Ahora o nunca, Pablo

Los gobernantes, antiguos y modernos, siempre han necesitado ser secundados por la población para hacerse con el poder. En nuestras democracias contemporáneas, los políticos guardan la particularidad de buscar el apoyo ciudadano mediante métodos pacíficos, a diferencia de los sistemas totalitarios. Los ciudadanos acuden a votar a las elecciones para cambiar a sus gobernantes sin que haya una guerra de por medio, por ello, los políticos que son incapaces de convencer a la mayoría necesitan situaciones excepcionales para hacerse con el poder y aparentar una legitimidad que no pueden ganarse con el apoyo de los votantes.

Si indagamos por la historia del mundo reciente, observamos que, de todos los partidos existentes en los parlamentos de los sistemas democráticos, son los comunistas los campeones de la conquista del poder en situaciones excepcionales. La Historia ya se ha encargado de demostrar que la democracia parlamentaria no está hecha para ellos, que, a los comunistas, de cualquier siglo y lugar, les ha resultado imposible alcanzar la mayoría por medio del voto, que la extrema izquierda ha utilizado toda forma posible para llegar al poder menos el voto, ya sea por medio de golpes de estado, revoluciones o pucherazos.

La historia se repite porque el ser humano alberga las mismas virtudes y defectos generación tras generación. La historia se repite una y otra vez irremediablemente, de ahí a que los comunistas, por mucho que resulte increíble, sigan utilizando los mismos métodos para asaltar el poder que en el Siglo XX, en la revolución rusa o con Mao en China, porque, en el ser humano comunista, en el de ahora y en el de antes, siempre florecen dos especies bien determinadas: los tontos útiles que siguen creyendo en las virtudes del comunismo y los paniguados de toda la vida, seres sin escrúpulos que se convierten en seguidores radicales del líder comunista que toque en cada lugar y momento, quien siempre gana la fidelidad de sus semejantes mediante la subvención, la propaganda y el terror hacia sus desleales.

Observen bien el panorama de España en estos momentos, en medio de una pandemia que ha devuelto al mundo a una situación inédita desde la segunda guerra mundial y a España a tiempos de posguerra. Vean si la situación no es excepcional del todo, en lo sanitario, en lo económico y en lo político; para que los comunistas, liderados por el más comunista de todos, Pablo Iglesias, vean que es la ocasión idónea para asaltar el poder, para que Pablo crea que esta situación excepcional es la única que puede salvar al proyecto ideológico de Podemos antes de su desaparición.

Pablo cree que es su última oportunidad y, de hecho, acierta. Esta es la última opción de Pablo y su proyecto porque, por mucho que Pedro Sánchez lo haya resucitado como vicepresidente del gobierno, la desintegración de Podemos era un hecho irrefutable. Podemos no ha parado de descender en número de votos desde su surgimiento, elección tras elección. Podemos y, sobre todo, Pablo Iglesias, no ha cesado de perder legitimidad. Podemos ha perdido legitimidad a causa de Pablo y viceversa, porque, téngase por seguro, que Podemos y Pablo son uno solo, y que sin la existencia de Podemos no existe Pablo y sin Pablo no existe Podemos.

Pablo ha perdido legitimidad, porque, él, sin la ayuda de nadie, ha dejado que su soberbia le gane antes de tiempo. A Pablo le ha jugado una mala pasada su ansia de poder. A Pablo le ha podido la fama, demostrando, por enésima vez, que el líder comunista es el más humano de todos, el que más ansía el poder, al que más le dominan las pasiones y esos vicios humanos que florecen, sobre todo, cuando alguien se cree superior a sus semejantes.

Pablo estaba calcando los pasos que todos los comunistas han dado para asaltar el poder hasta que le ha vencido su condición humana, ese deseo que todo ser humano tiene de mejorar su vida desde que nace. A Pablo le ha podido la propia naturaleza humana de la que reniegan los comunistas, por eso, Pablo se ha acomodado pronto a los mismos privilegios sociales que criticaba. Porque Pablo, como buen demagogo comunista, era el mejor amigo de los pobres, de hecho, Pablo era el más pobre de todos hasta que se convirtió en la casta que él tanto había criticado. Su soberbia no le ha permitido esperar a la toma total del poder como hicieran otros comunistas como Lenin, Castro o Chávez.

Pablo ha cambiado su vida radicalmente. Pablo ha cambiado de casa y de novia. Pablo ha cambiado su barrio obrero por un chalé en uno de esos barrios que alejan de la realidad del pueblo al político, a la casta. Pablo cambió a su novia de la universidad por otra nueva que ha colocado como ministra, imitando de manera excepcional a sus archienemigos y enemigos del pueblo, Aznar y Ana Botella.

El ya señor Iglesias se ha convertido en papá de tres criaturas, en un padre de familia a la que cuida el servicio. Pablo deja que los criados críen a sus niños porque él tiene que seguir haciendo cosas de comunista, como deshacerse de Errejón, por ejemplo, emulando la conocida disputa entre Stalin y Trotsky tras la muerte de Lenin. Pablo tenía que derrotar a los enemigos que su proverbial prepotencia había creado, encarnados en Errejón, su antiguo amigo, y Tania, su antigua novia, que crearon Más País para así fastidiar al antes amado y ahora odiado líder.

Por eso y por mucho más, Pablo reconoce que la pandemia del COVID-19 no es la ocasión en la que España tenga que unirse para combatir juntos a un enemigo invisible. Eso sería de fachas y pararía su ansiado ascenso al poder total. Pablo, muy al contrario, en pleno estado de alarma, aprieta ahora más que nunca para conseguir el máximo poder en el CNI para así vigilar a quien no sea de su gusto, para hacerse con televisiones públicas y privadas para agitar su propaganda y, en cuanto pueda, exigirá hacerse con el Ministerio del Interior, para deshacerse de sus enemigos. Propaganda, vigilancia y persecución al enemigo. Lo de siempre en el mundo comunista.

Pablo sabe que es su momento porque ya se le ha caído la careta de buenista comunista y ha mostrado su verdadera cara. Pablo sabe que el político no es nada sin la legitimidad que tenía antes, él sabe que el gobernante no es nada sin ese halo de justicia que le conceden a quienes gobierna. Pablo ve cómo su proyecto se esfuma y él cae con su proyecto. Así que, guárdense aquellos que creen que lo tienen controlado, presidente Pedro, y quienes son su oposición política; porque Pablo sabe que su oportunidad es ésta, que su asalto al poder es ahora o nunca.


6 respuestas a «Ahora o nunca, Pablo»

  1. Pero no hay que alarmarse, por favor, tengamos calma.
    Afortunadamente, vivimos en el país de NUNCAJAMÁSPASANADA y, solo eso, debiera ser suficiente para tranquilizarnos a todos.
    Además, tenemos un rey cojonudo y «mu preparao»…

  2. Por supuesto yo creo que es plandemia, pero es tan evidente quiero creer que solo los muy dispuestos a dejarse engañar , o muy interesados , lo harán

  3. Gracias por vuestros comentarios.
    Cada vez se habla más de que ha resultado ser una pandemia provocada. Próximamente, escribiré un articulo al respecto. A ver qué les parece.

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