Contigo hacia Ti

«Yo soy el camino» ¿Hacia dónde? ¿Por qué nos reveló eso? ¿Conocemos lo que significa? ¿Y cuál es ese camino? ¿Qué implica seguirlo o no?

Nuestro Señor dijo que Él era el camino. ¿Pero hacia dónde? Muy sencillo: Él es el camino hacia Él mismo, y no hay otro camino hacía Él más que Él mismo.

Todos, los creyentes de forma consciente, por supuesto, los no creyentes inconscientemente, pero todos, unos y otros, vamos hacia Él. Un día, el de nuestra muerte, nuestra alma, de inmediato, se presentará ante Él irremediablemente y procederá a ser juzgada por Él. En un abrir y cerrar de ojos se dictará nuestra sentencia inapelable y justísima que, además, aceptaremos sin rechistar porque Dios nos habrá abierto el entendimiento y, vistos entonces todos y cada uno de nuestros actos a Su luz, no tendremos nada que objetar, creyentes y no creyentes.

Entonces, si vamos hacia Él, si ese encuentro es irremediable ¿cuál es el camino adecuado para llegar ante Él y salir airosos de su juicio? Repetimos, muy sencillo: Él, Él es el camino. Jesús dijo que Él era el camino ¿hacia dónde? hacia Él mismo.

No hay mucho que decir ni mucho que pensar. Vamos hacia el encuentro con Jesús, luego, o vamos por Él y con Él, o de lo contrario, por cualquier otro camino, llegaremos ante Él, sí, pero no a Él, porque nos rechazará. Como en todo lo que Él nos reveló, esta afirmación categórica, esta verdad incuestionable, se cumplirá: sólo por Él llegaremos a Él; si no vamos por Él no llegaremos a Él, porque cuando irremediablemente nos presentemos ante Él nos expulsará de Su reino y no estaremos en y con Él.

¿Y cuál es Su camino? También muy sencillo: cumplir sus mandamientos; que fue, además, como Él definió al amor «Quien me ama, cumple mis mandatos». Y también, claro, cargando cada cual con su cruz de cada día; ojo, de cada día, porque cada día tiene una o varias y las de un día pueden ser iguales o distintas a las del otro; incluso nuestro último día tendrá su cruz.

Él es el camino, y ese camino es el cumplimiento de sus mandamientos, los de la Iglesia y la cruz de cada día. Aprendamos lo dicho, profundicemos en sus diez mandamientos, en los cinco de la Iglesia, cumplámoslos y… carguemos con nuestras cruces. Ah, y si no podemos… acudamos a Él con fe absoluta, con total confianza, que Él nos ayudará, que su carga es ligera y su yugo suave… siempre y cuando la carguemos y nos lo coloquemos con Él y por Él.


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