Ergo
Un fenómeno común entre los mortales es la memoria selectiva. Los psicoanalistas arguyen que el ser humano suele acordarse de aquello que más le conviene en el momento que más le apetece, que somos capaces de criticar lo que anteriormente hemos provocado. Nuestras limitaciones nos permiten eludir la responsabilidad por decisiones que nosotros mismos hemos tomado anteriormente, una realidad que se hace especialmente evidente en los sistemas de representación indirecta como las democracias. La grandeza humana llega a tal extremo que los votantes de un partido pueden llegar a quejarse de lo que ese partido ha provocado gracias a sus votos. En los sistemas de representación indirecta es donde mejor se reconoce al humano forofo, al humano muy humano, que apuesta hoy por algo y reniega de lo mismo al día siguiente.
Ese fenómeno de desmemoria colectiva es especialmente remarcable en el occidental medio de nuestros días, quien ha abrazado un fenómeno que le ha hecho creer que es el culpable de todo lo negativo que ha sucedido en la historia de la humanidad. El hombre occidental vive convencido de que los occidentales son los únicos en la historia universal que han sometido y conquistado a otros pueblos, los que han impuesto su religión, sus costumbres, su modelo comercial y, sobre todo, su manera de entender la vida. Los occidentales viven en la auto-inculpación permanente, la condición de arrogarse la culpa de todo lo abyecto que ha sucedido y sucede en el mundo. Así es como se han convencido de la perversión del grupo humano que representan y, como consecuencia de ello, creen que carecen de legitimidad para imponer su voluntad frente a la del resto.
La historia viene de lejos porque, tras milenios de hegemonía europea, el peso del mundo occidental gravitó hacia un país occidental de fuera de Europa: los EEUU. La salida de la hegemonía occidental fuera de Europa fue el primer paso para la pérdida de convicción e identidad de Occidente. El occidental americano, como representante de la primera potencia occidental en el mundo durante este siglo, solo es occidental comercialmente. Con él, la cultura occidental deja de ser una cosmovisión. El modo de vida americano parte de otra base. Para los EEUU se ha de priorizar el consumo. Es la base de su imperio y el motivo de su expansionismo. Los EEUU han capitalizado la idea comercial en su impronta imperial, una idea que siempre existió en los diferentes imperios occidentales, acompasada con una respuesta cultural y política de la que han carecido los EEUU.
El imperio de los EEUU ha vendido su american way of life en un sentido estrictamente comercial. Los EEUU han propagado un modo de vida, no una cultura. No pueden transmitir una cosmovisión particular al mundo porque no son un Imperio en sí mismo, sino que son hijos de otro, el imperio británico, y no han querido serlo del otro imperio que pudieron imitar, el imperio español. Los EEUU son un mestizaje que combina lo mucho distinto con lo muy poco propio. Por todo ello, los EEUU no pueden permitirse exportar nada auténtico y, de poder hacerlo, no se lo tolerarían a sí mismos. Atreverse a colocar algo que no sea McDonalds por todo el orbe sería demasiado occidental para nuestros tiempos, una cursilería tradicional que solo se le ocurriría a unos cuantos carcas europeos. Los EEUU han querido expandirse en condición exclusiva de vendedores y dolarizadores globales y han muerto por sus propios méritos.
Los EEUU han logrado que la conveniencia comercial les hiciera unirse al comunismo de China para conseguir mano de obra barata, una estrategia que ha revertido en el triunfo de quien creían un aliado controlable. Y de ahí proviene todo. La auto-inculpación de Occidente le ha hecho cargar con todo lo negativo de la historia universal. El mundo se ha equilibrado en favor de China por culpa de los propios complejos occidentales. El nuevo liderazgo chino no ha sido logrado por una hegemonía económica en su región ni en el mundo. La hegemonía económica de China es una consecuencia directa de algo más importante para poder mandar: China está totalmente convencida de que es un ejemplo para el resto. Ni reniega de su historia, ni pide perdón por ella. Es todo orgullo. Quiere mandar y lo hace. Manda porque cree que debe hacerlo y, para ello, reconoce que la imposición de la voluntad propia es el motivo primordial de su existencia como sujeto histórico, cultural, político, social y, por consiguiente, comercial.
El gigante asiático ha decidido mandar y lo está haciendo. Es la naciente potencia hegemónica del Siglo XXI y, como todos los Imperios, quiere expandirse. Para ello necesita una herramienta, la Agenda 2030, y a unos derrotados, a los vencidos occidentales a su servicio, obedientes soldados plegados al nuevo líder. Celebrémoslo juntos occidentales malignos, porque ya no son ustedes ejemplos para nada. China es la potencia a imitar, al igual que lo fueron Atenas, Roma, España, la Gran Bretaña o EEUU. El Occidente que se flagela ha dado paso a un poder de fuera de su órbita después de milenos y, con ello, ha dejado de reinar en el mundo la cosmovisión promotora de los derechos individuales, la dignidad humana, el derecho internacional y también la globalización, la conexión intercontinental jamás conocida antes del descubrimiento de América.
Abróchense lo cinturones, malvados occidentales. Ahora, solo nos queda imitar al nuevo líder, como sucede en todas las épocas imperiales. La misión de los países inferiores es adaptarse o ser castigados por el nuevo poder. Disfrutemos, pues, de la nueva normalidad y de la transición al nuevo orden mundial liderado por China. Veremos si así, siguiendo los postulados del plan global reflejado en la Agenda 2030, en forma de guerras a baja escala, carencia de propiedad privada, falta de libertad, gran hermano global y creación del nuevo ser humano, nos quedamos más tranquilos. Vamos a probar un poco del lema de la Agenda 2030, liderada por China, ese que reza que: “En 2030, no tendrás nada y serás feliz”. A ver si así, a base de vivir las consecuencias de lo que hemos causado, los occidentales despertamos del letargo y descubrimos el significado de la célebre afirmación que nos dice que “las bestias solo responden al dolor y al hambre”.

¡Buen golpe bajo!, justo en el «hígado» de Occidente. Es lo que se merece.