De nuevo la errada voz del Papa
Francisco I hace bueno aquel dicho según el cual hay personas que cada vez que hablan hacen que suba el pan. De nuevo, otra vez –¿cuántas van ya?–, se ha oído la voz errada, equivocada, de este Papa; de nuevo la polémica, la confusión, las mentiras o las medias verdades, el desnorte y la sin razón. ¿Nadie le curará de su incontinencia verbal?
Su Santidad el Papa Francisco I concedió a la revista francesa La Croix una entrevista que, como es costumbre en este Papa, no ha pasado desapercibida. Como también es costumbre en nosotros, ofrecemos a nuestros lectores el texto íntegro de la misma, para que puedan sacar sus propias conclusiones (AQUÍ) –avisamos que lo destacado en azul y rojo lo ha sido por nosotros; azul para lo positivo y rojo para lo negativo–; en cuanto las nuestras, a favor o en contra, las exponemos a continución:
* En general, y como siempre, el Papa entremezcla conceptos distintos, parece confundir cosas dispares y utiliza términos mediocres, así como abusa de frases hechas. Se ha dicho, y lo compartimos plenamente, que más le valdría ser muy parco al hablar, porque esa incontinencia verbal que padece, unida a su mediocre formación, es causa de embrollos y confusiones, en el mejor de los casos.
* Sobre las raíces cristianas de Europa dijo: «Necesitamos hablar de raíces en plural, porque hay tantas. (…) a veces temo el tono, que puede parecer triunfalista o incluso vengativo. Luego adquiere matices colonialistas.» (…) «No debe convertirse en una empresa colonial.».
Está claro que el concepto de cristianismo y de divulgación de él llevado a cabo por la mayoría de los países europeos, en especial España, a lo largo de la Historia, no le gusta y, más aún y peor, lo tacha de «colonialista», con lo que reniega de facto de esa inmensa obra de evangelización que, aún con los defectos que a toda parte humana es inherente, hizo que el Evangelio llegara a todo el planeta. Tal opinión resulta demoledora e injusta, especialmente para los que hoy misionan por todo el Globo.
* Sobre la inmigración dijo: «uno no puede abrir las puertas de manera irracional.» (…) «por qué hay tantos migrantes ahora.» (…) Los problemas iniciales son las guerras en Oriente Medio y África, así como el subdesarrollo del continente africano, que causa hambre. Si hay guerras, es porque existen fabricantes de armas (…) y, sobre todo, traficantes de armas. Si hay tanto desempleo, es por la falta de inversión capaz de proporcionar empleo, (…) un sistema económico mundial que ha descendido a la idolatría del dinero. (…) Un mercado completamente libre no funciona. (…) [lo que se necesita es] una economía de mercado social. Volviendo al tema de los inmigrantes, (…) es necesario integrarlos. En Bruselas, los terroristas eran belgas, hijos de inmigrantes, pero crecieron en un ghetto. (…) Esta integración es tanto más necesaria hoy en día ya que, como resultado de una búsqueda egoísta del bienestar, Europa está experimentando el grave problema de una tasa de natalidad en descenso.
La simplicidad con que aborda el gravísimo problema de la inmigración desbocada hacia Europa da pánico. A pesar de considerar que no se puede abrir la puerta sin más, son más las veces que ha abogado por lo contrario, igual que lo hace la Santa Sede, con lo cual cae en abierta incoherencia.
Después vuelve a simplificar y acusa a los fabricantes de armas de las guerras, omitiendo que la causa de todas ellas es el pecado, la tendencia del ser humano al mal.
Da por sentado que los inmigrantes se quieren integrar, bien que tampoco dice qué entiende él por integración, y acusa a los europeos de que no les dejan integrarse y se les mete en guettos. ¿Le ha preguntado a los diversos terroristas nacidos y criados en Europa, y no en guettos, que son todos, por qué hicieon lo que hicieron?
Fustiga la economía de libre mercado, y lanza un guiño a la socialista, olvidando que aún con sus defectos, siempre achacables a la condición humana, aquélla ha traído siempre progreso y mejores formas de vida, y ésta la miseria.
La última afirmación es terrible si entendemos que lo que insinúa –no lo dice expresamente, pero desde luego lo parece– es que para integrar a los inmigrantes, debido al terrible desierto demográfico que padecemos en Europa –no dice las causas que son evidentemente los constantes ataques contra la familia– las mujeres europeas deberían procrear con los inmigrantes de forma que así se matarían, es un decir, dos pájaros de un tiro: integrar a unos y aumentar la natalidad.

Para más inri estaría dando la razón al Iman Sheikh Muhammad Ayed, quien dice que los musulmanes deberían explotar la crisis migratoria europea para reproducirse con europeos y conquistar sus países: «Europa se ha vuelto vieja y decrépita y necesita refuerzos humanos … no están motivados por la compasión hacia el Levante, su gente y sus refugiados … pronto los pisotearemos, Allah lo quiera» (…) «En toda Europa, todos los corazones están entusiasmados con el odio hacia los musulmanes. Quieren que estuviéramos muertos, pero han perdido su fertilidad, por lo que buscan la fertilidad por medio de nosotros » (…)»¡Les daremos fertilidad! ¡Criaremos niños con ellos, porque conquistaremos sus países!»
Sobre el Islam dijo: «Es cierto que la idea de conquista es inherente en el alma del Islam. Sin embargo, también es posible interpretar el objetivo del Evangelio de Mateo, donde Jesús envía a sus discípulos a todas las Naciones, en términos de la misma idea de conquista.» (…) «Los musulmanes llegan a venerar a la Virgen María y San Jorge.»
Sentimos manifestar que excepto lo que dice en la primera línea, lo demás es una completa barbaridad, que casi raya en la blasfemia; además, en su fondo vuelve a esbozar lo dicho en la primera respuesta sobre la idea de que evangelizar es prácticamente colonizar. La última línea es una absoluta falsedad, pues la idea que pueden tener los musulmanes de Nuestra Santísima Madre y de San Jorge nada tiene que ver con lo que ambos son, formando esa pretendida devoción sólo parte de la «historia oficial» que los propios musulmanes han consolidado a través de los siglos, pues no en balde Mahoma bebió de fuentes judeo-cristianas bien que manifiestamente heréticas.
Sobre el Islam en Francia dijo: «Los Estados deben ser seculares. Los Estados confesionales acaban mal. Van a contrapelo de la historia.» (…) «Si una mujer musulmana quiere llevar el velo, debe ser capaz de hacerlo.» (…) «las religiones».
No se sabe muy bien de dónde saca idea tan peregrina. Europa se forjó sobre el cristianismo, precisamente cuando todos los Estados fueron confesionales. Los avances de nuestra civilización lo fueron por el cristianismo y gracias a que los poderes civiles eran uña y carne, aún con disputas humanas lógicas, con la Fe y la Iglesia. La España de la etapa de gobierno de Francisco Franco es también un ejemplo paradigmático de ello, puede que el último. Como también lo es, en sentido contrario, lo que hoy vemos en toda Europa desde que de forma masiva y pública se ha apartado a Dios, se apostata e incluso se le persigue, causando la decadencia y degeneración, y terribles injusticias, que vemos y sufrimos.
Lo de que reconozca la existencia de «religiones» es doloroso, falso y más que contraproducente, porque si hay varias religiones quiere decir que Dios se ha revelado a todas y entonces se contradice, porque cada una posee creencias distintas y contrarias a las otras; estaría reconociendo que igual se puede salvar el musulmán que el católico, el luterano que el budista, el testigo de Jehová que el mormón; que igual se puede ser bígamo que polígamo, que divorciarse o que no, etcétera. Religión sólo hay una: la cristiana-católica; Iglesia sólo una y además fuera de ella no hay salvación. Que el Papa no tenga claro tal cosa da qué pensar.
Sobre la defensa de los derechos de los católicos dijo: «el Estado también debe respetar las conciencias [de las personas]. El derecho a la objeción de conciencia debe ser reconocido dentro de cada estructura legal porque es un derecho humano.».
A lo cual nada hay que objetar, excepto en lo que se refiere a ese concepto tan difuso e interpretable como es el de la «libertad religiosa» y el del Estado secular o laico. Y es que lo de laico y laicismo es en sí un sofisma y por ello un completo engaño: o se está con Dios, y se es confesional, o se está contra Dios y no se es confesional y se es «laico». No existe el «sano laicismo». España es un ejemplo puntero de qué es y en qué deriva el Estado aconfesional, la laicidad y el laicismo: pura y dura persecución contra nuestra santa Fe.

En relación con Francia, y entre otros, rindió homenaje de admiración a Michel de Certeau, el cual, entre otras barbaridades afirma que la Eucaristía no es el cuerpo de Cristo presente, ni siquiera cree que sea un signo de la presencia del cuerpo de Cristo como algunos protestantes, sino un signo de «ausencia». Tampoco cree en las verdades centrales de la Iglesia Católica. Ni siquiera cree en la verdad objetiva. La mentira o la verdad no importan. Lo único que importa es conseguir poder para su ideología o grupo liberal. En lugar del marxismo económico, el posmodernismo de los años setenta se centró en lo que De Certeau y otros postmodernistas denominaron «opresión» de grupos. El poder, no la verdad, para grupos como mujeres, homosexuales, transexual, trabajadores y cualquier subcategoría de minorías, era el nuevo objetivo para lograr control. Un ejemplo es el aborto: las mujeres debían tener poder sobre sus cuerpos por lo que la verdad de que el bebé no nacido es humano debe ser negada y ser políticamente incorrecta. Otro ejemplo son los actos homosexuales: los homosexuales tenían que tener poder sobre sus cuerpos así que la verdad de que era pecado tuvo que ser negada y ser políticamente incorrecta.
Sobre la tremenda crisis de vocaciones sacerdotales dijo: «no hay necesariamente una necesidad de sacerdotes para evangelizar.» (..) «el peligro opuesto para la Iglesia es el clericalismo. (…) El sacerdote quiere clericalizar a los laicos y los laicos piden ser clericalizados porque es más fácil».
Lo primero es otra completa barbaridad que intenta justificar poniendo como ejemplo a Corea, algo realmente absurdo. De nuevo le traiciona el subconsciente y vuelve a cargar contra el mandato divino de «Id y predicad el Evangelio por todo el mundo», de nuevo ese concepto erróneo de lo que fue siempre y debería seguir siendo la evangelización.
En relación al nefasto clericalismo estamos del todo de acuerdo; claro que hay que matizar que el mismo lo es sólo del sacerdote hacia los fieles –estos únicamente terminan practicándolo al ser abducidos por aquellos– a los cuales, con tan perniciosa estrategia, consciente o inconscientemente, lo que quieren muchos, casi mayoría de sacerdotes es convertir a las ovejas en borregos y gobernar las conciencias de los «laicos de sacristía», ciegos y sordos, obedientes hasta lo indecible y controlados.
Sobre la pederastia eclesiástica en Francia dijo: «Como resultado de estos abusos, un sacerdote, cuya vocación es llevar a un niño a Dios, lo destruye» (…) Él disemina el mal, el resentimiento, la angustia. Como dijo Benedicto XVI, debe haber tolerancia cero.»
Desde luego nada que objetar, excepto que más vale que se aplique lo dicho, porque el problema no fue tanto el cura pederasta –ovejas negras las hay en todas las familias–, como los encubridores a pesar de las múltiples y fundadas denuncias; incluido Francisco I con el caso del cardenal Barros en Chile, el cual acaba de dimitir, al que el propio Papa defendió incluso en su viaje a tal país cuando la cosa estaba ya más que clara.
Sobre los sínodos de la familia dijo: «No encontrará (en Amoris Laetitia) prescripciones canónicas allí sobre lo que se puede o no hacer. Es una reflexión serena y pacífica sobre la belleza del amor, cómo educar a los niños, prepararse para el matrimonio… Hace hincapié en las responsabilidades que podría desarrollar el Consejo Pontificio para los Laicos en forma de directrices.»
Lo cual es cuando menos incierto, si no falso del todo. El Papa sigue sosteniendo dicha encíclica que a estas alturas debería reconocer que ha generado y sigue generando una profunda confusión y polémica, en buena parte alimentadas por sus propias referencias a ella y/o silencios, por lo que en un necesario y beneficioso ejercicio de humildad y de deseo de pastorear bien a sus ovejas, debería impulsar una revisión de su título VIII para clarificarlo y dejar las cosas bien sentadas, rectificando, que es de sabios, lo que sea preciso, que es mucho, por no decir todo él; lo contrario, es decir, lo que viene haciendo cuando se le pide que se defina sobre texto tan impreciso, es respaldar las interpretaciones heterodoxas que tanto daño están causando.

Leer o escuchar a Jorge Mario Bergoglio, devenido en papa Francisco, es en sí mismo un suplicio. Es una blasfemia andante este señor.
Es un castigo de Dios a su Iglesia. Es el precio que hemos de pagar, según parece, por nuestros pecados. Intelectualmente es una nulidad, ¿cómo este palurdo y boludo ha llegado a papa -falso, claro, este sujeto no puede ser el vicario de Cristo, es su negador-?
Solo por su posición de legitimador de la islamización de Europa, este canalla debería ser echado a patadas de la sede de Pedro que usurpa, y desterrado lejos, apartado de la Iglesia, de la que por otra parte no puede ser cabeza porque un hereje manifiesto no puede ser papa. Pero en la Iglesia los pastores callan, consienten esta ignominia, esta vergüenza.
Dan ganas de llorar.
Estimado seguidor: sin duda. Buen comentario. Además, muy directo, al grano, como nos gusta, que ya está bien de marear la perdiz. Saludos cordiales