Ea, ea, ea, Margarita Robles se cabrea

Y nosotros nos partimos de risa, mondamos, destornillamos y damos palmas con las orejas, porque la sabiduría popular nunca falla: a cada cerdo –o cerda, según lo políticamente correcto–, le llega, tarde o temprano, su San Martín.

Margarita Robles, conocida en todo el mundo como la «mofletes» gracias a las mal denominadas «misiones en el exterior», anda de unos humos que más parece chimenea del Titanic que lo que es, diminuta pitufo. Y es que todo le sale mal; hasta Losantos, que la tenía entronizada y la había dejado hasta ahora al margen de su larga lengua –tan larga como los millones de españoles que le escuchan–, la ha puesto, por fin, a parir –pecadores arrepentidos quiere el Señor–; o sea, a caer de un burro, como un trapo, cual clínex usado que se tira con asco lleno de mocos

Margarita llegó al Ministerio de Defensa como elefante, perdón, elefanta, en cacharrería. Ha ejercido su cargo, que le viene grande, muy grande, con la misma ineptitud y mala leche –sus ubres nunca la dieron buena– propias de cualquier totalitaria marxista-leninista-fascistoide. Ha largado con viento fresco a todo quisque, que son los mismos a los que ahora tiene que readmitir, porque no se ha dado cuenta de que sus días de juez, perdón, jueza, inapelable y dictatorial han caducado tanto como su look y estética, con ese empeño hortera y zafio por el rojo pasión con el que no levanta nada, nada, de verdad, nada. Todo le ha salido mal, y ha sido no por mala suerte, no, sino porque es una perfecta inepta, una chapucera, una petarda, ese tipo de personas que uno está desenado que viajen al «más allá», pero sólo con billete de ida.

De nuevo la Justicia, esa que ella nunca practicó –volvemos a pedir como hemos hecho desde que se revisen todas las sentencias que dictó–, le ha soltado un soplamocos, o sea, una torta, yoya o patada en los mismísimos… ovarios, claro, que la ha dejado patidifusa: tiene que reponer ipso facto al Vicealmirante Fernández de Córdoba en la misma silla de donde le largó con malos modos, o sea, con modos frentepopulistas, propios de los nostálgicos de las checas y los «paseos».

Pero ahí no queda la cosa, porque del resto de sus barrabasadas va recibiendo y va a recibir aún más de una agria leche, ya lo verán. Bueno, ella y la pandilla de mamandurrias igual de ineptos que ella, pero además cobardes hasta la hez, que la rodean; nos referimos a la cúpula militar del JEMAD hacia abajo todos como mínimo hasta el empleo de Coronel, que no tuvieron criadillas para plantarse y negarse a obedecer órdenes que nunca deben obedecerse porque atentan contra la justicia, la normativa, el honor y el compañerismo, conceptos todos ellos que hace mucho que apearon de su mente con tal de seguir en el machito, salir en la foto y cobrar espesos sueldos.

Pero hay más. A Margarita no la quieren en ninguna lista de su putrefacto partido porque se han dado cuenta de que hiede, jumea, atufa y apesta, porque no la aguanta ni el Tato. Porque su prepotencia es inversamente proporcional a su bajísima estatura física, intelectual y ética. Porque sus ataques de rabia e histeria son de sobra conocidos. Porque su ambición no cabe ni en un contenedor naviero. Porque es una lianta y, como hemos dicho al principio, es una redomada inepta, dañina incluso, o especialmente, para los que la rodean.

De sus muchas salidas de tono, meteduras de pata, patinazos, pasadas de pueblos y estupideces, la última ha sido la de confundir el apoliticismo de las FFAA con que haya militares que, estando retirados y con todos sus derechos civiles democráticos recuperados, den un paso al frente y se vayan a presentar a las elecciones por VOX –o por quien sea–; por cierto que no dijo nada cuando Julio (a) «el rojo» lo hizo estando aún en semi-actividad, es decir, ilegalmente.

Pero claro, cómo puede caber en tan diminuto cerebro, arrasado por el opio del pueblo, o sea, por el marxismo-leninismo-fascistoide al que es adicta desde siempre, un mínimo de decencia, tolerancia, respeto a la ley y las normas, ética, etcétera, si ya sentó el precedente de no respetar los derechos de un Teniente Coronel al que estando en la «reserva transitoria», o sea, a los efectos retirado, cometió la osadía, ella y su lacayo, el ínclito gral. Villarroya Vilalta –otro que tal baila–, de intentar meterle un puro, paquete o cuerno; caso que le está saliendo igual de mal que el del vicealmirante, pues el aguerrido jefe no para de arremeter con todos sus medios contra ambos, habiéndose convertido en su peor pesadilla.

Más podríamos seguir diciendo sobre esta penosa individua, pero no queremos aburrirles. Sólo recordarles lo del cerdo, la cerda y San Martín; y si no, tiempo al tiempo, que ya queda poco, muy poco, para tal festividad.

P.D.- ¿Es posible que a lo mejor en breve descubramos que también ella está manchada por la corrupción, aunque sea por una cantidad nimia? Ya veremos.


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