Don Juan de Austria: un caudillo para la cristiandad
Cuando este año ha de cumplirse el 452º aniversario de la Batalla de Lepanto, aquella que nuestro más insigne autor del Siglo de Oro, Miguel de Cervantes Saavedra definiera como “la mayor ocasión que vieron los siglos”, creo que resulta de interés acercarnos a la figura de aquel que fuera el Generalísimo de la Liga Santa que alcanzó la victoria en dicha batalla, Don Juan de Austria. Batalla en la que se derrotó el poder marítimo del Imperio Otomano, que venía dominando el Mar Mediterráneo, causando graves estragos en los intereses económicos principalmente de la Serenísima República de Venecia, pero también de nuestros intereses en el Mediterráneo y especialmente en nuestras plazas en el norte de África, y por ende el poder otomano venía a poner en peligro la propia cristiandad, pues amenazaba las puertas de Europa.
El asedio a la isla de Malta, la cual fue socorrida, no fue sino el principio de una serie de ofensivas turcas sobre Chipre y Nicosia en 1570, ofensivas que llevaron a Venecia a pedir ayuda al resto de países cristianos, respondiendo únicamente los Estados Pontificios y la España de Felipe II, sin embargo la ayuda que se envío no cumplió su objetivo convirtiéndose en un auténtico fiasco, pues en aquella ocasión faltaron las necesarias unidad y coordinación de las fuerzas.

Estando así las cosas los Estados interesados entraron en negociaciones para crear una alianza a la cual denominaron la Liga Santa, y pronto llegaron a los acuerdos necesarios en cuanto a la formación de la “fuerza naval” a constituir, e incluso en cuanto a la participación de los gastos económicos (tres sextas partes España, dos sexto Venecia y un sexto los Estados Pontificios). Y también hubo acuerdo en cuanto a la duración y objetivos de la Liga Santa. Sin embargo no conseguían ponerse de acuerdo en cuanto al mando supremo de esta impresionante Armada, hasta que, de al parecer una forma un tanto mística el Papa Pio V formuló las palabras del Evangelio “fuit homo missus a Deo cui nomen erat Ioanes” ( hubo un hombre enviado por Dios cuyo nombre era Juan), y así quedó designado como Generalísimo de la Liga Santa Don Juan de Austria a la sazón hijo del Emperador Carlos I de España y V de Alemania y hermano del Rey de España Felipe II.
Pero ¿quién era este joven Generalísimo de 24 años? y ¿qué méritos concurrían en su persona para ser designado para tan alta a la par que ardua tarea? Había nacido Don Juan el 24 de febrero de 1547 en la Ciudad Imperial de Ratisbona, siendo hijo natural del Emperador Don Carlos, fue su nacimiento secreto y fue separado inmediatamente de su madre para ser trasladado a España con el nombre de Jerónimo y pasando por hijo de un violeur del Emperador Francisco Massy y su esposa se instalaron en la entonces pequeña aldea cercana a Madrid de Leganés y allí pasó su más tierna infancia hasta que posteriormente se presentó en Leganés para recoger al pequeño Don Luis de Quijada a la sazón Mayordomo del Emperador Don Carlos, y que trasladó al pequeño Jerónimo a su Castillo en Villagarcía de Campos (Valladolid), donde su esposa Doña Magdalena de Ulloa se haría cargo del muchacho. Allí fue educado por Fray García de Morales e instruido en el arte de las armas por el escudero de Don Luis de Quijada, Valentín Galarza.
Esta situación se mantuvo hasta que el Emperador Don Carlos, previas abdicaciones del Imperio en su hermano Don Fernando y del Reino de España en su hijo Felipe II, sr retiró al Monasterio de Yuste (Cáceres), donde igualmente se trasladó su leal Mayordomo Don Luis de Quijada y el pequeño Jerónimo que fue nombrado paje del retirado Emperador, permaneciendo allí hasta la muerte de Don Carlos el 21 de septiembre de 1558.
Tras el fallecimiento de Don Carlos y siguiendo las indicaciones que había dejado en un codicilo secreto anexo a su testamento el Rey Felipe II procedió a desvelar la verdadera identidad del pequeño Jerónimo que pasó a ser reconocido como Don Juan de Austria al cual asigno el Rey una cantidad de 15.000 ducados anuales y una Casa, pasando a su servicio aquello que los habían criado Don Luis de Quijada y su esposa Doña Magdalena de Ulloa, concediéndole así mismo el preciado Toisón de Oro.

Su formación se culminó con la asistencia junto con el Príncipe de Asturias Don Carlos, su sobrino y siempre compañero de fatigas Don Alejandro Farnesio, a la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid), si bien Don Juan va a dar siempre muestra de una mayor afición al arte de la guerra que a profesar en una Orden religiosa, como era frecuente en los hijos naturales de la realeza.
Terminada su formación, nos encontramos con un joven de 18 años, que se va a convertir en el ídolo de los jóvenes nobles de la época, y efectivamente cuando en 1565 los turcos asediaron Malta, inmediatamente Don Juan quiso ir al socorro de Malta, lo cual le prohibió taxativamente su hermano el Rey, sin embargo Don Juan acompañado de alguno jóvenes nobles se traslado a Barcelona para incorporarse a la Expedición de socorro a Malta, y hubieron de recurrir a la treta de entretener al “joven cruzado” convenciéndole de que debía de ir al Monasterio de Montserrat y mientras tanto partía la Expedición española en socorro de Malta, así nuestro joven caudillo se quedó sin poder luchar por la cristiandad, sin embargo aumentó enormemente su fama, convirtiéndose en una especie de héroe a pesar de no haber llegado a tiempo de incorporarse a la Expedición de socorro, pero dio una clara muestra de liderazgo entre los jóvenes y una clara predisposición de servicio a España y su Rey y a la cristiandad que alcanzaría su cenit en la victoria de Lepanto.

Tras este hecho Felipe II lejos de reprender a su hermano por su desobediencia, le promovió a Capitán General del Mar, si bien bajo la supervisión de dos grandes marinos de nuestra historia Don Álvaro de Bazán, Marqués de Santa Cruz y Don Luis de Requesens, de los cuales enseguida Don Juan aprendió el arte de la guerra naval.
Posteriormente cuando en 1568 se produce la rebelión morisca en la Alpujarras, Don Juan, que se encontraba de retiro espiritual en el Monasterio del Abrojo tras la muerte de su sobrino el Príncipe de Asturias y de su cuñada la Reina Isabel de Valois (llamada de la Paz), procede a dirigir una misiva a su hermano el Rey ofreciéndose para el mando de las tropas encargadas de reprimir la sublevación morisca, lo cual fue aceptado por el Rey nombrando a su hermano Capitán General, si bien de nuevo acompañado de mandos más expertos, entre ellos el propio Don Luis de Quijada.

En principio las órdenes del Rey era que Don Juan no se arriesgase y no participase activamente en las operaciones, sin embargo Don Juan, de nuevo desobedeciendo a su hermano tomó el mando de forma efectiva, diseñando el plan de actuación mediando entre el Marqués de Mondejar y el de los Vélez, los cuales enfrentados entre sí no habían conseguido cortar de raíz la rebelión morisca.
Ardua fue la tarea de Don Juan en esta Campaña, pues se encontró con unas tropas poco preparadas y disciplinadas, así como las dificultades orográficas de la zona de las Alpujarras, pero nuestro protagonista dio claras muestras de aptitudes de mando, sabiendo organizar y ejecutar la operaciones, llegando incluso a dar claras muestras de audacia, cuando ordenó traer piezas de artillería naval con más potencia y alcance de fuego.
Terminada la Campaña de las Alpujarras, puede decirse que nos encontramos no ante un mero Príncipe con cargos huecos, sino ante un verdadero mando militar con las actitudes necesarias de liderazgo, capacidad organizativa, valor, audacia y espíritu de servicio basado en su patriotismo y profundo sentido cristiano, ya tenemos por tanto cristalizada la figura del Generalísimo de la Liga Santa, y podemos aseverar que no fue un nombramiento basado exclusivamente en su condición de hermano del Rey de España, sino que verdaderamente era ese Caudillo que la Cristiandad necesitaba en ese momento para liderar la Liga Santa frente al creciente poderío otomano.
Y así partió el flamante Generalísimo con la Flota española que había de unirse en Sicilia con las Armadas de Venecia y los Estados Pontificios, al mando la primera de Sebastiano Veniero y de Marco Antonio Colonna la segunda, previamente en Nápoles había recibido de manos del Cardenal Granvela en nombre del Papa la triple Bengala de

Generalísimo y el Estandarte (que se conserva en el Museo de Santa Cruz en Toledo), repitiendo por tres veces estas palabras: “Toma dichoso Príncipe, la insignia del verdadero Verbo humano, toma la viva señal de la Santa Fe de la cual en esta empresa eres defensor. Él te de la victoria gloriosa del enemigo impío y por la mano sea abatida su soberbia”.
Y Don Juan no defraudó, obteniendo una de las mayores victorias de la Historia Militar Universal el 7 de octubre de 1571 en el Golfo de Lepanto, dando muestras de valor, liderazgo y ante todo del idealismo plasmado en su patriotismo y su profunda fe cristiana, y que lo convierte como lo denominó el novelista alemán Louis de Wohl en su novela biográfica sobre Don Juan de Austria en “El Último Cruzado”, en un verdadero CAUDILLO DE LA CRISTIANDAD.

Un militar como la copa de un pino
Un almirante que derroto a los turcos y los echo de las cercanias de Italia, Grecia y España
Un general en jefe que en Holanda demostró su valia
Y sin embargo hay un buque de la Armada que se llama Almirante Juan de Borbon, no Juan de Austria o Jeromin
NO Almirante Juan de Borbon
¿Quien cojones fue el almirante ese y a santo de que un buque de la armada lleva tan pomposo como estúpido nombre?
Precios narración de un glorioso pasaje en la admirable historia de España.
Historia a la que es preciso volver los ojos, instruyendo en ella a nuestros jóvenes, como única forma de retomar el rumbo perdido.
Y como hoy por hoy, no lo hacen los planes de estudio, deben hacerlo sus padres. Que a su vez deben estar motivados como artículos como este.
Enhorabuena pues a Miguel Ángel Pinilla y al Español Digital por publicarlo.
PS. Hay que corregir un error mecanográfico.
El Pendón que ondeó en la galera capitana de D. Juan de Austria, en la batalla de Lepanto, está en el Monasterio de Santa Cruz de Toledo, No de Tudela.
Qué buen comentario, mi Coronel
Estimado Col:
Corregido. Disculpas y muchas gracias por avisar.
Saludos cordiales