El cobarde de Julio «El Rojo»
Julio Rodríguez «El Rojo», quien fuera JEMAD con Rodríguez Zapatero, no sólo es uno de esos personajes siniestros de nuestra más oscura historia, sino que además da la talla del típico villano medieval. No obstante lo cual conviene conocerlo y no olvidarlo, no vaya a ser que se repita.
El amor a la Patria, decía Jovellanos, no es “aquel común y natural sentimiento, hijo del amor propio, por el cual el hombre prefiere su patria a las ajenas”, sino “aquel noble y generoso sentimiento que estimula al hombre a desear con ardor y a buscar con eficacia el bien y la felicidad de su Patria tanto como la de su misma familia; que le obliga a sacrificar no pocas veces su propio interés al interés común; que uniéndole estrechamente a sus conciudadanos e interesándoles en su suerte, le aflige y le conturba en los males públicos y le llena de gozo en la común felicidad”.

Patria era entonces la tierra de los padres, a la que se ligaba cada uno y todos entre sí por lazos de sangre, por el mandato de los muertos, de la tradición, y por el propósito de realizar juntos empresas que nutrieran sus vidas. Posteriormente se amplió el horizonte y se expandió este sentimiento, creando apetencias espirituales colectivas y motivos para la vida y la acción común como la unidad religiosa. El fenómeno político del nacimiento de las naciones robusteció y dio nuevas calidades al sentimiento de la Patria. Patria y Nación vinieron, entonces, a superponer sus límites.
Ahora bien: puesto que es seguro, al menos, que la patria es algo más que el suelo sobre el que sustenta la nación, el patriotismo no puede ser sólo la atracción que ejerza sobre nosotros determinada parcela terrestre, que ni eso lo consideras; el patrimonio es algo más que esta querencia: es una ferviente aspiración que tú no respetas ahora pero que no fuiste, siquiera, capaz de luchar por cambiar cuando servias a las órdenes del Generalísimo, no me cabe duda que por cobardía, al bienestar, al florecimiento y a la libertad de la patria; pero es también la solidaridad del individuo con su historia, de la que Franco ya forma parte; no puede sentir amor a la patria quien reniegue y se exente de su historia como haces tú; patriotismo es, también, amor al pasado, respeto a las generaciones que nos precedieron, amor al pasado, amor actual y amor al futuro.
Sólo en la moral religiosa puede apoyarse un patriotismo juicioso, respetuoso con la personalidad humana, y sometido escrupulosamente a las leyes divinas.
Con esta limitación al juramento de fidelidad a la Patria que hiciste y que ésta exige de sus hijos, se elevan las obligaciones militares a la categoría de deberes religiosos. Por algo en otro tiempo se llamó al juramento de fidelidad sacramento militar.
Pero, según Vigon, nadie está obligado tan estrechamente al cumplimiento de unos deberes que no conoce bien, lo que pudiera ser un agravante en tú caso que tienes más de treinta y cinco años de servicio en los Ejércitos y, por tanto, conocimiento de su código de conducta. Una vez más, es preciso hacer mención de la Deontología, pero se debe añadir que para con ella es necesario la educación y el entrenamiento patriótico del que tú careces.
Esta es una tarea a la que ha de dar carácter preferente quien haya de orientar la educación nacional que, para el caso, no hay ambiente más adecuado que el Ejército. Cuando los dirigentes políticos fueron extra vertiéndose, europeizándose, y, si se quiere, internacionalizándose en cierta medida, el sentimiento patriótico nacional se fue reflejando sobre esa última línea que es el hombre de la nación. Y como de esta clase se ha nutrido siempre el Ejército, ha sido en ella donde viene a residir el más acendrado sentimiento patriótico.
No es extraño, pues, que, en las ocasiones difíciles, cuando gente de bonísima voluntad de inteligencia brillante equivocan el camino y extravían a sus seguidores, como pudiera ser en el mejor de los casos, sea el Ejército el que acierte a señalar de qué lado está la Patria, con un finísimo sentido histórico; día en el que tu desearías no haber vendido tu Patria e, incluso, a Occidente.
