Félix Sanz Roldán pillado con las manos en… Corinna

Siguen las desgracias por los desgraciados que una y otra vez ponen al frente del CNI. Ahora le ha tocado el turno al ínclito y más que pasado de rosca y cuentas Félix Sanz Roldán, cogido in fraganti con las manos en… Corinna, quien fuera barragana real; bueno, una de tantas, porque desde aquella vez allá por finales de los setenta en que Dña. Sofía pilló a su libidinoso esposo con otra en una finca de Toledo, cuando se presentó de improviso con los niños para darle una sorpresa, y la sorpresa se la llevó ella, han sido, que se sepa, muchas las que han disfrutado de tan alto… ¿honor? Sería interesante preguntarle a Bárbara Rey cual de los dos rugía en el tálamo cual león del circo de su difunto ex.
El caso es que según parece, y parece mucho, Sanz Roldán, ese ejemplo de militar y más aún de General florero, que lo pongas donde lo pongas siempre queda bien, aunque no sirve para nada, siguiendo la estela de Peñaranda, Cassinello, Calderón, Manglano, Dezcallar y Saiz, no ha tenido otra cosa que hacer ni otra idea mejor que, en vez de poner dicho Centro al servicio de España, haberlo puesto al servicio de las aventuras lujuriosas del emérito y, además, como la eficacia de «la Casa» anda por los suelos desde hace ya bastante, van y les pillan.
Sanz Roldán, además de «rojillo» y de no tener ya edad para merecer ni ese ni ningún otro cargo, sino para estar en casa preocupado sólo de que le sirvan sopitas de ajo y le limpien el culete, ha intentado meter en cintura nada más y nada menos que a la «princesa» alemana y, además, rompiendo todas las reglas, hasta las más elementales, de un servicio de inteligencia que son: la primera, que es sólo cosa de caballeros –y de damas, o sea, de señoras–, como ya dijo Canaris; la segunda, que nunca debe meterse en charcos ajenos a sus funciones, incluso a las más «ilegales»; la tercera, que nunca debe comportarse, ni ponerse en manos de quinquis, fulleros y otras gentes de mal vivir.
Y claro, como lo ha hecho todo, es decir, todo lo malo, ahora Sanz Roldán anda por los pasillos del Centro cabizbajo, meditabundo y tristón, preguntándose cuándo llegará el motorista –¡ahí aquellos tiempos en que no hacía falta que el cargo de turno dimitiera, porque ya lo «dimitían» desde el Pardo!– con… el mandamiento judicial; que es lo que se merece por patán.
Ni Sanz Roldán ni ninguno de sus «avezados» y estirados «espías» supieron valorar la catadura de Corinna, que puede ser una furcia profesional de altos vuelos y bragas caídas, pero de tonta no tiene un pelo, al contrario que ellos. Tampoco, que para tapar bocas o se hace como hay que hacerlo, o las bocas nunca se cierran. Por último, que entre chorizos, bribones, granujas, pícaros, tahúres, sinvergüenzas, estafadores y tramposo no hay honor, ni palabra, ni tampoco valor. ¡Vaya tropa, vaya tropa! la del CNI, desde su actual y ya por poco tiempo director, hasta el menor de sus «directivos». Así anda el patio.
Por cierto: ¿quién es el responsable máximo de todo? Cuando la cosa ocurre el CNI estaba bajo la supervisión directa de Sáenz de Santamaría, esa perniciosa mujer tan bajita en lo físico como en lo intelectual; siguió el tema bajo la supervisión de Calvo y, por ella, del botarate de Sánchez y… cómo no, ha seguido bajo la de Margarita Robles (a) «la mofletes» y… de su escudero Esperanza Casteleiro, jefa de su gabinete, experta en… nada, créannos.
Pues bien, qué suerte tienen todos de vivir en un país como España, porque en otro todos estarían ya encausados, en el calabozo y poniéndose el mono a rayas, que a alguno incluso le iba a sentar bien.
