España, política y visión de Estado

La política, en su definición etimológica tradicional, es “el arte de gobernar las ciudades”, lo que, por extensión, se aplica también a los territorios, naciones y ámbitos supranacionales. Los políticos, para facilitar su acción de gobierno, pretenden tener el máximo poder posible para no verse obstaculizados por los demás partidos. Por ello, durante el proceso electoral, suelen apelar al voto útil, a las emociones, dejando de lado la visión de Estado. La paradoja consiste en que no cabe concebir la política sin visión de Estado y, sin embargo, es frecuente que esta sea la gran olvidada en la democracia representativa proporcional.

La Constitución española vigente establece, en su preámbulo, que la misión de España consiste en garantizar la convivencia democrática. A continuación, en sus tres primeros artículos, enumera tres elementos nucleares del Estado español: la soberanía del pueblo español, que no es fraccionable sino que pertenece al pueblo español en su conjunto (art. 1); la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles (art. 2) lo que además del carácter indisoluble alude al elemento de unidad y de patria común que son fundamentales para garantizar libertad, la justicia, la igualdad y la solidaridad y, artículo 3, el castellano como lengua española oficial del Estado, que todos los españoles tienen el deber de conocer y el derecho a usar, ya que facilita la comunicación y el entendimiento entre todos. En suma, para lograr esa misión, convivencia democrática, hay tres patas irrenunciables para que ese propósito no se desequilibre.

Este enfoque, que la Constitución contempla, es el que debería enfatizar y promover la cuestionada asignatura Educación Cívica. Sin ellos carece de sentido. Tras estos elementos clave, la Constitución contiene otros aspectos que están orientados a desarrollar los primeros o a definir, organizativamente, cómo debe funcionar todo el sistema democrático y el propio Estado. No cabe ningún Gobierno serio si no tiene en cuenta esas directrices constitucionales que aprobó el pueblo español, en 1978, por un 87,8% de los votos y con una participación media del 67,1%. Colocarlas en un segundo plano o pretender ignorarlas, equivale a no tener visión de Estado. ¿Cómo encajan las actitudes políticas, tras el 28A y el 26M, de cada partido ante el Estado que define la Constitución? Ahora, se van a entablar negociaciones políticas para constituir el Gobierno de la Nación, así como los de muchas Autonomías y los de todos los Ayuntamientos de España. ¿Qué debe prevalecer? ¿El mero deseo de acceder al poder o la visión constitucional del Estado?

En este momento, los partidos españoles deberían tener claras las prioridades a seguir. Cabe optar por relegar, en su caso, a un dialogo posterior, a los partidos independentistas que priorizan la voluntad de un hipotético pueblo catalán, o vasco, frente a la voluntad soberana y constitucional del pueblo español en su conjunto.  Igualmente habría que excluir de esas negociaciones a los que quieren acabar con la indisolubilidad de la nación española, así como con su unidad, fundamento de la solidaridad. También habría que dejar de lado a los partidos que excluyen la lengua española común y que pretenden expulsarla de sus territorios. Estas actitudes no son en absoluto extremistas. Las constituciones de la mayoría de los países europeos prohíben la independencia de sus territorios e incluso prohíben que se puedan presentar partidos independentistas a las elecciones nacionales. Por el contrario, excluir de las negociaciones, aplicar vergonzosos cordones sanitarios, a partidos que respetan plenamente la visión de Estado, artículos 1, 2 y 3 de la Constitución, es una posición demagógica, salvo que se precisen los argumentos para esa exclusión. Clara y rotundamente, pretender excluir a Vox, sin decir por qué, es un infantilismo contradictorio que no ayudará a la política española.

Analicemos la visión de Estado de los partidos, a priori, españoles, PSOE, PP, Cs, Vox y Podemos.

El PSOE de Pedro Sánchez tiene una dudosa visión de Estado, en primer lugar, porque no parece dispuesto a embridar, mediante el 155, a la Generalitat catalana, que sigue creando embajadas, prevaricando y malversando dinero público y promoviendo la ruptura de la unidad nacional. Mucho me temo que, en sus recientes reuniones, Pedro Sánchez no le ha preguntado a Macron qué haría en caso de un intento de declaración unilateral de independencia de Córcega, patria de Napoleón. Tampoco parece el PSOE de Iceta, muy firme con el tema del español como lengua vehicular en Cataluña, ni tampoco con exigir la inmediata derogación de las normas, que humillan y multan a los catalanes españoles que rotulan sus comercios en castellano. Por tanto, se trata de un PSOE con una pobre visión de Estado, aunque cuente con la mayoría minoritaria de diputados, 123 en el Congreso y con la mayoría absoluta de senadores en el Senado.

El PP, fue flojo, vergonzosamente flojo, en el tema de la unidad de la nación española. Rajoy y Soraya hundieron al PP, como partido con visión de Estado. Menos mal que Casado, enfrentándose a Soraya, volvió a retomar el camino fundacional del PP. No obstante, no cabe ignorar que hay barones, como Feijoo o como Manuel Marín, que insisten en el retorno al centro (¿), tras el giro inicial que había propuesto Casado. Con ello, el PP corre el riesgo de volver a ser ambiguo sobre el concepto de unidad española y, más aún, sobre el uso del español castellano como lengua vehicular común de todo el Estado.  Casado intentó, inicialmente, superar la penosa imagen de Rajoy y su débil 155, entregado a sus copas, el día de la moción de censura. Pero, lamentablemente, no ha adoptado una postura constitucional indubitable y firme. Su visión de Estado, como se dice en términos militares, “cabe suponerla, pero hay que demostrarla”. El tiempo de nadar y guardar la ropa, afortunadamente, se está acabando. No sólo para el tema de la corrupción, y de los corruptos que haya pendientes de limpiar, sino también para la credibilidad de sus votantes. No bastará de nuevo con apelar al voto útil.

Ciudadanos sigue siendo un tanto veleta. Había puesto un cordón sanitario al PSOE, “no negociaremos con el PSOE de Sánchez” pero parece que ya se ha abierto a negociar. Sin embargo, ha tenido el gesto valiente e importante de condicionar sus acuerdos con el PSOE, a que éste aplique el 155 en Cataluña, como condición sine qua non. Veremos si se mantiene en esta tesitura o, si a la hora de gobernar en comunidades y municipios, considera que no es necesario insistir en ello. Sería lamentable, porque a España, y al propio Cs, le vendría bien que este partido se definiera. La indefinición tiene sus límites y puede dar lugar a que, si las cosas vienen mal dadas, véase Valls y Cataluña, sea absorbido por la izquierda o por la derecha, o bien se enfrente a corto plazo a la división interna.

En cuanto a Vox y a su presidente Abascal, hoy por hoy, su visión de Estado parece incuestionablemente constitucional. Creen en la unidad española. Quieren desmontar el Estado de las autonomías, en su versión actual, para reforzar la unidad de España. Quieren que el castellano sea, indiscutiblemente sin subterfugios, lengua vehicular común en toda España y, por supuesto, apelan a la convivencia democrática, por lo cual pretenden que se derogue la memoria histórica de Zapatero.

Finalmente, de Podemos, cabe señalar su ambigüedad ante la democracia, por su constante aplauso a Venezuela y a Cuba. Además, cuestionan la soberanía del pueblo español como un todo, la unidad territorial y el español como lengua vehicular. Por tanto, son plenamente proclives a desmontar los fundamentos de la Constitución de 1978.

Ante estos mimbres se encuentra la política española, representada por los partidos. Seamos serios. Que lo secundario, lo especulativo no sustituya a lo principal. Que la política no deje de lado la visión de Estado. Que sea el espíritu de la Constitución el que guie las decisiones. Por España, por España, por España.


Una respuesta a «España, política y visión de Estado»

  1. Mafnífico artículo en cuanto quiere apuntalar el ruinoso estado del edificio político de España.
    Pero es un intento de afianzar sobre arenas movedizas, como lo evidencia que en la portada de la Constitución aparece un escudo que no es el que figura en la primera página de la Carta Magna.
    La Constitución de 1978 es la consecuencia de la TRANSACCIÓN transformación política del Estado Español cuya esencia fue la venta de la España Una, Grande y Libre a sus enemigos…. a cambio de que no cuestionaran la Corona.
    Ahora se cuestiona la Corona y la propia Constitución…..
    Porque «Roma traditoribus non redere»
    (Roma no paga a traidores)

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