El control estratégico del Bierzo durante la guerra civil. Las tropas auxiliares de las columnas de Galicia

El presente estudio examina ciertos condicionantes policiales de la guerra de 1936, en lo que respecta al noroeste peninsular. En consecuencia, pasa revista a la memoria documental y testimonial de determinadas fuerzas auxiliares gallegas, las cuales vivaquearon por el occidente leonés (territorios del Bierzo y Laciana) durante los primeros años de la última contienda.

El levantamiento militar de julio de 1936 ha generado alguna investigación importante en el occidente provincial de León, aunque casi siempre relacionada con la guerrilla antifranquista y sus características más reseñables. Es tiempo, pues, de tratar otras cuestiones de la Guerra de España, centrándonos por imperativos regionales en la comarca del Bierzo y sus zonas colindantes. Pues bien, uno de estos aspectos (aun poco conocidos) podría ser la relevancia que tuvieron las columnas gallegas durante su estancia en el mencionado territorio.

Alistamiento de voluntarios gallegos en el verano de 1936

La importancia estratégica del occidente leonés para las expectativas de los hombres que se sublevaron el 18 de julio de 1936 era considerable: riqueza minera notable para fines militares[1]; paso obligado para los convoyes procedentes de Galicia (tanto en víveres como en soldados); la proximidad de Portugal y, por tanto, el fundado temor de que quedase aislada Galicia si prosperaba la insurrección izquierdista en las cuencas mineras; y, por último, el temible presagio de que la meseta leonesa fuera también invadida por las acometidas de las tropas y milicias asturianas (que por entonces totalizaban miles de combatientes).

Las directivas que el General Mola había dejado escritas en sus Instrucciones reservadas de la primavera anterior únicamente aludían a la necesidad de que las fuerzas de la Octava División se impusieran en sus respectivos territorios; que controlasen el orden público emergente y que ayudasen a la Comandancia Militar de Asturias frente a los problemas e inconvenientes que pudieran generar las zonas mineras. Con relación a estas últimas, el texto de tales directrices declaraba terminantemente que tales tropas tuvieran “a raya a las masas de la cuenca minera y puerto del Musel…”[2].

Sin embargo, las cosas no había salido como inicialmente habían previsto los conspiradores militares: toda Asturias se había mantenido fiel al Gobierno del Frente Popular, exceptuando la ciudad de Oviedo y el cuartel de Simancas en la villa de Gijón; la provincia conservadora de Santander decidió seguir permaneciendo a la órbita de la izquierda revolucionaria, y la provincia de Guipúzcoa igualmente había sucumbido en detrimento de las fuerzas derechistas. El panorama no podía ser más que sombrío y altamente preocupante para todos los rebeldes del noroeste.

Por ello, la pérdida del Bierzo era un lujo que los sublevados gallegos no podían permitirse, una vez que el Alzamiento había sido coronado con éxito en las guarniciones de León, Astorga o la Virgen del Camino, pues corrían el riesgo de quedar incomunicados con el centro de la rebelión cívico-militar. El escritor Luis Moure-Mariño, testigo de todos aquellos acontecimientos, lo confirmaría claramente en 1939:

Debe consignarse que este hecho tuvo una importancia extraordinaria, porque si los marxistas de la cuenca minera de Fabero hubieran logrado su propósito de interrumpir las comunicaciones, Galicia habría quedado en un momento separada del resto de España e imposibilitada, por lo tanto, de prestar una ayuda decisiva…[3]

Antiguo cuartel de la Guardia Civil en Ponferrada (Avd. de España)

Esa era la preocupación que poseían los jefes militares en el seno de la 8ª División: no perder contacto con los demás territorios insurgentes. Motivado por ello, y tan pronto como fue declarado el Estado de Guerra en la ciudad de Lugo, se formó una columna que, compuesta por soldados del regimiento y voluntarios de Falange, se dirigió hacia el sur, buscando el Puerto de Piedrafita, sin esperar siquiera a que la provincia lucense estuviese completamente pacificada. La llegada de estas fuerzas a las proximidades de Ponferrada impidió que el ejército de mineros pudiera derrotar a los números de la Guardia Civil que defendían a duras penas el cuartel ponferradino, cayendo la ciudad del Sil en manos de los revolucionarios. Pero, esta columna debía dirigirse hacia el norte, por el valle del Sil, con el propósito de penetrar en la difícil Asturias, no pudiendo por tanto detenerse demasiado en la pacificación de la zona.

Por tales razones, salió de la capital maragata otra columna de unos treinta camiones repletos de soldados y voluntarios que lograría contactar con Ponferrada, después de sostener algún encuentro sangriento con los republicanos hostiles en la zona de Torre y Bembibre[4]. La comunicación se había conseguido al fin restablecer, pero faltaba la consolidación del terreno conquistado, como fatalmente suele ocurrir en las guerras civiles.

Cap. Ramón Losada Pérez, jefe de la Guardia Civil de Ponferrada, resistió, junto con sus hombres, hasta la llegada de las fuerzas gallegas

El dominio interior del Bierzo presentaba problemas de difícil resolución: en primer lugar, por su rugosa orografía que se prolongaba desde el centro de la Cordillera Cantábrica hasta las montañas galaico-leonesas, lindando ya con el vecino Portugal. Pero, sobre todo, porque existía una preocupación mayor de índole ideológica, el pensamiento político de la población minera. Los hombres de las cuencas militaban mayoritariamente en los sindicatos y organizaciones revolucionarias. Poseían por ello una mística revolucionaria que les dotaba de un poder especial; casi mítico como se había observado en la revuelta del otoño de 1934. Eran fuertes, estaban unidos y sabían por lo que luchaban, no así las masas derechistas ni siquiera izquierdistas que los contemplaban temerosas por sus reacciones imprevisibles. Tanto fue así que el mismo general Mola lo reconocería en las citadas instrucciones, preparatorias del alzamiento: “el momento político (…) da a las masas proletarias una moral y una fuerza ofensiva considerables…”[5].

La derrota de octubre de 1934 no había aminorado la sed revolucionaria de estos hombres, acostumbrados como nadie a la dureza de la vida y a los tajos cotidianos. De hecho, basta con repasar las alteraciones del orden en los meses previos al Alzamiento para darse cuenta de que en la mentalidad de esta gente todavía persistía un ánimo bien patente de revuelta y descontento. Veamos, pues, algunas noticias que podían leerse por entonces en la prensa escrita de la provincia. En abril de 1936, por ejemplo, un individuo había efectuado una voladura de una caseta en las proximidades de Palacios del Sil[6]; en las mismas fechas, unos jóvenes extremistas habían disparado en Bárcena del Río contra un vecino de la localidad[7]; en junio era detenido en Tremor de Arriba un individuo, acusado de dinamitar la conducción de energía eléctrica entre Folgoso y Ponferrada[8]; en Fabero, fue también denunciada la sustracción de kilos de dinamita y detonadores de una mina ubicada en las cercanías[9]; igualmente, en el Juzgado de Villafranca se tramitaba un sumario por el incendio de la iglesia de Langre…[10]

El mismísimo general Millán Astray subrayaría esta peculiaridad provincial, con ocasión de una visita propagandística a la ciudad de Astorga, en septiembre de 1936:

He salido de Galicia y entro en tierra de León. Galicia tuvo el privilegio de sentir escasamente la violencia de la lucha. Aquí por el contrario, se sintió más el fragor porque la zona minera había sido envenenada por el judío moscovita y masón presentándole al infeliz obrero un paraíso artificial…[11]

Ayuntamiento de Ponferrada

Así las cosas, el mando militar consideró conveniente que la ciudad bañada por el Sil se convirtiera en el centro de las operaciones de campaña que, por entonces, se desarrollaban con tanta intensidad por la comarca y zonas limítrofes. En consecuencia, se erigió una Comandancia militar en la ciudad, se constituyó un Juzgado Militar especial en los locales del Ayuntamiento[12] y se acantonaron tropas de depósito, aparte de habilitar un hospital de sangre para recibir los heridos del frente de Villablino[13].

El castillo de Ponferrada en la época

Las tropas que acampaban en Ponferrada generalmente procedían de las milicias de voluntarios. En su mayoría venían de Galicia, habiéndose alistado en la Falange gallega antes o después de iniciado el alzamiento; aunque había otras denominaciones, si bien de muy escaso interés. Para octubre, los efectivos de milicianos azules que albergaba la capital ponferradina sumaban casi los mil hombres[14].

Estos soldados eran voluntarios de primera línea que se diferenciaban de las tropas auxiliares o de segunda línea[15]. Y, si bien realizaron en un principio puntuales servicios de exploración y castigo por la comarca y alrededores, su cometido principal era eminentemente guerrero. La segunda línea, por el contrario, estaba formada por aquellos individuos de mayor edad a quienes se habían encomendado servicios específicos en la retaguardia, tales como vigilancia, seguridad o policía local[16]: por lo tanto, serían estos los más relacionados con las actividades represivas que se iban a permitir en el occidente leonés[17].

Pero, la situación bélica en que había quedado el Bierzo resultaba bastante compleja. Las tropas de Galicia habían progresado con rapidez por el valle del Sil arriba, en dirección a la capital asturiana. El tres de agosto habían entrado en Matarrosa del Sil, centro socialista donde ocurrieron saqueos; al día siguiente la columna militar se hallaba ya en Páramo del Sil, donde los rojos también cometieron pillajes; y dos días después, los soldados gallegos ocupaban definitivamente el pueblo de Palacios del Sil, arribando seguidamente a la localidad estratégica de Villablino[18], muy cerca ya de Asturias. Por detrás de la vanguardia, la superficie recién liberada por los soldados provocaba bastantes quebraderos de cabeza en cuanto a su pacificación y consolidación inmediatas, pues se trataba de una zona amplia, con difícil orografía y habitada por una población potencialmente hostil.

La necesidad militar de control y seguridad sobre la zona conquistada exigía la adopción de medidas excepcionales, en términos estrictamente castrenses. ¿Cuáles fueron éstas? Pues ceñirse a tolerar una férrea política en materia represiva que erradicara los posibles focos de resistencia, respetando los planes previstos[19].

La represión en la comarca, durante los dos primeros años de la guerra, fue severa y, en ocasiones, insensible. Las ejecuciones practicadas sin formación de causa produjeron seguramente más de noventa defunciones; los fusilamientos, tras sentencias dictadas en Consejo de Guerra, también se aproximan a tales magnitudes; pero, los homicidios y desapariciones perpetrados al socaire de un estado de guerra inflexible tal vez nunca se sepan[20]. Como botón de muestra, solamente haremos mención de la muerte de dieciocho personas (entre ellas varios hermanos) fusiladas en noviembre de 1936 en las proximidades del cementerio ponferradino[21].

Los caballeros de la Coruña (primera fila sentados) recibidos por las autoridades del ayuntamiento coruñés en Agosto de 1936

La resistencia a obedecer el nuevo orden también fue notable en la comarca y alrededores montañosos. No en vano, constan la siguientes alteraciones de la paz pública: desmanes en Viariz; incendios en el valle de Fabero; destrucciones de varios edificios y construcciones públicas; expolios en tiendas y entidades crediticias; deportaciones de rehenes con resultado de muerte[22]; homicidios en Ponferrada[23], Quilós, Candín, Carucedo, Fresnedo, Trabadelo, Sobrado, Valle del Finolledo[24], Priaranza del Bierzo, Corullón, Cabrillanes, Lucillo, Benuza, lo mismo que en las comarcas de Valdeorras y Sanabria[25]; también razias efectuadas por los huidos republicanos contra los pacíficos habitantes de valles apartados[26]

En cualquier caso, la vigilancia estricta que exigían las llanuras y picachos del Bierzo, y la situación especialísima de la guerra en el noroeste, desvelaron rápidamente la incapacidad de la Guardia Civil, así como de los simpatizantes locales, para imponer y preservar el orden público de los sublevados. Por tal motivo, se estacionaron varias tropas auxiliares de Galicia en determinados puntos de la comarca mientras duraron las operaciones bélicas en el norte de España: los Caballeros Falangistas de Orense, los Caballeros de La Coruña y los Caballeros de la Muerte.

¿Quiénes eran estos hombres? Eran decididos gallegos que se habían alistado inicialmente en las milicias de segunda línea, con el fin de desempeñar actividades de orden público y policía en la retaguardia; pero, que las circunstancias del momento hicieron aconsejable que fueran trasladados a lugares próximos al frente de guerra, donde prestaban servicios de seguridad y vigilancia, así como también de lucha en el campo de batalla.

Cuando se produjo la sublevación, la jefatura militar decidió crear unas milicias de segunda línea, que coadyuvaran a las fuerzas policiales en sus labores ordinarias y cometidos especiales[27]. Indudablemente, tal empresa podía ser desempeñada por aquellos miembros de Falange, Requeté, Renovación o la CEDA, de mayor edad o con algunas deficiencias físicas que les hacían inapropiados para combatir; pero, en el fondo, tales formaciones no dejaban de ser grupos políticos, lo que implicaba cierta ortodoxia y militancia ideológica. Por ello, resultaba muy conveniente el confeccionar unas milicias más apolíticas que cumplieran sus cometidos con eficiencia y que, por tanto, llegasen más al corazón de los ciudadanos.

Pues bien, en la jurisdicción de la Octava División se estimó oportuno que el mejor modo de incentivar ese voluntariado de carácter neutro sería empleando un sistema de propaganda y enrolamiento similar al que venía practicándose con el famosísimo Tercio de Extranjeros, es decir la Legión. Incluso, en Galicia, la mayoría de unidades voluntarias de combate se denominaron Legión, como fue el caso de la conocida Legión Gallega de Barja de Quiroga, la Bandera Legionaria de Lugo o mismamente el Tercio gallego de Orense; constituidas las dos primeras por falangistas y el último por ex legionarios.

Por lo demás, el término “caballero” tenía unas connotaciones castrenses muy evidentes, pues era el usado por las órdenes militares y también venía utilizándose en la jerga militar como sinónimo de seriedad y patriotismo: piénsese en los caballeros legionarios o, mismamente, en los caballeros cadetes.

Juan Bautista Pérez de Cabo

La primera de las unidades citadas constituía una centuria de filiación ideológica falangista, cuya jefatura fue ocupaba por un médico con inquietudes intelectuales, llamado Antonio Sanguino[28]. Sus actividades consistieron en perseguir a las bandas de huidos existentes en el monte, quienes inquietaban a los habitantes de los pacíficos poblados[29], actuando en la zona del Bierzo como mínimo hasta el otoño de 1936. Posteriormente, ya no se volverá a tener más noticias de dicha unidad, lo que nos hace pensar que terminaría disolviéndose o fundiéndose con la futura Bandera falangista de Orense. También desconocemos qué relación o influencia pudieron tener estos policías ocasionales de color azul con los denominados Caballeros de Santiago, grupo conspirativo anterior al golpe militar y patrocinado en la capital orensana por el conocido falangista Pérez de Cabo. En cualquier caso, no deja de resultar curiosa la idéntica denominación de caballeros[30].

Tte. Col. Jesús Teijeiro

La segunda unidad de las mencionadas fue la más importante de todas y, por tanto, la que más noticias provinciales ha generado. Había sido creada en La Coruña por el teniente coronel Teijeiro, expandiéndose como modelo a seguir por toda la tierra gallega. La agrupación había nacido con una vocación meramente policial y represiva, como nos recuerda el notario Moure-Mariño[31], más funcionaría también como organización propagandística y de combate. Tenía un origen legionario muy apreciable: se denominó igualmente “legión” y sus hombres vestían un sencillo mono engalanado con la insignia del Tercio marroquí.

Las primeras noticias, que tenemos sobre ellos en la provincia, son de naturaleza propagandística, pues el 31 de julio de 1936 se hallaban ya en tierras leonesas, pilotando una expedición de llamativos ómnibus y camiones. En la ciudad de Astorga y en la capital leonesa fueron recibidos y agasajados por los alcaldes respectivos, a la par que repartían entre la ciudadanía publicidad del movimiento militar y numerosa prensa periódica de Galicia.

Partirían seguidamente hacia Benavente, con el propósito de visitar las regiones de Aragón, Castilla, Navarra y Vascongadas[32]. Y pocos días después, pasarían de nuevo por Villafranca del Bierzo, a bordo de una caravana automovilística de parecida naturaleza. No obstante, a comienzos de octubre ya estaban radicados en la ciudad de Ponferrada, donde participarían en varios actos culturales y patrióticos programados para la ocasión[33]. En marzo de 1937 constituían la fuerza armada que custodiaba la ciudad[34], completando poco más tarde alguna que otra operación de limpieza por las proximidades de los collados del noroeste de la provincia[35].

El último de los colectivos referidos es el más desconocido. Solamente aparece en una relación documental de fuerzas combatientes, obrante en el antiguo archivo de la Guerra de Liberación y relativo al comienzo de 1938[36]. Pues bien, pasemos a comentar lo poco que sabemos acerca de estos hombres investidos de una aureola de misterio y violencia.

Voluntarios gallegos reparando un puente dañado por milicias frentepopulistas durante el verano de 1936

Su denominación parece que sigue las pautas de la unidad anterior: sencillamente legionaria; y su forma de actuar también podría asimilarse al modus operandi del Tercio. Su uniforme era de color verde, según el testimonio fidedigno de quienes los conocieron y departieron con ellos en los pueblos ocupados. Aparecieron acompañando a las columnas gallegas en su progresión hacía el puerto de Leitariegos, operando también en la comarca zamorana de Sanabria[37]: actuaron en la localidad de Matarrosa, se establecieron un tiempo en Páramo del Sil[38] y se concentraron por último en Villablino.

Se dedicaron, principalmente, a funciones de seguridad y contraespionaje[39], deteniendo a los sospechosos e incluso con potestad para eliminarlos, sin contemplaciones, a las afueras de las aldeas.

La alusión a la muerte tampoco era nada extraño entre los soldados legionarios; ni siquiera entre los combatientes nacionalistas ni izquierdistas[40].

No obstante, nos parece exagerada su trágica fama (acrecentada sin duda por su naturaleza enigmática y provisional) pues a veces las tropas de la Guardia Civil, las milicias locales y aun los soldados[41] se portaron incluso peor, a la hora de defender el orden en determinados lugares de la comarca; no olvidemos, por mencionar un caso representativo, el mal recuerdo que dejó aquella columna de guardias civiles, falangistas y combatientes que, entrando en Sobrado un día de agosto de 1936, mató a varias personas, después de incendiar once casas de la localidad[42]; si bien días antes una cuadrilla de izquierdistas había detenido al veterano juez municipal, asesinándolo a continuación[43].

Por lo demás, las estadísticas provinciales nos muestran una mortalidad de sólo once fallecidos de más para 1936, en relación con el año anterior, y en el gremio de las industrias extractivas. Dato indicativo de que la represión efectuada por los Caballeros no pudo ser tan intensa cómo se ha presumido hasta el día de la fecha.

La ideología que profesaron también ha sido fuente de varias teorías atrevidas. En principio, no son falangistas, como bien lo acredita su uniforme de color esmeralda, su independencia frente al partido falangista FET y de las JONS y su dirección militar.

Por lo demás, el limitado recuerdo dejado por estas unidades iría paulatinamente difuminándose en parte del área prospectada: con mayor motivo, desde la puesta en marcha del decreto de Unificación, allá por la primavera de 1937[44]. Por lo tanto, la imagen de todas estas tropas aparece aún mediatizada por el abandono y el silencio, así como por el gravamen de los subjetivismos particulares.

Con todo, ha de puntualizarse que la reputación de los Caballeros no pudo ser negativa para la retaguardia nacionalista, cuando sus propios mutilados pudieron definirse de esa guisa, a partir de entonces[45].

En cualquier caso, la labor de estas unidades especiales terminaría alcanzando su principal objetivo; como fue el defender la progresión y los flancos de las columnas gallegas, mientras persistía el frente de Asturias. Merced a ello, el 17 de octubre de 1936, las tropas nacionales lograrían entrar en la capital del Principado, en medio de la algarabía general del público ovetense. Curiosamente, formando parte de tales fuerzas liberadoras iba un destacamento de los Caballeros de La Coruña; siendo, por lo tanto, condecorados con la Medalla Militar[46], que sería otorgada unitariamente a todos los partícipes.

El Frente Norte se derrumbaría doce meses después, pero la ilusión revolucionaria y autóctona de la izquierda más radical se había esfumado en aquella tarde de octubre. Lo que subsistiría hasta 1939 no dejaba de ser algo exótico y diferente.

ANEJO DOCUMENTAL

“Al Gabinete de Información y Prensa se informa hoy por conducto autorizado que en Ponferrada fue pasado a cuchillo, por las hordas marxistas, el industrial de aquella plaza D. José Nieto Quesada, a quien no sólo le robaron 900 pesetas y su coche sino que le privaron luego de la vida».

(El Compostelano, [04.08.1936], Santiago de Compostela, p. 1)

“El día 19 del corriente, para castigar a los autores de los actos de sabotaje llevados a cabo en el puente llamado Numao, del ferrocarril del Norte, salieron de Ponferrada y Barco de Valdeorras fuerzas de la Guardia Civil y Falange, a las órdenes del capitán don Ramón Losada Pérez, teniente don Manuel Barreiro y alférez don Eugenio Sancho. Dichas fuerzas, convenientemente fraccionadas, y operando en acertada combinación, lograron alcanzar plenamente el fin perseguido, batiendo al enemigo en las proximidades del pueblo de Sobrado, sin baja alguna y haciendo a los marxistas 12 muertos y varios heridos”.

(El Ideal Gallego, [23.08.1936], La Coruña, p. 3)

“En la Orden general de la Octava división del día 2 de septiembre de 1936 se publica lo siguiente:

Monumento al Tte. Col. Teijeiro (Oviedo)

Artículo único.- En cumplimiento del fallo dictado con arreglo a las Leyes por el Consejo de Guerra sumarísimo fue pasado por las armas en el día de ayer el cabo José Fernández Quintás como autor de un delito de violación con abandono del servicio de armas que prestaba. La ejecución se llevó a efecto en el pueblo de Vega de Viejos (Villablino), lugar donde se cometió el atropello como acto de saludable ejemplaridad, y demostración evidente y palpable, ante la población civil de que si bien el Ejército, como representante del sentimiento Nacional, castiga a los rebeldes y traidores, sanciona con igual dureza e inflexibilidad a los que como rara excepción, y formando parte de sus filas u organismos militarizados, olvidan las leyes del deber y del honor que son de inexcusable cumplimiento para todos los que sirven en la gloriosa institución”.

(El Correo Gallego, [05.09.1936], Ferrol, p. 2)

«Organizada por la sección de Caballeros de La Coruña, de guarnición en Ponferrada, se celebró en dicha ciudad leonesa un solemne funeral por el eterno descanso del fundador de dicha Institución y heroico teniente coronel señor Teijeiro. Invitó a este acto el sargento de los Caballeros don Moisés de Hoyos y López y se celebró en la parroquia de Nuestra Señora de la Encina. A las once de la mañana el templo estaba lleno de una multitud de personas deseosas de rendir su último tributo al ilustre militar honra de Galicia. Al acto asistieron los Caballeros de La Coruña francos de servicio”.

(El Ideal Gallego, [04.12.1936], La Coruña, p.  3)

Cortesía de la revista ARGUTORIO

NOTA.- El autor es historiador, con título universitario de posgrado (Máster), politólogo, con Máster de posgrado, licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y abogado colegiado con más de 20 años de ejercicio profesional. Redactó el presente artículo y fue publicado con anterioridad a la entrada en vigor de la Ley de Memoria Democrática. El estudio lo llevó a cabo, con pleno respeto por la normativa en vigor y con una finalidad exclusivamente divulgativa e histórica; pero reservándose, frente a denuncias desaprensivas, todo tipo de acciones legales en defensa de sus derechos. Todo ello en consonancia con el texto de la Constitución española, la cual, proclama la libertad de expresión, la libertad ideológica, el derecho de investigación y el derecho al honor.  El autor es investigador autónomo, no pertenece a ningún partido político, ni sindicato, actuando en consonancia con su criterio libre e independiente. Asimismo, el autor ha publicado ocho libros y un centenar de artículos de diversa temática.

    [1] “Las consideraciones y antecedentes son de especial aplicación a los yacimientos mineros de nuestro territorio nacional, indispensables a las necesidades militares, y de cuya utilización en la precisa medida ningún Ejército prescindiría, sin olvidar no ya sólo su derecho sino su propio deber…”. Decreto de 27 de agosto de 1936. Boletín de la Junta de Defensa Nacional, Burgos.
    [2] Instrucción reservada número 1, “El objetivo, los medios y los itinerarios”. Madrid, 25 de mayo de 1936.
    [3] Véase Galicia en Guerra, Edición Española, S.A., Madrid, pagina 36.
    [4] La columna se formó el 27 de julio y estaba compuesta por soldados, guardias civiles y falangistas locales, quienes salieron de madrugada en dirección al Puerto de Manzanal. Retornó el mismo día al cuartel  astorgano de Santocildes.
    [5] Instrucción reservada número 1.
    [6] El Pensamiento Astorgano, 21 de abril.
    [7] El Pensamiento Astorgano, 23 de abril de 1936.
    [8] El Pensamiento Astorgano, 20 de junio de 1936.
    [9] El Pensamiento Astorgano, ibidem.
    [10] El Pensamiento Astorgano, 13 de junio de 1936.
    [11] El Pensamiento Astorgano, 10 de septiembre de 1936.
    [12] Actuaba como Juez especial militar don Carlos Álvarez.
    [13] “Varias distinguidas señoras y señoritas de la localidad siguen prestando solícitos cuidados a los heridos militares y Guardia Civil que se encuentran respectivamente en el Hospital y en los salones de la sociedad Recreo Berciano, convertido en Hospital de sangre…”. El Pensamiento Astorgano, 20 de agosto de 1936.
    [14] Véase CASAS DE LA VEGA, R. (1977): Las Milicias Nacionales, Editora Nacional, volumen 2, Madrid, página 259.
    [15] La distinción también afectaba a los honorarios y devengos que podían percibirse. Los milicianos que prestaban servicios en su domicilio no tenían derecho a prestación. Orden de 23 de septiembre de 1936.
    [16] “Las particularidades de una lucha como la actual, donde el enemigo no sólo está más allá de las líneas, sino infiltrado y confundido con nosotros (…) exige que cuantos por razón de edad, circunstancias físicas o familiares no puedan acudir a la primera línea, se apresten a realizar otros servicios que tiendan a facilitar descanso a las fuerzas activas, o bien aumentar y consolidar la seguridad de la retaguardia…”, El Pensamiento Astorgano, 6 de abril de 1937 (“A todos los Caballeros Milicianos de León y su provincia”). Comunicado del comandante jefe de las Milicias Ciudadanas.
    [17] Con todo, esta represión tenía límites. Así, el jefe de Falange de la localidad de Perandones (Bierzo occidental) recibió carta de un jefe militar del sector, ordenándole que detuviera a varios vecinos a quienes se les fusilaría de inmediato en la carretera. Se negó en redondo, respondiendo por tales individuos, no efectuándose la ejecución programada. Fuente: información de la familia (archivo personal del autor).
    [18] Véase MARTÍNEZ BANDE, J. M. (1969): La Guerra en el Norte (hasta el 31 de marzo de 1937), Servicio Histórico Militar, Editorial San Martín, Madrid, páginas 116 y 117.
    [19] “Desde luego serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al movimiento, aplicándoles castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas”, Instrucción Reservada número 1, base 5ª.
    [20]  Archivo particular del autor.
    [21] “Cumpliendo sentencia del Consejo de Guerra, por el que habían sido condenados a la última pena, fueron pasados por las armas el martes en las inmediaciones del cementerio de Ponferrada, los siguientes individuos…”. El Pensamiento Astorgano, 19 de noviembre de 1936. Los malogrados eran vecinos de Toral de los Vados, Villadepalos y Otero.
[22] En el municipio de Páramo del Sil serían detenidos por los izquierdistas hasta seis vecinos, siendo trasladados a territorio asturiano donde serían asesinados. En el municipio de Palacios del Sil serían cinco los vecinos deportados y posteriormente asesinados en Asturias, apareciendo, además, el cuerpo de un anciano asesinado en el monte por los rojos en agosto de 1936. En la villa de Villablino, fueron ocho los vecinos detenidos y trasladados a Asturias para darles muerte, resultando también un chófer asesinado por los izquierdistas dentro del término municipal, así como saqueados varios comercios y el Banco Urquijo Vascongado. Además, en las cumbres del puerto de Leitariegos, las bandas rojas sometieron a martirio a un infeliz religioso, según refiere el periodista Odelmiro César, y en el collado de Somiedo una razia sanguinaria de milicianos socialistas terminaría en octubre de 1936 con la vida de los heridos y del personal sanitario, militar y religioso de un hospital de campaña. Fuente: Causa General y A Guerra aquele monstro, Lisboa, 1937.
    [23] En la capital del Bierzo, los revolucionarios tenían orquestada hasta una comisaría del amor… Esto no fue óbice para que incendiaran algunos edificios (la iglesia y la casa parroquial, v. g.), asaltaran varios bancos y casas particulares, causando además varías víctimas mortales. De hecho, las tropas liberadoras llegadas desde Astorga enterraron una docena de cadáveres de personas masacradas por los rojos y en la carretera de La Espina caería asesinado un joven chófer derechista el 29 de julio. Fuente: Causa General, archivo del autor, Historia de la Cruzada Española, tomo III, pp. 617-120.
    [24] En este término, los izquierdistas arrojaron a Juan Álvarez Pérez, un humilde jornalero de 53 años, desde una altura de tres metros hasta en tres ocasiones consecutivas, rematándolo posteriormente a tiros. Fuente: Causa General.
    [25] En el partido judicial del Barco de Valdeorras, limitante con las montañas del Bierzo, fue asesinado un anciano de 78 años por grupos izquierdistas en el pueblo orensano de La Vega; la víctima había sido alcalde de la localidad. Por su parte, el municipio zamorano de Puebla de Sanabria registra otro civil muerto por los revolucionarios hacia las mismas fechas. Fuente: Causa General y archivo particular del autor.
    [26] Las referencias vienen detalladas en la prensa de la época y en la obra de Odelmiro César (A Guerra aquele monstro, Livraria Editora, Lisboa, 1937); se completan con la experiencia de antiguos soldados.
    [27] El Reglamento de Armas y Explosivos de 1935 había concedido permiso de armas para quienes fueran miembros de aquellas entidades estimadas por el Gobierno como “auxiliares” en la persecución de criminales, así como en el mantenimiento del orden.
    [28] “En el Teatro Principal, por la tarde, a las seis, tuvo lugar una magnífica velada literaria, con intermedios musicales, en la que tomaron parte el catedrático del Instituto Enrique Valcarce; el profesor y vicerrector del mismo, Octavio Nogales; Antonio Sanguino, por los Caballeros Falangistas de Orense…” El Pensamiento Astorgano, 17 de octubre de 1936 (“De Ponferrada”).
    [29] Consúltese El Pensamiento Astorgano, de seis de octubre de 1936, donde se informa sobre un enfrentamiento habido en Las Médulas, entre esta  unidad y fuerzas partisanas, con muertos y heridos por ambas partes. El funeral por uno de los fallecidos se efectuaría en la capital ponferradina con toda solemnidad, dirigiéndose al público asistente tanto Sanguino como González Vélez (jefe provincial de Falange y futuro Consejero Nacional).
    [30] Ya comenzadas las operaciones militares, se formaría en la provincia una milicia de orden, llamada también “Caballeros de Santiago”. Véase PRADA RODRÍGUEZ, J. (2000): “En Defensa de su Dios y su Patria: a Milicia ourensá dos Caballeros de Santiago”, Minius,  8, Universidad de Vigo; pp. 165-187.
    [31] También alude a esta peculiaridad la obra de Camilo José Cela, Mazurca para Dos Muertos, Premio Nacional de Literatura en 1984.
    [32] Léase el artículo “Caballeros legionarios”, en El Pensamiento Astorgano, de 1 de agosto de 1936. Igualmente, consúltese el titulado “Caballeros de La Coruña” en El Diario de León, de idéntica fecha.
    [33] Consúltese El Pensamiento Astorgano, de 17 de octubre y 5 de diciembre de 1936.
    [34] “A la una llegó procedente de Galicia, el Excmo. señor ministro de Justicia de su Alteza Imperial de España en Marruecos, acompañado de varias autoridades (…) Rindieron los correspondientes honores militares una sección de la Guardia Civil, otra de los Caballeros de La Coruña, que guarnecen esta plaza, otra de Intendencia y las milicias de Falange…” “Ponferrada; entusiasta recibimiento”, El Diario de León, 4 de marzo de 1937, página 4.
    [35] El diez de octubre de 1937 se hallaba la bandera en el puerto de Leitariegos, con el fin de efectuar una descubierta por los alrededores, según se desprende de la sentencia que condenó a uno de sus soldados a cadena perpetua por apoderarse de 2.550 pesetas del cadáver de un fugitivo. En febrero de 1938, se encontraban en Murias de Paredes.
    [36] Véase Las Milicias Nacionales… volumen segundo, página  933.
    [37] Archivo personal del autor. Consúltese VV. AA. (2007): Alfonso Ortega Prada, Memorias, Fundación Luis Tilve, Santiago de Compostela.
    [38] Llegaron en tren hasta esta localidad minera, portando pancartas en las que podía leerse la siguiente leyenda escrita en lengua galaicoportuguesa: “Inda quedan máis…”. Testimonio de Gonzalo Carro, 2003.
    [39] Uno de los investigados por los Caballeros fue un pariente del maestro nacional don Esteban García, por entonces en el frente, cuyo cadáver apareció en las proximidades de Murias de Paredes en los primeros meses de la guerra. Había sido interrogado días antes en su pueblo natal por unos soldados gallegos desconocidos, ordenándole que acudiera al ayuntamiento del término municipal, distante unos kilómetros, cosa que hizo el interrogado por su propia voluntad; si bien, atendiendo a la normativa de orden público de 1935, la decisión fatal debió tomarse en el referido consistorio. Testimonio de Esteban García, archivo personal del autor.
    [40] Limitándonos a la zona nacional, ha de saberse que durante el verano de 1936 se filtró alguna noticia sobre la formación en la ciudad de Burgos del grupo de aviadores “Los Voluntarios de la Muerte”; pero, poco más se supo. Lo que sí sucedió por entonces fue la creación en Palma de Mallorca de la milicia denominada “Los Dragones de la Muerte”, bajo la dirección del polémico italiano Arnocovaldo Bonacorsi. No obstante, en el frente palentino también actuaron los componentes de una unidad de orden y policía denominada “de la muerte”; quizás una sección de los Caballeros de la Muerte. Fuente: registro particular del autor.
  [41] “En el Consejo de Guerra celebrado el 26 del próximo pasado, fueron condenados a la última pena, el cabo del Regimiento de Infantería de Burgos número 31, Julio Fernández Quintas, por el delito de violación y abandono del servicio en Villablino (…) La sentencia fue efectuada (…) anteayer en Villablino, como ejemplaridad y justa infracción del odioso crimen…”. Cf. El Diario de León, 3 de septiembre de 1936.
[42] Lo refiere don José Bello Losada (testigo presencial) en su libro Historia del Bierzo y Valdeorras, página 220; Imprenta Roan, segunda edición; Ponferrada, 1993.
    [43] La víctima se llamaba Rudesindo Gómez Vidal, de 64 años de edad, industrial y sin filiación política. En septiembre de 1937, unos forajidos izquierdistas matarían en el citado municipio a Basilisa Omar Merayo, una vecina de 60 años, apolítica y dedicada a sus labores. Fuente: Causa General.
    [44] Decreto 255, de 19 de abril. Desde entonces, las milicias de la zona nacionalista constituyeron una sola milicia (la de FET y de las JONS), desapareciendo las unidades independientes; pero, pudiendo conservar las antiguas su anterior idiosincrasia, como de hecho ocurriría con los Caballeros.
    [45] Orden de 10 de junio de 1938. B.O.E. del 12.
    [46] Véase MORTERA PÉREZ, A. (2003): “Las Columnas Gallegas, el Socorro a Oviedo (3ª Parte)”, Revista Española de Historia Militar, número 35, Quirón Ediciones, Valladolid, páginas 250 a 256.

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