Dirigismo contra decoro: el ensalzamiento socialista de Pedro Marques Barber

No sé si los socialistas baleáricos actuales son incompetentes o correveidiles administrativos; no es tema de mi incumbencia. Lo que sí sé –o al menos lo parece- es que son bastante fanáticos, a la par que indocumentados y soberbios, en cuestiones históricas. Y me explico: escribía hace pocos meses sobre la represión izquierdista en las islas Baleares, ofreciendo unos datos estadísticos, fruto de mis investigaciones, haciendo saber que me reservaba comentar in extenso la persecución efectuada en la isla de Menorca, por razones que no venían al caso referir entonces. Me mantengo en lo dicho, no obstante por mor de las astracanadas propiciadas por el Gobierno balear, en lo concerniente a la denominada Memoria Histórica, me veo en la obligación moral de precisar algún detalle sobre aquellas atrocidades vividas en Menorca a partir del estío de 1936. Y es que cualquier político diligente hubiera esperado hasta conocer quién fue Pedro Marqués y hasta saber cuáles eran las fechorías de que fue acusado en su momento. Eso sería actuar con prudencia y consideración; no como ha actuado el mencionado ejecutivo regional.

Pues bien, el gobierno socialista de las islas Baleares acaba de considerar a Pedro Marqués Barber como “víctima del franquismo”, lo que no deja de ser una falacia más, pues Marqués no fue objeto de ningún fusilamiento sin formación de causa, ni tampoco fruto de venganza sangrienta alguna. En absoluto, Marqués Barber, fue ejecutado tras ser sometido al Código de Justicia Militar de 1890, precisamente el que estaba vigente en el instante de romperse las hostilidades bélicas en el estío de 1936. Fue condenado por varios delitos militares en 1939, tras celebrarse el pertinente consejo de guerra, pues quien me ha informado sobre su ejecución, me refirió que había más de una condena en su expediente. Marqués no era ningún civil, sino un suboficial ascendido a teniente de infantería, sometido por tanto a las leyes militares desde antes del estallido del Movimiento. No cabe ninguna alegación al respecto, como también es notorio que procedió contra el derecho de gentes, cuya protección se establecía en el articulado del referido código castrense de justicia. Más aún, faltó al honor –criterio que se tenía muy en cuenta entre la milicia de la época, acostumbrada a los tribunales castrenses de honorabilidad- mandando al sacrificio a los jefes y oficiales –incluso compañeros suyos- que se habían sublevado con ocasión del 18 de Julio, sin ocasionar ninguna víctima entre la población. Los mandó matar, en cambio, sin someterlos siquiera a ningún simulacro de juicio o enjuiciamiento. Y así, los días dos y tres de agosto de 1936, fueron acribillados y hasta cazados como alimañas en la fortaleza menorquina de La Mola, si bien el primer asesinato se había cometido ya el 22 de julio en la persona de Agustín Espinoza, teniente de Artillería. Con todo, en el martirologio menorquín aparecen militares y marinos de todos los cuerpos armados que había en la isla: infantería, artillería, ingenieros, intendencia, armada, aviación, etc.; comenzando el holocausto por el general Bosch, comandante general de la isla, y el contralmirante Pascual del Pobil, jefe de la base naval de Mahón, fusilados ambos en La Mola, cuya denominación oficial es la de Isabel II. Pues bien, en la lista de ejecutados ignominiosamente abundan los tenientes y capitanes, pero también encontramos coroneles, alféreces, guardias civiles y hasta algún alumno de las academias militares. También fueron ejecutados algunos civiles, como un padre y dos hijos menores de edad, detenidos por las fuerzas revolucionarias en la isla de Cabrera o el presidente mahonés de la Juventud de Acción Católica; en fin, una completa escabechina que supera el centenar de homicidios.



Con todo, las mayores brutalidades atribuibles al brigada Marqués fueron dos: el homicidio del sacerdote de Ferrerías, el beato Juan Huguet, muerto a manos del referido suboficial; y el martirio de Hercilia de Solá Cuschieri, condesa de Rocamarí, y de ideología próxima a la Falange. El homicidio del sacerdote de Ferrerías, tuvo lugar el 23 de julio de 1936: fue asesinado en la casa consistorial tras ser despojado de su sotana y comprobar que le colgaba un crucifijo y un rosario. Según la prensa menorquina de 1939, el propio Marqués se abalanzó sobre él y le amenazó con matarlo si no los escupía, a lo que el pobre clérigo respondió con una oración y un viva a Cristo Rey, por lo que fue asesinado allí mismo por arma de fuego. No obstante, la prensa del momento trataría de maquillar dicha barbaridad, comentando que ese grito era una proclama subversiva… Por su parte, la segunda víctima fue arrojada aún con vida por un acantilado cerca de La Mola el 23 de agosto, tras ser tiroteada y ultrajada sexualmente, hecho que repugnó profundamente en la isla*. Semanas atrás, su marido, capitán de fragata, había sido asesinado también en la penitenciaría de La Mola. Con todo, la responsabilidad de esta última calamidad recae también en el comisario de la isla, el socialista Mercadal, quien ordenó detener a la citada aristócrata por espionaje.

Como delegado de Marqués, en las actividades represivas, los testigos señalan al sargento de Artillería, Pedro Quintanilla, quien había escondido en su casa a Largo Caballero con ocasión de la Revoluciona de 1934. De hecho, estaba en contacto con las organizaciones socialistas de Madrid para hacerse con el poder de la isla, tan pronto como fuera posible; y fue quien dirigió en persona la terrible matanza de La Mola, ordenando, tras el ametrallamiento, que los heridos fueran rematados in situ.
En cualquier caso, 98 militares fueron pasados por las armas de manera vil, empleándose para ello ametralladoras, fusiles y pistolas. Por su trascendencia, la noticia de la masacre llegó pronto a toda la isla, siendo también conocida en las filas enemigas, llegando estas informaciones luctuosas al despacho del general Mola, quien tras tener noticia de las barbaridades que por toda España practicaban los “abisinios”, decidió aplicar duras represalias contra el enemigo, en conformidad con el Reglamento de Campaña de 1882. Era, pues, la extensión de la guerra sin cuartel por todo el país, de la misma manera que había ocurrido el siglo anterior con las guerras carlistas o, incluso, con la misma guerra de la Independencia, que también fue otro conflicto civil de contornos sangrientos.
Marques, brigada al inicio de las hostilidades, fue nombrado Comandante Militar de la isla el día 20 de julio de 1936, permaneciendo en el cargo hasta que fue sustituido el ocho de septiembre del mismo año. En consecuencia, fue el principal responsable de los asesinatos, ejecuciones y latrocinios perpetrados en Menorca hasta dicha fecha. Durante su corto mandato, tanto él como su estado mayor se incautaron de varios miles de pesetas, pertenecientes a bancos, empresas y personas particulares; cuya cuantía ascendía a 310.119,15 ptas. Por tal motivo, fue procesado por delito de malversación de caudales públicos meses más tarde, siendo absuelto en marzo de 1937 por las autoridades republicanas, tras proclamar que las incautaciones las había efectuado para “atender a las necesidades que el movimiento revolucionario imponía, satisfacer los gastos de campaña, y con el fin y propósito de iniciar una política económica propia del momento que se vivía”. También, bajo su dirección, se cometieron los primeros atentados contra bienes eclesiásticos, saqueándose la catedral el 27 de julio.
Con todo, lo que hoy podría ser todavía fuente de discusiones sería su participación directísima o no en tales atrocidades. No en vano, el mencionado Mercadal le acusaría de ser el causante de tales hechos criminosos, omitiendo sus propias responsabilidades y la actuación represiva del comité insular del Frente Popular; y varios testigos le señalarán, junto a Quintanilla, como responsable directo de las matanzas. Sin embargo, no podemos omitir que Marqués había pedido instrucciones al gobierno republicano, en cuanto a la suerte de los jefes y oficiales apresados por sus seguidores. Así, el 21 de julio de 1936, remite telegrama a Madrid en los siguientes términos:
«Al tomar mando militar esta Plaza por haberme sublevado en unión Cuerpo Suboficiales y tropa acatando voluntad Pueblo y Gobierno constituido, saludo V.E. y Gobierno en pleno ofreciendo la más leal, entusiasta y fiel colaboración a la obra de la República. Stop. Significándole tengo recluidos a General, Jefes y Oficiales rebeldes. Stop. Espero órdenes».
Y Madrid contestaría de la siguiente guisa:
«El Ministro Guerra al Comandante Militar interino brigada Marqués. Apruebo medidas tomadas continuando igual situación y medidas considere necesarias hasta nueva orden».

Marqués abandonó la isla en fecha desconocida, pero, en cualquier caso, antes de que las tropas de Franco desembarcaran en la isla, siendo detenido en tierras valencianas, al término de la contienda. Fue trasladado a Mahón y sometido a procedimiento sumarísimo, siendo ejecutado en la mañana del seis de noviembre de 1939, en la fortaleza de La Mola, por un piquete de soldados previamente seleccionados. La ejecución tuvo lugar pasadas las seis horas, concurriendo a la ejecución algún público escogido entre las fuerzas militares que custodiaban la isla. Con anterioridad, había sido informado de la decisión del tribunal y se preparó para bien morir, confesándose y comulgando. La justicia militar le concedió sus últimos deseos, pidiendo que su esposa lo visitase; así fue. Le recomendó que se casase de nuevo, pues era joven… pero apostilló que fuera con un hombre de sus ideas. Y escribió varias cartas de despedida; la más emotiva, la enviada a sus hijos, donde les indicaba que no guardasen rencor y que abrazasen la religión católica, recomendándoles que nunca bebieran, pues les confiesa que una de las razones por las que iba a morir era motivado por la bebida. Con entereza y auxiliado por el capellán se encamina al lugar de ejecución. Hace frío y los espectadores contemplan el dramático suceso con silencio y comprensión. El capitán del pelotón se dirige al reo y le pide que lo acompañe a un lugar de la penitenciaría donde se habían consumado las ejecuciones tremendas de 1936. El lugar resulta un sitio tétrico, sucio, con restos incluso de sangre seca. Allí le pide explicaciones de cómo llegaron a tales extremos. Marqués contesta sin alterarse: «Bah, era una guerra civil y si todos hubieran actuado como yo, hubiéramos ganado la guerra». Acto seguido, la comitiva se dirige adonde se halla el piquete de ejecución; el reo le ruega al capitán del pelotón si puede fumar un cigarro con dichos soldados. Accede el oficial, y fuma Marqués su último pitillo con tales infantes –la mayoría experimentados combatientes-, diciéndoles a continuación: «muchachos, ahora cumplid con vuestro deber». Se le ofrece una venda para cubrir sus ojos; y la rehúsa. No era ningún pusilánime.

Así terminó sus días Pedro Marqués Barber en aquel otoño de 1939, con plena conciencia de sus yerros. Y los izquierdistas que han pretendido descargar todas las culpas de la sangre vertida en Menorca sobre los hombros de Marqués**, omiten que los dirigentes rojos que le sustituyeron fueron si cabe más sanguinarios que este brigada de Infantería. La estadística así lo corrobora. No en vano, en los umbrales de su muerte, Marqués criticó duramente la conducta de sus camaradas y superiores, renunciando por escrito a sus posturas políticas.
Pues bien, el relato dramático de cualquier ejecución no es plato de gusto. Lo he contado, movido por la soberbia del gobierno balear en tratar con tanta ligereza – y con fines exclusivamente de adoctrinamiento político- cuestiones muy delicadas de nuestro pasado común. Cuando así se actúa, se desprecia incluso lo escrito por el mismo Marqués en aquella madrugada de noviembre de 1939, y que fue publicado en la prensa menorquina***, pocos días después de su fusilamiento: «Tened todos fe en Dios y en la Virgen; sed en todos los órganos disciplinados y obedientes; no hagáis nunca caso de los que os prediquen doctrinas contrarias a vuestra Religión y Forma de Gobierno, pues el ejemplo lo tenéis en mí…».
En definitiva, el valeroso sacrificio del Reverendo Huguet permitió a la postre que Marqués Barber abrazase de nuevo la religión en sus últimos instantes de vida, como el ladrón en el Gólgota. Esperemos, por tanto, que el opresor Gobierno de Baleares pueda recuperar la cordura algún día como le ocurrió a Marqués en 1939. Y es que la satrapía no debiera casar con la palabra democracia, siquiera se disfrace con parabienes de aduladores de ocasión y ucases modernos.
* Para comprender mejor lo terrible de tales actuaciones, baste mencionar la repulsa y el horror que el conocimiento de tales barbaridades produjeron en el ánimo de los soldados que sirvieron en la Mola y alrededores, recién terminada la contienda. De hecho, en 1941, hubo muy buen ambiente para la División Azul entre el personal militar de la isla, alistándose alguna batería de Artillería al completo, y eso que un número considerable de artilleros había combatido en el seno del Ejército derrotado. En el fondo, fue una respuesta generalizada contra los desmanes menorquines de cariz revolucionario.
** Cf. Arriba España, Mahón, (27 y 29 de noviembre de 1939), p.1.
*** Arriba España, Mahón, (10.11.1939), p. 1.
Fuentes:
Testimonios orales (1970-2014)
Código de Justicia Militar de 1890
Reglamento del Servicio Militar de Campaña de 1882
Archivo personal
Prensa histórica
Causa General
Boletín Oficial del Obispado. Menorca
NOTA.- El autor es historiador, con titulo universitario de posgrado (Máster), politólogo, con Máster de posgrado, licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y abogado colegiado con más de 20 años de ejercicio profesional, redactó el presente artículo y fue publicado con anterioridad a la entrada en vigor de la Ley de Memoria Democrática. El estudio lo llevó a cabo, con pleno respeto por la normativa en vigor y con una finalidad exclusivamente divulgativa e histórica; pero reservándose, frente a denuncias desaprensivas, todo tipo de acciones legales en defensa de sus derechos. Todo ello en consonancia con el texto de la Constitución española, la cual, proclama la libertad de expresión, la libertad ideológica, el derecho de investigación y el derecho al honor. El autor es investigador autónomo, no pertenece a ningún partido político, ni sindicato, actuando en consonancia con su criterio libre e independiente. Asimismo, el autor ha publicado siete libros y cerca de cien artículos de diversa temática: los primeros de ellos sobre la fauna salvaje del noroeste peninsular, todo un clásico de la investigación de la naturaleza, junto con naturalistas y biólogos de renombre y prestigio.

Gracias por este artículo.
Magnífico. Me he dado cuenta de que es un colaborador nuevo. Pero todos los artículos que he leído de él son de matrícula de honor. Inmejora les y portunísimos. Estupendo, Que siga, Y felicitaciones a la web
No hacía ni diez minutos que se había acabado la guerra y ya se estaban tomando las decisiones para perderla o para malograr esa victoria:
– el cura le da la confesión y la comunión para «bien morir» cuando estaba tan poco arrepentido por sus crímenes como para decir que si todos sus correligionarios hubieran matado como él habrían ganado la guerra
– el Capitán del pelotón, confraternizan do con el asesino Marques después del trato que había tenido con Hercilla, la esposa del Jefe de la Base Naval, que siendo una señora había sido ultrajada y torturada antes de ser asesinada.
El cura hubiera merecido una manta palos y al Capitán fusilarlo pir confraternizan con el enemigo, con un enemigo tan abyecto
Suele pasar que cuando el individuo se ve arrastrado por la fuerza descomunal de la masa desatada e irreflexiva, termina por convertirse en un orco, en una hormiga guerrera, y la masacre en un juego. Cuando Franco se refería a las hordas, comprendía que el individuo, la persona pierde su integridad y se integra en un cuerpo mayor, como una marabunta, con cerebro propio e impersonal, animal e instintivo, sediento de sangre. El dejarse llevar por la orgía, refleja un escaso criterio, pero es lo más habitual en esas circunstancias (que confundiría con una borrachera que no cesa) y el por qué del triunfo de las revoluciones a manos de los que las saben promover en la sombra.
La ignorancia es campo abonado para el odio, pero a veces el odio se siembra también en mentes privilegiadas, que pocas veces pueden desprenderse de él, cuando el entorno las arrastra, caso de los lacayos masones. No obstante, algunos terminan por verse a si mismos, ajenos ya al movimiento que los envolvió. Jovellanos renegó del mismo, y Voltaire, como Pedro Marqués, terminó por encontrarse a si mismo, igualmente, a las puertas de la muerte.
Marqués, la escoria Disraeli Rothschild, lo mismo que el que la siembra, Voltaire. A veces,en el momento de mayor soledad, queda tiempo para la reflexión.
“Al dominar la tarde del 20 de julio de 1936 los marxistas la isla de Menorca, se implantó un régimen de completa anarquía a medida que se recibían consignas de la península, persiguiendo con odio y venganza a toda persona de orden. Inmediatamente se hizo cargo del Gobierno Militar el brigada de Infantería Pedro Marques Barber, ordenando la detención de todos los señores jefes y oficiales del ejército como de la Marina, y de un considerable número de personas de significación derechista y católica, a los que se despojó de sus bienes y fueron objeto de toda clase de injurias y malos tratos de obras, asesinando después a mansalva a la mayoría de ellos en la Fortaleza de la Mola en la misma celda donde estaban detenidos y en el patio colindante con la misma” (3 de agosto de 1936). Meses después, pasó a ser gobernador militar el “maquinista de la Armada” Nicanor Menéndez Casanova, hasta finales de 1936, cuando le sustituyó “el coronel de la artillería de la escala activa José Brandaris de la Cuesta, que vino de la península. Durante el mandato de Nicanor Menéndez como Gobernador Militar tuvieron lugar los horripilantes asesinatos en el muelle de Calafiguera y Cementerio de Villa-Carlos de un gran número de militares, paisanos y sacerdotes que estaban detenidos en el vapor Atlante, dichos actos sangrientos fueron permitidos y corroborados por el entonces comandante militar ya que hasta incluso presenció personalmente dicho salvajismo.
Al hacerse cargo de dicho Gobierno Militar José Brandaris de la Cuesta, puso algún coto a la anarquía que desde el 20 de julio reinaba en esta casa, pero en cambio abortó el complot nacional que un grupo de personas de orden, entre ellas algunos militares, se fraguaba para el mes de mayo de 1937, ordenando inmediatamente la detención y encarcelamiento de todos cuantos estaban comprometidos en el mismo, cuya cárcel fue la del vapor Atlante surto en este puerto. Bastantes de ellos fueron condenados a muerte por el tribunal popular, a otros a cadena perpetua, y juntamente con los demás condenados fueron llevados a Barcelona y destinados a los batallones disciplinarios de Cataluña donde fallecieron la mayoría de ellos debido a los malos tratos sufridos”.
(Causa general, legajo 1458, expediente 26, folio 24)
Entre las víctimas destaca el caso del sacerdote menorquín Rdo. Juan Huguet y Cardona, de 23 años y natural de Son Sanxo, Alaior (Menorca), era el mayor de los cuatro hijos de un matrimonio de campesinos y desde niño quiso ser sacerdote. Ordenado diácono el 20 de marzo de 1936 por el obispo Irurita de Barcelona, que sería después asesinado, lo ordenó sacerdote el 6 de junio y presagió al predicar a los diáconos que ordenaba que “estáis destinados a la muerte y al sacrificio”. Huguet celebró su primera misa solemne el 21 de junio, fiesta del Sagrado Corazón, en su localidad de residencia, Ferreries.
Según su madre, solo tras el asesinato de Calvo Sotelo el 13 de julio hizo el sacerdote una referencia a la política: “No se donde vamos a parar, la cosa se enreda mucho”.
En Menorca, fracasado el alzamiento militar, se instauró el poder revolucionario el día 23, día en que Huguet celebró misa en la capilla del Santísimo Sacramento, ayudado por un monaguillo de seis años que contó a su madre haber visto, cuando el sacerdote alzaba el cáliz, la figura de un joven vestido de blanco con los brazos en cruz al que tres personajes amenazaban con apedrear. Esta mujer corrió a contar a la madre del sacerdote este suceso, que con el tiempo se asociaría a la devoción a San Esteban, presente en Menorca desde la antigüedad, ya que, según una carta del obispo Severo, reliquias de ese primer mártir cristiano llegaron a la isla en el siglo V.
Esa tarde del 23 de julio de 1936, según declaró su madre Eulalia Cardona Triay, dos milicianos y un soldado -guardias de asalto, según el padre del joven sacerdote- llegaron al domicilio de Huguet para llevarle al ayuntamiento. El sacerdote se despidió de su madre y sus hermanos Vicente y María: “Adiós, si no nos hemos de volver a ver”. Al llegar, había varios detenidos más, entre ellos un sacerdote. Al registrar a Huguet, aparecieron un crucifijo y una medalla, y el sargento o Brigada Pedro Marqués Barber, que se hacía llamar “comandante militar de Menorca”, los sostuvo a la altura del rostro del sacerdote exigiéndole:
-Escupe ahí, escupe ahí, que si no te mato.
El joven sacerdote Huguet negó con la cabeza, y se puso a rezar un Padre nuestro, que interrumpió por las amenazas, entonces alzó los ojos, extendió los brazos en cruz y dijo ¡Viva Cristo Rey!
Sin mediar palabra, el sargento o Brigada Pedro Marqués Barber le disparó dos tiros en la cabeza.
El sacerdote moribundo fue colocado sobre una cama de la vivienda del conserje, donde acudieron sus padres y otras personas, como el médico Jaime Borras. Se le administró la unción de enfermos y murió hacia las 21 horas sin haber recobrado la conciencia.
Su padre, ayudado por otras personas, trasladó el cuerpo al domicilio familiar, donde su madre lo revistió con los ornamentos sacerdotales de su primera misa.
(Causa General Legajo 1459, expediente 7, folios 10 a 24)
Para el clero de Menorca, resultaron fatídicos los días 18 y 19 de noviembre de 1936, en que fueron asesinados, respectivamente, 22 sacerdotes en Cala-Figuera (Mahón) y 15 (en su mayoría del clero catedralicio) en Villa-Carlos. Además, fueron asesinados en Barcelona dos sacerdotes menorquines: el rector del seminario (Pablo Brunet Torrents, 8 de agosto) y el salesiano José María Castell Camps.
Entre los “seglares de Menorca inmolados principalmente por su marcada significación religiosa” destacan:
– Gerardo Conforto Thomás, “presidente de la Juventud de Acción Católica de Mahón, fusilado en la fortaleza de la Mola el día 3 de agosto de 1936”;
– José Anglada Marqués, odontólogo de Ciudadela, “presidente de la Unión Diocesana de Acción Católica e incansable propagandista”, asesinado en la carretera de Ferreries el 13 de agosto;
– Mateo Segui Carreras, farmacéutico de Mahón fusilado el 18 de noviembre en Cala-Figuera;
– y Antonio Carreras Pons, joyero de Mahón, asesinado el 19 de noviembre en Villa-Carlos, no sólo por su significación cristiana sino porque no fue bastante robarle todas las joyas que lo torturaron por su tenía más escondidas.
– En la isla de Cabrera mataron a Damián Suñer Mascaró y a sus dos hijos varones de 19 y 17 años respectivamente, Juan y Gaspar, por su pertenencia a Falange.
– En Menorca el sargento o Brigada Pedro Marqués Barber Habia asesinado al General José Bosch Atienza, Comandante Militar de Menorca , al Almirante Luis Pascual de Pobil, Jefe de la base naval de Mahón, al Capitán de Fragata Federico Garrido Casadevante, segundo Jefe de la base naval y cerca de 100 militares más. No contentos con ello, cuando la esposa ya viuda del Capitán de Fragata D. Federico Garrido, Dñª Hercilia de Solá, quería salir legalmente en el vapor Aragón con destino a Barcelona, con un grupo de esposas de los militares asesinados, porque la vida en Menorca despues de los asesinatos de sus esposos y el ambiente revolucionario y de anarquía hacía imposible la vida allí, y se les autorizó a salir (Barcelona era también zona roja), con el pretexto de que Dñª Hercilia llevaba escrito en una hoja de papel los nombres de los militares, sacerdotes y otras personas asesinadas , fue acusada absurdamente de «espionaje», por el Gobernador socialista Francisco Mercadal, cuando los crímenes habían sido cometidos a la vista de todos y eran vox pópuli (hasta el extremo que en Menorca los voluntarios a la División Azul, despues de la experiencia de la dominación roja, fue masiva, entre gente que no había tenido filiación política o que hasta la experiencia roja eran más bien simpatizantes de izquierdas, ya que los de derechas fueron exterminados), y detenida por el sargento o Brigada Pedro Marqués Barber y sus secuaces, que la torturaron, fue violada, fusilada y tirada todavía viva por el acantilado.
Después de este currículum del sargento o Brigada Pedro Marqués Barber, llega uno de los muchos curas imbéciles y le da confesión para el buen morir y Comunión sacrílega porque el chekista le confiesa al Capi´tan nacional que va a mandar el piquete que si todos hubieran asesinado como él habrían ganado la guerra, y el Capitán va y lo pasea, lo lleva con su familia, le da tabaco. A ver si no es para poner a cura mirando a Pamplona, para fusilar al Capitán nacional por connivencia y familiaridad con el enemigo después de los crímenes que el enemigo había cometido con la mayor crueldad, y para incluso haber degradado a su superior a soldado raso por no haberse preocupado de haber infundir en su subordinado un mínimo de espíritu militar, y ya como soldado raso haberle hecho repetir la mili de 4 años en Regulares de Melilla, para aprender lo que no había aprendido como Jefe militar. Si esto fue a meses del fin de la guerra, ya tenemos la respuesta de por qué el Franquismo acabó en manos del enemigo, malogrando el sacrificio de sangre y de dolor de tantísima gente, hoy ignorada y olvidada.
Después de todos estos crímenes y muchos más, cometidos por