España al borde del abismo
La nueva macro manifestación de la plaza de Colón de Madrid –unas 200.000 personas, que ya es–, responde a un hecho incuestionable: poco a poco, como siempre por desgracia más bien tarde, aunque mejor que nunca, son más y más los españoles que se van dando cuenta de que nos encontrmos al borde del abismo, de que España ha vuelto a quebrarse y que no se ha sabido aprender de su historia; en este caso de la más reciente. Más aún, cuando algunos de los responsables históricos de ello, como, entre otros muchos, Felipe González y Alfonso Guerra –quién lo diría, el que iba a dejar España que no la iba a reconocer ni la madre que la parió–, salían hace unos días a la palestra alucinados por lo que ocurre, es que lo dicho es más que cierto.
Tras cuatro décadas de pretendida «democracia» –en realidad corrupta y corruptora partitocracia o dictadura de partidos, ninguno de ellos democrático ni siquiera en su funcionamiento interno– y de Constitución –a cuyos defectos, por anti-históricos, hay que unirle que ni siquiera en lo bueno se la ha acatado nunca por ninguno de los responsables de turno–, España vuelve a tener necesidad –ver para creer– de que los ciudadanos de pro salgan a la calle a defenderla y a defenderse de un tirano de medio pelo, alucinado y estúpido como es Pedro Sánchez; y como lo fueron Rodríguez Zapatero, y los mediocres González, Aznar y Rajoy; este último además constatado traidor a todo y a todos.
¿Pero cuáles son las causas?
La primera, que España sufre una izquierda que siempre ha sido y sigue siendo extrema, más aún: revolucionaria, marxista y bochevique, y… antinacional, anti-española, al más rancio estilo de principios del siglo pasado. Porque el PSOE –para qué los comunistas PCE-IU-Podemos–, no sólo no han renegado públicamente y en lo más profundo de sus conciencias de su criminal y fracasada historia, sino que erre que erre siguen con los mismos parámetros, impasible el ademán, intentando contumazmente alcanzar unos fines anacrónicos, irreales y estúpidos, a los cuales el tiempo se ha encargado ya de demostrar radicalmente nefastos; bueno, el tiempo y Franco con su revolución nacional en todos los ámbitos e insuperable, y de la que aún vivimos todos.
El problema del abismo de España es en buena medida que carece de una izquierda –haberla tiene que haberla, qué se le va a hacer– nacional, española, democrática, parlamentaria y constitucional sin resquicios; al contrario de lo que desde prácticamente siempre han disfrutado el resto de países de nuestro entorno y civilización. Aquí, la izquierda reniega de toda nuestra historia menos de la suya que es de alucine. Aquí la izquierda sigue sumida en la caverna, la degeneración y la anormalidad, persiguiendo imponer su dictadura del proletariado, cuando ya no lo hay, o de género, cuando a la vista está que es una porquería. Aquí la izquierda que se presenta como «progresista» y democrática, es retrógrada y totalitaria, a un nivel como nunca la ha habido en otros lugares, salvando la etapa soviética en los países donde tuvieron la mala suerte o les faltó el valor para desahecerse de ella.
Así, el PSOE y su servil sindicato –los comunistas para qué–, sólo saben provocar, dividir, destruir, crispar, agredir, vulnerar la Constitución, el ordenamiento legal y socavar el Estado de derecho para conseguir como sea el poder con el fin, aún hoy, de imponer desde él de forma totalitaria e intolerante sus ajados preceptos marxistas. De ahí esa constate fijación contra la Iglesia, su obsesión por reescribir la historia con falsedades que no soportan el mínimo contraste con las fuentes documentales –toda nuestra historia, desde Don Pelayo, les parece horrible–, su odio a las FFAA, de Seguridad y a los símbolos nacionales, y su búsqueda de la división territorial para destruir la unidad de la nación, de España, de la patria, que es, paradójicamente y aunque no lo quieran entender, lo que lo sustenta todo, también a ellos mismos.
No existe parangón con otros países de nuestro entorno, ni de fuera de él. Ni en la Venezuela bolivariana, ni en la Cuba castrista, ni en la hispanoamérica marxista, ni en el África subdesarrollada, ni en la actual Rusia, ni en… se da un caso igual de un partido «socialista» anti-nacional a ultranza, que quiera destruir a la propia nación, que no acepte la existencia de los que, siendo del mismo país, no piensan como ellos.
Lo segundo, y así mismo y para nuestro mal, la derecha sigue fiel a sus más acendrados complejos, egoísmos y cobardías. La derecha que se dice española, que alardea de patriotismo y de no se sabe qué más, ha vuelto a demostrar su estulticia, falta de principios, desunión, individualismo, inconsistencia, materialismo, vaciedad, corrupción, carencia de visión de futuro y, en definitiva, estupidez, volviendo también, como la izquierda, a repetir sus más que patéticos errores históricos.
Lo tercero, es que si a lo dicho de izquierda y derecha le unimos la persistencia de los secesionismos regionales provincianos, catetiles, acomplejados, vetustos, injustificados, alimentados sólo por el odio a todo –también a sí mismos–, la mentira y la violencia, así como, ojo al parche, por la estupidez de esa izquierda y de esa derecha, a nadie debe extrañar que la plaza de Cólon se venga convirtiendo ya en icono de defensa, aunque sea circunstancial, de la unidad y búsqueda de la cordura de una España que camina hacia el precipicio, hacia el abismo, por culpa de los de siempre; también, todo hay que decirlo, de esa incomprensible pasividad y cainísmo de buena parte del propio pueblo español que se ha vuelto a tomar una de esas largas y perniciosas siestas de las que suele despertar cabreado y con ganas, o necesidad, de poner orden in extremis… a golpes.
De esta forma, seguimos si aprender de nuestra historia, sin exorcizar nuestros demonios que, por otra parte, no son muy distintos a los de otros pueblos, que nadie se engañe, con la única diferencia de que éstos han aprendido y asumido que hay niveles de los que no se puede bajar porque todos, todos, salen –salimos– perdiendo sin excepción más pronto que tarde.
Por eso, ante la vuelta a la mediocridad y corrupción absoluta de nuestras pretendidas élites, que nadie se engañe: tenemos que ser los españoles de buena voluntad, honrados, decentes y trabajadores, de izquierda o derecha, de aquí o de allí, los que pongamos cuanto antes coto a tanto despropósito con nuestra actitud diaria, con nuestro ejemplo y con nuestros votos, castigando siempre inflexiblemente con ellos a los que se salen de madre, de forma que logremos tener, por las buenas, mejor que por las malas, unos partidos normales, que, por lo dicho, sepan que hay líneas que ninguno de sus miembros puede sobrepasar porque automáticamente ese partido sufre las consecuencias, aunque suponga el acceso al poder del adversario; y mejor por las buenas, óiganlo bien, que por las malas. De otra forma, créannos, caeremos en el abismo e iremos a la perdición de nuevo, que ya saben lo que eso en España significa: repetir lo peor y más agrio de nuestra historia. Sí, incluso en el siglo XXI; que nadie se engañe.
La plaza de Colón otra vez abarrotada debería de una vez por todas llevar a los líderes y pretendidas élites a reflexionar, a repasar nuestra historia, y a cambiar radicalmente de actitud. ¿Lo harán?… ¿Y si no lo hacen? Pues entonces duro con ellos.

Este artículo nos «informa» de lo malos que son todos y lo mal que lo han hecho, pero nada nos dice de donde procede el mal, porqué es distinto a cualquier otro lugar, que se ha hecho incorrectamente en nuestra historia para ser tan peculiar, que remedio real tiene, como se debe aplicar, etc. Vamos, que de explicaciones o soluciones nada de nada.
Por cierto, si alguien cree que en democracia liberal de partidos o «por las buenas» esto tiene solución, que Dios le conserve la vista y el entendimiento, mejor que se los corrija, porque está listo….
Saludos
Estimado sr: Ante la situación que vivimos y a la que hemos llegado, no hay soluciones mágicas, ni inmediatas, ni contundentes. Esta situación es tan compleja y «delicada», no sólo por nuestro interior, sino también por el exterior, que tampoco caben soluciones radicales como en otros momentos de nuestra historia, que además es lo que están deseando quienes han provocado la propia situación, lo que les daría armas y la «razón». Y es que la crisis moral ha calado hasta lo más profundo de nuestra sociedad, por eso se propone al final del artículo: «tenemos que ser los españoles de buena voluntad, honrados, decentes y trabajadores, de izquierda o derecha, de aquí o de allí, los que pongamos cuanto antes coto a tanto despropósito con nuestra actitud diaria, con nuestro ejemplo y con nuestros votos, castigando siempre inflexiblemente con ellos a los que se salen de madre, de forma que logremos tener, por las buenas, mejor que por las malas, unos partidos normales, que, por lo dicho, sepan que hay líneas que ninguno de sus miembros puede sobrepasar porque automáticamente ese partido sufre las consecuencias». No es lo que muchos desearíamos, sin duda, pero es lo único real que se puede hacer y, desde luego, es cuestión de mucho tiempo y mucha tenacidad. Llevamos medio siglo de nuestra historia lloviendo porquería, no se puede barrer en dos días. Como a usted, nos gustaría otra cosa, pero no la creemos posible. Suele ocurrir muchas veces que hay gran distancia entre lo que querríamos y lo que de verdad se puede. Saludos cordiales