El acomplejado José María García, orgulloso de la bandera de España, pero miedoso
José María García fue una auténtica institución del periodismo deportivo, un verdadero mito y una referencia para todos los amantes del deporte en España que hemos crecido con la voz tan característica y penetrante que recuerda a la de otra gran leyenda: Félix Rodríguez de la Fuente.
Recuerdo la admiración que le tenía a García desde la infancia. No podía ver ningún evento deportivo si no lo narraba él. Me llamaba la atención su gran poder en todos los medios en los que estuvo, pues en las etapas importantes del Tour de Francia copaba toda la franja horaria de la emisora para retransmitirla entera. Podía hacerlo porque era García. También recuerdo que en todo evento deportivo de cierta trascendencia solía poner en comunicación al deportista con su madre y con quien hiciese falta, hasta el mismo rey. Nadie se le resistía.
Famoso por sus características muletillas que crearon un estilo. Famoso también por sus filias y sus fobias, solía ser muy faltón con aquellos personajes que situaba en el punto de mira. Incluso con sus propios empleados a los que no se cortaba un pelo en faltar al respeto y humillar en público, algo intolerable que no se le debía haber consentido, pero nadie le paró los pies en ese sentido, hasta que se metió con los poderosos. Pero todo en la vida es efímero y de ser uno de los hombres más famosos del país pasó rápidamente a la insignificancia. De hecho a muchos de los jóvenes actuales ni siquiera les suena ya.
La grave enfermedad que superó le terminó apartando del candelero y por los motivos que sea no ha querido volver, tal vez porque el mundo ha cambiado y nadie se doblega ya a sus despóticas condiciones. Hasta aquí el homenaje a García, que con sus luces y sus sombras continúa siendo un maestro y una referencia del periodismo.
Y ahora me dispongo a abordar la parte más corta e importante con la que titulo el artículo. García no suele prodigarse en público y doy fe de que es difícil no solo de entrevistar sino incluso de acceder a él. Hoy acabo de leer una interesante entrevista a García de José R. Palomar en el elCatalán.es, donde dice cosas interesantes y deja un titular que me ha llenado de rabia y decepción. “Soy un español de a pie que ama su bandera. Los que digan que eso es ser facha, son unos malnacidos”.
Pobrecito, llama malnacidos a los que le llamen facha como si fuera el peor de los insultos. Lo noble sería decir «si al que ame a la bandera lo consideran facha, pues lo soy».
Ya está bien de complejos. José María García representa a un gran número de españoles orgullosos de serlo, de la bandera, del himno, del rey etc….pero eso sí sobretodo que no le digan nunca FACHA porque no lo soportan. Enseguida lo aclaran y se quitan ese sambenito que les da urticaria. Habría que preguntarse el motivo de tal rechazo a ese apelativo, como si hubiese algo de lo que avergonzarse.
¿Por qué se ha estigmatizado ser facha, ser franquista, ser un patriota sin medias tintas? ¿Por qué muchos españoles se avergüenzan de ello? ¿Qué clase de complejos tienen? ¿Por qué han cedido casi todos como borregos al pensamiento políticamente correcto que ha demonizado a Franco y endiosado a la democracia?
Recuerdo que al Padre Jesús Calvo le pintaron en las paredes de su casa, el cura es un facha y él añadió y a mucha honra. Esa es la actitud, sentirse orgulloso de que te llamen facha, sin entrar siquiera en distinciones puristas y sin precisar que se entiende por facha etc. Ya sabemos que izquierdas y derechas son términos revolucionarios. En el contexto actual frente a los demócratas políticamente correctos y a tanta gente orgullosa del establisment moderado que te llamen facha es un gran halago.

Quizás sea porque nunca he sido muy aficionado a consumir deporte de masas como espectador, y por tanto no se han dado las circunstancias para que este personaje pudiera tener para mí el más mínimo interés, mucho menos ser ningún ídolo, pero lo cierto es que tengo una opinión de él que tendría que mejorar muchísimo para que pudiera calificarse únicamente como pésima o deplorable.
Lo recuerdo en su actuación en el 23F, y la palabra miserable se queda pequeña. Si ya físicamente era un enano, algo que no dependía de él y que no tiene mayor trascendencia, en tales circunstancias fue todavía más «enano», y eso sí dependió de él y resultaba trascendente.
En cuanto al término «facha» o «fascista», este término es el ejemplo claro de la victoria ideológica y cultural del enemigo sobre nosotros.
Salvo casos muy muy excepcionales, (y que con frecuencia no suponen una «perfección» o una superación del problema sino un defecto añadido aún mayor por otro lado, como es el caso, entre otros, de los llamados “Hollywood-nazis”, es decir los “nazis” no a imagen y semejanza de Baldur von Schirach, Rudolf Hess o Arthur Axmann, sino a imagen y semejanza de la propaganda antinazi del cine de Hollywood ) es muy frecuente, con una frecuencia que debe rondar el 99%, que muchos (por no decir la mayoría) de los «patriotas» en cuestiones básicas de España, sin embargo en este tema participen del discurso aliado (aliado de Stalin, que se suele ignorar), y en este discurso el término “fascista” es sinónimo de un «ogro» también para el «militante» o «simpatizante» medio (por ejemplo como hoy sería el votante de VOX) de los que defienden a España desde la escasa formación, para qué hablar del resto de la población que se sitúa a la izquierda de VOX.
La cuestión no es baladí, es más, lejos de ser baladí es la cuestión principal que explica la politización de la sociedad a nivel global, porque es el boquete nunca tapado y nunca combatido por donde se cuela la propaganda roja en sus distintas versiones, también en su versión hipócrita en los corazones y mentes de las personas de buena fe.
El flanco descubierto, porque nadie se atreve a combatirlo, (y desde hace años además es delito para que no se pueda combatir, porque los rojos van de demócratas de cara ala galería pero en la guerra de los 30 años había más libertad que con ellos) por donde entra la contaminación ideológica, a través de todos los medios en especial la Educación y el cine, y mientras esta espita no se cierre, y en España incluso hablar del tema puede ser considerado delito, tan arbitrario como el delito que se avecina de apología del franquismo.
De aquellos polvos vienen ahora estos lodos de la prohibición del Franquismo. Si no se hubiere aceptado el discurso oficial sobre el «fascismo» no habríamos dado lugar a lo que se nos viene encima.
En este contexto de sumisión y de colaboracionismo con la propaganda roja, las feministas de extrema izquierda no son denominadas “femirojas” o “femidegeneradas” sino que para seguir manipulando se las denomina «feminazis». Los separatistas catalanes, que forman parte de la masonería, de la burguesía antifascista, -valga la redundancia-, de la izquierda y de la extrema izquierda, no son llamados “rojos separatistas” que es lo que son, sino “cata-nazis”. Los criminales de ETA o de GRAPO no considerados coo lo que son: grupos terroristas marxistas-leninistas, sino «nazis» y «fascistas». Cuando una persona o grupo de ellas de ideología de extrema izquierda se comporta con la intolerancia y la violencia típica y propia desde antiguo (no es ninguna novedad) de los grupos comunistas o anarquistas, no es violencia comunista o anarquista, es violencia «fascista», y así sucesivamente, para que todo, hasta el antifascismo, se impute al “fascismo” en aras del lavado de cerebro colectivo, que como la banca de un casino, nunca pierde.
Todo lo cual deja al descubierto bien a las claras el enorme poder de la lluvia ácida de la propaganda roja que ha sabido calar imperceptiblemente no solo en sus filas sino también en las filas de los que creen que los combaten, pero que en este punto coinciden con el discurso oficial antifascista, es decir, del enemigo.
El enemigo que lo sabe muy bien, que no descansa jamás, y que es maestro de la propaganda y la manipulación , consciente de la importancia capital que tiene esta fuente de propaganda, mientras los tontos dormían, tipificó como delito que se pudiera negar el holocausto y la libertad ideológica, de cátedra y de pensamiento en este tema, imponiendo un dogma que no admite prueba en contrario, para asegurarse que esta puesta por la que se asegura adoctrinar en “antifascismo” a toda la sociedad, de derechas o de izquierdas, que en esto son lo mismo, no pueda ser cerrada jamás. Delito de odio es disentir de la versión oficial de lo que hoy se considera fascismo, pero no es delito de odio el mucho odio que los calificados de “fascistas o de “franquistas” sufren de los que con esta persecución y estas tipificaciones penales arbitrarias no buscan más que la persecución ideológica y la vulneración de los Derechos Fundamentales de sus víctimas, que al ser calificados de “fascistas” (o franquistas etc) no tienen derecho a los Derecho fundamentales ni al amparo judicial, sino todo lo contrario, se ha creado una Fiscalía específica, la Fiscalía del odio, para perseguirlos en una acción de las instituciones que sí es de verdadero odio. Y por supuesto con la otra mano reivindicando más y más libertad de expresión para ellos, que no conformándose con la mucha de la que gozan ya pretenden destipificar del código penal, las injurias al Rey, la profanación de la religión católica, los ultrajes a la bandera de España, etc. etc. Y los tontos, es decir la mayoría, ni hule la jugada.
Cuando seamos conscientes de todo esto, como cuando seamos conscientes de que no debemos llamar al idioma Español como castellano, sino como Español, entonces el efecto psicológico de la acusación de “fascista” empezará a ceder.