Chipre y el pulpo turco

Jean-Claude Rolinat

Jean-Claude Rolinat, talentoso escritor-viajero, nos ofrece un excelente libro, publicado por las ediciones de las Cimes, cuyo título es Chipre, una espina turca en el talón europeo. La isla donde, como nos dice Homero, nació Afrodita, evoca «un perfume, hecho de sus bosques, de la espuma de sus cálidos mares», pero también el cobre, el cuprón en latín, del que la isla era tan rica que todavía lleva el nombre del metal. Su historia es más que tumultuosa. Muchos estratos extranjeros han impregnado la isla: minoicos, micénicos, asirios, egipcios, persas, romanos, bizantinos, cruzados, venecianos, turcos, británicos. Pero Chipre pertenece, sin duda, al mundo helénico.

El reino franco de los Lusignan fue, según Rolinat, un «hijo de las Cruzadas». Tras la caída, una a una, de las plazas francas de Tierra Santa, sólo quedó un reino «latino» en la región, el de Chipre, gobernado durante casi tres siglos por la dinastía Lusignan, hasta la invasión veneciana de 1489. Lusignan es una encantadora ciudad medieval de Poitou, con unos 2.600 habitantes, cuyos señores habían participado en la Reconquista en España. Fue el Rey de Inglaterra, Ricardo Corazón de León, quien vendió Chipre a los Lusginan después de, en un primer momento, haberla concedido a los templarios, odiados por los habitantes.

OCUPACIÓN TURCA

Los turcos, que habían finiquitado al Imperio Bizantino, exigieron en 1570, a través del Sultán Selim II, la cesión de la isla, entonces veneciana, que pronto cayó en sus manos en un baño de sangre. 20.000 personas de un total estimado de 160.000 murieron a manos de los otomanos. La larga noche otomana estaba a punto de caer en la isla de Afrodita. El comienzo del siglo XIX estuvo marcado, en toda Grecia y también en Chipre, por levantamientos populares que fueron aplastados por las autoridades turcas.

En 1821, 400 notables chipriotas fueron masacrados, incluyendo al arzobispo, que fue colgado de una morera. Pero las consideraciones geopolíticas iban a cambiar la situación. Desde la Guerra de Crimea, los franceses, británicos y turcos habían estado luchando contra el Imperio Ruso. Para preservar la alianza, aunque provisional, con los británicos, el sultán accedió a ceder Chipre a los británicos.

Chipre colonia británica

Así, el 12 de julio de 1878, la Union Jack fue izada en Nicosia. En 1915, Grecia, requerida para entrar en la guerra junto a los aliados, con la promesa de recuperar Chipre, se negó inicialmente a unirse a la coalición. Esto fue un grave error del gobierno de Atenas. Cuando Grecia se unió al campo aliado en 1917, ya era demasiado tarde. El Tratado de Sèvres convertiría a la isla en una colonia de Su Majestad y el 10 de marzo de 1925, un gobernador reemplazó al Alto Comisionado. Esto duró hasta 1960. Este siglo se caracterizó por fuertes tensiones entre las autoridades británicas y los grecochipriotas, quienes exigían la Enosis, la reincorporación a la madre patria. En 1931, el Palacio del Gobernador en Nicosia fue quemado y las autoridades locales griegas llamaron a la resistencia pasiva. Como represalia, las autoridades británicas promulgaron una ley de excepción, expulsando a dos obispos, encarcelando a mil sospechosos y prohibiendo la enseñanza de la historia griega. Durante la Segunda Guerra Mundial, muchos grecochipriotas se unieron al ejército griego después de la agresión italiana y el ataque de la Wehrmacht (30.000, un número enorme). Churchill les hizo algunas buenas promesas que, por supuesto, no cumplió. 

LA ENOSIS, GRAN ESPERANZA

Miembros de EOKA

Furiosos, los chipriotas organizaron un plebiscito semiclandestino el 15 de enero de 1950, dirigido en particular por la Iglesia Ortodoxa, que dio 215.108 votos a favor de la Enosis sobre 224.747 votantes. Pronto, un movimiento clandestino, la EOKA, iba a participar en la lucha armada en 1955 a favor de la independencia, lo que permitiría, a su paso, que la isla se uniera a la madre patria. El nuevo gobernador británico impuso un estado de sitio, ahogó con multas a la población griega y creó una fuerza especial  formada por turcos, acentuando así el divorcio étnico, preludio de futuras particiones. Las prisiones y los campos de detención (iba a escribir «campos de concentración», un invento británico en Sudáfrica durante la Guerra de los Bóers) estaban llenos hasta los topes. El gobernador, al darse cuenta de que había llegado a un punto muerto, decidió comenzar las discusiones con el inspirador de la resistencia, el obispo Makarios. Estas conversaciones se derrumbaron. La represión británica aumentó. Makarios fue deportado a las Seychelles y dos miembros de la EOKA fueron ahorcados, provocando una huelga general, involucrándose rápidamente sus líderes. Aldeanos griegos fueron asesinados por los turcos y las iglesias ortodoxas fueron quemadas y saqueadas. Todos los griegos de la isla llevaban brazaletes negros en señal de luto. La radicalidad había prevalecido, la violenta lucha entre griegos y turcos no encontraría otra solución que la separación física del pueblo. El principio de una República independiente, bicomunal, pero unida, fue promulgado el 11 de febrero de 1959. El obispo Makarios regresó triunfante a Nicosia después de tres años de exilio. Pero no habíamos terminado con el atolladero de Chipre…

INDEPENDENCIA DE CHIPRE

La independencia de Chipre se proclamará el 19 de febrero de 1960. Pero los acuerdos contenían algunas bombas retardadas. Así pues, Grecia, Turquía y Gran Bretaña podrían intervenir en caso de que la nueva República se viera amenazada. Un presidente griego y un vicepresidente turco estarían a la cabeza del estado, cada uno con derecho de veto, y así sucesivamente. Este rompecabezas, obviamente, llevará a bloqueos sucesivos. Los enfrentamientos entre las dos comunidades se reanudarían, con Turquía arrojando aceite al fuego y exigiendo la partición. Los griegos, de golpe, revivieron su sueño de la Enosis. ¡Menudo embrollo!

Makarios

Ambos lados se radicalizarán. A finales de 1959, los griegos representaban el 78,8% de la población, los turcos el 18,5%, los armenios y los maronitas el 2,7%. Hubo muchos enfrentamientos entre las dos comunidades. En Pafos, donde vivían 6.000 griegos y 3.000 turcos, las casas de estos últimos fueron atacadas con bazucas. Como resultado, 17 personas murieron y 39 resultaron heridas. Un nuevo maquis, basado en la EOKA, se formó por toda la isla. Makarios temía un desembarco turco y movilizó a 30.000 grecochipriotas en la Guardia Nacional. El desembarco tendrá lugar, pero diez años después. Los griegos y Los turcos se estaban matando entre ellos. De hecho, nunca hubo ninguna confraternización. Como escribe Jean-Claude Rolinat, «la ósmosis entre las dos etnias nunca se había logrado; no se celebraba ningún matrimonio mixto. Si un chico griego hubiera salido con una chica turca, o viceversa, habría sido inmediatamente excluido de su comunidad». El 29 de diciembre de 1967, un «gobierno provisional turcochipriota» se instaló en Nicosia, a apenas 4 km del Palacio de Makarios. La «partición o la muerte» exigió el núcleo duro del campo turco. El Chipre unitario, fantaseado por el Foreign Office, nació muerto. Se estaba al borde de sumergirse, de nuevo, en la guerra civil, tal y como acaeción con el levantamiento comunista de la posguerra; que fue aplastado por el ejército real ayudado por los británicos.

EL GOLPE MILITAR

Líderes del golpe: Stylianos Pattakos y los coroneles George Papadopoulos y Nikolaos Makarezos

Después de una interminable crisis política, que paralizó a Grecia durante meses, el 21 de abril de 1967, el ejército salió de sus cuarteles. La mayoría de los ministros y líderes de los partidos políticos fueron arrestados, todos los puntos estratégicos de la capital fueron ocupados, y se estableció un toque de queda. Un gobierno compuesto principalmente por militares, incluyendo al Coronel George Papadopoulos, gestor del golpe, futuro y efímero presidente de la República Griega, prestó juramento ante el joven rey Constantino. Por supuesto, los llamamientos a la resistencia se lanzaron desde una radio clandestina y el poderoso Partido Comunista griego denunció, a instancias del Pravda, que «la conspiración se remite a la CIA». Una hipótesis, además, bastante probable. 8.000 arrestos habían tenido lugar, incluyendo el de Mikis Theodorakis, el autor-compositor de la música de Zorba el griego. El rey, ¿ había alentado o consentido el golpe? No lo sabemos, pero intentó un contragolpe siete meses después, que fracasó miserablemente. Lo que le quedaba era hacer las maletas y, con su familia, refugiarse en Roma en un lujoso exilio. El ejército aún tenía siete años para dirigir Grecia. Pero en la madrugada del 25 de noviembre de 1973, otro golpe militar, esta vez organizado por los generales, derrocó a Papadopoulos. Siguieron unos meses de total confusión. Jean-Claude Rolinat lo dice muy bien: «Con o sin él (Papadopoulos), el régimen militar era una dictadura en el vacío: sin ideología precisa, sin horizonte político». Hasta la catástrofe de julio de 1974, «la vida política griega se asemejaba a la deriva de un perro muerto arrastrado por la corriente», comenta. El 15 de julio de 1974, los oficiales griegos que supervisaban la Guardia Nacional chipriota derrocaron al Presidente Makarios, lo que proporcionó un pretexto de oro para que los turcos intervinieran, a su vez, en la isla. La inconsistente dictadura militar griega estaba a punto de derrumbarse de nuevo, lo que llevó al colapso del lado grecochipriota, que había tratado de forzar la Enosis, con un insensato golpe de póquer: un verdadero desastre para Chipre y para Grecia. Constantin Caramanlis, un viejo lobo socialista que se había refugiado en París, fue llamado para formar el nuevo gobierno griego. Un balance brillante. 

LA INVASIÓN TURCA DE CHIPRE

Elementos extremistas, de una EOKA incontrolada e incontrolable, atacaron pueblos turcos durante esos días y mataron a sus habitantes. Un formidable pretexto para la intervención de Turquía, que puso en marcha la largamente planeada Operación Atila; con un bombardeo aéreo y naval de las posiciones griegas, desembarcando en Kyrenia, con un lanzamiento de cientos de paracaidistas, y los tanques turcos Patton tomando el camino hacia Nicosia.»Un viento de locura soplaba sobre Atenas, la ciudad de Pericles», dice Rolinat, que estaba presente en la capital griega. Unos 300 vehículos blindados turcos, de 30 a 40.000 hombres, docenas de aviones atacaban a un ejército chipriota muy escuálido. Fue, por supuesto, un desastre. 200.000 grecochipriotas estaban a punto de huir ante el avance de las tropas turcas, abandonando repentinamente sus hogares. Al mismo tiempo, 40.000 turcos tomarán el camino hacia el norte. Turquía lograría sus objetivos. Habían logrado «homogeneizar» un territorio de aproximadamente 3.200 Km2, el equivalente a Luxemburgo, permitiéndoles instalar  «su propio estado». Hoy en día, la «cicatriz turca» corta 180 km en la cara de la isla de Afrodita. Esta zona norte, que antes de la guerra albergaba el 80% de griegos, siempre ha sido la más rica de la isla con un 60%-70% de tierra cultivable y la mitad de sus recursos hídricos. 10.000 campesinos turcos de Anatolia fueron “importados” para cultivar esta tierra, mientras que al menos 17.000 soldados turcos disuadían cualquier intento de reunificación en el sur. Los turcos ocuparon el 33% de la superficie de la isla, aunque como mucho sólo representan el 20% de la población. La TRNC, la República Turca de Chipre del Norte es, de hecho, un «sujeto legal no identificado» que tiene la apariencia de  estado (el 60% de su presupuesto lo aporta el hermano mayor turco), los colores de un Estado, la administración y la policía de un Estado, pero no es un Estado (sino un protectorado turco) a los ojos de la comunidad internacional; con la excepción de Turquía y de sus camaradas de Bangladesh y Azerbaiyán. Lo que no tiene importancia alguna a los ojos de Turquía. El Viceprimer Ministro turco, que era entonces el nacionalista Erbakan, lo expresó con un nervio increíble: «Se establecerá un Estado turco independiente en la isla. Los países que quieran reconocerlo serán nuestros amigos. Si la ONU lo admite, tanto mejor. Si no, no lo convertiremos en una enfermedad». Cuarenta y cinco años después, aquí estamos.

La «dictadura en el vacío», en palabras del periodista de Le Monde Paul-Jean Franceschini, «murió de impotencia y desorden». Los coroneles miopes, incapaces de impregnar con una ideología sólida y arraigada a los diversos los estratos de la sociedad, dijo Rolinat, querían regular el largo del cabello de los chicos y el largo de las faldas de las chicas: un programa ambicioso… También pretendían moralizar la vida pública, pero sin dar ejemplo: paralización, corrupción, compromisos que deshonraron a la jerarquía ante los ojos asustados de los oficiales subalternos, a menudo «de línea dura». Obviamente terminarán mal, desfilando hasta el agujero de la prisión, antes de ser perdonados con el tiempo. Papadopoulos, por su parte, permaneció internado hasta su muerte en 1999, a la edad de ochenta años, negándose a pedir perdón. 

¿EL IMPERIO OTOMANO EN VÍAS DE RECONSTITUCIÓN ?

Attaturk Vs Erdogan

La segunda parte del libro, tan fascinante como la primera, evoca la evolución de Turquía, desde Mustapha Kemal «Ataturk», el «padre de Turquía», hasta el nuevo sultán, Recep Tayep Erdogan. El primero dijo que «el Islam era una absurda teología de un beduino inmoral y un marco petrificado que envenena nuestras vidas». El segundo ha dicho que «nuestras mezquitas son nuestros cuarteles, sus cúpulas nuestros parasoles, sus minaretes, nuestras espadas». Erdogan, ¿tiene como objetivo revivir el Imperio Otomano? Dada la reciente participación de Turquía en el Oriente Medio y su apoyo a la agresión de Azerbaiyán contra Armenia, es muy probable que así sea. Preparémonos para luchar, como lo hicieron los valientes combatientes cristianos, en Viena o Lepanto… 

Chypre, l’épine turque dans le talon européen, Jean-Claude Rolinat, 233 páginas, 20 euros, Éditions des Cimes. Puede solicitarse en www.librairie française.fr

Para Rivarol, Nº 3.445, 4 de noviembre de 2020 y La Tribuna del País Vasco


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