¿Dónde está el  mal?

El hombre vale según aquello que cree. Según lo que crees así vales. Así cree una sociedad así vale, así vive; así permanece constante e inalterable en sus ideas y principios, así progresa. Lo que verdaderamente forja la personalidad del hombre es el valor de lo que cree. La verdad inalterable, el dogma construye una sociedad de hombres libres por el valor de la verdad de su creencia. Urge rectificar las ideas sobre uno mismo, sobre los demás, sobre el uso que hacemos de ellos

¿Dónde está el mal? Está en nuestras bajas pasiones, ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? (Rom. 7,24). La voluntad está enferma, débil y fluctuante, no sabe buscar su apoyo en Dios; no tiene energía, ni fuerzas para resistir a las tentaciones; su debilidad da ocasión a muchas caídas.

Pero si la voluntad está oscurecida y debilitada, hay algo aún de mayor peso en la capacidad de pecar, se trata de la inteligencia. ¿De qué sirve la voluntad si la inteligencia está más oscurecida que la voluntad? O desviada de la verdad. Si la inteligencia cree erróneamente la voluntad anda  a ciegas, y enferma y frágil, e ignorante, cae, se derrumba.

En la inteligencia están las ideas, y en ellas está la ocasión de guiar al hombre por el camino de la verdad que no cambia, formando su ser personal, su grandeza, o, por el contrario, arrastrarlo por la senda del error y del pecado. Cuando el hombre se aleja de la verdad, se aleja de su santidad. La decadencia de la verdad, por el error de las ideas,  ocasiona en la sociedad la desaparición del orden, de la urbanidad y obediencia, del respeto, de la santidad. La desaparición de la santidad conduce a  la sociedad a estadios de pecado que llegan a deshumanizar completamente al ser humano. El hombre no vale nada porque nada cree. La sociedad nada vale porque en nada cree, no es más que destructora del hombre.

La Iglesia, a lo largo de la Tradición, no ha dejado de condenar las perversas ideas que destruyen al hombre y a la sociedad, por el hecho de que desprecian a Dios. Ideologías de quieren arrancar a Dios  del alma del ser humano, que quieren silenciarlo en la sociedad. Liberalismo, marxismo, modernismo, masonería, ideologías enemigas de Dios, que matan espiritualmente al hombre. Ideologías enemigas de la verdad de Dios. Ideologías enemigas del dogma. Todas tienen el mismo denominador común: atacar el dogma de fe.

Miremos a nuestro alrededor. ¿Qué queda de la fe católica? ¿Quién defiende el dogma de fe? ¿Qué leyes nos gobiernan? Leyes, muchas de las cuales, claman al cielo. Las perversas ideologías han invadido a la sociedad. El dogma ha desaparecido ¿En qué cree el hombre de hoy? ¿Cuánto vale? ¿En que cree la sociedad? ¿Cuánto vale?

Sólo la fe católica purifica el corazón del hombre para que pueda “ver” la verdad y creer en ella. La fe hace grande al hombre. Así es tu fe, así vales. Sólo la fe hace grande a un pueblo, porque un pueblo que cree el dogma de fe es digno de la protección divina.

España fue grande cuando profesó su fe católica, cuando creyó en el dogma y lo defendió; cuando combatió las falsas ideologías enemigas de Dios y del hombre.

Condenar las falsas ideologías es un deber que la Iglesia debe retomar, para librar al hombre del engaño y del pecado, de su muerte espiritual,  y guiarlo por el camino de la santidad, de la verdadera vida y libertad. La Iglesia debe condenar las falsas ideologías para purificar las leyes que gobiernan la sociedad y conducirlas por la senda de la ley de Dios, y para defender la integridad de la fe católica.

Ave María Purísima.


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