Cuaresma: polvo somos…

«Memento, homo, quia pulvis es et in pulverem reverteris» «Hombre, acuérdate que polvo eres y que al polvo volverás». (Génesis, III, 19).

Hoy 22 de Febrero comienza este año la Cuaresma. Tiempo esencial para los católicos. Tiempo que no se puede desaprovechar. Tiempo de demostrar si queremos o no de verdad salvarnos. Desgraciadamente hoy en día hasta el clero parece querer pasar de puntillas por este tiempo porque, sin duda, no gusta a los fieles; incluso aquellas partes del Evangelio que suenan más duras y difíciles las dicen, pero disimulándolas. Pues bien, estimados lectores, que no sea así para nosotros. No son tiempos los que corren para perderlos y menos aún espiritualmente.

Pensemos muy en concreto durante los próximos días, aunque no nos guste, que llegará ese instante crucial de nuestra existencia en que nos extinguiremos; sea de repente o tras una más o menos larga enfermedad y decadencia física y tal vez mental. Es algo que nadie puede evitar. Sabemos además que dicha hora llegará cuando menos lo esperemos; incluso para los que se vean aquejados de enfermedades cuyo final irremediable puede hoy en día calcularse con relativa exactitud, nadie nunca podrá concretar el día ni la hora exactas. Y sabemos, lo creamos o no lo crean los que así lo declaran, allá ellos, que en ese mismo instante nuestra alma será juzgada y se dictará sentencia justísima e irrevocable; mientras que nuestro cuerpo comenzará a pudrirse para terminar con el tiempo convertido en polvo.

De la sentencia que se nos dicte dependerá nuestra eternidad, esa realidad, ese concepto que tan difícil nos es imaginar pero que es tan real como nosotros en estos instantes. Para siempre, siempre; sea disfrutando en la Gloria celestial o sufriendo en el Infierno. Para conseguir aquella y evitar éste tenemos toda nuestra vida, de nuestros méritos o deméritos dependerá.

Hay un lugar intermedio, el Purgatorio, en el que nuestra permanencia, si vamos a él, será temporal, pero en el que los sufrimientos purificadores serán idénticos a los del Infierno y en el que, según nuestras faltas, la duración de nuestra estancia puede ser larguísima. Pretender la insensatez de hacer lo justo para ir a él, lleva siempre aparejado con total seguridad caer en el Infierno.

Estimados lectores, la Cuaresma es tiempo especial para la oración y la penitencia, y por ellas lograr un aumento, un grado, un nivel más de conversión, es decir, de cambio en nuestra vida, a fin de desprendernos de lo mundano y acercarnos más a Dios. Durante todo el año debemos trabajar en ese sentido y con las mismas herramientas, por supuesto, pero muy especialmente en Cuaresma. Por eso, y como todo en la vida, debemos planear desde ahora mismo qué vamos a hacer en concreto en estos cuarenta días.

La cuaresma viene del latín “quadragésima” y es el “cuadragésimo día antes de la Pascua”. Son cuarenta días de preparación para la gran fiesta de la Pascua. La duración de cuarenta días recuerda aquellos cuarenta días que Nuestro Señor pasó en el desierto orando y haciendo penitencia preparándose para su misión pública. Por ello, es tiempo que debemos dedicar especialmente a hacer examen de conciencia profundo y pormenorizado de toda nuestra vida pasada, arrepentirnos de nuestros pecados de toda esa vida y hacer propósito de enmendarlos.

Recordemos:

  • No es obligatorio, pero muy recomendable, tomar la ceniza este Miércoles que, aunque NO es día de precepto, hagamos todo lo posible por asistir a la Santa Misa en la cual nos impondrán la ceniza.
  • es obligatorio abstenerse de comer carne o cualquier producto que lleve carne, sea cual sea su forma o cantidad, todos los Viernes de Cuaresma desde los 14 años hasta el fallecimiento.
  • es obligatorio ayunar el Miércoles de ceniza y el Viernes Santo desde los 18 a los 59 años, ambos inclusive; y si hay salud hasta la edad que uno pueda. Por ayuno se entiende la reducción sustancial de la ingesta de alimentos en esos dos días; como mucho se puede comer la cantidad que normalmente se almuerza en un día normal, bien que se aconseja reducirla aún más. Lo mejor es ingerir una mínima cantidad de comida como por ejemplo un par de huevos duros y dos piezas de fruta. De no cumplir con lo dicho pecamos. Por supuesto que las personas enfermas o con problemas de alimentación quedan exentas, dejando a su conciencia determinar el grado de ayuno y abstinencia que puedan realizar.
  • es obligatorio durante la Cuaresma confesarnos al menos una vez; de no hacerlo pecamos. Bien que lo mejor es confesarse regularmente cada quince o veinte días durante todo el año.

Durante la Cuaresma debemos decidir qué especiales penitencias o sacrificios vamos a realizar, así como qué tiempo vamos a dedicar a la oración y a la meditación. Cada cual sabrá mejor lo que necesita, lo que le conviene y de lo que es capaz de acuerdo a sus circunstancias personales, pero nadie debe dejar de planificar con exactitud lo anterior. No debemos engañarnos, pero sí exigirnos, por lo que debemos elegir el tiempo que dedicaremos a la oración y meditación, así como las penitencia y/o sacrificios con realismo.

Es muy aconsejable elegir alguno de nuestros pecados o defectos más habituales para aprovechar la Cuaresma a fin de corregirlos para siempre; nada mejor que este tiempo para ello, pues es también tiempo en el que la Gracia de Dios, si nos ve con empeño y decisión, nos ayudará especialmente a lograrlo.

Es periodo inmejorable para aficionarnos a leer libros espirituales, de meditación, de oración, vidas de santos y de mártires. Siempre bien escogidos, ojo, pues ni mucho menos todo lo que hay publicado es válido. Para nuestra seguridad lo mejor es pedir consejo a algún sacerdote pero, ojo también, de confianza y no basada sólo en la amistad, sino por saber de su buena y ortodoxa reputación doctrinal.

Penitencias y/o sacrificios pueden ser de infinidad de clases e intensidades. Lo más normal es privarse durante estos días de algún alimento de esos que más nos gustan, reducir alguna comida del día o incluso anularla, privarnos de alguna distracción o diversión habitual como puede ser ver la televisión –muy recomendable dado su penoso y malicioso nivel actual general, así como para comprobar que podemos prescindir de ella–, dedicar tiempo a personas necesitadas, dormir menos, etcétera, etcétera; cada cual sabrá dónde más le duele, dónde se exige más, dónde tendría que hacer más esfuerzo, pues de eso se trata.

Estimados lectores, polvo somos y en polvo nos hemos de convertir, les animamos a hacer de esta Cuaresma un periodo de firme y verdadera conversión, a dedicar tiempo y atención a la oración y a elegir y cumplir con exactitud una o varias penitencia y/o sacrificios. Tempus fugit, así que no lo perdamos; además, dada la época que Nuestro Señor ha querido que vivamos y en la que debemos ganarnos en lo posible el lugar que a cada uno nos tiene reservado, dejemos de quejarnos y pongámonos manos a la obra. Si así lo hacemos, que a nadie quepa la menor duda de que Dios se lo recompensará y, tras la Semana Santa, veremos cómo nuestra vida da un giro a mejor.

«Memento, homo, quia pulvis es et in pulverem reverteris» «Hombre, acuérdate que polvo eres y que al polvo volverás». (Génesis, III, 19). 


Una respuesta a «Cuaresma: polvo somos…»

  1. Yo recomendaría meditar sobre el Evangelio, preferiblemente el de San Mateo y en una Vulgata latina, y comparar lo que allí se predica con nuestra vida pasada, presente y futura; pero sobre todo, comparar la Palabra del Maestro con la cultura y sociedad actual, pasada, presente y… futura: a medio y corto plazo, la Agenda de los Labradores Arrendatarios Asesinos de turno, que hoy más que nunca representan un peligro inminente también para el alma, dado que tienen tomada también a la Iglesia Católica oficial de cartón piedra. Ver el terrible conflicto que se nos plantea al hacerlo (y a nuestro entorno inmediato), y la forma en que tendremos que afrontarlo; pues pisamos terreno desconocido como pocas veces en la Historia.
    Feliz Navidad, siempre, porque la Luz vino al mundo y algunos, los que perseveren, se salvarán.

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