emoción inenarrables, escuchando entonces de boca de Moscardó el lacónico parte que ya diera a Varela un día antes y que ha pasado a la Historia “Sin novedad en el Alcázar, mi General”, manifestando Franco entonces “…ahora sí hemos ganado la guerra…”; todo ello entre el fervor de los presentes que le aclaman ya como Caudillo y Generalísimo indiscutible.

  • El día 30, el obispo de Salamanca, Monseñor Enrique Pla y Deniel, publicaba su trascendental pastoral titulada “Dos ciudades” en la que se incluía una frase que resultaría profética “…la actual lucha reviste, sí la forma externa de una guerra civil, pero en realidad es una cruzada…”.

El nombramiento de Franco como Generalísimo, Jefe del Estado y Caudillo fue, por lo tanto, un proceso sobrevenido por las circunstancias que se llevó a cabo sin problemas especiales, ni alharacas o tensiones de ningún tipo, accediendo al poder, como se ve, sin estar condicionado por nada ni nadie y, además, siendo de inmediato y de muy buena gana aceptado unánimemente tanto por militares, combatientes y asimismo por la población civil, claro está que de la zona nacional, todo ello de forma natural, por su enorme prestigio y reunir en su persona condiciones excepcionales. Con su designación la zona nacional adquiría, tanto para civiles como para combatientes, la categoría de “Estado”, de nueva España, consolidándola y dejándola preparada para desarrollarse y crecer. Al tiempo, en la otra zona, la sometida ya a la tiranía marxista-leninista cundía la desazón ante la designación de figura tan emblemática, a excepción de los perseguidos, que veían en ello la posibilidad de ser liberados en breve.


7 respuestas a «1º de Octubre: Franco, Jefe de Estado y Generalísimo»

  1. Magnífico. Gracias y enhorabuena al autor y al editor.

    Hoy también es el Santo Ángel de España, además del Día del Caudillo.
    http://rinconliturgico.blogspot.com/2013/09/1-de-octubre-s-anto-ngel-c-ustodio-de-e.html
    . La Santa Sede Romana, accediendo a los piadosos deseos del Rey Fernando VII, concedió a España que el día 1º de Octubre de cada año se tuviere la fiesta del Santo Ángel Custodio de este Reino, con oficio propio.
    Además de todas sus maldades y traiciones, muy por debajo de su descendiente (de aquellas maneras) JC. I, Fernando VII tuvo cosas buenas, y por ellas, fundamentalmente, es denostado.

  2. ¡Qué bien escrito está este artículo!
    y toda la doctrina que les falta a los cargos de VOX y a l os Generales retirados del ex Ejército Español que sacan por televisión para repetir como papagayos el discurso sionista contra Rusia y hacerle el juego a los angloamericanos en la guerra de Ucrania, la tiene de más el autor de este artículo, al que felicito por su excelencia.

  3. Revivir el pasado no soluciona el presente, se necesitan hombres como en el día del alzamiento. ¿Es que no hay cojones en el ejército militar para el alzamiento junto al pueblo que clama honor y libertad a la patria, ante esta agenda globalista satánica de crimen organizado?

    El tiempo pasa y es nuestro mayor enemigo que nos arrebata la oportunidad de vencer al enemigo.

    Saludos cordiales

    1. El Ejército está lleno de rojos y de traidores y el pueblo lo mismo, se cuentan con los dedos de la mano de un manco el número de militares que no están politizados en el PSOE (por no hablar de los que directamente están a sueldo de Marruecos, Gibraltar y cosas peores), y sobre el «nivel» de la gente sólo tiene que ver los desfiles cómo la gente imbécil da vivas al Rey mierda este que tenemos en España para nuestra desgracia, o los actos de VOX con un nivel paupérrimo.

      Ya pasó el 23F cómo a la gente no costó nada lavarle el cerebro con el mito de los «golpes de Estado».
      En tales circunstancias un movimiento de este tipo está condenado al fracaso.
      Por eso la guerra cultural, que es la guerra psicológica, es tan importante y lleva tanta ventaja a su favor el enemigo, con los 40 años de ventaja del franquismo que en este punto se echó a dormir, o mucho peor, los puestos de este tema los ocuparon enemigos de España como después se demostró como Adolfo Suárez, y luego el monopolio de todas las televisiones a su favor. Lo podemos ver en vivo y en directo con la guerra de Ucrania o con el entierro de la Reina de los piratas, que ben ese país a los que más roban los nombran Sires o «caballeros», el «Lute» allí sería como poco Conde.

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