Falleció el Gral. Santiago Bastos: el flautista del CESID

Como esta época carece de héroes y de personajes admirables, hay necesidad de crearlos, toda vez que los héroes son imprescindibles, ya que si no los hay dejan en evidencia al sistema, al régimen y a la época.
Esto es lo que ocurre, como en otros casos –Gutiérrez Mellado, etc.– con el Gral. de Brigada Santiago Bastos Noreña, recientemente fallecido junto con su esposa en accidente de tráfico; nuestro pésame, claro, pues a nadie, ni siquiera a él, deseamos tal cosa.

Santiago Bastos era el octavo hijo de los nueve que tuvo el que fuera comandante Antonio Bastos Ansart, vilmente asesinado por las hordas frentepopulistas al fracasar el Alzamiento en Guadalajara; se batió aguerridamente hasta el último cartucho. Como veremos, Santiago no siguió sus heroicos pasos.
Santiago Bastos ingreso en el Ejército procedente de FORJA, una academia preparatoria de la que en los años sesenta salieron extraños oficiales porque varios de ellos, como el hijo del Col Pinilla, quien fuera heroico defensor de los cuarteles de Simancas en Gijón, abrazaron una ideología pretendidamente “democrática” pero en realidad infectada de pseudo-marxismo que luego transformaron, cómo no, en puro, duro y repugnante oportunismo –sinónimo de traición– para hacer “la carrera”.
Procedente del SECED, Santiago Baastos formó parte de la cuadrilla de jóvenes oficiales dispuestos a “protagonizar la transición” sobre la base de hacer resurgir de sus cenizas aquellas ideologías y partidos políticos que tanto habían hecho sufrir a España hacía tan sólo unas décadas como era el PSOE y también el PCE; en aquella cuadrilla de oficiales ambiciosos y sin muchos escrúpulos estaban Cassinello, Peñaranda, Faura, Cortina y también Bastos, todos los cuales fueron después bien pagaos con meteóricos y estratosféricos ascensos.

Tras el 23-F, que todos sabemos que fue un contubernio desde arriba, el rey, hasta abajo, Santiago Bastos se adhirió al recién creado CESID del ínclito Manglano, maestro, sin duda, de Bastos y de muchos otros muy parecidos; su impronta torticera sigue vigente en el CNI.
Bastos encontró enseguida su hueco, porque siempre hay un roto para un descosido. Bastos se hizo cargo de… la lucha contra la “involución” –ahí es nada–, palabrita o palabro surgida del aparato de agit-prop marxista que por entonces funcionaba ya a pleno rendimiento, que detectó el enorme interés y grandes beneficios que podía producir el hecho de crear un enemigo aunque no lo hubiera ni por asomo, para distraer la atención del verdadero que, además de ETA y sus impulsores intelectuales separatistas vascongado, eran… los propios, es decir, el PSOE y el PCE en sus diferentes variantes; bueno, y también AP-PP que ya asomaba la patita que hoy vemos.
Bastos fue siempre una persona siniestra, de mirada huidiza, de voz aterciopelada que daba grima, de modales artificiales que no inspiraba confianza excepto a los que eran como él, claro, un personaje del que siempre te quedaba la duda de si te mentía o te ocultaba la verdad, si te utilizaba o manipulaba.
Jefe del Área de Involución del CESID, se dedicó no a perseguir a los verdaderos involucionistas, es decir, a los militares y civiles marxistoides que deseaban la vuelta del Frente Popular, como hoy vemos, sino a inventarse supuestas tramas facciosas de militares y algún que otro civil.
Su mayor alarde fue la detención el 27 de octubre de 1982 de los coroneles de Artillería Luis Muñoz Gutiérrez y Jesús Crespo Cuspinera, y el hermano de este último, el teniente coronel José Crespo Cuspinera, a los que, supuestamente mientras almorzaban en un restaurante, la AOME del CESID les intervino, abriéndoles desde luego ilegalmente uno de sus vehículos, un al parecer elaboradísimo plan para un nuevo “golpe de Estado” que consistía… (nos da la risa si no fuera porque el caso, como veremos, fue para llorar) en liberar a Milans de la cárcel que –¡por favor!– iba a liderar ese nuevo golpe… pero si para empezar el jefe del 23-F fue el rey, joder, y no Milans.

El montaje fue, sin duda, espectacular, porque además, por si se les ha pasado por alto, ¡fue en ese mismo mes cuando el PSOE ganaba las elecciones¡ ¡Qué bien le vino al PSOE la noticia del desmantelamiento de un presunto nuevo intento golpista! ¡Qué gran servicio de Bastos a “la democracia”… del PSOE!
El caso, que nunca lo hubo, de haberlo habido lo pudo y debió haber resuelto fácilmente Bastos, y Manglano, como compañeros que eran o debían ser de los después detenidos: bien con una moneda de cinco pesetas desde una cabina telefónica; bien, y mejor aún, invitando a aquellos compañeros a almorzar para decirles que se dejaran de cábalas, que se pegaran una buena ducha fría y allí paz y mucha gloria para todos, unos y otros. Pero no, Bastos y Manglano, y algún otro, optaron por joder la vida a tres buenos militares, patriotas, caballeros y españoles, si acaso algo desvariados e ingenuos, y… también a sus familias, pues fueron largos los años de cárcel que la “justicia democrática”, léase represión, impuso a cada uno de ellos: 12 años.
El resto de la vida profesional de Bastos fue más de lo mismo. Se tiró años al frente de su guarida anti-involucionista inventando tramas, escribiendo malos guiones, fingiendo negocio, haciendo que hacía sin hacer. Conseguida de Manglano, su alter ego –¿o era al revés?–, la jefatura de la División de Interior, supuestamente impidió un atentado contra la tribuna de autoridades de uno de los desfiles que planeaban, también supuestamente, militares “involucionistas” –siempre el mismo cuento–, bien que nunca se detuvo a nadie –¿por qué no se hizo lo mismo en el caso ya citado?–, ni se halló ningún artefacto, ni se abrió investigación judicial alguna, ni se dio a conocer al público. Del supuesto intento etarra para cargarse a tan gran adalid de la “democracia” tampoco nunca se derivó consecuencia alguna de ningún tipo –¿por qué no se hizo lo mismo en el caso ya citado?–. Y no nos digan que es que la labor de Bastos era secreta, porque aún así, tan perversas acciones, si hubieran existido, debieron acabar en los tribunales como tantas otras incluso mucho menores; ¿por qué no se hizo lo mismo en el caso ya citado del pretendido nuevo “golpe de Estado”?
Se nos fue Santiago Bastos Noreña, que en paz descanse y nosotros también, el «flautista del CESID», porque cuando a Manglano y a los que ya sabemos les venía bien, se sacaba de la manga la flauta involucionista y tocaba y tocaba y detrás de él desfilaban encandilados los de siempre, los mismos que ahora pasean su nombre por los medios diciendo tonterías, intentando hacer de él un héroe que nunca fue, sino todo lo contrario; un último detalle: cuando Manglano cayó estrepitosamente, Bastos puso enseguida pies en polvorosa porque sabía que la cosa había cambiado, que ya los hasta entonces suyos y a los que tantos servicios había prestado, ya no eran los mismos y, además, no le necesitaban y no iban a tener escrúpulos en arrastrarle por el mismo lodo que a su jefe de toda la vida. Desde luego, tonto no era.
En fin, Baranda, si llegas a donde seguro están los coroneles Luis Muñoz Gutiérrez y Jesús Crespo Cuspinera, y el teniente coronel José Crespo Cuspinera, no tengas miedo, ni vergüenza, salúdales, porque ellos te darán un fuerte abrazo, ya que como hombres de honor que fueron, caballeros, patriotas, militares y españoles, lo que tú no fuiste nunca ni por asomo, y católicos, seguro que te han perdonado la cruz terrible que echaste sobre sus espaladas y las de sus familias.

Magnífica crónica y radiografía de un mal militar, compañero y español.
Ni los coroneles antedichos ni muchos otros por él investigados y postergados podemos por menos de sentir desprecio, sentimiento que no se tiene por el enemigo que ataca de frente sino por el que traiciona con armas y bagajes. Bueno, los coroneles que perdieron fama y hacienda sí, pues sin duda son mártires santificados en vida.
Está por escribir las injusticias cometidas por los «buenos».
Mi pregunta es, ¿cuando se muera Perro Sánchez o Josu Ternera también vamos a desear que descansen en paz?
Por lo demás muy buen articulo.
De buena se libró Natalia de Figueroa, la nieta del impresentable Conde de Romanones, de haberse decidido por este basto palo en lugar de Raphael.
Estimado seguidor: pues lo que apunta es toda una sorpresa, nos deja perplejos, o sea que Natalia Figueroa estuvo a punto de… caer en las redes de Baranda… ver para creer. Mil gracias. Saludos cordiales
Magnífico e inquietante artículo.
La certera radiografía de unos viscosos personajes que han tenido mucho protagonismo en la reciente historia de España…. y por ello responsabilidad en la actual situación.
En el libro del general Juan de Peñaranda «Desde el Corazón del CESID» se pone de manifiesto -a confesión de parte, relevo de pruebas- que la intervención de «los Servicios» fue determinante para cerrarle el paso a Fuerza Nueva y a Alianza Popular…. lo que era tanto como ponerle la alfombra al PSOE.
Todo ello, naturalmente, siguiendo deseos y directivas de S.M. Juan Carlos I como también manifiesta el autor.
Desde el nunca aclarado -por nunca investigado- magnicidio de Carrero Blanco (que los «Servicios» no supieron o quisieron evitar) pasaron a ser una profunda ciénaga de la que no se sabe a que intereses servían…. aunque nos los podemos imaginar, pues Peñaranda nos cuenta que entre las relaciones con otros servicios, las más estrechas, era con el MOSAD y la CIA. En ese orden.
Conozco en detalle «un trabajo sucio» de los «Servicios»: El haber filtrado a la prensa un Informe Reservado sobre lo que significaba la ley 52/2007 «de la memoria histórica» y cuales serían sus consecuencias, que elevó por conducto reglamentario cierto coronel a su jefe, el general de la SUIGE 4 de Valladolid.
Dicho informe fue filtrado por interés político con el sello indeleble de los Servicios, pues aunque la filtración se produjo en Madrid se le dio la primicia a La Voz de Galicia en La Coruña, para enmascarar la «operación» y que pareciera que la filtración (posible delito de revelación de secretos oficiales) había tenido su origen en el Cuartel General del Mando Regional Noroeste.
Burda manipulación como la apuntadas por el autor del artículo.