Apologética católica. La Iglesia es Una

A lo largo de la Tradición, hasta el Concilio Vaticano II, siempre encontraremos la misma identidad de doctrina. Nadie se ha atrevido a sostener que la Iglesia católica haya dejado de enseñar un solo dogma contenido en los escritos apostólicos, ni admitido un solo punto doctrinal que a ellos se opusiera.

No es el concilio de Nicea, por ejemplo, el que ha creado el dogma de la divinidad de Jesucristo, al definir contra los arrianos la consustancialidad del Verbo; ni el concilio de Trento puede tenerse como el autor del dogma de la transubstanciación eucarística, porque lo definió contra los protestantes, sino porque, si ellos lo definieron fue porque eran considerados como creencia universal y perpetua de la Iglesia. Cuando declaró la Iglesia el gran dogma de la Inmaculada Concepción de la santísima Virgen y la infalibilidad del Pontífice, no añadió nuevos artículos a su Credo; sólo esclareció aspectos de antigua doctrina, más o menos oscurecidos por las controversias, pero que, explicita u implícitamente, estaban ya contenidos en el depósito de la Revelación.

Además, la Iglesia tiene en sí un principio que necesariamente mantiene dicha unidad de creencias; y este principio es el que profesa, como dogma esencial, que todo católico está obligado a aceptar cualquier doctrina formalmente enseñada por ella, so pena de ser excluido de su seno, si persistiese en el error.

La Iglesia católica es Una porque todos sus miembros profesan una misma fe, porque participan de los mismos sacramentos, y porque obedecen a la misma Autoridad jerárquica. Se trata de lo que se llama unidad de fe, unidad de culto y unidad de gobierno.

La Iglesia católica romana es una:

  1. Una en su fe. Es necesario que la Iglesia sea una en su fe, porque Jesucristo no ha enseñado sino una sola y misma doctrina. La verdad es una. Todos los católicos admiten las mismas verdades, los mismos preceptos, los mismos consejos evangélicos. El principio que mantiene esta unidad de fe es la AUTORIDAD DE LA IGLESIA: todo católico debe aceptar los dogmas enseñados por ella, bajo la pena de ser excluido como hereje. Negar un solo artículo de fe es apartarse de la comunión de la Iglesia católica. En cuanto a lo que no está definido, la Iglesia deja libertad de opiniones, según el axioma de san Agustín: En lo que es cierto: unidad; en lo que es dudoso: libertad; en todas las cosas caridad.
  2. Una en su culto. Es necesario que sea la Iglesia sea una en su culto, porque Jesucristo ha establecido para todos los hombres la misma manera de honrar a Dios y los mismos medios de salvación: un solo sacrificio y los mismos sacramentos. Las partes esenciales del culto: la oración, el sacrificio, los sacramentos, son idénticos en todas partes. Las variaciones de rito son puramente accesorias. En todas las iglesias está el mismo misal, se recitan las mismas preces, se ofrece el mismo sacrificio, se administran de la misma manera los siete sacramentos. Las formas del culto externos son esencialmente las mismas.
  3. Una en su gobierno. Es necesario que la Iglesia sea una en su gobierno, porque Jesucristo ha fundado en su Iglesia un cuerpo de pastores colocados bajo la autoridad de una sola Autoridad suprema. La unidad es el carácter esencial del cristianismo: un solo Dios, una sola fe, un solo bautismo… Todos los miembros de la Iglesia están unidos unos a otros por una jerarquía completa. Los fieles están sujetos a los sacerdotes, los sacerdotes a sus obispos, los obispos al Papa. La Iglesia católica es cojo un vasto círculo cuyo centro está en Roma, y cuyos radios alcanzan a las extremidades de la tierra.

Gracias a esta triple unidad todo católico, en cualquier país donde esté, se encuentra entre católicos y está siempre en su familia; asiste al mismo sacrificio; recita las mismas oraciones; obedece a la misma Autoridad, cree en las mismas verdades.

Ave María Purísima.


Una respuesta a «Apologética católica. La Iglesia es Una»

  1. Si la infalibilidad del papa es un dogma, tenemos un problema (y con Bergoglio más que nunca, probablemente). Antes que los dogmas y que cualquier otra cosa, sin lugar a duda, están las palabras del Hijo: del Padre.

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