¿Cui prodest?
Una de las grandes mentiras de todo lo relativo a la actual guerra en Siria, es presentarla sólo como una lucha por el control de los hidrocarburos, lo que es a todas luces erróneo.
Una de las grandes mentiras de todo lo relativo a la actual guerra en Siria, es presentarla sólo como una lucha por el control de los hidrocarburos, lo que es a todas luces erróneo. La explicación última para comprender lo que acaece habría que hallarla preguntándose cui prodest, ¿a quién benefician que Siria esté en la situación en la que se encuentra?
De entrada, a Arabia Saudí, difusora de un mensaje islamista wahabita, tafkiri, salafista, que pretende destruir las sociedades que de su ámbito cultural no comulguen con su visión del mundo y del Islam.
A Qatar, que cuenta con enormes reservas de gas, y cuyo propósito es utilizar Siria como salida a un futurible gasoducto.
También a Turquía, país que en manos de Erdogán, se ha propuesto una política neo otomana y necesita debilitar los Estados de su entorno mientras dirige su atención hacia Asia central.
Inevitablemente a Israel, siempre deseosa de verse rodeada de miniestados o en su defecto de los que ahora se llaman «Estados fallidos», ingobernables y manejables desde el exterior.
Por supuesto, Estados Unidos, ávida por crear una extensa área de indecisión –geopolítica del caos–, bien para contentar a algunos socios de la región, bien para dar salida a parte de su industria militar y de paso seguir cercando a Rusia y posicionarse frente a Irán con miras a un futuro ataque.
Finalmente a Inglaterra y Francia, que con su histórico afán imperialista están dispuestas a rebañar los despojos que queden en forma de beneficios a la hora de la explotación de los recursos económicos y la reconstrucción. No olvidemos, y esto es muy importante, que Francia mantiene un odio secular a Siria, digamos desde la Edad Media, desde el tiempo de las Cruzadas, hasta nuestros días, y que en esta guerra ha sido quien ha alentado los bombardeos entre bastidores mostrando un belicismo más feroz por encima de cualquier otro país.

El comportamiento de los Gobiernos de Francia ha pasado casi de puntillas para los medios en todo este conflicto, pero podríamos decir que ha sido quien ha avivado las brasas para que el mismo adquiriese las dimensiones que ha tenido, con esa obtusa visión democrática de querer cantonalizar la zona, como ya hizo en el pasado en función de un sistema de mayorías y minorías que jamás ha existido en la mentalidad siria, despreciando un factor de enorme relevancia en Oriente Próximo como es la trascendencia del elemento cualitativo en la sociedad, olvidando en definitiva el elemento más característico que define Siria, que es la multiconfesionalidad.
Resumiendo, podríamos decir de manera más gráfica que, el conflicto en Siria es la suma de los intereses de unos actores regionales y otros globales, la confluencia de las agendas exteriores de todos los países antes mencionados.
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La salida al conflicto pasaría por encontrar unas soluciones, muchas de las cuales se esbozaron en Viena en octubre de 2015: que Bashar al Assad tiene que ser un actor con el que hay que contar y, desde luego, que han de ser los sirios quienes decidan si continúa o no; que la integridad de Siria ha de garantizarse, que no cabe la posibilidad de parcelar, cantonalizar o trocear su territorio bajo excusa ninguna; que la lucha contra el terrorismo se ha de llevar hasta sus últimas consecuencias, y por lo tanto exigir responsabilidades a quienes lo han alentado; que hay que contar con todas las potencias regionales y con Rusia a la hora de supervisar el final del conflicto; que hay que terminar con la permeabilidad de la frontera turco-siria, auténtico coladero de armas e inestabilidad, así como correa de transmisión de conflictos que están por venir.

Siendo conscientes de que la «comunidad internacional» no está dispuesta a aceptar muchas de estas conclusiones ni a poner manos a la obra para que esta guerra termine (el propio papel de España está dejando mucho que desear), la mejor ayuda que Occidente y todos los actores que han intervenido en este conflicto pueden hacer es tan simple como que no hagan nada, que cesen en su ayuda a los terroristas que en Siria asolan el país. Porque de lo que en verdad se habla cuando se trata la guerra de Siria es de terrorismo y no de otra cosa, y por supuesto no de guerra civil ni guerra religiosa.
Hay que saber que Siria está trabajando sobre tres vías para llegar al final del conflicto. La primera, la militar, la cual está dando muy buenos resultados, puesto que lo primordial es terminar con los terroristas. La segunda, la vía diplomática para alcanzar una solución política, pero aquí se encuentra con el escollo de que muchos países –la Unión Europa principalmente– deberían normalizar sus relaciones si pretendieran llegar a buen puerto en este sentido y no como hoy, que muchos de sus miembros mantiene un bloqueo de facto. Y la tercera, los procesos de reconciliación, que es el mayor de los retos con los que se enfrenta Siria, puesto que un 15 por ciento de la población históricamente apoya la idea de terminar con su estructura política social.
El desconocimiento de la sociedad siria es muy grande, pero nos consta que muchas personas –periodistas, políticos, diplomáticos…-, conociéndola, actúan cínicamente, permaneciendo en una repulsiva equidistancia por la que establecen que el Gobierno de Bashar al Assad es igual que todo ese marasmo terrorista que está diezmando Siria. Y de este modo omiten que le realidad es que el presidente es el catalizador de la compleja sociedad siria –independientemente de que esté a favor o en contra de él, como además he podido comprobar in situ–, el pueblo sirio le ha elegido precisamente porque sabe de esta circunstancia, y porque en última instancia la elección para que Siria siga existiendo es él o los Hermanos Musulmanes. También se oculta o distorsiona conscientemente otra infinidad de grandes detalles, como que en Siria existe oposición y cómo de hecho, en el Gobierno hay miembros de distintos partidos comunistas y del Partido Social Nacional Sirio que históricamente ha sido rival del Baaz; por no hablar que la naturaleza de esta guerra en donde se ha tenido que luchar casa por casa, el uso de armas químicas hubiera resultado imposible, o que el Gobierno socialistas francés ideó esos «rebeldes moderados» y el delirante «Ejército Libre Sirio» con mercenarios libios y que de hecho la bandera que enarbolan es la misma de cuando Siria era un Mandato francés; pero por encima de todo, que esta guerra se está librando entre Siria y sus aliados contra el terrorismo, por un lado, y quienes lo han utilizado para imponer su personalísima forma de entender el mundo, por el otro.
Es obvio desde hace tiempo que Siria no va a ser derrotada. La ayuda de Rusia en el conflicto y la toma de Alepo han sido los dos puntos de inflexión que desequilibraron la balanza, y de hecho, en la prensa se ha notado de un tiempo a esta parte un cierto cambio de postura, una leve moderación en el lenguaje y en el discurso que denotan que la «comunidad internacional», teniéndose que tragar ese sapo, deberá admitir la realidad. Todas las intenciones que motivaron esta guerra han sido frustradas, dándose el caso de que Siria y quienes la han ayudado han salido enormemente fortalecidas. Esa es la realidad.

Sí, ya renunciaron a la toma de Siria, sin embargo seguirán castigándola con pestes de todo tipo, todo pagado con nuestros impuestos… Tiene que quedar claro el destino que espera a todo aquel que ose interponerse a los designios del imperialismo globalista, esencialmente anglo-sionista.
Yo en cambio el mayor peligro lo veo en Israel, los judíos son los que mas están atizando y provocando, hasta que llegue el día en que a Irán se le hinche las narices y responda con contundencia, y entonces se liará de verdad y acabarán conviertiendo a Siria en un solar, algo que estoy seguro alguien ya lo habrá propuesto en alguna de esas reuniones-contubernios de ratas y cucarachas.