Osoro, Carmena y el padre Ángel: tres iguales para hoy.

…de esta jerarquía y este clero decadente, acomodaticio, cobarde, aburguesado, adoncenado, acomodado, siempre pendiente del qué dirán…

Por El Español Digital

29/12/2017 Iglesia

De nuevo un año más, a todo bombo y platillo, se ha celebrado, esta vez en el Círculo de Bella Artes de Madrid, la cena que por estas fecha, y supuestamente por los pobres, ofrecen al unísono Carmena, el cardenal Osoro y al padre Ángel. Y de nuevo un año más nos encontramos ante una mascarada hiriente, penosa, patética, en la que con la excusa de «los pobres», vemos en perfecta sintonía a la jerarquía eclesiástica de hoy, con los curas de ayer –y también en buena parte de hoy– y los enemigos de la Iglesia. La fotografía es una imagen que vale más que mil palabras; no obstante hay que escribir algunas.

Carmena ejerce y se ufana, lo ha hecho toda su vida, todo hay que decirlo, de creer y representar ese marxismo siempre rancio, ateo, perseguidor de Cristo y de la Iglesia, rojo, revolucionario, hoy heredero intelectual  –material por el momento no pueden o no les conviene– de aquella España roja de las checas y los «paseos», de todo lo cual nunca han renegado, sino todo lo contrario. Carmena es la «pasionaria» rediviva pasada por el tamiz del qué dirán. Carmena es la loba con piel de cordera que tantas veces a lo largo de la Historia moderna nos ha horrorizado.

El denominado «padre Ángel» no es tal, porque un cura que no viste como tal, que se avergüenza de hacerlo, que le da miedo proclamarlo, no es cura. Pero es que además a este ínclito personaje tan en boga por mor del poder, habría que recordarle muchas cosas que puede que nunca aprendiera. Que no sólo de pan vive el hombre; que no hay comparación entre salvar el alma y salvar el cuerpo; que los hombres somos ante todo portadores de valores eternos, no sólo pedazos de carne y hueso; que las iglesias están para adorar y dar gloria a Dios, no para ser almacenes de distribución de alimentos; que las iglesias están para rezar, no para charlotear en ellas; que las iglesias deben cuidarse y ornamentarse con lujo para el culto a Dios, no enguararse con pantallas de plasma, pancartas, carteles y demás parafernalia propagandista; que el PSOE, a cuyos congresos asiste, es un partido marxista, ateo, enemigo declarado de Dios y contumaz perseguidor de la Iglesia; que no se puede exponer el Santísimo como él lo hace en su iglesia, dentro de una hornacina y cara a la calle porque nadie Le honra como se debe y como está ordenado; que de nada le sirve ganar el mundo, padre Ángel, si pierde el alma.

El cardenal Osoro ya ha demostrado, desde la toma de posesión de su cargo, lo que es, cómo piensa y lo que no es ni piensa. Este cardenal, sin duda hechura del actual Pontífice, Francisco I, es una prueba más de las muchas desgracias que sufrimos día sí y día también; de esta jerarquía y este clero decadente, acomodaticio, cobarde, aburguesado, adoncenado, acomodado, siempre pendiente del qué dirán, nunca de decir lo que hay que decir mal que le pese a los oyentes; de este clero que no predica el Evangelio íntegramente, sino que predica, en el mejor de los casos, cuarto y mitad; de este clero que no quiere molestar porque no quiere que le persigan; de este clero que no soporta que escriban sobre ellos una mala referencia en un diario de esos que odian a Cristo. Osoro es continuador de un clero que lleva medio siglo dispersando a las ovejas, llevándolas al matadero. Un clero ciego y sordo, porque no quiere ni ver ni oír, pues le obligaría a dar la cara, a ser incómodo, a molestar, a combatir y, claro, todo menos eso.