Cruzada de la Pureza
Dónde está el catolicismo militante. Dónde el protagonismo de la Iglesia en la sociedad. Dónde la voz del Magisterio que se alza contra leyes que ofenden la ley de Dios. Dónde la actitud luchadora y heroica de los fieles católicos.
Es necesario volver a valorar la perspectiva militante, heroica y combatiente de los católicos, y de los jóvenes en particular. Es necesario un movimiento, una oleada incontenible de fieles dispuestos a defender la ley de Dios en la sociedad, la moral, la doctrina, la fe católica.
Es necesario que haya fieles comprometidos con la verdad de la Iglesia: fuera de la Iglesia no hay salvación. La salvación del alma está en la Cruz redentora de nuestro Señor Jesucristo, en su preciosísima Sangre demarrada, en su Cuerpo entregado por la salvación de los hombres.
Es necesario una legión grande y poderosa de jóvenes para imponer el respeto de los derechos de la modestia cristiana
La depravación moral reina en el mundo, y ha penetrado en la Iglesia por la laxitud y complicidad de su Jerarquía. No puede aceptarse tal inmoralidad. Es necesario una Cruzada, una Cruzada de la pureza.
Qué hermosa palabra: Cruzada. Evoca aquella época en que eran los mismos Papas quienes la fomentaban y la alentaban para la defensa de la fe católica y de la Iglesia. Esta palabra despierta la memoria de aquellos gloriosos momentos históricos en que la Cristiandad, sin diferencia de naciones, luchó unida bajo el estandarte de la Cruz salvadora, faro de salvación para el mundo, por la conquista de los Santos Lugares y por la defensa de las regiones católicos amenazados por los infieles.
La Cruzada supuso un movimiento humano sin precedentes. Una unión en la fe y amor a la Iglesia nunca conocido. Un deseo vivió de derramar la propia sangre por el triunfo de la Cruz de Cristo, llevados por una generosidad difícilmente de igualar. Tal es así, que se conoce una Cruzada de niños, que lógicamente no llegó a fin. Pero el movimiento de los niños y jóvenes se puso en marcha, aunque no llegara a realizarse.
Así era aquella conciencia de pertenecer a una misma fe, que era la base y el fundamento de aquella gloriosa Cristiandad, que aunaba a tantos y tan diferentes pueblos y naciones. No era la lengua, o la economía lo que unía a los hombres, era la pertenencia a la Iglesia católica. Esa común pertenencia les identificaba y les hacía ser uno en la fe, en su defensa y expansión.
La pureza de las almas no se conserva, ni se podrá conservar, sin la lucha, sin el combate firme contra el mundo, demonio y carne. La pureza es un tesoro de valor preciosísimo para nuestro Señor, tanto que bien vale, si fuera necesario, derramar la propia sangre por defenderla.
La pureza a de empezar vivirse en el seno de la familia, y ha de llenar todo el ser del niño y de la niña. Ha de ser su gran tesoro, el de más valor, el más preciado. Han de aprender a quererla a través de un acendrado amor a la Madre de Dios.
Estos niños han de crecer irradiando su pureza, para que sean jóvenes contagien en su ambiente de amistades. Han de llegar a ser hombres y mujeres “cruzados” de la pureza. Han de llegar a ser legión para inundar la sociedad del buen olor de la castidad y virginidad; y transformar la Iglesia reconstruyendo la santa pureza para ponerla en su centro.
Pureza en el matrimonio, pureza en el noviazgo, pureza en cada fiel católico. La pureza debe estar en el centro de la vida de fe, ha de ser uno de sus firmes pilares. Pureza para recibir a Jesucristo sacramentado.
Pureza que se ha de manifestar en la forma de vestir, de comportarse, de arreglarse, de expresarse, de relacionarse, al hablar, al mirar, al desear.
¡Cuánto más se podría decir de la pureza! Pero queda esta idea.
Esta santa Cruzada sólo se puede llevar a cabo con la guía y poderosa protección de la Virgen purísima, María, Madre de Dios Inmaculada.
Ave María Purísima.

El cristiano está llamado a demostrar su fe en esta sociedad perdida, lo tiene muy complicado precisamente por esa falta de jerarquía ejemplar que debería ser faro del mundo. No obstante, una vez pasada la tribulación (y su agenda 2030) toda impureza será apartada. Un mundo nuevo está por venir y no ha de tardar.