España ha dejado de ser católica.
Poniendo la vista en nuestra Patria, bien puedo decir que España no es católica. Dejó de ser un país católico hace ya tiempo; ha dado la espalda a Dios. No es un país rendido, sometido,..
La paz de Cristo en el reino de Cristo.
Queridos hermanos, la fiesta de Cristo Rey fue instituida por S.S. Pío XI (1922-1939) en su gran encíclica Quas Primas, 11 de diciembre de 1925, para que se celebrase el último domingo del mes de octubre, antes de la fiesta de todos los Santos del 1 de noviembre, pues antes de celebrar la gloria de Todos los Santos, se celebrará y se exaltará la gloria de aquel que triunfa en todos los santos y elegidos. La Encíclica comienza recordando unas palabras de la primera Encíclica de su pontificado, Ubi Arcano, sobre la paz de Cristo en el reino de Cristo, del 23 de diciembre de 1922: No hay medio más eficaz para restablecer y vigorizar la paz que procurar la restauración del reinado de Cristo. La realeza de Cristo abarca lo espiritual, lo temporal, a los individuos y a la sociedad. Si los hombres, pública y privadamente, reconocen la regia potestad de Cristo, necesariamente vendrán a toda la sociedad civil increíbles beneficios, como la justa libertad, tranquilidad y disciplina, paz y concordia (Q.P. 16).
Poniendo la vista en nuestra Patria, bien puedo decir que España no es católica. Dejó de ser un país católico hace ya tiempo; ha dado la espalda a Dios. No es un país rendido, sometido, al reinado de Jesucristo. España no tiene a Jesucristo como Rey. Nuestro Jefe de Estado no proclama la realeza de Jesucristo, no profesa públicamente la fe católica. El Presidente del Gobierno no defiende la fe como súbdito de tan gran Rey; tampoco el Gobierno de rinde a los pies de Jesucristo Rey. Los partidos políticos niegan la realeza del Jesucristo, le niegan su lugar en la sociedad española, y en sus propios corazones. La administración civil y militar silencia toda manifestación de la realeza de Jesucristo. Claro, el sistema político no da ni cabida siquiera a Jesucristo Rey. Lo relega a lo privado, sin relación en absoluto a lo público. Así ha de ser, dicen, para que haya concordia entre los españoles.
Las leyes se dictan a espaldas de la aprobación del Reinado de Jesucristo. Muchas leyes atentan directamente contra Él y contra la dignidad humana. España no es católica y por esta poderosa razón Dios no puede bendecir a esta tierra que tanta gloria ha llegado a dar al Cielo. La España católica, evangelizadora de medio mundo, enemiga de los herejes, paladín del dogma de la Inmaculada Concepción, muro infranqueable contra el marxismo, quedó atrás. Aunque bien podemos asegurar que queda la semilla de esta España en muchos corazones. La España rendida a los pies de Jesucristo Rey anida en muchos piadosos corazones de españoles que anhelan la España defensora de la Ley de Dios y protectora de la Iglesia de Jesucristo.
Jesucristo es Rey de los creyentes y no creyentes.
Dios no puede bendecir a España, ni a ningún país que abiertamente se opone a su Ley, que no se rige por la voluntad divina, en definitiva, que no proclama abiertamente el Reinado de Jesucristo. Las magníficas encíclicas de S.S. Pío XI, Ubi Arcano y Quas Primas, iluminan el camino de la verdadera paz entre las naciones, como entre los individuos y entre las familias. La verdadera paz reside exclusivamente en el reinado de Jesucristo. Reinado espiritual en los corazones, que se traduce en el reinado de social en las relaciones entre los individuos entre sí y de las naciones entre ellas.
Siempre será muy frágil la paz obtenida tras el diálogo y el consenso, tras pactos y acuerdos. Esta paz es una paz resquebrajada, la historia lo demuestra machaconamente. Esa paz que la Iglesia intenta promover a través de un falso diálogo con otras religiones, situándose al mismo nivel que ellas, como una más, la que es la única Iglesia fundada por Jesucristo y único camino de salvación, es una paz ilusoria, que no está fundamentada en la verdadera paz que es el Reino de Jesucristo. Jesucristo es Rey de todos, creyentes y no creyentes, y esta verdad es la que la Iglesia debiera proclama a voz en grito a todas las demás religiones: Jesucristo es vuestro Rey aunque vosotros no lo conozcáis o lo rechacéis.
Viva Cristo Rey.
No reina el Rey de reyes en las instituciones del Estado. No ocupa el lugar de honor que se merece. Las instituciones del Estado han relegado, avergonzándose, a Jesucristo Rey. Nada quieren saber de Él, ni de su realeza; le han quitado el derecho a hacer acto de presencia en la vida pública de España, y con ello se priva de la bendición de tan excelso Rey, se priva de las gracias con que Dios bendijo a nuestra Patria en tiempos pretéritos.
Los males que sufre España son los males de una nación que, en sus gobernantes, funcionarios y gran parte del pueblo, ha dado la espalda a Dios. La paz, el progreso, la concordia, tienen su fundamento exclusivamente en el Reino de Jesucristo, en el reinado en los corazones, y en el reinado social en las instituciones y relaciones humanas. Sólo la España rendida ante Jesucristo Rey, será la España próspera, unida, en paz, guía y referencia de otros muchos países, como ya lo fue.
Nuestros gobernantes nunca dirán: ¡Viva Cristo Rey!; pero un servidor gritará en lugar suyo, en honor a tantos mártires que, en España y fuera de ella, dieron su vida por la Patria y por Dios: ¡VIVA CRISTO REY!
Ave María Purísima.
