Ermua, el desvanecimiento de un sueño
Una profunda amargura y una tristeza infinita; una sacudida emocional y un dolor me ahoga cuando evoco el criminal asesinato de Miguel Ángel Blanco. Un miserable comando terrorista, de forma cruel, inhumana, fría y calculada, segaba la vida de un joven comprometido con su tierra y con sus gentes. Hombre trabajador, sencillo, amable y discreto, pero firmemente convencido de su responsabilidad como concejal del Partido Popular en el ayuntamiento de Ermua. Asumió, con entrega y sacrificio, el peligro de representar a sus compañeros populares. Tres pistoleros de ETA, cobardes canallas, le arrebataban la vida. Un dolor agudo, profundamente punzante, se grabó en mi corazón y en mi memoria para siempre. La muerte imponía su fúnebre crespón a una familia de gentes de bien, trabajadoras y sencillas. Su delito, a juicio de sus asesinos, era el de querer ser españoles en tierras españolas. Los sanguinarios gudaris, guerrero en vasco, hicieron gala de su falta de escrúpulos matando a un ser humano indefenso, con las manos atadas, por la espalda y a bocajarro. Esa fue la valentía que exhibieron con su acto. Su talla moral es verdaderamente repugnante, como la de todos sus acólitos y correligionarios.
Unos asesinos malnacidos, movidos por el odio y la sed de sangre, reivindicaban su atroz mensaje de muerte y destrucción. Francisco Javier García Gaztelu, alias “Txapote”; Irantzu Gallastegui Sodupe y, José Luis Geresta Mújika, alias “Oker”, encuadrados en el comando “Donosti”, protagonizaban su terrorífico ultimátum al gobierno de España. Dos tiros en la cabeza era su deleznable venganza, su fanática respuesta, a la negativa del gobierno de Aznar a aceptar sus odiosas exigencias. “Txapote” fue el cobarde asesino, autor material de los hechos. Hoy, veintitrés años después, no podemos olvidar, no podemos perdonar. No queremos aceptar aquello de “paz y después gloria”. Es un imperativo recordar, honrar y homenajear a las víctimas de la barbarie terrorista. Pero también debe ser una obligación, exigir el cumplimiento de las condenas, no aceptar la concesión de privilegios, rechazar y perseguir cualquier forma de exaltación de los verdugos, de sus escuderos y sus voceras, convertidos en pregoneros del terror y la tragedia.
Me parece insultante la presencia de EH Bildu en las instituciones, en todas, pero en especial en el Congreso de los Diputados y el Senado. Sus cinco diputados y dos senadores representan un insulto y un desprecio al estado democrático, social y de derecho establecido en la Constitución. Sus voces son ecos de ETA, sus intervenciones son un desprecio permanente hacia las víctimas ajusticiadas por sus jefes.
El “espíritu de Ermua” nacía, en aquel fatídico mes de julio de 1997, con el secuestro de Miguel Ángel. Un movimiento espontáneo inundó las calles en Vascongadas, y en toda España. Manifestaciones pidiendo su liberación primero y expresando su repulsa después, acompañaron el dolor de una familia, de una sociedad amenazada por los hijos de la ira y del odio. Las condenas llegaban desde todos los ámbitos sociales, la prensa se hacía eco de la miseria humana de los autores y del entorno abertzale que les apoyaba. También la prensa internacional recogía la tragedia de España. Parecía que asistíamos al inicio del fin de una organización que nunca debió existir, que nunca debió nacer. Todo, tristemente, con el paso del tiempo se fue diluyendo como un azucarillo, se convirtió en un espejismo. La inicial pasión fue dando paso al debilitamiento del movimiento ciudadano. Poco a poco, de forma inexorable, se volvía al punto de partida. ETA y su entorno volvían a la escena protagonizando la actualidad política vasca. La banda no ha desaparecido, su discurso del miedo y el terror sigue plenamente vigente en la actualidad, se siguen jaleando sus siglas en sus algaradas callejeras y mítines electorales. Utilizan la tribuna parlamentaria y los medios de comunicación para seguir proclamando sus soflamas independentistas, a cara descubierta, con el beneplácito gubernamental y la simpatía de sus colegas catalanes, con el reconocimiento de la izquierda radical representada por Podemos.
Entonces, en 1997, un halo de esperanza, de luminosa luz pareció haber nacido para la sociedad vasca a partir de la sangre tantas veces derramada. El 13 de febrero de 1998 se creó el “Foro de Ermua”, integrado por ilustres profesores, intelectuales, periodistas, políticos y gentes de bien. La ciudadanía reaccionaba contra la barbarie, se posicionaba frente a los asesinos y sus cómplices políticos. Cinco interesantes objetivos fueron planteados y aceptados por sus miembros.
- Apoyar, amparar y promover el reconocimiento de las víctimas del terrorismo.
- Favorecer la unión de las fuerzas constitucionalistas en el País Vasco para garantizar la derrota del terrorismo.
- Denunciar actos terroristas en el País Vasco y en España.
- Evitar cualquier negociación política entre el estado y las diversas instituciones públicas, españolas y vascas, con la banda terrorista ETA.
- Defender la Constitución española y el estatuto de autonomía vasco como únicas bases para la solución política e institucional del mal llamado “problema vasco”.
Se izaba la bandera de un pueblo, el español y el vasco, dispuesto a dar la batalla a la sin razón y la barbarie asesina.
Los gobiernos de José María Aznar colaboraron decisivamente en el debilitamiento de ETA. Perseguida política, judicial, policial y financieramente los pregoneros de la muerte y la miseria humana se debilitaban. Ilegalizaciones, detenciones, extradiciones desde Francia, una política internacional contra la organización y sus asociaciones afines daban interesantes frutos. El “espíritu de Ermua” parecía inquebrantable. También fue creada, el 18 de diciembre de 1997, la fundación “Miguel Ángel Blanco”, dedicada a la defensa de las víctimas y a la defensa de un mensaje de firmeza contra el fanatismo impío e inmisericorde.
Sin embargo, la pasión inicial, aparentemente incontestable, fue desapareciendo, las disputas internas acontecidas han llevado a la práctica desaparición del Foro. De hecho, desde octubre de 2017, está inactivo y su página web sin actualizar. Nadie quiere poner el punto final, conscientes de la felonía del abandono de su empeño. Fue languideciendo la espontaneidad y la naturalidad inicial, se marchitaban los ánimos y remitiendo las emociones de primera hora. Los ciudadanos y los españoles, en general, han perdido su memoria y capacidad para recordar. No sólo en las ikastolas se adoctrina en los mensajes pro etarras, en la escuela española tampoco se enseña lo que ha representado y representa la miserable existencia de ETA. Y es ahí donde hoy nos encontramos, en un renacer del mundo abertzale con la complicidad del silencio y olvido de muchos, con el abandono del gobierno a las víctimas y con el diálogo con los portavoces de los criminales.
Nada queda de aquel ímpetu ciudadano, los radicales han vuelto a tomar las calles y han recobrado protagonismo político. Se suceden los homenajes, se excarcela a presos, se reducen condenas, se acercan los presos vascos a Vascongadas, se negocia con Bildu y se pisotea la memoria de las víctimas, humillando a sus familias y al conjunto del pueblo español. La bandera de Ermua ha sido arriada.
ETA, pese a los sucesivos anuncios de “Cese definitivo de su actividad armada” (20 de octubre de 2011); “anuncio de su desarme” (Abril de 2017) y “anuncio de su disolución” (3 de mayo de 2018), no ha dejado de existir. No han pedido perdón a las víctimas; no se han retractado de sus crímenes, no han entregado las armas y, su estructura financiera siegue existiendo. Además, políticamente, sobreviven a través de EH Bildu, coalición de izquierda abertzale defensora de los postulados ideológicos de la banda, e integrada por Sortu (2012), Aralar (2011/2017) y Nafarroa Bai (2004/2015). Sus propuestas siguen las líneas políticas fundacionales de la banda criminal en 1958: proclamación de un estado socialista independiente de España y de Francia, y la integración de Navarra en el nuevo estado. Sus medios de expresión, como hemos visto durante la presente campaña electoral, siguen siendo los mismos: violencia, amenaza, intimidación, exclusión, persecución política, y una imposición de pensamiento y cultura única intolerable. Sus medios económicos aumentan a consecuencia de su presencia en las instituciones públicas de las que obtienen pingues beneficios.
El gobierno de España es cómplice de su renacimiento, sus socios de gobierno podemitas frecuentan los ambientes radicales, se solidarizan con su discurso, les aplauden desde sus escaños, les ríen las gracias. Se les tiende la mano, se acepta su apoyo e, incluso, admiten sus propuestas de gobierno. Los corsarios de la anti España, es decir, los social-comunistas, nacionalistas, chavistas y antisistema, suman a sus huestes a las hordas de los herederos del odio y el terror. España está gravemente amenazada, nuestra existencia como nación está seriamente comprometida.
Así pues, veintitrés años después, recordamos el asesinato de un inocente que fue secuestrado, torturado y cobardemente asesinado Con aquel “espíritu de Ermua” sofocado, extinguido y silenciado por la complicidad de los neutros, de los pusilánimes, de los traidores a la Memoria, la Dignidad y la Justicia de las víctimas, los cánticos y los discursos del miedo han vuelto a las calles. Hoy, como ayer, como siempre, mi cariño, apoyo y solidaridad están con los que sufren la ausencia de los seres queridos, y los que sufren la persecución de los sembradores del miedo y la intolerancia. Lamentablemente, el “espíritu de Ermua” murió hace tiempo. Nadie quiere escribir su epílogo.

Estoy totalmente de acuerdo con todo. Me avergüenza ver a esto asesinos en las instituciones y todo con el beneplácito del impresentables presidente Sánchez.
Efectivamente. En Vascongadas los nazionalistas del PNV, los comunistas de Podemos, los socialistas bolivarianos y los blanditos del Centro, hacen la ola y parecen estar encantados de compartir hemiciclo. Es un insulto para la Memoria, la Dignidad y la Justicia para con las víctimas. Siento vergüenza.