El fin del Bipapado

Tenía casi preparado un artículo cuando me sorprendió la muerte del llamado «Papa emérito» Benedicto XVI y esto ha hecho que inevitablemente haya desviado el contenido de mi artículo hacia la inusual situación que ha de afrontar la Iglesia al amparo de la figura del Papa refrendado posteriormente por el Colegio cardenalicio, Bergoglio, Francisco I.

No podemos olvidar, quienes estamos mínimamente interesados en la cuestión eclesial, que hemos permanecido varios años bajo una fórmula sin precedentes en la historia de la Iglesia católica universal. ¡Jamás! en la historia de la Iglesia habían coincidido dos obispos vestidos de blanco en la Ciudad del Vaticano; uno de ellos desposeído, por propia decisión de la labor ejecutiva y decisoria al mando de la Iglesia, pero que en una decisión sin precedentes retuvo para sí en su renuncia lo que él mismo llamó el «munus» para diferenciarlo del «ministerium» o el ejercicio del poder de la Iglesia al que sí renunció, no sabemos por qué extraña presiones, que desde luego nada tuvieron que ver con las razones de la salud que en un principio circularon.

Como decimos un caso sin precedentes en la historia de la Iglesia, aquella renuncia tras 598 años de papado continuado, repentina, inesperada, hecha efectiva el 28 de febrero de 2013, sembraba en un mar de dudas al Colegio cardenalicio ante un vacío de poder que no se predicaba en la Iglesia desde la renuncia de Gregorio XII en 14515.

Todo parecía que no tendría mayores consecuencias, el Papa se va, y se nombra un nuevo Papa, y el nuevo Papa nombrado resultó ser un bálsamo para la Iglesia Católica que lidiaba con unas posturas dogmáticas opuestas a todo lo que son los planes de los gobiernos de este mundo. Desde el discurso de Benedicto XVI en la Universidad de Ratisbona, la Iglesia se autoproclamaba como el único baluarte, el catejón que reivindicaba la verdad de los mandamientos como inmutable frente al relativismo y frente al Islam.

El Papa Francisco se ha rebelado como un buscador, hasta en las películas de Hollywood del aplauso del mundo. Un mundo en donde se ha implantado el aborto, no ya como mal excusado, sino como un derecho fundamental de la mujer; la homosexualidad como vínculo legítimo para la creación de nuevos tipos de familia; se h magnificado la idolatría por la tierra a través de la aceptación de la Agenda 2030. Bergoglio ha reiterado incansablemente su contrición frente al apostolado y ha renegado abiertamente de la labor misionera de la evangelización en favor del indigenismo (sobre todo en el sínodo de la Amazonía) y proclamado el respeto a todo tipo de religiones como sedes válidas de la salvación, como si fuera una especie de árbitro mundial de la espiritualidad, olvidando el «Yo soy el camino, y la verdad y la vida. nadie va al Padre, sino por Mí. Si me conocéis a Mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora la lo conocéis y lo habéis visto».

Bergoglio ha firmado un pacto, secreto para el resto de los católicos, en favor del reconocimiento de la Iglesia patriótica hereje comunista china, (no sabemos bajo qué contraprestaciones) admitiendo los obispos nombrados al margen de la Iglesia por el PC Chino y obligando a varios de los legítimos a renunciar y despreciando al Cardenal Zen de Hong Kong, un luchador por la verdad y la libertad.

Se ha posicionado en favor de la teología de la liberación, que es una doctrina perversa condenada por la Iglesia Católica, al establecer la condición moral de buenos y malos en función de una clase social. Los pobres son buenos y bien vistos a los ojos de Dios y los ricos son malos por ser ricos, concepto de cuño marxista que se da de bofetadas con los principios católicos de la dignidad del ser humano que predica que los hombres son buenos o malos en función de su elección dependiendo del libero arbitrio cualquiera que sea su condición social o económica.

La nueva Iglesia emergente a la luz del nuevo Pontífice Francisco Bergoglio no ha dejado de recibir los aplausos del mundo. Sus encíclicas han sido aplaudidas y elogiadas por las logias masónicas (algo inconcebible). Ahora del aborto ni se habla ya en los templos, después de que el propio papa mantuviera encarecidamente que no debemos obsesionarnos con tan espinosa cuestión; la ideología LGTBI es reivindicada como canon por parte de las iglesias europeas sin contraposición alguna, especialmente en Alemania después del sínodo y cada vez son más los miembros del orden sacerdotal que «salen del armario» en grupos con proclamas heréticas, sosteniendo que la tradición de la Iglesia no es inmanente , porque todo es susceptible de interpretación o revisión, algo que había sido calificado por Benedicto XVI como el perverso y condenable «relativismo moral», hasta el punto de que personajes siniestros que odian el cristianismo y en especial al católico (ejemplo Pablo Iglesias) se desviven en elogios al nuevo Pontífice.

Pues sí, nos guste o nos guste menos, tras Benedicto XVI, la Iglesia adoró en un acto sacrílego a la Pachamama sobre la cripta de la basílica de San Pedro en Roma con el Papa como príncipe, y ello a pesar de aquello de «al Señor tu Dios adorarás y a Él sólo darás culto» (Mt. 4-10).

Esta situación que vive en la actualidad la Iglesia nos lleva a revisar las profecías y pronósticos advertidos por el propio catecismo vigente, que en su día fue aprobado por la Iglesia siendo el cardenal Joseph Ratzinger (el detestado conservador) prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que estipulaba en el número 675 lo siguiente:

«Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes (Lucas 18-8: Mateo 24-12). La persecución que acompañará a su peregrinación sobre la tierra desvelará el «misterio de la iniquidad» bajo la forma de la impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad».

Pero el hecho inabordable desde la perspectiva canónica, fue que, contra todo pronóstico, tras aquella renuncia en latín a una parte del ministerio papal, Benedicto XVI decidió permanecer en las dependencias papales, las que no ocupa Francisco; y decidió continuar vestido de blanco, rechazando que aquello significara una vuelta a su condición de sacerdote. Continuó luciendo el anillo papal; continuó utilizando el escudo pontificio en sus cartas y documentos; continuó firmando sus cartas como sumo Pontífice y siempre que fue preguntado se refirió a que no pueden existir dos papas, pero jamás reconoció expresamente como papa a Francisco.

Se podría esgrimir que este comportamiento es coherente con su decisión de renuncia parcial al ministerio. pero no al «munus», pero lo cierto es que todas las renuncias anteriores en la historia d la Iglesia conllevaron el abandono de cualquier reconocimiento pontificio y la salida de la ciudad santa; entonces ¿por qué Benedicto permaneció en su puesto? ¿Tiene alguna lógica que tras una renuncia se continúe un modus vivendi que representa la imagen de un papa?

Para explicar la tamaña contradicción, la jerarquía católica adoptó el término «Papa emérito», inexistente en el organigrama eclesial católico; pero si Benedicto no podía seguir siendo Papa ¿por qué escenificó durante el resto de su vida la simbología del papado? ¿Estaba alguien de su prestigio intentando generar confusión?

Esto ha llevado al vaticanista Andrea Cionci a formular en su libro «El Código Ratzinger» la tesis de que Benedicto no dejó d ser papa pues su renuncia sólo fue parcial y no son válidas las renuncias parciales, por eso se mantuvo simbólicamente  como Papa en su significación externa dejando entrever que su renuncia era forzada por causas imponderables que desconocemos, no queriendo abandonar las dependencias papales; d ser esto así, la situación de Benedicto sí tendría cabida en los postulados del derecho eclesiástico y sería el de un Papa en «sede impedida» ya que su renuncia no sería legítima; pero eso coloca a la Iglesia en una difícil situación pues el Papa nombrado posteriormente no sería un Papado válido sino un «antipapado» y como tal sus encíclicas, decretos y decisiones estarían preñadas por la invalidez  a pesar de contar con la aprobación formal aparente de la Santa Sede.

El libro cuya lectura recomiendo encarecidamente nos deja a los católicos en una situación de expectante inquietud. sabemos a ciencia cierta que el actual rumbo de la Iglesia tiende a estar en concierto con el mundo y esa es la primera prueba de falta de autenticidad en la deriva actual del catolicismo.

La Iglesia del Señor Jesucristo establecida en toda la tierra no puede converger con la corriente del mundo. El príncipe de este mundo es Satanás, él controla al mundo y por eso odia a Cristo; por eso nos dice cuando os odie el mundo sabed que me ha odiado a Mí primero.

Hubo una época al principio del cristianismo donde la doctrina cristiana rechazaba todas las fórmula sociológicas del imperio romano. El concubinato era pecado. Matar al deforme era pecado. La homosexualidad practicada era pecado. Por sostener aquello fueron martirizados todos los apóstoles salvo Juan, hasta que después de tanto dolor el imperio se doblegó ante aquellas creencias, y declaró el cristianismo religión oficial.

Pero ahora no hay mártires en Europa, la nueva Iglesia de Francisco nos habla de lo que quieren los poderosos, la Agenda 2030, el ecologismo, la Pachamama y la tolerancia a la ideología LGTBI. Lo que fue malo una vez no puede después ser reconocido como bueno (véase el caso de Lutero bendecido como hombre de Dios por un jesuita venido a Papa) ¿era esa la ida de San Ignacio? ¿para eso éste creo la Compañía de Jesús? ¿para congraciarse con Lutero? ¿puede un jesuita que se precie sostener que Lutero fue un gran hombre y meterlo con honores en el vaticano sin pisotear las capitulaciones de San Ignacio? ¿el apóstol de la contrarreforma? ¿nos toman por imbéciles? ¿es lícito que un Papa católico se vaya a conmemorar los 500 años de la ruptura luterana a una iglesia como la sueca presidida por dos lesbianas casadas «obispas»? ¿se estaba riendo del sacramento católico del orden sacerdotal, del sacramento del matrimonio o simplemente de nosotros, los fieles de a pie?

Gálatas 1:8-11: (8) Mas si aún nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. (9) Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema. (10) Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo.

La imponente vidente polaca mística y ascética Santa Faustina Kowalsca escribió en su diario el 17 de diciembre de 1936:

823. Ofrecí el día de hoy por los sacerdotes; hoy he sufrido más que cualquier otro día, interior y exteriormente. No sabía que era posible sufrir tanto en un sólo día. Traté de hacer la Hora santa en la que mi espíritu ha probado la amargura del Huerto de los Olivos. Lucho sola, sostenida por su brazo, contra toda clase de dificultades que se presentan  delante de mí como muros inmóviles, sin embargo, tengo confianza en la potencia de Su nombre y no tengo miedo de nada.

No se percibía nada malo de especial en las efemérides de aquel 17 de diciembre de 1936, salvo la persecución religiosa en la España roja en el inicio de la contienda civil, pero nada que se concrete al día 17.

Mucho tiempo después, un futuro jesuita argentino de dudosísima reputación ortodoxa, llegó a >Papa de la Iglesia Católica en circunstancias de absoluta crispación interior y del mundo contra el pensamiento católico, el único que permanecería firme frente a todas la ideologías sexistas, abortistas, liberticidas y relativistas.

Entonces supimos, que el Papa Francisco, el jesuita antiespañol, que detesta el apostolado y la evangelización de América, había nacido el 17 de diciembre de 1936.

Para AFAN


2 respuestas a «El fin del Bipapado»

  1. Lo peor de todo lo que presagia este afinado artículo es que, si ya tenemos al anunciado falso «profeta» (Bergoglio) para el tiempo de iniquidad en el que nos vamos adentrando rápidamente, solo nos falta conocer a su complemento secular: el Anticristo. Concepto, este último, que podría interpretarse en muy diversos sentidos. Aunque, sin excluir ninguno de ellos, tal vez procedan de modo individual o sinérgico.

    Lo que sí tiene cada día más visos de verdad, es que el papa Ratzinger fue forzado a renunciar al gobierno efectivo de la Iglesia Católica, permaneciendo en el Vaticano como «prisionero» de facto (aparentemente). Empleándose argumentos para «convencerle» que, probablemente, amenazarían más a la institución que él representaba que a su propia persona. Yo prefiero pensar que Ratzinger no fue solo un pusilánime, que se doblegó ante las amenazas de los representantes de este bajo mundo. Seguramente, él siempre actuó persuadido de que hacía lo mejor para la Iglesia (aunque ignoro si lo estuvo hasta el último momento de su vida).

    Dicen que las últimas palabras comprensibles del papa Benedicto XVI, fueron: «Señor, te quiero». ¿Quizá porque Álguien, visible únicamente para él, le estaba haciendo la misma pregunta que escuchó el apóstol Pedro…?

  2. Tremendo e inquietante artículo.
    Por su verosimilitud.
    Hay una razón muy cierta -como todas las expuestas- pero que puede necesitar explicación.
    La sorpresa de que “sus encíclicas (del Papa Francisco) hayan sido aplaudidas y elogiadas por las logias masónicas; algo inconcebible.
    Efectivamente, puede resultar inconcebible desde la perspectiva de la ortodoxia de la Iglesia Católica.
    Pero es totalmente lógico desde el punto de vista de esas logias masónicas, por la convergencia de los postulados de las tales encíclicas con el objetivo de la masonería.
    No puede entenderlo quien desconoce que la masonería, en sus diversas “obediencias”, es la franquicia de un poder que aspira a suplantar al la Iglesia Católica en su expansión mundial.
    Dominio, no el terreno espiritual como la Iglesia, sino en el material.
    Por el convencimiento de ser “los elegidos de Dios” para ello.

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