En la fiesta del Sagrado Corazón
Normalmente, cuando hablamos de que una persona tiene “buen corazón”, lo estamos asociando con una buena disposición para ayudar a los demás, es decir, que tiene buenos sentimientos, sin rencores ni odios personales. En una palabra, con alguien virtuoso.
Ahora bien, ¿qué relación puede haber entre un órgano físico hecho de materia, como es el corazón, con una disposición espiritual, como es la virtud?
Es una pregunta muy interesante sobre todo en este mes de junio consagrado al Sagrado Corazón de Jesús.
Lo primero de todo, antes de entrar en materia, hemos de precisar las cosas. Por consiguiente, puntualizamos que cuando hablamos del corazón. Los católicos nos estamos refiriendo exactamente a la capacidad que tenemos de entregar, de darnos a nosotros mismos, esto es, que nuestra capacidad de darnos reside en la parte espiritual de la cada uno de nosotros, sin necesidad de estar asociada a ningún órgano físico, sin embargo, de tal modo el corazón es, dentro de los órganos de los seres vivos, el rey de ellos, que cuando hablamos de sus virtudes las ponemos en el corazón.
De tal forma que, así como en el corazón centramos nuestras acciones fundamentales, así también decimos que en él se concentra toda su concepción, sus anhelos y sus preferencias. De ahí que digamos que una persona tiene “buen corazón” es una buena persona.
¿Qué se podremos decir entonces del Sagrado Corazón de Jesús? Para comprender bien lo que significa esta advocación basta con recordar lo que sígnica el amor en el simple nombre de Jesús. ¡El amor insondable e infinito que llevó a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad a encarnarse! En darse y entregarse a Sí mismo. El amor expresado a través de esa humillación incomprensible de un Dios que se manifiesta a los hombres como un niño pobre, que acaba de nacer en una gruta. En aquellos treinta años de vida oculta, en la humildad de la más estricta pobreza, y en las fatigas incesantes de aquellos tres años de evangelización, en que el Hijo del Hombre recorrió caminos y atajos, transpuso montes, ríos y lagos, visitó ciudades y aldeas, atravesó desiertos y poblados, habló a ricos y pobres, esparciendo amor y recogiendo en la mayor parte del tiempo principalmente ingratitud.
¡El amor demostrado en aquella Cena suprema, precedida por la generosidad del lavado de los pies y coronada por la institución de la Eucaristía! El amor de aquel último beso dado a Judas, de aquella mirada suprema dirigida a San Pedro, de aquellas afrentas sufridas en la paciencia y en la mansedumbre, de aquellos sufrimientos soportados hasta la total consumación de las últimas fuerzas, de aquel perdón mediante el cual el Buen Ladrón robó el Cielo, de aquel don extremo de una Madre celestial a la humanidad miserable.
Cada uno de estos episodios fue meticulosamente estudiado por los sabios, piadosamente meditado por los Santos, maravillosamente reproducido por los artistas, y sobre todo inigualablemente celebrado por la liturgia de la Iglesia. Para hablar sobre el Sagrado Corazón de Jesús, sólo hay un medio: es recapitular debidamente sobre cada uno de ellos.
El próximo día 19 celebramos el Día del Sagrado Corazón de Jesús, una de las más grandes fiestas de la Iglesia Católica, celebrada en la Octava del Corpus Christi. Día dedicado a la devoción al amor de Dios hacia la humanidad, el cual se simboliza con la representación física del corazón de Jesús.
Devoción referida al corazón de Jesucristo, como un símbolo de amor divino. … Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
¿Nos hemos detenido alguna vez a meditar la ingratitud que hemos tenido con la benevolencia y amor del Corazón de Jesús hacia nosotros? ¿Qué tenemos que Él no nos haya dado? ¿Qué sabemos que Él no nos hayas enseñado? ¿Qué valemos si no estamos a su Corazón unidos? Nos creó sin que lo mereciéramos, nos redimió sin que te lo pidiésemos, y la mucha sangre que derramó y la muerte que padeció, no fue por los Ángeles que te alaban sino por nosotros que tanto le ofendemos. Misterio insondable.
El amor del Corazón de Jesús siempre está llamando a la puerta de nuestro corazón. Está esperando a que le invitemos a pasar y le demos posesión de nuestro corazón junto con nuestra confianza ¿Acaso hemos merecido esa llamada? ¿Tenemos el valor de reconócelo? Si lo entendiésemos estaríamos dándole gracias constantemente con todo nuestro corazón.
La fiesta del Sagrado Corazón de Jesús es por excelencia, la fiesta del amor de Dios. En ella, la Iglesia nos propone como tema de meditación y como blanco de nuestras plegarias el amor tiernísimo e invariable de Dios, que hecho hombre, murió por nosotros. Mostrándonos el Corazón de Jesús ardiendo de amor a despecho de las espinas con que lo circundamos por nuestras ofensas, la Iglesia abre para nosotros la perspectiva de un perdón misericordioso y amplio, de un amor infinito y perfecto, de una alegría completa e inmaculada, que deben constituir el encanto perenne de la vida espiritual de todos los verdaderos católicos
Amemos al Sagrado Corazón de Jesús. Esforcémonos porque esa devoción triunfe auténticamente en todos los hogares, en todos los ambientes y sobre todo en todos los corazones”.
¿Cómo no festejar el día del Sagrado Corazón de Jesús que murió por nosotros y nos ha sufrido con tanta paciencia a pesar de las ofensas que le hemos hecho?… Seámosle leales y fieles en su Día para que podamos pedirle hoy por nuestra España.
Sí, aprovechemos esta festividad para pedirle por España, para que ante la vista de tantos males como está padeciendo nuestra patria, se acuerde de su Promesa de reinar en ella y con más veneración que en otras partes. Que su Reinado de Amor se establezca ya en nuestra querida España. Que prenda aquí con mayor fuerza ese fuego divino y de aquí se comunique por todo el mundo. Sea su Divino Corazón, la victoriosa bandera que presida las justas ansias de restauración tradicional y misionera de la nación que más ha hecho por la extensión de tu Reinado en la tierra, y la de la victoria ayudándola a vencer a sus enemigos que son los suyos. Pidámosle con humildad a su Corazón de Majestad: ¡Señor, acelera el Reinado de tu Sagrado Corazón!
Corazón de María, ayúdanos para alcanzar la gracia del Corazón de tu Hijo y podamos bajo su Patrocinio vencer esta pandemia de mediocres que nos consume, y que renazca nuevamente la primavera en nuestras vidas para que España vuelva a ser mariana alcanzándonos la paz de Dios.
