Enrique Matorras, en «De comunista a católico»

«Eran las siete de la mañana del 24 de agosto de 1936. En la cárcel Modelo se abre la puerta que da al patio. Una voz de miliciano llama a Matorras, que se había pasado a nuestras filas de la Secretaría del Partido Comunista. Bastaron cinco minutos y los presagios se confirmaron. Suena una terrible descarga. Luego es Moldes (en la foto Moles por error tipográfico). Moldes era directivo del Sindicato de la Construcción de F.E. y había pertenecido a la CNT. Tuvo la misma suerte que Enrique Matorras».
Estos eran los «peligrosos extremistas» a los que alude la noticia…
«.. Frente a todo esto no existe más que un camino. El único camino eficaz que podemos oponer al desarrollo del marxismo es un movimiento fuerte de sindicación obrera católica.
Pero vamos por partes. Un sindicalismo católico que rompa con todo misticismo, con todo espíritu de cofradía religiosa; que si, efectivamente, da a sus miembros una sólida formación espiritual, al mismo tiempo, simultáneamente, haga de sus afiliados verdaderos líderes sociales. Forje a sus militantes en una formación social capaz de rivalizar con la de los contrarios.
Un movimiento de sindicalismo católico con ímpetu renovador, arrojando por la borda todo el lastre perjudicial, e imprimiendo a su actuación un marcado carácter obrero….» Enrique Matorras, en «De comunista a católico»
«… Aquella noche, dormimos también en el patio. Al día siguiente las mismas escenas; pero el ánimo estaba mas sereno y mas templado el valor. Por la tarde, los asesinos llamaron al popularísimo Pereira, el mulato, chofer de Ruiz de Alda.
La «justicia del pueblo», el monstruoso crimen reviste en esta ocasión caracteres brutales. Dispararon al bravo Pereira y lo dejaron por muerto.
A la mañana siguiente el médico se comprometió a salvarlo; mas una aguerrida miliciana le dio un tiro en la cabeza, diciendo: –Los cerdos no tienen derecho a la vida.» Del libro «Los presos de Madrid» por Arsenio Izaga.
Los herederos de los asesinos de ayer gobiernan en España.

NOTA de Toribio.- «Pereira» era Antonio Gonzálvez Pereira, nacido en el África portuguesa, siendo muy joven se alistó en la Legión Española, donde ascendió a Sargento por méritos de guerra, siendo condecorado en 1927 con la Cruz de María Cristina. Cuando se licenció de la Legión, pasó a trabajar como chófer para Julio Ruiz de Alda a quien había conocido cuando éste fue destinado al Regimiento Mixto con base en Tetuán durante la Guerra de Marruecos, forjándose una amistad intensa y una gran devoción y fidelidad mutua, especialmente de Pererira para con Ruiz de Alda, lo que impulsó a afiliarse a Falange desde el primer momento cuando dicha formación política no tenía ni 2.000 afiliados, formando así parte de la denominada «vieja guardia». Conocido en Falange como «el negro Pereira» era persona muy querida por todos y apreciada por su activismo, dedicación y constante disposición. Además de chófer de Ruiz de Alda hizo también las veces de guardaespaldas. Estaba casado con la sevillana María Galindo Cano, residiendo en Madrid. El 3 de Julio de 1934 fue detenido en Madrid portando una pistola; con él también lo fue Sinforiano Moldes. Tras tomarle declaración fue puesto en libertad, pero a los pocos días fue nuevamente encarcelado tras la redada que realiza la Policía en la sede nacional de Falange en el palacete de la calle Marqués de Riscal. El 10 de Marzo de 1936 fue detenido por tercera y última, y trasladado junto con José Antonio, Ruiz de Alda y la plana mayor de la Falange a la Cárcel Modelo donde en Agosto, como se ha visto, sería asesinado.
