El Concilio Vaticano II y el Nuevo Orden Mundial

Por P. Carlos María Covían

1/10/2022 Iglesia

El Nuevo Orden Mundial es el objetivo de la masónica organización de las Naciones Unidas. Un Nuevo Orden que está en las antípodas de aquella Cristiandad que conocieron los pueblos que terminaron formando Europa. Aquella Cristiandad caracterizada por la omnipresencia de la ley divina en la sociedad y en todas las instancias de esta. La fe católica era la identidad de aquellos hombres y su nexo de unión.

El Nuevo Orden Mundial despreciando aquella unidad católica, aspira a borrar de la faz de la tierra el más mínimo vestigio de la fe. Busca una unidad verdaderamente luciferina. Los pasos se están dando sin obstáculos. La depravación de las costumbres morales, el desprecio a la ley natural, invirtiendo el orden natural de las relaciones humanas, los falsos derechos humanos que han servido para introducir el aborto como un derecho de la mujer, la contracepción, la pornografía libre, la eutanasia, la pederastia al incitar a los menores a relaciones sexuales, etc. La falsa libertad religiosa que ha servido para justificar la legalización de “iglesias” satánicas, primero en los Estados Unidos, y desde allí se va expandiendo por el resto de mundo, al tiempo que se amordaza a la fe católica.

Pervirtiendo la moral social y las costumbres se consigue que el hombre llegue a comportarse como un verdadero animal, guiado por los instintos más bajos y pervertidos. Previamente ya ha habido una paulatina retirada de la presencia de Dios en la sociedad y en los corazones de las almas. Esto era fundamental para introducir la inmoralidad en el hueco dejado por la fe.

Pero, cómo prever un Orden Mundial con una institución como la Iglesia Católica que siempre alzó su voz, firme y potente, de condena del pecado, del error, de la herejía; que no se amilanaba ante los poderosos, como la historia lo demuestra, y que era capaz de señalarles como los culpables de tal o cual mal; que defendía las relaciones Iglesia – Estado y los Estados de confesión católica; que se presentaba  ante el mundo como la única Iglesia de Cristo,  afirmando que fuera de ella no había salvación; que defendía la moral católica a ultranza y condenaba todo atentado contra la ley divina; que hablaba constantemente  de la salvación eterna y luchaba contra los enemigos del alma, mundo, demonio y carne

No es posible planificar un Nuevo Orden Mundial masónico con tal Iglesia católica por medio. Era necesario convertirla en una mera sociedad política más, en una sociedad que hablase como cualquier otra sociedad política; que se preocupase de lo que se preocupa todo el mundo, que no es de lo espiritual y eterno, sino de lo temporal y caduco. Una Iglesia del mundo y para el mundo, que hablase con el lenguaje del mundo, que gustase de las cosas del mundo, que aspirase a las cosas del mundo. Es decir, una nueva Iglesia que ya no viera en el mundo, demonio y carne unos enemigos. Una Iglesia que se aviniese a la inmoralidad y al sacrilegio, al menos que no condenase explícitamente a sus promotores. Una Iglesia dialogante que haya borrado la palabra condena de su propia identidad.

Hay estuvo el Concilio Vaticano II. Era necesario transformar la Iglesia católica es una Iglesia dócil con los poderosos, que apostase por la estricta separación de la Iglesia y el Estado, que no apoyase los Estados católicos, que no se presentase como la única Iglesia de Cristo, que borrase de su vocabulario las palabras herejía y cisma, que se presentase amigable, sin autoridad, dialogante, que no reivindicase tener la Verdad de la salvación, que no hablase de la vida eterna, y que se centrase más en el aquí y ahora, en lo terrenal y en el bienestar humano temporal.

Era necesario una Iglesia que siguiera los postulados masónicos del Nuevo Orden Mundial. Una Iglesia alineado con los poderes mundiales, y que colabore a forjar el Nuevo Orden Mundial.

En ayuda del Nuevo Orden Mundial, que se estaba perfilando a mediados del siglo XX, llegó el Concilio Vaticano II. Los convocantes del Concilio lo sabían, el mundo estaba cambiando rápidamente, se dirige a una unidad mundial, la Iglesia debía realizar la transformación jamás conocida en su historia para amoldarse al Nuevo Orden.

La Iglesia que sale del Concilio satisfizo plenamente a los arquitectos del Nuevo Orden Mundial masónico. No es de extrañar la facilidad en implantar el Nuevo Orden Mundial. La Iglesia conciliar calla y obedece. Ya no queda rastro de aquella otra que hubiera alzado la voz potente de la condena.

La realidad actual habla por sí misma. El que quiera ver que vea.