Crímenes de guerra británicos en las Malvinas

Ahora que EE.UU., la OTAN y la UE han puesto de moda acusar a su enemigo, Rusia, de crímenes de guerra incluso sin demostrar ninguno, y ya que esta benemérita web viene dedicando numerosos artículos durante Abril y Mayo al 40º aniversario de la guerra de las Malvinas, nada mejor que recordar, aunque sea sucintamente, los crímenes de guerra cometidos en dicha contienda por el Reino Unido que tienen, en contraposición con aquellos supuestos de los que se acusa a Rusia, dos características fundamentales: están suficientemente documentados y han quedado impunes.

  • A pesar de ser el mayor y más importante de todos los crímenes cometidos por los británicos, no nos vamos a extender porque el colaborador de esta web, José L. García, publicó el pasado 2 de Mayo un magnífico artículo titulado El hundimiento del crucero General Belgrano (AQUÍ) en el que deja claro el por qué dicha acción fue un crimen de guerra patente y terrible.
Capitán Chris Wreford-Brown

Por nuestra parte, recomendar vivamente su lectura, recordando sólo que dicho buque argentino se encontraba a unas 80 millas fuera de la Zona de Exclusión decretada por los propios británicos, navegando en dirección al continente alejándose de las Malvinas. El buque, que por proceder de la II Guerra Mundial era anticuado, carente de medios electrónicos de detección adecuados e incluso de defensas contra submarinos, fue detectado en tal posición por el submarino nuclear inglés Conqueror cuyo Comandante, el Capitán Chris Wreford-Brown, solicitó autorización al Mando británico para hundirlo. Dicha solicitud fue trasladada primero al Almirante John Forster «Sandy» Woodward, Jefe de las fuerzas navales expedicionarias británicas en Malvinas, pero por estar el buque argentino fuera de la Zona de Exclusión, como se ha dicho, y debido a que Margaret Thatcher había afirmado públicamente que fuera de tal zona no se atacaría a los barcos argentinos, la solicitud pasó a Lord John Fieldhouse, Jefe del Almirantazgo Británico, quien la trasladó a la propia Margaret Thatcher, quien en una comida de trabajo con su Gabinete de guerra emitió la autorización para hundir el General Belgrano.

John Forster «Sandy» Woodward

Lord John Fieldhouse

Margaret Thatcher

Así pues su hundimiento fue una acción manifiestamente contraria a lo que para estos casos determina la Convenció de Ginebra, una acción desarrollada con premeditación y alevosía, contra un enemigo indefenso contra la potencia abrumadora de las armas y medios del Conqueror, enemigo que no mostraba actitud alguna de combate sino todo lo contrario porque como se ha dicho se alejaba de la zona, además de estar fuera de la de Exclusión.

El Conqueror no tuvo problema alguno, ni escrúpulos, para hundir el General Belgrano que se llevó consigo al fondo del mar a 328 marineros argentinos.

El General Belgrano hundiéndose

Por todo lo dicho un crimen de guerra de manual siendo los autores materiales y culpables sin excusa alguna la citada primer ministro, los miembros de su gabinete de guerra, los Almirantes John Forster «Sandy» Woodward y Lord John Fieldhouse y el Capitán Chris Wreford-Brown comandante del submarino; ninguno de los militares tuvo lo que hay que tener para negarse a obedecer orden tan abyecta porque en la guerra no todo vale, máxime cuando las circunstancias eran tan claras.

  • El Cabo Gary «Louis» Sturge del III Batallón del Regimiento de paracaidistas británico, al final de 12 horas de intensa lucha por Monte Longdon, incluso con episodios cuerpo a cuerpo, en la noche del 11 al 12 de Junio de 1982, recibió la orden de enterrar, con la ayuda de otros compañeros, 23 cadáveres de argentinos caídos en dicho combate. Cuando se disponía a ello, entre los cadáveres encontró al soldado argentino, Rodolfo González Arzac, herido en una pierna. Sturge preguntó a su superior, el sargento mayor Alec Munro, qué debía hacer con él, el cual le indicó que lo colocara con el resto de los prisioneros capturados. Sin embargo, Gary «Louis» Sturge arrastró al argentino alejándose del grupo, desenfundó su pistola y, pese a los ruegos del prisionero indefenso que a gritos le mostraba un crucifijo rogándole que no le matara, le descerrajó un tiro en la cabeza a quemarropa. Los gritos del prisionero alertaron al capitán Tony Mason que se encontraba cerca, el cual corrió hacía Sturge quien llegó a encañonar al Capitán también, llegando a temer éste por su vida. El sargento mayor Thor Caithness llegó de inmediato a la escena, apuntó con su rifle al pecho de Sturge y le ordenó arrojar su arma, quedando arrestado.

  • «De repente escuchamos gritos, un agudo «Mamá, mamá». Se escuchó un disparo sordo y vimos a un argentino caer al precipicio. Un grupo de nuestros muchachos había reunido a algunos prisioneros argies en un acantilado donde habíamos cavado un foso para sus muertos. Ahora, con la batalla terminada, disparaban a los prisioneros y los derribaban para enterrarlos. Fue un ultraje y los oficiales de mayor rango intervinieron inmediatamente antes de que las ejecuciones pudieran salirse de control. Pero en el caldero de emociones después de la batalla, decidieron no tomar más medidas. Los tribunales marciales eran lo último que necesitábamos. Hubo más gritos y (un oficial) se levantó de un salto y vio morir al siguiente soldado con una bala en la cabeza. Un par de chicos corrieron hacia la zona. Debajo de la línea del acantilado, un grupo de nuestros muchachos enterraba a los argies «muertos en batalla» que habían sido elegidos para este propósito». (En el borrador del libro, «Viaje al infierno«, su autor, el británico Vincent Bramley, paracaidista veterano de las Malvinas, incluyó este relato sobre el asesinato de varios prisioneros argentinos tras la batalla por el Monte Longdon que suprimió de la versión publicada.)

  • Cabo José Carrizo (foto posterior)

    Concluido el combate por Monte Longdon, el Cabo José Carrizo, del 7° Regimiento de Infantería Mecanizada argentino, intentó escabullirse arrastrándose entre las rocas, bien que no pudo evitar terminar siendo capturado por los ingleses. En ese mismo instante, el sargento John Pettinger, sin más preámbulos, le disparó dos tiros en la cabeza con su subfusil Sterling. El Cabo Carrizo sintió algo caliente en su cabeza y se desmayó. Tras unos minutos, recuperó el conocimiento, se incorporó y caminó maltrecho hasta que otro soldado inglés, Denzel Conick, lo encontró, le apuntó para dispararle pero, al ver que estaba malherido, desistió y le ayudó llevándole para que fuera curado. Otra versión dice que Carrizo fue encontrado malherido con medo cráneo estallado, por el soldado argentino Leiva que lo vio moverse entre varios cadáveres. Carrizo logró sobrevivir y pudo volver a Mendoza, su localidad de origen, y conocer a su hijo nacido mientras él luchaba en Malvinas.

  • Varios soldados argentinos prisioneros fueron obligados por los ingleses a manipular munición que no había explosionado, perdiendo la vida uno, quedando otro, el soldado Raúl Vallejo, gravemente mutilado, y dos más heridos.
  • El Cabo Stewart McLaughlin, muerto en un ataque de mortero tras haber luchado con una bala en la espalda durante varias horas, había cortado las orejas a cadáveres de caídos argentinos, paseándolas como trofeos entre sus compañeros; se dijo que incluso uno de dichos «trofeos» se lo había cortado a un argentino malherido cuando aún estaba vivo.
  • El soldado paracaidista David Parr, fallecido en la batalla de Pradera del Ganso, también había cortado varias orejas a argentinos muertos del Regimiento 12.
  • En su libro, Bramley, veterano de Malvinas, confiesa haber tomado parte en la ejecución ilegal de tres estadounidenses que combatían en el bando argentino, ordenada para que no tomara estado público la participación de soldados estadounidenses a favor de la causa argentina.
  • El diario británico «The Independent» señaló como responsable de crímenes de guerra contra soldados argentinos en la Batalla de Pradera del Ganso a un piloto de helicóptero británico que se negó a evacuar al soldado argentino Horacio Giraudo del Regimiento 25, quien poco tiempo después falleció por falta de atención médica.
  • Kent Lukowiak, un cabo paracaidista británico confesó haber fusilado a un soldado argentino después de la rendición en la batalla de Monte Longdon.
  • El Teniente Robert Lawrence del 2º Batallón de Guardias Escoceses mató a bayonetazos y a sangre fría en Monte Tumbledown a un soldado argentino herido que se había rendido. Según el Mayor Bob Leitch fueron en realidad dos los soldados argentinos asesinados a bayonetazos sin piedad al final de los combates en Tumbledown.
  • El soldado paracaidista Kevin Connery, hacia el final de la Batalla de Monte Longdon y supuestamente según dijo «por piedad», ejecutó a tres soldados argentinos heridos que agonizaban y pedían ayuda.
  • El soldado paracaidista Tony Banks confirmó el fusilamiento de un soldado argentino capturado durante la batalla por Wireless Ridge.
  • El 11 de junio el Teniente Jorge Vizoso Posse también sobrevivió a un fusilamiento en Monte Dos Hermanas. Pese a rendirse, un británico le disparó en el pecho. Un rosario que portaba frenó la bala.
  • El marino Félix Artuso, tripulante del submarino argentino Santa Fe, fue asesinado por la espalda por un marinero británico tras la rendición de la nave cuando manipulaba las válvulas para hundirla.
  • El soldado Silvano “Tito” Décima atestiguó que vio cómo soldados ingleses fusilaban a dos de sus compañeros el 14 de Junio: «…nos comunicaron que el gobernador Menéndez se había rendido y que debíamos entregar las armas. Nosotros tiramos nuestros fusiles al mar y, mientras esperábamos a las fuerzas británicas para que nos trasladaran al continente, un grupo de militares ingleses tomó a dos soldados argentinos, los llevó aparte y los fusilaron. Cuando nos quisimos acercar vimos a los dos compañeros agonizando”.
  • El mismo Silvano “Tito” Décima atestiguó que “Luego nos hicieron formar en fila y nos trasladaron a pie hasta el aeropuerto, nos hicieron formar en un predio al aire libre, cercado por tachos de 200 litros. En un momento, otro argentino y yo pedimos permiso para ir de cuerpo. Dos soldados ingleses nos llevaron a una zona alejada y mientras nos amenazaban con sus fusiles, quisieron abusar sexualmente de nosotros. Uno de ellos obligó a mi compañero a desvestirse y lo violó. El otro –creo que era un suboficial de unos 40 años– después de pegarme un culatazo me hizo arrodillar y me obligó a practicarle sexo oral. Como yo le mordí, me pegó un culatazo en la nuca y me partió el oído izquierdo. Ahí perdí el conocimiento y no los vi nunca más”.
  • El 9 de Mayo, el pesquero argentino Narwal, que aunque venía desarrollando labores de captación de emisiones radioeléctricas para la Armada argentina iba desarmado, fue atacado por dos Aviones Sea Harrier británicos pilotados por el Teniente de Navío Morgan y el Capitán de Corbeta Batt. Después del ataque, la tripulación vio como el barco se hundía, por lo que procedió a abandonarlo embarcándose los tripulantes en las balsas salvavidas autoinflables, no obstante lo cual, y a pesar ser una tripulación civil desarmada que sólo intentaba salvar a sus heridos de no ahogarse en un mar congelado, fueron ametrallados por los aviones británicos, produciendo la destrucción de las balsas y nuevas heridas a los marineros argentinos (AQUÍ AUDIO). Recibida la llamada de auxilio del Narwal, desde Malvinas se destacó para el rescate de su tripulación al helicóptero Puma AE-505 perteneciente al Batallón de Aviación de Combate 601 del Ejército Argentino, el cual, cuando se dirigía a tal misión fue abatido por un misil Sea Dart disparado desde el Destructor ingles Coventry. Los restos del helicóptero y de sus tripulantes nunca fueron encontrados.

3 respuestas a «Crímenes de guerra británicos en las Malvinas»

  1. Casi nada … pero siendo demócratas sajones, pues pelillos a la mar.
    No cambian ni cambiarán jamás, lo llevan en el credo protestante y en la educación aberrante.

    Aunque más miserable fue el General Menéndez

    Dicho lo cual: ¡magnífica labor de investigación!

  2. Y lo peor de todo es que , encima, los ingleses se las echen de «caballeros» y el mundo se lo crea. Mucha más
    vergüenza y humanidad que ellos tenemos los españoles a pesar de la leyenda negra urdida por la envidia.

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