De Prada como «Kid tarao»
Juan Manuel de Prada, cuya valía no vamos a desmentir, sino a reconocer, de un tiempo a esta parte se muestra un tanto, más bien bastante nervioso, descentrado, ido, zumbado, cual «Kid tarao», aquel boxeador ficticio que dio a luz el gran Toni Leblanc del que decía que se pasaba la vida del gimnasio a la Casa de Campo y de la Casa de Campo al gimnasio; no sabeos por qué nunca dijo «y viceversa».
Metido a púgil, lo que no le va ni siquiera de pesos pesados por sus excesivas hechuras carnales, Juan Manuel de Prada ha escrito en ABC un artículo titulado «Voxeando», en el que no trata nada bien, aunque menos que hace unos meses, a VOX, y ello, creemos, por no tener muy clara la visión por el impacto del puñetazo de Vista Alegre, causa por la que confunde la velocidad con el tocino y el culo con las témporas y… se le ve el plumero, que no la pluma, que conste, de algo que desde hace unos añitos le tiene como sorbido el seso por las malas compañías que frecuenta.
Prada niega a VOX su incuestionable realidad, de la misma forma, aunque con mucha mejor dicción y estilo, como lo comienzan a hacer marxistas desorejados y centristas-derechistas-liberales, y no se sabe ya bien qué son, del PP, al que Prada sigue regalando lindezas a pesar de los pesares en que ha sumido a España, y C,s, conforme van reaccionando del mismo golpe de Vista Alegre que, como a Prada, les ha dejado turulatos durante bastantes días; se ha notado en todos, «izquierda» y «derecha», que no se lo esperaban ni por asomo, que les ha cogido en el primer segundo del primer asalto, o sea, en frío, por lo que a punto han estado de irse a la lona, sobre todo esos púgiles imberbes, pesos ligeros donde los haya, que son Casado –al que Prada adula a pesar de ser un producto caduco más del corruptor PP– y Rivera, a los cuales o les soplan sus «segundos» dónde tienen que golpear o no saben ni saltar al ring.
Prada niega en el artículo a VOX la evidencia de su origen, esfuerzo, acierto, eficacia y… por todo ello, su capacidad de convocatoria en torno a unos ideales que son los de la mayoría de los seres humanos normales, para qué decir de los españoles que aspiran a vivir en paz y libertad en España, en una España, como hay una Francia, una Italia, una Colombia, una Nigeria y un Afganistán, es decir, a vivir como en cualquier parte del mundo se hace, o sea, en un país, en una nación, en la que se respeten sus símbolo seculares y sus instituciones básicas, que no sea cuestionada a cada minuto, como no hacen ni las dichas ni las demás que nunca se suicidan, autodestruyen, se fagocitan… se arrean puñetazos a sí mismas. Prada niega también a los que abarrotaron Vista Alegre, así como a los tres mil que se quedaron fuera, más a los que por distancia no pudieron venir a Madrid, su capacidad de ser, sentir y querer a España y darle una solución real y posible al problema que suponen, a partes iguales, el PP –al que Prada loa–, C,s y la extrema izquierda –en España la izquierda es toda ella extrema y bolchevique–, los cuales la tienen a un tris de salir despedida del ring.
Prada, noqueado, zumbado, sin visión, opta en el artículo por abortar al niño cuando ha logrado sobrevivir ocho meses y medio y está a punto de nacer. Se une a los que llevan décadas dando a España y a los españoles palizas de muerte. Coge el cinturón del campeonato de la destrucción y quiere hacerse una foto con el pie sobre la cabeza de los que no quieren lo que él, a los cuales arroja a la lona sin conmiseración.
Lo escrito por Prada demuestra la misma patética actitud que adoptan algunos boxeadores que, ofuscados por los golpes, ciegos, sonados, ya sin sentido, se niegan a reconocer que el combate, tal y como lo plantearon y han venido desarrollándolo, está perdido, pero antes que arrojar la toalla prefieren recibir una paliza de muerte, aferrándose a un erróneo concepto del valor, se cierran sobre sí mismos, se enrocan y aceptan el castigo sin rechistar hasta entrar en coma y así, ya no sentir ni vergüenza, ni pena, ni dolor.
Pero es que, además, en el artículo de Prada se advierte la influencia de esas malas compañías a las que nos hemos referido al principio que son la de los pocos y más que ajados tradicionalistas que, aunque muy intelectuales, o precisamente por eso, no pisan suelo, están fuera de la realidad desde hace décadas, o sea, tan zumbados como «Kid tarao» el boxeador ficticio de Toni Leblanc.
A Prada le han encajado en los riñones una sarta de bonitas palabras, de grandes ideales y de altisonantes conceptos pero que ya ni son, ni pueden ser, ojo, tal y como lo pretenden quienes los profesan. A Prada, entre otras cosas, lo que no le ha gustado del programa de VOX es lo que tampoco a algunas de sus compañías: abolir los fueros, algo que los carlistas han defendido siempre y sus residuos de hoy aspiran a mantener; esos fueros que son embrión de desvaríos autonómicos –con lo que tal vocablo sabemos por fin qué significa–; reminiscencias medievales anacrónicas; esos fueros amparadores de injustas prerrogativas y desigualdades; esos fueros injustificados en un mundo como el actual; esos fueros defendidos por grandes dosis de soberbia y no poco aire de inexplicada «diferencia» o superioridad.
El carlismo murió de muerte natural por falta de descendencia, por su heroica defensa de España en los campos de batalla y por la entrega de la mayoría de sus próceres a los alfonsinos donjuanistas que, claro está, les borbonearon sin misericordia, pero también por su manifiesta inviabilidad. Mal hace Prada, y se lo decimos con todo el corazón, en seguir frecuentando compañías que por mucha altura intelectual que sin duda tienen y capacidad para grandilocuentes disquisiciones virtuales, que también poseen –nos da que es en ello en lo que Juan Manuel encuentra mayor y verdadero placer, aparte de en comer–, no van a ninguna parte, nublan la razón y alejan de la realidad, impidiendo ver la gravísima situación en la que se encuentra España y que las soluciones, urgentísimas, deben buscarse en la tierra, pero no empecinarse en tirarlas a la lona.
Esperemos que estos consejos pugilístico le lleguen y los asuma ese buen boxeador que es Juan Manuel de Prada. Por cierto, y dicho sea de paso: un mal combate lo tiene cualquiera, sin que ello le reste ni mérito ni valor.

Exacto análisis, aunque ha omitido la extraña compañía de Podemos. Es un trio amistoso imposible de comprender.
Estimado seguidor: efectivamente, quedó por comentar esa tan extraña como inexplicable compañía del comunismo tan rancio como fracasado, eso sí, no sólo en cualquier lugar del mundo, sino lo peor es que siempre en un baño de miseria y sangre. Mil gracias. Saludos cordiales