El valor personal de la perspicacia
La palabra perspicaz es un adjetivo que se usa para referirse a una persona que tiene mucha agudeza mental, un elevado nivel de intuición ingenio, y sobre todo mucho ingenio. Es decir, que es una persona ingeniosa, aguda, lúcida, astuta, penetrante o sagaz, que capta fácilmente aquello que otros no ven a simple vista o se les pasa inadvertida. Cuando alguien es muy perspicaz, se da cuenta de las cosas que no están del todo claras, pudiendo traspasar con la mirada cualquier situación, comprendiendo las cosas como en realidad son.
La perspicacia es una de las piezas claves en la investigación científica y filosófica, junto al ingenio y el discernimiento; nos permite distinguir o conocer las consecuencias o inconveniencias de las cosas, al estar vinculada a la capacidad de descubrir cosas que están ocultas o de comprender situaciones que, en principio, parecen muy confusas.
También es considerada un valor, ya que permite ver más allá de las apariencias, tener rapidez para captar el verdadero estado de una situación o de una persona con todos sus detalles. Es, sin duda alguna, una facultad que nos permite, como he apuntado anteriormente, reconocer las cosas a través de la intuición, sin poder explicar bien cómo lo hacemos. El perspicaz tiene da la posibilidad de saber muchas cosas sin saber cómo las conoce.
Se es perspicaz cuando se adivinan las intenciones de otra persona sin que esta las revele expresamente. En este sentido, la perspicacia nos ayuda a ver más allá de las apariencias.
Para ilustrar lo que es nuestro enunciado de hoy, un ejemplo del valor humano de la perspicacia en acción, es ese arte de entender el punto central de una situación; así cuando una persona perspicaz ve a una mujer sin ánimo de hacer nada, intuye y comprende que tiene el periodo.
Es de destacar la inteligencia para comprender el tema que realmente importa, así como la capacidad para hacer de lado a todo lo que oculta al asunto de fondo.
Las personas perspicaces muestran varias características asociadas con su particular valor:
- a) Son inteligentes: entienden, comprenden y explican mejor que el resto.
- b) Tienen una habilidad mayor para percibir cosas que para otros pasan desapercibidas.
- c) Tienen una habilidad mayor para encontrar patrones y detalles que escapan a otros.
La característica central de la perspicacia es esa capacidad para percibir, deducir, razonar, encontrar y comprender pequeños detalles o grandes patrones que pasan como invisibles a la inmensa mayoría de personas.
Las personas perspicaces tienen, por tanto, una habilidad que por definición es infrecuente y muy poco común: la de entender mejor que el resto a la realidad y diferenciar a lo importante de lo trivial.
La perspicacia podemos definirla como la aptitud de percatarse de las cosas, aunque no estén patentes o claras. En tanto que, la persona perspicaz es la que posee ese valor humano, por el cual su mirada, transponiendo las apariencias engañosas presentadas por las personas con quienes trata, penetra hasta la realidad más recóndita de su mentalidad, permitiendo poder observar más allá de lo evidente y descubrir a los lobos con piel de oveja, sin que exista para ello explicación alguna.
Así, se dice de una autoridad eclesiástica o civil que es perspicaz si, a través de la prolijidad de los consejos e informaciones que recibe, sabe discernir la verdad del error, adoptando en consecuencia una línea de conducta conforme a los intereses que tiene en manos.
Dentro del mismo orden de ideas se puede decir que es perspicaz un médico que sabe descifrar la existencia de una enfermedad a través de los más ligeros indicios.
Y en el mismo sentido aún se llamaría perspicaz el detective que sabe interpretar las circunstancias aparentemente más insignificantes, de ellas deduciendo con seguridad cuál fue el autor de un crimen.
Difícil sería imaginar una profesión o condición social en que la perspicacia no suministre al hombre los más inestimables recursos para el cumplimiento de sus deberes.
El padre de familia, el profesor, el director de conciencias deben discernir en sus hijos, alumnos o dirigidos, los más leves síntomas de las crisis que se esbozan, a fin de prevenir lo que de futuro sería quizás imposible remediar.
El hombre de estado no puede dejar de distinguir, entre las múltiples manifestaciones de amistad que su alto cargo suscita, los amigos sinceros de los insinceros: todo el éxito de su carrera política está condicionado a esta aptitud. (todo lo contrario, a lo que les ocurre a nuestros políticos).
Los abogados, militares, industriales, comerciantes, banqueros, periodistas, etc., no pueden ejercer convenientemente sus funciones, ni ahorrar a los intereses que tienen en manos los más graves sacrificios, si no están provistos de una perspicacia hoy más necesaria que nunca.
Finalmente, se ha de decir que la perspicacia se desarrolla con la experiencia y con la intuición. La persona perspicaz, con paso del tiempo, es más capaz de advertir ciertas cosas porque ya las ha visto, y sabe reconocer sus señales y descifrar la forma adecuada de actuar ante determinadas situaciones.
