Españolas a la conquista de América: ni ignoradas ni olvidadas

El descubrimiento, conquista y civilización de América es hazaña de cuño y firma española cien por cien, envidia del mundo entero; del de entonces, el de ahora y del que tenga que venir. Ya quisieran todos los demás haber tenido la visión y el arrojo y sabido llevar a cabo tamaña epopeya que jamás será igualada.

Pues bien, frente a los que hoy consideran y hacen creer que las mujeres de entonces no pintaban nada, cuando para empezar eran el pilar fundamental de la familia, a su vez columna vertebral de la sociedad y por ambas cosas de la grandeza de la Patria, vamos a traer a estas líneas algunas de aquellas bravas mujeres, y al tiempo femeninas donde las haya, que hicieron las Américas junto a nuestros hombres, demostrando la falsedad de la creencia citada y más aún la miseria de tantas «feministas» que no se cansan de enseñarnos sus vergüenzas… que son: su ignorancia, vagancia, geta, estupidez, inutilidad y no poca degeneración; y algunas hasta sus pintas y atributos sexuales que en la mayoría de los casos constituyen el más eficaz antídoto contra la lujuria.

Que hoy se quiera hacer de ellas bandera de este feminismo desorejado, falaz y hortera, además con incalificables objetivos políticos es, no sólo tergiversar sus historias, sino peor aún humillarlas; sin duda si levantaran la cabeza a quien iban a arrear sin contemplaciones es a tanto idiota, mujer y hombre, como hoy pululan por estos páramos, especialmente por la mayoría de los partidos políticos.

No nos extenderemos mucho, pues es muchísimo lo que habría que decir, pero creemos que será suficiente para que los lectores se interesen en vidas y hechos tan increíbles, amplíen los datos que aportamos y los divulguen entre las nuevas generaciones a su cargo.

  • Fueron ya 30 las españolas que acompañaron a Cristóbal Colón en su tercer viaje, así como que en el siglo XVI, de los 45.327 viajeros a América que registran los archivos, 10.118 fueron mujeres.
  • María de Estrada (Sevilla, 1475 – ¿? 1537). Uno de sus hermanos viajó en calidad de grumete en el primer viaje de Cristóbal Colón. Cuando regresó en 1509 a América, María de Estrada le acompañó. Era mujer de gran belleza. Se asentó en Cuba donde se casó, participando ya entonces en algunos combates contra los indios. Acompañó a su marido en la expedición de Pánfilo de Narváez, pasándose luego al bando de Hernán Cortés acompañando a éste en la conquista de Méjico. Bernal Díaz del Castillo, también presente en ella y en concreto en la retirada de la «noche triste», relata cómo María de Estrada, la Malinche y María Luisa Xicohténcatl, fueron rescatadas a tiempo por los tlaxcaltecas, algunos de ellos hermanos de la tercera, cuando estaban a punto de ser capturadas por los aztecas. Las crónicas tanto de Juan de Torquemada como del español-tlaxcalteca Diego Muñoz Camargo dan fe de que tras salvar así la vida, se armó como los hombres y combatió junto a ellos en los puestos de mayor riesgo y fatiga con un coraje que causaba maravilla. Llegó a cabalgar junto a Cortés en algunos combates. María de Estrada capitaneó a otras mujeres tales como Isabel Rodríguez, Beatriz de Palacios y Beatriz Bermúdez de Velasco, tomando parte en el asedio y victoria de Tacuba, así como en los festejos posteriores por expreso deseo de Cortés. Hernán Cortés la recompensó con las ciudades de Tetela del Volcán, Nepopualco y Hueyapan de las que fue encomendera. Murió de cólera.
  • María de Toledo

    María Álvarez de Toledo y Rojas, «María de Toledo» (¿? 1490 – Santo Domingo, 1549). Perteneciente a la más alta nobleza española, pues era nieta del primer duque de Alba, se casó con Diego Colón, el hijo mayor de Cristóbal Colón, con el que tuvo siete hijos. Como quiera que Diego Colón llegara a Santo Domingo en 1509 con el título de virrey y almirante de las Indias, en su ausencia de aquellas tierras entre 1515 y 1520, fue su esposa María de Toledo la que se hizo cargo del gobierno de la isla. Regresó a España durante quince años para seguir de cerca los pleitos de la familia con la Hacienda Real, ocupándose al tiempo de defender los derechos de los indios. Volvió a América para morir allí.

  • Beatriz Bermúdez de Velasco, «la bermuda». Acompañó a su esposo, Francisco Olmos, en la expedición de Pánfilo de Narváez en 1520, uniéndose a Cortés. Ganó su reputación durante el asedio de Tenochtitlan, durante el cual arengó a los españoles e indígenas aliados impidiendo la retirada de varios de ellos, pero no sólo con su gran oratoria, sino también espada en mano, combatiendo en primera línea. Formó parte del grupo de mujeres capitaneadas por Isabel de Estrada.
  • Beatriz de Valencia

    Beatriz de Valencia de la Cueva y Benavides, «Beatriz de la Cueva de Alvarado» (Úbeda, 1490 – Santiago de Guatemala, 1541). De familia noble y de gran abolengo, se casó con su cuñado Pedro de Alvarado, marchando ambos a América al mando de tres navíos, llevando un numeroso séquito de 250 hombres y 20 doncellas hidalgas para casarlas con los conquistadores, arribando en 1539 a Santiago de Guatemala, quedando su esposo como gobernador en 1540. Al enviudar Beatriz en 1541​ –su esposo murió en la Guerra del Mixtón de Nueva Galicia–, el Cabildo guatemalteco la eligió a ella como gobernadora interina​ siendo la única y primera mujer de la historia de América en ocupar un puesto gubernamental. Lamentablemente a los dos días de asumir dicho cargo una tormenta y consiguiente terremoto hizo que el volcán de Agua provocara un alud y una gran inundación que arrasó prácticamente todo, muriendo Beatriz y sus damas cuando se hallaban rezando en una capilla.

  • Inés Suárez

    Inés Suárez (Plasencia, 1507 – Santiago de Chile, 1580). Se casó con Juan de Málaga en 1526, quien marchó a América en 1528, sin que Inés Suárez supiera de él, salvo alguna esporádica carta, durante una década. En 1537, ya con 30 años, se embarcó para América en su busca, encontrándose al llegar que había fallecido en la Batalla de las Salinas. Como compensación por ser viuda de un soldado español recibió una pequeña parcela de tierra en el Cuzco, donde se instaló, así como una encomienda de indígenas. En 1539, decidió acompañar a Pedro de Valdivia en su expedición a Chile, entre cuyos miembros adquirió notable prestigio por su arrojo e inteligencia, así como bondad y disposición a ayudar en todo lo que fuera necesario. Fue, por tanto, fundadora con los demás de Santiago de Chile. En ausencia de Valdivia, aconsejó no liberar a los caciques que tenían prisioneros y aprestarse a la defensa de la nueva población, lo que así se hizo. Estando a punto de caer la ciudad, Inés exhortó a que, para salvarse, lo que había que hacer era decapitar a los siete caciques presos y arrojar sus cabezas a los indios, lo que consiguió que se hiciera, hecho que puso en espanto y fuga a éstos, logrando así los españoles salvarse y alcanzar la victoria. Se casó con Rodrigo de Quiroga, uno de los capitanes de Valdivia, llevando desde entonces una vida tranquila y muy piadosa hasta su muerte.

  • Mencía Calderón

    Mencía Calderón y Sanabria, «la adelantada», (Medellín, Badajoz, 1514 – Santa Cruz de la Sierra, 1593). Viuda, poco antes de partir para América, de Juan de Sanabria, nombrado «Adelantado» en 1549, y heredando su hijo de 18 años tal título y responsabilidad, fue su madre, Mencía Calderón, la que tomó las riendas de la expedición formada por tres naves con unas 300 personas a bordo, de las cuales 50 eran mujeres llevando Mencía, entre ellas, a sus hijas María, Mencía y Francisca. Tras quedar las naves maltrechas por un temporal, lograron arribar a América dividiéndose sus ocupantes en varios grupos, comenzando entonces una sin par marcha de 1.600 kilómetros por la selva y toda clase de tierras ignotas que duró más de seis años hasta llegar a Asunción; algunas de las mujeres llegaron a encontrar a sus maridos después de años de separación, los cuales, claro está, tenían nueva familia y no pocos hijos mestizos. Mencía volvería a casarse teniendo aún ocho hijos, uno de los cuales sería el primer gobernador de Paraguay. Murió en Santa Cruz de la Sierra.

  • María Escobar (Trujillo, 1520 – Cuzco ¿?). María Escobar llegó a Nueva Castilla en 1534 como parte de la expedición de Pedro de Alvarado​, acompañando a su esposo, el capitán Martín de Estete, quien fundaría la ciudad de Trujillo, donde ambos vivirían hasta el fallecimiento de Alvarado. Al enviudar se trasladó a Ciudad de los Reyes donde contrajo segundas nupcias con el capitán Francisco de Chávez,​ asesinado por los almagristas durante las guerras civiles entre los conquistadores. La participación de Marí Escobar durante el conflicto fue destacada, ya que protegió a varios de los contrarios a Pizarro;  en su casa estuvo detenido el virrey Blasco Núñez Vela.​ Su tercer matrimonio fue con el capitán Pedro Portocarrero. María Escobar tuvo la ocurrencia de llevar en su primer viaje a América medio almud de trigo y también cebada que sobrevivió al viaje trasatlántico, cuyos granos repartió entre los agricultores de los valles de Lima y Cañete, teniendo por tanto el honor de pasar a la historia por tan importante hecho con el cual comenzó a alimentarse toda la población americana, tanto españoles como indios, claro está. Garcilaso de la Vega, por lo dicho, la glosó denominándola «la diosa romana Ceres».
  • Isabel Barreto

    Isabel Barreto de Castro (Pontevedra, 1567 – ¿? 1612). Esposa del navegante Álvaro de Mendaña, jefe de varias expediciones por el océano Pacífico, que descubrió las islas Salomón y las Marquesas, a quien ella acompañó en su último viaje. Durante su estancia en las islas Santa Cruz, Mendaña enfermó gravemente falleciendo en 1595. Antes de morir, nombró a su mujer gobernadora en tierra, y al hermano de ésta, Lorenzo Barreto, almirante de la expedición, pero como quiera que Lorenzo murió unos días después, Isabel se hizo cargo del mando de la expedición como «Adelantada del mar Océano», es decir, constituyéndose en «Almirante», primera y única mujer en ostentar tal rango en toda la historia de nuestra Armada. Isabel continuó con la expedición, llegando incluso a ordenar el ahorcamiento de un marinero insubordinado. En Filipinas se casó de nuevo navegando aún algún tiempo con su marido.

  • Catalina de Erauso y Pérez de Galarraga, «la monja alférez» (San Sebastián, 1585 – Cotaxtla, 1650). A los 4 años de edad fue internada en un convento, junto a sus hermanas Isabel y María, del cual su tía, Úrsula de Urizá, era priora. Por su carácter explosivo fue trasladada al Monasterio de San Bartolomé de San Sebastián mucho más riguroso, en el que vivió hasta los 15 años, bien que dándose todos cuenta todos, ella también, de que no tenía vocación religiosa. Tras un fuerte altercado, la noche del 18 de Marzo de 1600, cogió las llaves del convento, se vistió de hombre, se cortó el cabello y se fugó llevando entonces una vida errática con numerosas peripecias hasta que en 1603 se embarcó para América. Su vida y aventuras en aquellas tierras son largas de contar, siempre destacando por su bravura, arrojo e inteligencia en el batallar. Recorrió prácticamente de arriba abajo toda la costa Oeste de Sudamérica, llegando su fama a España y toda Europa. A a su regreso a España en 1623 fue recibida por el rey Felipe IV e incluso viajó a Roma donde la recibió el Papa Urbano VIII. Regresó a América donde sus últimos años fueron ya de gran tranquilidad.

Aunque se ha pretendido lo contrario, ninguna de ellas, y otras muchas más, ni son desconocidas ni están olvidadas, sólo lo son para los ignorantes que hoy son pandemia, pues no sólo figuran en las crónicas de entonces constando el reconocimiento de sus coetáneos, sino que quienes conocen y admiran nuestra historia saben de ellas. Solamente las feministas de hoy, la anti-España de siempre y otras gentes de mal vivir las enarbolan como lo que no fueron, pues todas estuvieron a la par que los hombres, se casaron, criaron a sus hijos, les legaron la fe y el amor a España y dieron gloria a nuestra Patria. A ellas y otras muchas más nuestro reconocimiento por todo. A las de ahora nuestro repudio también por todo.


3 respuestas a «Españolas a la conquista de América: ni ignoradas ni olvidadas»

    1. El feminismo de hoy es el de la sublevación de las mediocres que incapaces de llegar donde quieren por meritos propios enarbolan la bandera del machismo como excusa.

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