Carta a los héroes de primera línea

“¡Salvemos a nuestros niños de la dictadura de la salud! ¡Salvemos a Italia de la feroz tiranía globalista!”

Admirados Señores y queridísimas Madres:

(…)

En primer lugar, debe ser denunciado el intento sistemático de demoler a la familia, que es la célula de la sociedad, así como la multiplicación de los feroces ataques no solo en contra de la unión conyugal que Cristo elevó a nivel Sacramento, sino también en contra de su propia esencia, es decir, el hecho de que el matrimonio por su naturaleza, está formado por un hombre y una mujer, a través de un vínculo indisoluble de fidelidad y ayuda recíprocas.

La presencia de un padre y de una madre es fundamental en el crecimiento de los niños, los cuales necesitan de una figura masculina y de una figura femenina como referente para su desarrollo integral y armónico.  Tampoco podemos permitir que los niños, en la delicadísima fase de su niñez y adolescencia, sean utilizados para reclamos ideológicos que dañen gravemente su equilibrio psicofísico por parte de aquellos que con su propio comportamiento rebelde, rechazan la propia noción de la naturaleza. Se  puede comprender fácilmente, cuál puede ser el impacto de la destrucción de la familia en el consorcio civil: todos tenemos frente a nuestros ojos los resultados de décadas de políticas desafortunadas que nos han llevado de manera inevitable a la disolución de la sociedad.

Estas políticas, inspiradas en principios que contradicen tanto, a la Ley natural inscripta en el hombre por el Creador, en cuanto Ley positiva que Dios le dio en los Mandamientos, vienen a dar el consentimiento para que los niños sean puestos a merced del capricho de los individuos, y que la sacralidad de la vida y  de la concepción, sean incluso objeto de comercio, humillando con ello a la maternidad y a la dignidad de la mujer.  Los hijos no pueden ser comisionados a yeguas, a cambio de una tarifa, (…).

Los padres de familia tienen tanto la responsabilidad como el derecho primordial e inalienable, de la educación de sus hijos: el Estado no puede arrogarse este derecho y mucho menos corromper a sus hijos y adoctrinarlos con los perversos principios que al día de hoy se encuentran tan difundidos.  (…) no olviden que este es el sello distintivo de los regímenes totalitarios, y no de una nación civil y cristiana. Por lo tanto es su deber levantar la voz para que estas tentativas de arrancarles a ustedes la educación de sus hijos, sean denunciadas y rechazadas con fuerza, porque muy poco podrán hacer por ellos, cuando vuestra Fe, vuestras ideas y vuestra cultura sean juzgadas como incompatibles con las de un Estado impío y materialista. (…) Ninguna ley puede jamás convertir legítimamente en un crimen, a la afirmación de la verdad, porque la máxima autoridad proviene de Dios, quien es la Verdad más elevada en Sí misma. El testimonio heroico de los Mártires y Santos fue la respuesta a la opresión de los tiranos: (…)

Otro aspecto crucial en esta batalla por la familia, es la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural. El crimen del aborto, que ha cobrado millones de víctimas inocentes y que clama venganza al Cielo, hoy es considerado como una prestación sanitaria normal, (…) un crimen abominable, (…)  Si reparamos en el hecho de que durante el confinamiento se suspendieron todos los tratamientos a los enfermos, pero que los abortos continuaron, comprenderemos bien, cuáles son las prioridades de quienes nos gobiernan: ¡La cultura de la muerte!

¿Qué clase de progreso se puede invocar cuando la sociedad mata a sus propios hijos, cuando la maternidad es horriblemente violada, en nombre de una elección que no puede ser gratuita, ya que involucra a una vida inocente y viola a un Mandamiento de Dios?, ¿Qué prosperidad puede esperar nuestra Patria, qué bendiciones de Dios, si se hacen sacrificios humanos en sus clínicas, como en los tiempos de la barbarie más sangrienta?

(…) El bien común, perseguido por el Estado en las cosas temporales, tiene un objeto bien definido que no puede ni debe estar en conflicto con la Ley de Dios, que es el Supremo Legislador. Siempre que el Estado viole esta Ley eterna e inmutable, su autoridad falla y los ciudadanos deben negarse a obedecerla. (…)

Pero también hay otros aspectos inquietantes (…), que conciernen no solo a los contenidos de la educación, sino también a los métodos de participación en las clases, tales como el distanciamiento social, el uso de mascarillas, (…) los cuales causarán graves daños, al equilibrio psicofísico de niños y jóvenes, comprometiendo las habilidades de aprendizaje, las relaciones interpersonales entre alumnos y profesores, y que los reducirán a autómatas a los que se les ordena no solo qué pensar, sino también cómo moverse y cómo respirar.

(…) mezcla de intereses privados en los asuntos públicos y que está inspirada en los dictados del pensamiento masónico y globalista, debe ser objeto de una enérgica denuncia por parte de los representantes de la ciudadanía, así como de quienes ven usurpados sus legítimos poderes, por una élite que nunca ha ocultado sus intenciones.

No debemos perder de vista un elemento fundamental: la búsqueda de fines perversos de orientación ideológica, invariablemente va acompañada -como una vía paralela-  de un interés de carácter económico. (…)

La Sanidad mundial, piloteada por la OMS se ha convertido en una auténtica multinacional que tiene como finalidad el beneficio de los accionistas (empresas farmacéuticas y las denominadas fundaciones filantrópicas) y el medio para conseguirlo es la transformación de los ciudadanos en enfermos crónicos. (…)

(…) Este cinismo, que asquea al código ético, ve en cada uno de nosotros a una fuente de ingresos, en lugar de ver en cada paciente el rostro de Cristo sufriente. Por lo tanto, apelamos a los muchos médicos católicos y médicos de buena voluntad, para que no traicionen el juramento hipocrático ni el corazón mismo de su profesión, la cual está hecha de misericordia y compasión, de amor por los que sufren y de ayuda desinteresada a los más débiles, recordando las palabras de Nuestro Señor: “Siempre que hacías esto a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hacías” (Mt 25, 40)

(…)

Pero al igual que en la sociedad civil, que hemos atestiguado una pérdida progresiva de la responsabilidad de los individuos y de los gobernantes en las diversas esferas de la vida pública, que incluyen a la atención de la salud, en la “iglesia de la misericordia” nacida en el año 2013, se prefirió adecuar el compromiso de los Dicasterios Pontificios y la Academia para la Vida a una visión líquida, diría perversa, ya que niega la verdad y abraza las exigencias del ambientalismo, con fuertes connotaciones del malthusianismo.  La lucha contra el aborto, que se opone a la desnaturalización pretendida por el Nuevo Orden Mundial, ya no es una prioridad para muchos Pastores. (…)

(…) La Iglesia es la guardiana de la Enseñanza de Cristo y no tiene autoridad para modificarla o adaptarla a nuestro gusto. Sin embargo, está el desconcierto al presenciar el silencio de Roma, que parece tener más en cuenta los métodos de separación de desperdicios -hasta el punto de escribir una Encíclica-, que la vida de los no nacidos, la salud de los más débiles y la asistencia a los enfermos terminales. Este es sólo un aspecto de un problema mucho mayor, de una crisis mucho más grave, que como he dicho varias veces, se remonta al momento en que la parte desviada de la Iglesia, con lo que una vez fue la Compañía de Jesús a la cabeza, ha tomado el poder haciéndose esclava de la mentalidad del mundo.

(…)

Desde un punto de vista moral, para todo católico que pretenda permanecer fiel a su Bautismo, es absolutamente inadmisible aceptar una vacuna que en su proceso de producción utilice materiales de fetos humanos: el Obispo estadounidense Joseph E. Strickland también lo reiteró con autoridad en su Carta Pastoral del pasado 27 de abril [4], así como en uno de sus tuits del pasado 1 de agosto [5].

Por lo tanto, debemos rezar al Señor para que le dé voz a los Pastores, con el fin de crear un frente unido que se oponga al poder excesivo de la élite globalista que quiere subyugarnos a todos. (…)

Dada la gravedad de la situación, también debemos pronunciarnos sobre estos aspectos: no podemos quedarnos callados, en caso de que la Autoridad pública hiciera obligatorias vacunas que planteen serios problemas éticos o morales o que más prosaicamente, no garanticen la obtención de los efectos previstos y que se limitan prometer beneficios que desde un punto de vista científico, son absolutamente cuestionables. (…)

(…) se trata de una batalla espiritual -de hecho es una guerra- en la que poderes que nadie ha elegido jamás, y que no tienen otra autoridad que la fuerza y ​​la imposición violenta de su voluntad, intentan demoler todo eso que evoca, aunque sea remotamente, la Paternidad Divina de Dios sobre Sus hijos, el Reinado de Cristo sobre la sociedad y la Maternidad Virginal de María Santísima. Por eso odian mencionar las palabras padre y madre. Para ello quieren una sociedad irreligiosa y rebelde a la Ley de Dios. Por eso promueven el vicio y detestan la virtud. Para ello quieren corromper a los niños y a los jóvenes, asegurando huestes de siervos obedientes para el futuro cercano, en el que se cancela el Nombre de Dios y se blasfema (…)

(…) nunca falten a su deber de proteger a sus hijos no solo en el orden material, sino también -mucho más importante- en el orden espiritual. Cultiven en ellos la vida de la Gracia, con la oración constante, especialmente a través del rezo del Santo Rosario; con la penitencia y el ayuno; con la práctica de Obras de Misericordia Corporales y Espirituales; con la asidua y devota frecuencia de los Sacramentos y de la Santa Misa. Aliméntelos con el Pan de los Ángeles, verdadero alimento para la Vida Eterna y para la defensa de los ataques del Maligno. (…)

+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo.


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