A la Constitución, a Felipe VI y a los militares.

Viendo las alabanzas a la Consti que ha llenado las bocas de nuestro monarca y sus lacayos en la Pascua Militar, no he podido menos que intentar emularlos (poema de Jaime Tralla).

                                                          (Aquí en PDF)

A la Constitución, a Felipe VI y a los militares.

Hablando de damas, y no de cogorzas,

Glosaba Quevedo, soldado y poeta,

Que, “… de treinta y cinco hasta los cuarenta,

Andan ya en las vísperas de usar la coroza…”

No sé si pensaba en la cuarentona,

Que llamamos “Consti”, porque está bien sana.

Fresca, pechugona, moderna, buscona,

Altiva, contenta, festiva, marrana.

¡Uy!, perdona chica, que te llame cerda.

Se han amotinado mis vocales cuerdas.

Quería más bien llamarte jamona,

Cuál llaman los “majos”, a las resultonas.

¡Darte silicona y unción botulínica!

¡Repasarte quieren, en alguna clínica!

¿Pero por qué traman reformarte algunos?

¡Conservadla intacta, so panda de hunos!

A dama tan fina, dejadla tranquila,

Tal cual la muchacha salió de la pila,

No la de la Iglesia, que esa no la pisa,

La Fontana en que Ekberg, mojó su camisa.

Qué vais a dejarla tristona y bulímica.

Como a la Leticia, angosta y famélica.

De tanto quitarle esas competencias,

Que muchos confunden con sus excrecencias.

Parecéis viejas almas de Casino,

Tristes otoñales, henchidos de hastío,

Que a las jovencitas, con gran desatino,

Adulan buscando picadero y lío.

¡Bellacos, adúlteros, de rancios escrotos!

¡Qué sois sus padrazos!, la hicisteis vosotros,

Cuando hace ocho lustros os tentó la Bicha,

Con quien retozasteis, henchidos de dicha.

Siete padrecitos, todos putativos,

Tuvo vuestra hijita, la “Consti”, ¡Qué linda!

Se hizo pronto adicta a los preservativos,

Pero eso es normal; es más: es de guinda.

También se nos hizo la niña abortista,

Pocos lo intuyeron, aunque había pistas,

Matar a los niños, estaba anotado,

en su articulado, fruto de malvados.

Dulce criatura, también divorciada.

¡Qué sí, qué es muy digno, ser manoseada!

Pensar otra cosa es de reprimidos,

Ya lo enseña “jólibud”, cosa de judíos.

Qué divorcio tiene origen en divo,

Y en divinizado, diva y divertido.

En divisa, claro, y en divagación,

En dar dividendo, y en liar división.

Siempre te mostraste, algo libertaria,

Con los violadores y con los etarras.

Les cuidabas mucho, les hacías ojitos,

Y bajo tu falda, salían expeditos.

Proteges con celo de sus fechorías,

A femen, macarras y otras porquerías,

Mas a los normales atas a su noria.

Reescribes con gracia, la hispánica historia.

Ya desde tu infancia, fuiste separata.

Pero hay que aclarar que eso es otra errata.

Tus padres legaron de forma congénita,

Dicha cualidad a su primogénita.

¿Y no se percatan de lo bien que luces,

Con cuarenta tacos, en todos los cruces?

El que contra “Consti” se lanza de bruces,

Mal parado sale, tiene pocas luces.

Pues qué se lo digan a ese Putdemón

¿Qué está libre?, vale, pero sin turrón.

A cuerpo de rey, mas en tierra extraña.

Sin catar el sol que luce en España.

Que vivas ajena a principios nobles,

Como Dios, la Patria, o el fiero mandoble,

No quita que esgrimas con el mismo ahínco,

Valor con formato de uno, cinco y cinco.

Derecho al trabajo, derecho a  vivienda,

Derecho a un ejército “pa” que nos defienda,

Todas esas cosas, grandes, trascendentes.

Nada las practicas, ¡pero eres creyente!

¡Craso error el mío!, no dije “creyenta”,

Que “Consti” nació, ya en aquella Venta,

Sin el viejo estigma del “homofobismo”,

¡Es alegre y libre, hasta el paroxismo!

En fin, criatura, te ves bien lozana,

Por más que Quevedo pueda imaginarte,

Con esa coroza de bruja profana.

Eres muy atea, mas pecas con arte.

Bien te felicito tus cuatro decenios,

Fruto de pactitos y de contubernios.

¿Qué no has sido buena?, No, ¡pero muy mona!…,

Para los que gustan de inyectarse hormonas.

Cuarenta, ¡Dios mío! ¡Y quién los pillase!

Como a los cuarenta ladrones del cuento.

¡Pardiez!, me pregunto, ¿si Babá abrasase,

Tu texto, como a ellos, en hirviente ungüento?

Yo sí que hundiría en esos calderos,

Toda tu miseria, toditos tus fueros,

Menos el Escudo que inició tu texto,

A él preservaría la suerte del resto.

 


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