Como los ángeles de Dios (2)

Los ángeles son superiores al hombre por naturaleza, son espíritu sin cuerpo, y, por tanto, no pueden ser turbados por fugaces bellezas sensibles, ni fascinados por el resplandor del oro, ni sorprendidos por el impulso de las pasiones. En los ángeles el odio de la culpa y el amor de la virtud son actos espirituales siempre ordenados, tranquilos e imperturbables.

Pero qué distinto en el sacerdote, compuesto de espíritu y cuerpo, inclinado al pecado desde su adolescencia por la culpa de Adán, siente en sus miembros aquella ley inferior que le arrastra hacia los bienes terrenos y hacia el pecado.

Es en la lucha, ya lo hemos indicado en nuestro primer artículo, donde se perfeccionada el sacerdote, es en la vida abnegada donde aprende el sacerdote a derrotar, con la gracia divina, las bajas pasiones y las concupiscencias, forjando su corazón sacerdotal fiel, firme, y con ansias del amor de Dios.

El Papa Pío XII con lo dicho, aún no ha delineado la figura del sacerdote. ¿Qué más nos dice?

“ Si los Ángeles, en la pureza de su naturaleza, y en la riqueza de la gracia y de la gloria, contemplan, adoran, aman a Dios, ellos son también ministros de su voluntad y de sus obras, ejerciendo una santa y saludable misión en el mundo en beneficio de los escogidos.

Como atestiguan las Sagradas Escrituras, los Ángeles, no sólo descendieron de cuando en cuando a los hombres, enviados por Dios para manifestarles sus preceptos y revelar sus maravillas, para anunciar los misterios del futuro, par confortar y dirigir a los humildes y a los débiles y castigar a los prevaricadores…sino que, puestos por el Señor a nuestro lado, cumplen cerca de nosotros un obra permanente y continua de luz de misericordia y de bondad.

Custodios invisibles del hombre, aprenden de la misericordia divina, que contemplan y aman, el amor y la misericordia para nosotros; y, como viera Jacob en su místico sueño, ascienden por la escala del cielo hacia Dios y descienden hacia nosotros.

Descienden, siempre incansables y vigilantes, para custodiarnos en todos nuestros caminos, llevarnos en sus manos y cuidar que nuestro pie no tropiece a lo largo del camino, para desviar de nosotros la flecha volante en el día y al maligno que nos acecha en las tinieblas.

Ascienden para presentar ante el trono de Dios el perfume del incienso de las oraciones de los santos, nuestras peticiones y nuestras lágrimas, como presentaron un día el arrepentimiento de David, las lamentaciones de Daniel, la plegaria de Tobías.”

Después de lo anterior, el Papa añade:

“Tales son también los Sacerdotes.” Así de escueto, así de verdad. Así la grandeza y el misterio del sacerdocio. Así nuestra gravísima responsabilidad. Así la rectitud y severidad del juicio de nuestra alma sacerdotal.

Los sacerdotes ascienden por la escala del cielo en la celebración del incruento sacrificio; con el Cuerpo y con la Sangre de Cristo, el sacerdote “aplaca e invoca de forma propicia a la Majestad divina, ofreciendo con los propios votos de los fieles, que ruegan por sí mismos y por las personas queridas, para la redención de sus almas y la propia salvación de la humanidad.”

Descienden del cielo de la contemplación y del altar “para dar a los pequeñuelos la leche del primer alimento espiritual de la gracia y distribuirles los primeros rudimentos de la verdad de la fe, y a los adolescentes el pan de los fuertes; para hacerse guía de los jóvenes, para todos, padres de las almas, maestros de espíritu, dispensadores de dones celestes, consoladores de los afligidos… y esperanza de quien, en el dintel de la muerte, está para presentarse al juicio de Dios”.

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Ave María Purísima.


3 respuestas a «Como los ángeles de Dios (2)»

  1. Gracias por compartir esta sencilla maravilla que me ha recordado vivamente a mi madre, Petra, y a mi de niño recitando con ella la oración que me había ensañado: «Angel de la Guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día, si me desamparas ¿qué será de mi? Angel de la Guarda, rogad a Dios por mi».
    Gracias.

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