El Vía Crucis: catorce estaciones

semana santa 04Se acerca la Cuaresma y la Semana Santa, momento de ir, poco a poco, haciéndonos a la idea y tomando conciencia de la importancia de tal periodo y celebración. Debemos, pues, ir preparándonos.

El Vía Crucis fue siempre una de las prácticas religiosas más destacadas de nuestros antepasados. Oración y práctica especialmente piadosa para rogar y conseguir el perdón de nuestros pecados y la remisión de nuestras penas; es decir, de ese “reato” de pena que queda tras la confesión de los pecados, sacramento en el que se nos perdonan los pecados y recuperamos la Gracia, pero que no hace desaparecer la necesidad de expiar las penas debidas por haberlos cometidos.

El Vía Crucis tuvo siempre catorce estaciones (AQUÍ), comenzando con la condena de Nuestro Señor por Pilato y terminando con Su sepultura. Y es que, como su propio nombre indica, el Vía Crucis es el camino hacia la cruz, práctica de penitencia, de petición de perdón, de remisión de nuestros pecados, es camino de sufrimiento, de expiación, vía hasta la cruz, pero no más allá.

Por ello, lo que no entendemos, lo que no cuadra, lo que no es original, ni se hizo nunca, fue añadirle una décimoquinta estación como se viene haciendo ya desde hace alguna que otra década: la estación de la Resurrección.

Pues no, señores obispos y sacerdotes, no, ni el Vía Crucis tuvo nunca esa estación, ni encaja con el sentido de tal oración y práctica, ni viene a cuento, ni que no la tenga suponga que neguemos la Resurrección, ni que con la sepultura de Nuestro Señor creamos que todo se acaba, máxime la esperanza; no, nada de eso.

El problema viene cuando son estos pastores de ahora –y de antes, pues ya llevamos más de medio siglo con este como con otros problemas–, los que se empeñan en cambiarlo todo para adaptarlo a un buenismo, a un Evangelio de la misericordia a ultranza, a un catolicismo amable, a una fe en la que todos nos salvamos, a una idea de Dios que sólo es infinitamente bueno y nunca juez. Por eso, a alguien se le ocurrió un mal día  –algunos apuntan a los “kikos” como origen de esta novedad, pero no podemos asegurarlo–, que lo de que Jesús quedara sepultado podía hacer pensar a algunos –¿a ellos?– que no había esperanza y que hacía falta añadir algo que… levantara el ánimo, que resarciera al penitente al final del Vía Crucis de su sufrimiento.

via crucis

Pues no, no señores, el Vía Crucis no es una oración y una práctica sólo de dolor y expiación por tener catorce estaciones dolorosas, la última de las cuales es la sepultura, no, eso lo pueden pensar los mismos que consideraron la necesidad de incluir la de la Resurrección porque para ellos el Vía Crucis carecía del sentido real que posee. Para los que lo practicamos todos los Viernes del año (lo recomendamos vivamente), especialmente en Semana Santa, el Vía Crucis es, aún con el sufrimiento que las meditaciones de sus estaciones implica, una constante prueba y seguridad de esperanza, porque lo es de perdón, de redención, de salvación, de expiación, por eso, nos sobra, como les sobró siempre a la Iglesia y a nuestros antepasados, esa quinceava estación de la Resurrección.

Por todo ello, para nuestros lectores, así como para todos los católicos, incluidos jerarquía y clero, el Vía Crucis, que quede bien claro, tiene catorce estaciones, la última de las cuales es la sepultura del Cuerpo de Nuestro Señor. 


2 respuestas a «El Vía Crucis: catorce estaciones»

Deja una respuesta

Su dirección de correo nunca será publicada. Si la indica, podremos contestarle en privado en caso de considerarlo oportuno.*

Esta web utiliza cookies propias para su correcto funcionamiento. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad