El verdadero fin del “diálogo” con los “hermanos separados”

Lo que ha producido la división entre los cristianos es la fidelidad a la fe de la Iglesia católica. La división ha dado lugar a un antagonismo: la verdad y el error. Ya sea el error la herejía, ya el cisma. Y esto nos lleva a una cuestión: La duda del “diálogo” entre la verdad y el error. ¿Puede haber diálogo entre la verdad y el error?

Si se quiere emplear la palabra “diálogo” con los “hermanos separados”, hay que tener en cuenta que es misión y responsabilidad de la Iglesia católica mostrarles la plenitud de la fe, para que se adhieran a ella, tanto los herejes como los cismáticos; que lo siguen siendo por más que se les englobe en la palabra de “hermanos”.

Aunque las palabras “hereje” y ”cismático” han desaparecido de la terminología ecumenista, la realidad teológica permanece inalterable. Por más que se quiera olvidar, es del todo imposible. La herejía y el cisma siguen presente en la realidad actual como cuando se produjeron, y no desaparecerán por el simple hecho de desterrar del “diálogo” las palabras que designan tales gravísimos pecados

Conviene tener en cuenta y recordar que aunque se engloben en la misma palabra de “cristianos” a la herejía y al cisma, es necesario diferenciarlos para que el “diálogo” sea el adecuado y el correcto, pues son dos realidades muy distintas. La herejía es una doctrina no acorde con la fe de la Iglesia, que se mantiene en su postura a sabiendas de diferenciarse con la fe católica y a pesar de las advertencias del Magisterio eclesiástico. El cisma es la separación, falta de obediencia, de la Sede Apostólica. Además, es raro que una iglesia cismática no caiga también en la herejía; es el caso cuando la Sede Apostólica define una verdad de fe y tal iglesia cismática la rechaza.

El verdadero fin del diálogo ha de llevar a la superación de la herejía y del cisma. No puede haber en absoluto otra vía para la unión. El “puente” sólo puede establecerse para llegar a la superación de los obstáculos que impiden reconocer tanto la herejía como el cisma.

Tememos que el lenguaje empleado en el “diálogo” no  es el adecuado para el fin que se quiere conseguir, si es que se quiere conseguir realmente que los separados vuelvan al seno de la única Iglesia, que es la Católica. Cualquier otro fin distinto a éste lleva al “diálogo” al más estrepitoso fracaso, y a un esfuerzo del todo inútil por pretender un fin irrealizable e inalcanzable.

La unidad sólo podrá alcanzarse abordando con realidad el problema teológico que dio lugar a la ruptura. La unidad no se puede obtener pensando que nos encontramos en un momento histórico apropiado para llegar a un acuerdo común, a una unidad aceptada por ambos lados. La unidad no es el fruto de un esfuerzo humano en un momento dado; como si se esperara por ambos dialogantes que llegue tal momento. Como si se acordara “dialogar” sin metas determinadas, esperando que simplemente llegue ese día histórico en que se produzca la caída, por fin, de la “fruta madura” de la unión.

La unión es un don de Dios. Para que se dé ese don hay que retornar al principio, a las fuentes de la fe católica, a la unidad primera sobre la que se edificó la Iglesia, la unidad de la fe. La fe de siempre. La Iglesia de siempre. La unidad primera, fuente perenne de unidad eterna, donde se vive la fe primera y perenne hasta la consumación de los siglos.

Ave María Purísima.


4 respuestas a «El verdadero fin del “diálogo” con los “hermanos separados”»

  1. vamos, que se conviertan.

    Pego aquí un texto de Anna Catalina Emmerick donde su ángel de la guardia le dice que no debe alabar a los cristianos no católicos que son piadosos, sino rezar por ellos.

    Testimonio de la Beata Ana Catalina Emmerick sobre los protestantess:

    “Mi guía espiritual me ha reprendido por haberme excedido en alabar a los cristianos no católicos, y me ha preguntado si no sé quién soy yo y a quién pertenezco. Y me dijo que soy una religiosa consagrada a Dios y a la Iglesia y ligada por santos votos; que debo alabar a Dios en la Iglesia y orar llena de compasión por los infieles; que debería saber mejor que otros lo que es la Iglesia y por lo mismo alabar a los miembros de Jesucristo en la que es su cuerpo místico; pero a los que se han desprendido de este Cuerpo y le han causado profundas heridas, a estos los debo compadecer y pedir a Dios que los convierta.

    Alabando a estos desobedientes me hacía partícipe de su culpa y que esta alabanza no era caridad, porque con ella se enfría el verdadero celo por la salvación de las almas. Con razón, pues, fui reprendida, ya que no es bueno dejarse llevar de la corriente en estas cosas santas. Verdad es que entre ellos hay muchos buenos, de los cuales me compadezco; pero veo que llevan el sello de su origen, que están separados de la Iglesia y divididos entre sí. Cuando brota en ellos, tomando su origen del tronco católico, algún afecto de devoción, levántase al punto y al mismo tiempo un siniestro e inflexible sentimiento de arrogancia y desvío de su madre la Iglesia; quieren ser piadosos, pero no quieren ser católicos.

    Aunque no cesan de repetir que las ceremonias y formas no importan y que se debe servir al Señor en espíritu, sin embargo se arrastran tenazmente en pos de la forma y de una forma muerta, caprichosa, y por lo mismo mudable, que no crece vitalmente… porque es cuerpo sin alma y puro mecanismo.

    Carecen de flexibilidad y todos ellos padecen de orgullo. ¿De dónde han de alcanzar humildad de corazón, si no han aprendido a humillarse desde la juventud ni están acostumbrados a confesar sus pecados y miserias, a acusarse con sincera confusión, como hijos de la Iglesia, ante el representante de Dios, en el sacramento de la confesión?

    Por esta razón, aun entre los mejores, veo algo defectuoso, veo juicio propio, dureza y orgullo. Sólo van por buen camino los infieles que, no conociendo a la única Iglesia santificadora, viven tan piadosamente como pueden. Luego, al punto que Dios les da aun la más leve señal o les inspira alguna duda, son llamados y deben buscar la verdad.

    Incluso los herejes son hijos de la Iglesia cuando han recibido válidamente el bautismo santo y viven solo de la Iglesia y no reciben otro manjar espiritual que el que les viene de ella; pero no se sientan a la mesa de los hijos de la casa, sino que se quedan fuera, arrogantes, engreídos o por ventura languidecientes.

    Cuando en mis visiones veía herejes bautizados que se unían con la Iglesia, me parecía verlos salir de entre los muros de la iglesia y aparecer en el altar ante el Santísimo Sacramento. Mientras lo no bautizados, los judíos, turcos o paganos, que se convierten, los veía entrar por la puerta del templo”. (Páginas 91, 92)

    *Su guía espiritual era su ángel de la guarda.

  2. Aquí partimos de un satánico confeso –Bergoglio- que se regodea de N.S. JESUCRISTO, de la Iglesia y de sus fieles. Bergoglio es un infiltrado de Satanás con intención inequívoca y exprofeso de destruir la Iglesia de CRISTO.

    Digo satánico confeso –por Bergoglio- por mostrarse públicamente en sus actuaciones:

    Esperar al Mesías (el de los del Sanedrín de Satanás)
    Celebrar una ceremonia a una supuesta madre tierra en El Vaticano. Misas negras,…
    Seguir el Plan de DOMINACIÓN y EXTERMINIO de la Agenda satánica 2030 (promover pinchazo criminal, cambio climático,…)
    Permitir la profanación del Caballero de la Milicia de CRISTO –FRANCISCO FRANCO BAHAMONDE- con celebración satánica incluida.
    Ir contra la enseñanza de Nuestro Señor JESUCRISTO.
    Rebajar a Nuestra Reina, Madre y Señora la Inmaculada Concepción a “una más”.
    No sigo. No es necesario.

    Los anteriores -de Roncalli a Ratzinger- aún disimulaban “algo”, sin embargo este Bergoglio va a toda pastilla a destrozarlo todo y a la vista de todos. Los seguidores de Bergoglio seguirán su mismo destino, incluidos los tibios escandalizados por sus actuaciones y que sin embargo continúan justificándolo o mirando para otro lado sin alzar la voz en defensa de N.S. JESUCRISTO, la Iglesia y sus fieles.
    Este hijo predilecto de la gran Ramera de Babilonia y de la Serpiente Antigua NO PRETENDE una conversión de los separados, despistados o enemigos de DIOS, su intención es destruirlo todo.

    Reniego de Bergoglio y de todos sus seguidores.

  3. La foto sinárquica ecuménica gnóstica, se podría titular: o como mezclar la velocidad con el tocino… y que resulte de ello la cucaracha masónica al ajillo…

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