El drama de la Santa Misa
“Porque, así como el Padre tiene la vida en Sí mismo, ha dado también al Hijo el tener la vida en Sí mismo. Le ha dado también el poder de juzgar, porque es Hijo del hombre” (Lc. 5, 26-27)
El Padre eterno ha dado al Hijo la potestad de juzgar y condenar a los réprobos el último día del juicio universal. Es necesario que así sea para que entonces vean todos que serán juzgados por el Juez supremo según la rectitud y voluntad divina, y condenados; además, tendrán la inteligencia para comprender cómo sufrió la humanidad santísima de nuestro Señor Jesucristo por la que fueron redimidos, y se les manifestará claramente los tormentos y oprobios que padeció para salvarlos de la condenación eterna.
Los réprobos no podrán ya responder nada, ni satisfacer por sus pecados; y esta confusión que sufrirán será sólo el inicio de la pena eterna que han merecido por su obstinada ingratitud. En este juicio se hará patente la grandeza de la misericordia piadosísima con que fueron redimidos y la razón de la justicia con que son condenados.
Grande fue el dolor, acerbísimas las penas y amarguras que padeció nuestro Señor por todos aquellos que no habrían de lograr el fruto de la Redención.
¡Qué el Rey de Reyes y Señor del Universo haya sufrido tal ignominiosa Pasión y terrible muerte en la Cruz para que tantas almas se condenen conociendo el valor infinito de la Pasión del Redentor!
Cuántos réprobos injurian el santo sacrifico de la misa profanando el Cuerpo y la Sangre del Señor. Cuántos niegan impunemente la muerte expiatoria y satisfactoria de Jesucristo en la Cruz, negando la santa misa como sacrificio. Qué escándalo la reforma litúrgica; los nuevos sayones han vuelto a ejercer su miserable trabajo. Cuántos réprobos callan y consienten.
La santa misa es el drama del Calvario.
Ave María purísima.
