El amargo llanto de Jesús que olvidamos

Según el Evangelio, fueron tres las veces que Nuestro Señor lloró durante sus años de vida pública: al predecir la destrucción de Jerusalén a manos de los romanos porque era la destrucción de su patria a la cual, conforme al cuarto mandamiento, amaba como nosotros debemos hacerlo con la nuestra por ser, también, nuestra madre; al conocer la muerte de su querido amigo Lázaro, porque sin duda algo se muere también en nuestra alma cuando perdemos a un amigo que lo fue de verdad y la tercera derramando incluso las lágrimas de sangre en el Huerto de los Olivos ante los terribles padecimientos que sabía que iba a sufrir y peor aún porque muchos hombres no iban a aprovecharlos.

Pero siempre he pensado que hay un cuarto llanto de Nuestro Señor que además es un llanto especialmente amargo: el llanto de Jesús como Juez.

Y es que cuánto no llorará Jesucristo, Padre nuestro, cuando como Juez tenga que sentenciar a la perdición del Infierno, y además para toda la eternidad, a quienes han desaprovechado su vida, que es tiempo de misericordia, para merecer la salvación y Él tenga que condenarlos.

Si es grande la congoja que sufre un padre al tener que castigar a un hijo, aún sabiendo que es para su bien, cuánto más no sufrirá Nuestro Señor en el momento en que tenga que condenar a las penas del Infierno, que además lo son para siempre, con sentencia que ni Él mismo podrá revocar una vez dictada, a cualquiera, pues a todos nos ama infinitamente, con locura, más que a Jerusalén y a Lázaro, de ahí sus lágrimas en el Huerto de los Olivos. Pobre Jesús, tener que condenar a sus hijos amadísimos por los que lo dado todo, incluso por muy réprobos que sean. Qué terrible amargura, cuánto dolor extra añadido al de la cruz, qué río de lágrimas no derramará cada vez que como Juez dicte sentencia de Infierno para alguien.

Y si lo fuera de Purgatorio igual, porque está escrito, y Él lo dijo, que quiere que todos nos salvemos.

Por eso, una razón, un motivo más para aprovechar nuestro tiempo de misericordia, que es nuestra vida, nuestra estancia en este mundo, para hacer que Nuestro Señor, cuando como Juez nos llame ante Él, no tenga que sufrir por tener que dictar sentencia condenatoria, no ya total en el Infierno, sino ni siquiera parcial en el Purgatorio.

Ahorremos a Nuestro Señor ese sufrimiento extra, esas lágrimas añadidas, esa amargura tremenda al ver cómo tiene, como Juez infinitamente justo que es, que condenarnos.


4 respuestas a «El amargo llanto de Jesús que olvidamos»

    1. En el enlace que indicas, se señala como error lo declarado por Bergoglio y Wojtyla con respecto al infierno. Me acuerdo perfectamente, hace ya años –en época de Wojtyla-, que en la revista parroquial de donde frecuentaba venía una cita del mismo en que decía que “el infierno existe pero que está vacío”, lo cual iba directamente contra la misma enseñanza de N. S. JESUCRISTO ¡y sin embargo nadie decía nada! como en otras tantas cosas.
      Lo declarado por Bergoglio, Wojtyla y otros no debe tomarse como un error, sino como algo intencionadamente dicho con objeto de no valorar en su justa medida el infierno y hacernos creer que, hagamos lo que hagamos, no tendremos que rendir cuentas,es decir, nuestra condenación. Es extremadamente difícil entender lo que puede mover a estos personajes algo que a ellos mismos les afecta o afectará directamente. Conociendo la existencia del infierno y de la condena eterna de algunos, lo único entendible es darlo a conocer con todas las fuerzas a todas las direcciones y sin pausas. La propia Virgen María asustó a los niños pastorcitos en Fátima con la visión del infierno; entiendo que el motivo no fue otro que fueran conscientes de la gravedad y del peligro.
      Si ya nosotros, los conocedores de las penas del infierno, nos relajamos en demasiadas ocasiones que podrían llegar a ser mortales, ni que decir con aquellos que ni las tienen presentes.
      ¡Que DIOS nos pille confesados cuando nos llegue la hora!

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