Bolivia ¿ejemplo para España?
Evo Morales, el absurdo líder cocalero indigenista, un completo y perfecto esperpento producto de la ignorancia, la superstición y la estulticia de buena parte del pueblo boliviano, no sólo ha dimitido, sino que se esconde entre sus cada vez más exiguas huestes de cocaleros y cocainómanos; que para el caso es lo mismo. A cada cerdo su San Martín, que dice un refrán.
El caso es que quien fuera hasta hace unas horas presidente de Bolivia se presentó a la reelección y, como estos indigenistas son iguales a sus antepasados caciques a los cuales ponen como ejemplo cuando en realidad eran unos tiranos sangrientos, intentó asegurarse el trono pegando un pucherazo al más tradicional estilo Al Capone y… pillado in fraganti y puesto en evidencia, no le ha quedado más remedio que salir por piernas… por ahora, porque según pinta la cosa todo será que termine saliendo con los pies por delante o que opte por meterse un chute de tal calibre que le apañe el Nirvana para siempre.
Lo importante del caso, y su posible extrapolación a la actual situación de España, siempre claro salvando las diferencias… aunque cada día menos, es que la caída de este mindundi, mequetrefe, demagogo, espabilado y corrupto personaje cuyas formas y fondo parecen retrotraernos a la espantosa América precolombina, es que su caída se ha debido en realidad y sobre todo a la confluencia de las autoridades militares –respaldadas por unas FF.AA. unidas– con las policiales, que no han tenido inconveniente, sino todo lo contrario, o sea, que han asumido sus responsabilidades constitucionales y morales, además de patrióticas, de que, a la vista de los hechos y de la deriva demencial del cocalero cocainómano, decirle que hasta aquí hemos llegado… señor presidente, y que por encima de él está la patria, la nación. ¿Entienden por dónde vamos? Ah, y no ha pasado nada, ni es un golpe de Estado, ni nadie se ha echado las manos a la cabeza, sino que se ha gratado ante todo de salvar la patria y la democracia, evitando la destrucción de ambas, algo que el pueblo boliviano, la parte sana siempre mayoritaria del pueblo de cualquier país, ha entendido perfectamente no moviendo un dedo por defender a Evo, sino todo lo contrario.
Porque una cosa es la democracia, con sus virtudes y sus defectos, con sus desvaríos, corruptelas y aciertos, el juego político, las tensiones entre partidos y dentro de ellos, etcétera, y otra cosa es la nación, la patria, sea donde sea que haya, eso sí, patriotas independientemente de su orientación política.
Por lo contrario a lo que ha ocurrido en Bolivia, sigue en el poder el animal venezolano.

Por lo contrario de lo que ha ocurrido en Bolivia seguimos aquí soportando la chulería y estupideces de secesionistas de todo pelaje, de desmemorias históricas y vilipendios a nuestra Historia secular, o sea, porque ni las autoridades militares, ni las FF. AA., ni las policiales, ni en general el funcionariado, sea gubernamental, autonómico o municipal, asume sus obligaciones y responsabilidades para con la patria, la nación y el Estado y ponen coto a los desvaríos de los políticos de cualquier ideología cuando de asuntos patrios se trata.
Porque una cosa es ser socialista, pepero, podemita, voxiano o animalista, y otra muy distinta e intolerable es poner a la patria, su unidad y pervivencia en peligro o si quiera en duda, así como su historia, nuestros antecesores y, con ello, nuestro futuro.
Muchos por estos lares deberían aprender del ejemplo boliviano, digno de estudio, análisis y enseñanza, especialmente los militares, fuerzas policiales, funcionarios de justicia, enseñanza, etcétera, es decir, todos aquellos que han jurado defender a la patria, a la nación y al Estado, o sea, a España, no sólo de los enemigos exteriores, sino también, y en nuestro caso especial más aún, de los interiores.
