Bolsonaro: por la vida, la libertad y la nación
Jair Messia Bolsonaro es el nuevo presidente de Brasil. Su biografía, su estilo, sus creencias y lo que propugna es lo contrario de lo que hasta el momento venía imponiendo el marxismo socialista y comunista globalista en tal país y en el resto, España incluida. ¿Y en España qué? Dependerá de nosotros sacudirnos tal yugo que poco a poco nos ahoga, como parece que lo va a hacer Brasil, y lo están haciendo Polonia, Hungría e intentándolo otros muchos.
Jair Bolsonaro fue elegido presidente, poniendo fin a varias décadas de gobierno de izquierda. Bajo Bolsonaro, Brasil podría pasar de ser un refugio para los marxistas latinoamericanos y sus corruptos aliados globalistas a convertirse en un aliado fundamental de la visión del presidente Trump de una región donde los gobiernos estén motivados por sus propios intereses soberanos. Lo más importante es que Brasil pasará de ser un promotor de la Cultura de la Muerte a un defensor de la Cultura de la Vida.
Frente a esta realidad, los medios de comunicación liberales de todo el mundo intentaron etiquetar al Bolsonaro como extremista. Es un «racista», un «sexista», un «homófobo», un «misógino». ¡Es un «neonazi» que quiere recuperar la dictadura militar! Eso, más o menos, es lo que dicen sobre Bolsonaro sus oponentes. Por el contrario, muchos hablan ya del «triunfo brasileño».
Para entender a quién representa Bolsonaro realmente, debemos recordar brevemente la historia reciente de Brasil.
En 1964, el Ejército brasileño, respondiendo a un llamamiento legítimo de la sociedad civil, decidió tomar el poder para evitar la amenaza comunista que se cernía sobre él y buena parte de Occidente en tal momento. Al principio, los militares aseguraron que devolverían el poder a un gobierno civil tan pronto como fuera posible, pero pronto surgieron divisiones en el seno del propio Ejército, a resultas de lo cual se produjo «un golpe dentro del golpe», manteniéndose los militares en el poder hasta 1985, cuando por fin comenzaron un proceso de transición de su poder a otro civil.
Durante los años del régimen militar, los comunistas actuaron en dos frentes diferentes: a través de la guerrilla y mediante la estrategia cultural conocida inspirada por Antonio Gramsci. El objetivo era lograr lo que Gramsci llamaba hegemonía, es decir, hacer pensar a toda la población de manera marxista como resultado de su infiltración en los medios de comunicación, las universidades y todos los elementos culturales más importantes de la sociedad.
La estrategia funcionó, y después de la promulgación de la Constitución de 1988, la séptima en la historia de Brasil, la izquierda ha venido controlando todas las elecciones presidenciales, con muy pocas excepciones. Las principales rivalidades políticas fueron entre el PT izquierdista radical (Partido de los Trabajadores) y el PSDB de centroizquierda (Partido de la socialdemocracia brasileña).
En 1990, después de la caída del Muro de Berlín, Lula y Fidel Castro fundaron el Foro de São Paulo (FSP), una organización internacional que reunió a los principales partidos políticos, organizaciones e incluso grupos terroristas de izquierda como los FARC de Colombia, con el objetivo de crear una versión latinoamericana de la antigua Unión Soviética.
Elección tras elección, los candidatos del PSF fueron obteniendo el poder en diferentes países de América Latina: Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolívia, Lula en Brasil, etc.

En Brasil, nadie supo realmente de la existencia de esta organización; ni siquiera dieron cuenta de ella los medios de comunicación conservadores. Un solo hombre, el filósofo Olavo de Carvalho, descubrió la verdad sobre esta corrupta camarilla de izquierda en Brasil y América Latina. En 1996, Olavo de Carvalho argumentó que los izquierdistas estaban ganando poder amparándose en la falsa imagen de que, tras la caída del Muro de Berlín, el marxismo, socialista y/o comunista, había desaparecido también.
Olavo de Carvalho fue quien denunción lo que estaba haciendo la izquierda en Brasil y en todo el continente americano. Su curso de filosofía por internet, sus libros, su viejo podcast y su perfil de Facebook comenzaron a llegar a cientos de miles de personas, incluso millones de ellos. Al igual que en el caso de Trump, esta revolución conservadora no fue televisada, sino que se difundió a través de las redes sociales.
Entre los que se hicieron eco de las maquinaciones del Foro de São Paulo estuvieron muchos activistas antiabortistas muy comprometidos y políticamente inteligentes que se han organizado de manera efectiva para atraer a políticos como Bolsonaro haciéndoles abrazar sus tesis por la vida desde su concepción hasta la muerte natural.

La biografía política de Jair Messias Bolsonaro es bastante común. Bolsonaro entró en la política cuando se retiró del ejército brasileño, convirtiéndose en diputado federal en 1990. En 2003, comenzó a captar la atención de los medios de comunicación a raíz de una dura discusión sobre la ley y el orden que mantuvo con una política comunista, Maria do Rosário. Bolsonaro había propuesto que la edad legal a la que una persona podía ser acusada como adulto se redujera de 18 a 16 años. Maria do Rosário argumentó contra la reducción incluso en el caso de un crimen terrible cometido por el violador Roberto Aparecido Alves Cardoso, de 16 años, quien, junto con otros cuatro delincuentes violaron, torturaron y asesinaron a la niña Liana Friedenbach y a su novio Felipe Caffé.
En 2011, Bolsonaro fue también uno de los principales denunciantes de lo que se conoció como el «kit gay», un conjunto de materiales de educación sexual para niños de hasta 6 años, diseñado por el entonces ministro de Educación y ahora derrotado candidato a la presidencia, Fernando Haddad, comunista y miembro del Partido de los Trabajadores.
Al igual que con el presidente Donald Trump, muchas personas consideran que algunas de las declaraciones públicas de Bolsonaro son controvertidas, debido a su audacia y franqueza, pero es precisamente por eso que Bolsonaro comenzó a ser tan popular. Fue uno de los únicos dispuestos a atacar públicamente lo que estaban haciendo los comunistas del Partido de los Trabajadores (PT): la destrucción de la familia a través de la ideología de género y la sexualización infantil; la defensa e incluso la promoción del crimen organizado como una forma de vida; la promoción del aborto; los profundos escándalos de corrupción, perpetrados a una escala nunca antes vista ni siquiera por parte de Lula y su pandilla, que ya en su momento devastaron Brasil; la violencia endémica que ha afectado al país (casi 60.000 asesinatos por año).
Debido a que Bolsonaro nunca ha estado involucrado en un escándalo de corrupción, ha podido canalizar todos los sentimientos de frustración contra el Partido de los Trabajadores. Sin embargo, los medios han sido despiadados con Bolsonaro. Y aunque no tiene escándalos de corrupción asociados a él, la izquierda (que en Brasil controla la totalidad de los principales medios de comunicación) lo ha atacado por su estilo y audacia.
Bolsonaro ha roto el monopolio cultural de la izquierda con su audaz reivindicación de libertad de expresión conservadora, y ahora los medios de comunicación izquierdistas se encuentran con el dilema de cómo lidiar contra él. En el país y en el extranjero, los medios de comunicación no han hecho más que difundir las mismas afirmaciones de la izquierda sin fundamento: «racista, misógino, homofóbico, fascista, neonazi», etc. Por supuesto, estas afirmaciones son fácilmente refutadas por los hechos. Bolsonaro ha apoyado a prominentes mujeres políticas, algunas de ellas judías y otras de grupos minoritarios raciales. Además, aunque Bolsonaro es católico y se ha manifestado en contra de la imposición de la ideología de género, su firme postura sobre la corrupción y el crimen le ha valido el apoyo de muchos colectivos de homosexuales.
Por supuesto, la verdadera razón por la que los críticos de Bolsonaro están difundiendo todos estos rumores sobre él es que representa una amenaza real para los planes marxistas en hispanoamérica impulsado por el Foro de São Paulo.
Bolsonaro se ha comprometido a detener el avance de la Cultura de la Muerte en Brasil, que siempre ha sido una de las principales prioridades de la élite globalista. Esto significaría un duro golpe para aquellos que han estado trabajando durante una generación para socavar las raíces de la civilización occidental cristiana.
No, Bolsonaro no es racista, misógino, homófobo, ni fascista, es un patriota que está dispuesto a dar su vida por su país, un país que ha sufrido durante décadas a manos de una pandilla de ideólogos de izquierda que casi consiguen destruirlo. El lema del partido de Bolsonaro es «Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos». Esta combinación de una creencia en la soberanía nacional y el reconocimiento del papel apropiado de Dios aterroriza a los marxistas ateos.
También en nuestra web: Venezuela y Bolsonaro
