El 26M de Podemos

Sabido es que en las noches electorales ganan hasta los candidatos que dejan a sus partidos tiritando. Pero aun así, algunos repasos son tan sonados que no existe manera de camuflarlos. Los resultados de Iglesias del domingo 26 de mayo, evocan las gestas de los cantantes españoles en Eurovisión: costalazo épico en las doce comunidades autónomas y adiós a casi todo su poder municipal. Los vecinos han tenido la oportunidad de disfrutar durante cuatro años de los «Gobiernos de progreso para la Gente» y han salido escaldados. La consecuencia es que el populismo comunistoide ha sido desalojado de las alcaldías de Madrid, Barcelona, Zaragoza, La Coruña… Además, Podemos desaparece de los parlamentos de Castilla-La Mancha y Cantabria, se deja 20 escaños en la Comunidad de Madrid, cae de siete a dos en Navarra, o de diez a solo uno en Castilla y León, entre otras calamidades.
El podemismo era una expectativa adanista. Creció a lomos del lógico cabreo por los estragos de la crisis de 2008 y alzaprimado por las televisiones coloradas, que durante cuatro años dieron barra libre a Iglesias y su troupe para que predicasen de sol a sol. Lo que ha destrozado a Podemos ha sido tocar poder (como le pasará a Ciudadanos cuando algún día gobierne en algún lugar), pues una cosa es predicar a golpe de soflama y otra dar trigo. Los «Gobiernos de progreso» se tradujeron en una incompetencia adolescente en la gestión. No sabían cómo ni en qué gastar el presupuesto municipal. La suciedad fue su divisa en las calles de todas las ciudades que gobernaron. Lo más básico, limpiar la vía pública, ya los desbordaba. Molestar a los católicos y los empresarios tampoco resultó una buena idea. Ni incurrir en boberías como iniciar una campaña contra las actividades filantrópicas del mejor empresario español, Amancio Ortega, a solo unos días de las elecciones. Por último, sus luchas fratricidas internas llegaron a tales extremos de cainismo que recordaban las parodias de «La vida de Brian».
Irene y Pablo, la pareja que ha convertido Podemos en su club privado, no ganó ni allí donde se levanta el afamado chaletazo (en Galapagar los superó Vox). El domingo comenzó el inexorable declive del podemismo. Una excelente noticia para el país, porque se trata de un partido antisistema, contrario a nuestro orden constitucional, ávido de meter mano en los bolsillos de la clase media y de controlar las vidas privadas, despectivo con los empresarios que crean riqueza. Su forma de ver la vida está intoxicada por un rencor rancio hacia los que prosperan, que en realidad se llama envidia, el más clásico de los defectos españoles. Un partido hipócrita, que se rasgaba las vestiduras ante cualquier desliz de la derecha española mientras callaba ante regímenes foráneos siniestros, porque han pasado por su taquilla. Un partido que defendía con ardor a las mujeres, salvo que las agredidas fuesen conservadoras.
El bromazo del 26M fue ver a Sánchez denunciando a Vox como el Apocalipsis mientras se muestra encantado con los comunistas antisistema, los separatistas y los proetarras de Bildu, por lo visto perfectamente honorables.
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