Fernando VII y Juan Carlos I: el paralelismo de dos monarcas

El simple título de estas consideraciones, puede escandalizar a muchos lectores, aunque espero que no se dé el caso entre los seguidores de “El Español Digital”.

Y este escándalo o sorpresa, está más motivado por la propaganda, que por el conocimiento de la historia de España. Porque para la historiografía moderna Fernando VII es, por antonomasia, el absolutista “Rey Felón” que “cargó de cadenas” al pueblo español y S.M. Juan Carlos I -al menos hasta ahora- el Rey Constitucional “que nos devolvió las libertades”

Pues bien, es preciso decir que en el enunciado se consigna el paralelismo de los dos monarcas, no su identidad. Pero es que además no debemos olvidar que Fernando VII también fue en su tiempo “El Deseado” y ha tenido que ser la historia, con el análisis objetivo de hechos y circunstancias, pero sobre todo de las consecuencias que para España y los españoles tuvo su reinado, quien ha bautizado al que fuera “el deseado” como el indeseable o “Rey Felón”. Y antes de proseguir se hace imprescindible consignar que felón, según el diccionario de la RAE, es aquel que comete felonía. Y que felonía es la deslealtad y traición que comete quien perjura.

Por otra parte debe tenerse en cuenta que S.M. Juan Carlos I -al que deseamos larga vida- hace muy poco tiempo que ha abdicado. Y recientemente, por propia voluntad, acaba de resignar sus derechos, prerrogativas y dignidades como “rey emérito”. Será por lo tanto el tiempo, y las consecuencias que tenga para España su reinado -en virtud de sus decisiones- lo que marcará su lugar en la historia. Incluso la denominación con la que quedará inscrito en ella.

Pero vayamos a las similitudes de ambos Monarcas. En 1808 los españoles, huérfanos por la deserción de sus reyes, se encuentran inmersos en una tragedia nacional que les aboca a perder su soberanía e independencia, convertidos en súbditos del “Rey Intruso” José Bonaparte. Y a España en trance de ser una colonia de Francia, su enemigo histórico desde los tiempos de los Reyes Católicos. En esta situación el pueblo español se alza en armas contra el invasor el dos de mayo, y se entabla una terrible y sangrienta contienda. “La Guerra de la Independencia” que es a la vez, guerra contra el invasor francés que quiere usurparle su soberanía, y guerra civil contra quienes a cambio de no perder sus privilegios se avienen a jurar lealtad y obediencia al Rey Intruso. Pues bien, esta guerra la gana el pueblo español con su esfuerzo y sacrificio, aunque cuente con la ayuda del ejército inglés por su propia conveniencia. Pues no debe olvidarse que tan solo tres años antes, el 21 de octubre de 1805 había tenido lugar el desastre naval de Trafalgar, en que los ingleses, enemigos de Francia y de España, se enfrentaron a la escuadra franco-española. Teniendo especial relevancia en el desastre la inepcia, e incluso la cobardía, del almirante francés Pierre Villeneuve que comandaba la flota. Y no olvidando el hecho de que tal enfrentamiento es consecuencia de los intereses de Francia.

Tan sólo 128 años después del Alzamiento Nacional del 2 de mayo de 1808, tiene lugar otro Alzamiento Nacional, el del 18 de julio de 1936. En esta ocasión España también está en trance de desaparecer, no por convertirse en colonia física de Francia, como sucediera en 1808, sino en colonia política e ideológica de la URSS, renegando de sus mil trescientos años de historia. En ambos casos, además de guerra de liberación contra quienes pretenden finar su larga historia de nación independiente -porque indómitos y fieros, saben hacer sus vasallos, frenos para los caballos con los cetros extranjeros- se origina una guerra civil entre los propios españoles. Pues si en el primer caso son los “afrancesados” los que gritan ¡¡¡Viva nuestro rey José Bonaparte!!!, en el otro caso, en el Alzamiento de 1936, sucede algo todavía más inaudito, como es que se clame por las calles ¡¡¡Viva Rusia!!! ¡¡¡Muera España!!! Y se hace hincapié en calificarlo de insólito e inaudito, porque ni los afrancesados más recalcitrantes osaron jamás gritar ¡¡¡Muera España!!!

En esta segunda “Guerra de la Independencia” o “Guerra de Liberación Nacional” aunque el peso y la gloria de la victoria, corresponde al pueblo español, también se contó con ayuda extranjera en ambos bandos contendientes. Y si en 1808 había sido fundamentalmente del Reino Unido -por su propio interés- y Portugal, en 1936 y por igual motivo, la prestaron al Ejército Nacional Alemania e Italia y al Ejército Rojo la URSS y las “fuerzas oscuras” internacionales que habían apoyado y financiado la Revolución Rusa de 1917. Pero el paralelismo entre la Guerra de la Independencia y la Guerra de Liberación Nacional o “Cruzada” no acaba aquí. Ya se ha dicho que ambas contiendas se transformaron igualmente en guerras civiles. Seis años de duración tuvo la primera, tres la segunda, pero ambas igualmente terribles y sangrientas y con idéntico resultado: la devastación del territorio y la ruptura de la cohesión social e ideológica.

Durante la guerra de la independencia, los españoles, huérfanos por la deserción de sus reyes -ya se ha dicho- al tiempo que mantienen su titánica lucha contra el invasor, se dan una organización política con la que pensaban solucionar sus problemas seculares. La Constitución de la Monarquía Hispánica promulgada el 19 de marzo 1812 y que aunque como toda obra humana pudiera ser perfectible, o necesitara adaptarse con el transcurso del tiempo, supuso un meritorio intento de ordenar la convivencia de “los españoles de ambos hemisferios”

«He jurado esta Constitución por la que suspirábais, y seré siempre su más firme apoyo… marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional»

No obstante este buen deseo se malogró, pues en cuanto finaliza la guerra de la independencia y Fernando VII regresa al Trono -merced a la sangre derramada por tantos españoles- deroga la Constitución en Valencia el 4 de mayo de 1814 a su paso por la ciudad en su  itinerario de regreso a Madrid desde Francia. Posteriormente, el 10 de marzo de 1820, cuando se ve obligado a jurarla, tras hacerlo, pronuncia unas frases -que tras abolirla nuevamente en cuanto se le presenta la ocasión- quedan inscritas en la historia para mayor escarnio del Monarca: “He jurado esa constitución por la que tanto suspirabais y seré siempre su más firme apoyo para finalizar diciendo: Marchemos todos juntos y yo el primero por la senda constitucional”. Nada empero debe sorprender este hecho de un soberano que, mientras permanecía retenido en Francia por Napoleón y los españoles luchaban y morían para que su “Deseado Monarca” volviera al trono, felicitaba a su carcelero por las victorias que el ejército francés obtenía en sus enfrentamientos con los españoles.

En un triste paralelismo histórico, gracias al sacrificio de tantos españoles bajo la capitanía de Franco, los Borbones retornan al trono de España por el personal deseo de quien fuera el invicto Caudillo. Franco no sienta en el Trono al Rey Alfonso XIII a pesar -o precisamente- de que este se lo urgía ya casi desde el principio de la guerra, cuando Franco, en dificilísima situación, tenía volcado todo su esfuerzo en alcanzar la victoria. Y es así que cuando Alfonso XIII desde su exilio en Roma, le dona un millón de pesetas para la Causa Nacional y le manifiesta su preocupación por la poca prioridad que da a la restauración de la monarquía, Franco le contesta con fecha 4 de abril de 1937, y al tiempo de darle las gracias por la donación, le deja claro que difícilmente volvería a ser Rey de España a la vista de sus errores pasados.

Entrevista entre Franco y el ya descartado Don Juan

Finalizada la guerra y muerto en Roma Alfonso XIII el 28 de febrero de 1941, Franco tampoco restaura la monarquía en el entonces pretendiente Príncipe heredero D. Juan, pues aunque la guerra ha terminado no se ha consolidado la victoria en un país en ruinas, y con graves cicatrices en su cuerpo social.  Sin duda influyó en esta decisión -al igual que la poca prioridad que tuvo durante la guerra para restaurar la monarquía- el conocimiento de la reciente historia de España y el “borboneo” al que había sido sometido el general Primo de Rivera de lo que se tiene constancia en el libro “Diario de una Bandera” en el cual Franco deplora que al regreso de los restos a España del general Primo de Rivera muerto en Francia, el Gobierno no permitiera que sus restos mortales atravesaran la ciudad, siendo conducidos al cementerio desde la estación de Atocha por “las Rondas” ello unido a “la mezquina nota oficial” en que se consignaba que “en su tiempo tuvo lugar la pacificación de Marruecos”. Y si posteriormente en algún momento se le pasó por la cabeza entronizarlo rey, desechó tal idea cuando supo de sus conspiraciones, primero con Alemania y luego con los Aliados para que lo defenestraran del gobierno y lo pusieran a él de Rey. En el segundo caso, con los Aliados, cuando empezaba a cambiar el signo de la guerra, llegó a ofrecerles a cambio las Islas Canarias, enclave de enorme importancia estratégica en la “Batalla del Atlántico”. Cuando Franco lo supo dijo: Nunca será Rey de España. Y lo cumplió.

No cabe duda que esta ingratitud de la Corona le llevó al convencimiento de que no tenía más remedio que “morir con las botas puestas” si bien, considerando que la monarquía era el régimen político más conveniente para España, optó por la instauración de una nueva monarquía, en la España Nueva por él forjada, y resucitada de sus cenizas cual ave fénix. Por ello quiso que el espíritu de esa nueva España estuviera informado por el de Isabel y Fernando, los Reyes Católicos (de Isabel y Fernando el espíritu impera rezaba una de las canciones del Frente de Juventudes) y tomó por blasón el escudo de los Reyes Católicos.

Esta decisión de no poner en el Trono a D. Juan, fue sin duda acertada. Pues de haberlo hecho una vez finalizada la segunda guerra mundial, además de la demolición de su inconclusa obra política, habría supuesto la ruina de España y un nuevo enfrentamiento entre los españoles. Además de que él, sus generales y muchos españoles que con su sangre y esfuerzo habían hecho posible su regreso al trono, hubieran acabado en el cadalso, como Porlier, el Empecinado y tantos otros patriotas de la guerra de la Independencia. Pero afortunadamente Franco sí conocía la historia de España.

Pero aunque tuvo la precaución de no sentar en el trono a D. Juan, propició el regreso de los Borbones para encarnar la nueva monarquía instaurada, que debería regir los destinos de Una España Grande y Libre. No obstante S.M. Juan Carlos I, una vez en el trono -influido en gran medida por su augusto padre- perjuró, faltando a sus tres solemnes juramentos. Número de resonancias bíblicas que había empeñado al jurar bandera como caballero cadete alumno de la AGM de Zaragoza el 14 de diciembre de 1955; al ser proclamado sucesor, a título de Rey, ante el pleno del Congreso y el Senado el 24 de junio de 1969 y finalmente al ser proclamado Rey de España el 22 de noviembre de 1975 recién sepultado el Caudillo. En las tres ocasiones había jurado solemnemente, y de forma pública, fidelidad a los Principios del Movimiento Nacional y a las Leyes Fundamentales del Reino, cuya compilación constituía la Constitución de 1966, Ley Orgánica del Estado, aprobada en referéndum por el pueblo español el 14 de diciembre de 1966.

«Acabo de jurar, como sucesor a título de Rey, lealtad al jefe del Estado y fidelidad a los Principios del Movimiento Nacional y Leyes Fundamentales del Reino. Mi pulso no temblará para hacer cuanto fuere preciso en defensa de los Principios y leyes que acabo de jurar»

Siempre que se suscita este espinoso asunto, se aduce la “legalidad” de la transformación política, con aquello tan socorrido de que se pasó “De la Ley a la Ley”. Como ya he dicho más de una vez, son ganas de marear la perdiz. O de lanzar una cortina de humo para desviar la atención sobre el meollo de la cuestión. La pregunta esencial que es obligado formularse para determinar si S.M. cumplió su juramento, o perjuró, es saber si cumplió su compromiso de “hacer cuanto fuere preciso en defensa de los Principios y Leyes que acabo de jurar” o buscó “asesoramiento técnico” en Torcuato Fernández Miranda para poder “faltar legalmente” a lo que había jurado. La respuesta no puede ser otra que constatar la evidencia del perjurio. De la felonía. Porque la primera acepción que el diccionario de la RAE da a perjuro es “que jura en falso” pero la segunda es “que quebranta maliciosamente el juramento que ha hecho” y resulta incuestionable que esta segunda definición se ajusta, con precisión, al caso que nos ocupa.

Juramento de S.M. el Rey Juan Carlos I el 22 de noviembre de 1975 (VER AQUÍ)

Si realmente S.M. Juan Carlos I pensaba que lo más conveniente para España y los españoles era la demolición del sistema político para el que había sido nombrado sucesor a título de Rey, y cuya defensa había jurado, la única opción honesta hubiera sido proponerlo con claridad meridiana. Para que el pueblo español, en referéndum, hubiera decidido si quería la demolición del Régimen que le había dado cuarenta años de paz y progreso. O prefería mantenerlo bajo un sistema político presidencialista, con un cambio dinástico, o incluso con una monarquía encarnada en otra persona de la misma estirpe pero que se comprometiera a mantenerlo. Estas consideraciones esenciales están desarrolladas en el trabajo La Transición: ¿Reforma o ruptura?

Y planteado ya el paralelismo entre las trayectorias políticas de estos dos reyes de la casa de Borbón, veamos someramente la posibilidad de que tal paralelismo pueda darse también en los desenlaces.

Fusilamiento de sargentos carlistas en Tabarca

Al morir Fernando VII dejó el Trono, y con él a la Nación Española, sobre un barril del pólvora. Y con la mecha encendida. Muy pronto tendría lugar la explosión, y sus réplicas en las décadas siguientes con las sangrientas Guerras Carlistas. No debemos olvidar que el separatismo, el más grave peligro que actualmente acecha a España, tiene su origen en esas guerras. Ya lo dice el adagio: el abuelo carlista, el hijo nacionalista, y el nieto separatista. Algo igualmente cierto en el ámbito vascongado que en el catalán y levantino. Incluso en el gallego. Es más, la increíble hazaña del carlista general Gómez, que recorrió más de media España al frente de sus huestes, llegando hasta Galicia y Málaga para regresar finalmente a las Vascongadas, manteniendo durante su periplo combates contra las tropas de la Reina que lo perseguían, pone en evidencia, para quien tenga el más mínimo conocimiento militar, que el pueblo español era esencialmente “carlista” pues tal hazaña es inviable sin el apoyo de la población, no sólo en municiones de boca y guerra, sino también en el imprescindible campo de la información.

Debe tenerse en cuenta que la esencia de las guerras carlistas no fue el enfrentamiento de los españoles a la muerte de Fernando VII, porque la monarquía continuara en la persona de su hermano el infante Carlos María Isidro (Carlos V) o en la de su hija Isabel II, sino por el enfrentamiento moral, político e histórico entre dos concepciones de España: La Tradicional (por eso los carlistas fueron llamados también tradicionalistas) y la concepción jacobina de cuño francés y masónico. Por ello nada tiene de extraño que en 1936 los “Carlistas” (las fuerzas de la tradición) se sumaran a la causa de Franco.

Aunque también es cierto que estas dos tendencias, o enfrentamiento entre concepciones antagónicas de España se vio en gran medida, agravada por las veleidades y cambios de criterio de Fernando VII

Pues bien, Fernando VII fue consciente en las postrimerías de su reinado, de lo que habría de acontecer tras su muerte. Como lo demuestra la conocida frase que pronunciaba cuando alguien le advertía de que sus decisiones y veleidades traerían la ruina a España.

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La reciente renuncia de S.M. Juan Carlos I a figurar en lo sucesivo como Rey Emérito, desvinculándose de las obligaciones y prerrogativas de tal condición, sugiere idéntica actitud que la de su antepasado Fernando VII.

Majestad: Querido Felipe…. Detrás de mí, ¡el diluvio!

Lo que no sabemos es si S.M. Felipe VI le ha respondido: Querido padre, tú accediste al trono con un futuro “atado y bien atado” pero por seguir los consejos del abuelo, me has dejado con el Trono a la deriva y en plena rompiente. Trataré de reconducir la situación, retomando el rumbo trazado por Franco que nunca debiste abandonar, y así lograr la muy difícil tarea de separarme de estos escollos ante los que dejas en mis manos la tarea de conducir la nave del Estado. De no conseguirlo, habremos llevado a la Corona sin remisión, al naufragio definitivo. Deséame suerte, que mucha voy a necesitar en las procelosas aguas políticas en que me has dejado el pilotaje de la nave. Porque mucho me temo, querido padre, que de profanarse la sepultura de Franco, la suerte de la Corona y de nuestra familia en el Trono de España, estará echada. 

Y puesto que estamos estableciendo paralelismos históricos, conviene reseñar que cuando en 1898 llega a Madrid la noticia de que se ha perdido Cuba, y a pesar que en la lucha por mantenerla habían perdido la vida más de 55.000 españoles, ni tan siquiera se suspende la corrida de toros programada para ese domingo.

Y ayer otro domingo, el del 2 de junio del 2019, mientras España se debate en dificilísimos momentos históricos, en los que la llegada al poder de un nuevo “Frente Popular” pone en peligro, no solo la integridad territorial de España, sino incluso la permanencia de la propia Corona, S.M. Juan Carlos I Rey Emérito, tiene a bien “celebrar” el abandono definitivo de sus responsabilidades históricas acudiendo a otra corrida de toros. Celebración de oportunidad más que dudosa, donde se pone de manifiesto una suicida indiferencia que también forma parte de la historia, como lo acredita este poema:

Más que esa España, que en despojos yace

más que la ruina y el desastre mismo

aterra el silencioso cataclismo

de esa otra España moral que se deshace

Ni una voz indignada que rechace

tamaña humillación, sólo egoísmo

que aletargado al borde del abismo

sus instintos de bestia satisface.

Crítico y angustioso es el momento

despiértese al peligro la conciencia

ya que no al salvador sacudimiento

Que en la lucha a que Dios hoy nos sentencia

es una deserción el desaliento

y una complicidad la indiferencia

¿A que parece escrito ahora mismo, como fiel reflejo de la situación en que se encuentra España?

¡¡¡Pues no!!!

Este soneto se llama “IMPRESIONES DEL DESASTRE: LEVÁNTATE Y ANDA” y está escrito por Emilio Ferrari en 1899.

Faltaban todavía treinta y siete años para el Alzamiento Nacional, pero el alma doliente de la España enferma ya buscaba ansiosa al “cirujano de hierro” que profetizara Joaquín Costa, para que la salvara.

Pidamos a Dios que el sentido común de los españoles no permita otra catástrofe histórica. Para ello, tan necesario o más que el sentido común, (el menos común de los sentidos) es necesario el conocimiento de la historia de España. Asignatura siempre poco estudiada. Y ahora además, escandalosamente tergiversada, por la infame ley 52/2007 “de la revancha histórica”.

Parafraseando las palabras con que un conocido libro de historia se  refería al reinado de cierto rey visigodo, bien podría decirse: Proceloso e incierto se avecinaba el reinado de Felipe VI….

Dios quiera que nuestros nietos, al abrir los libros de historia no lean; Felipe V, Felipe VI. El Alfa y el Omega.

¿Quo Vadis España?

Un Castellano Leal

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POST SCRIPTUM

Es sabido que el mérito de un retrato, no estriba tanto en el parecido con el modelo, como en la capacidad del artista para captar el alma del personaje. Para reflejar sus rasgos psicológicos y personalidad. Esto es precisamente lo que confiere un valor superior al cuadro sobre la fotografía. Y si esto sucede con cualquier representación pictórica de algo físico -como por ejemplo un paisaje- plasmada por los pinceles de un artista, en mucha mayor medida sucede cuando la obra es el retrato de una persona. Cuando el pintor penetra, mediante la expresividad del rostro, en la psicología del personaje.

S.M  Juan Carlos I (Pintado por Francisco Gutiérrez)

En una fotografía la expresión instantánea que se capta de un rostro, puede ser adulterada, y lo es no pocas veces, por los “profesionales de la sonrisa” y el “pose”. Algo que no sucede en un cuadro, donde en la prolongada observación del modelo por el artista -ya sea en observación directa o a través de una foto- termina trascendiendo el espíritu del modelo, sus verdaderos rasgos espirituales. Y eso sin duda es el elemento que confiere valor artístico a la obra.

Este es el caso del presente lienzo, pintado por un artista tan notable como  poco reconocido.

Precisamente en su trayectoria artística están basadas las consideraciones del texto “El paño invisible y el lienzo excretable”.

El autor del retrato es Francisco Gutiérrez, comandante del Cuerpo de Ingenieros de Armamento y Construcción (CIAC) rama de armamento. Magnífico dibujante y pintor que, no obstante, no ha alcanzado la fama y reconocimiento que su valía artística merecen. Tras pintar el cuadro, quedó tan satisfecho de su obra que inició los trámites administrativos necesarios para que fuera reconocido y catalogado como “retrato oficial” de S.M. el Rey.

Tan convencido estaba de su valor artístico, que sufrió una gran decepción cuando se le denegó el reconocimiento que esperaba para su obra. Persona generosa y noble, como buen burgalés, regaló el cuadro al ejército y quedó colgado en el  despacho del General Jefe de Estado Mayor de la Capitanía General de la 8ª Región Militar en la ciudad de La Coruña. Estancia donde permanece hasta la fecha, por más que el citado despacho haya sido sucesivamente de los generales jefes de la Capitanía General, del Mando Regional Noroeste y actualmente de la Fuerza Logística Operativa (FLO) transmutación que es un fiel trasunto del sudario que tejía Penélope. Aplicado a las interminables reorganizaciones del ejército.

Si observamos el cuadro con detalle, apreciaremos unos rasgos, una expresión -fundamentalmente en los ojos pero también en otros elementos del rostro- que recuerdan a los de su antepasado Fernando VII. Y si hiciéramos el experimento de presentar ambos retratos a diferentes personas del mundo, que desconocieran absolutamente la historia de España, a buen seguro que certificarían el parentesco por la afinidad de los semblantes. Una prueba más de que al paralelismo histórico de ambos monarcas se une el de sus rasgos físicos. E incluso podría aventurarse que la afinidad moral.


14 respuestas a «Fernando VII y Juan Carlos I: el paralelismo de dos monarcas»

  1. Fabuloso el artículo, mis felicitaciones al autor.
    Así es imposible llegar a General en estos tiempos en los que se un traidor o un vendido es mérito cuando no requisito sine qua non.
    No vamos a culpar a Franco de los malos actos del Rey Juan Carlos, pero él tenía que haber previsto que Juan Carlos lo traicionaria, resultaba bastante evidente.
    Yo no soy monárquico o no soy especialmente monárquico, sólo en la parte en que sí estoy en contra de la 2ª República, la República del Crimen, pero cuando se suscita el debate de si monarquía o república, en este momento procede defender lo primero frente a lo segundo por dos motivos para mí fundamentales:
    – el primero que la república ahora, y el tipo de república que se implantaría en España, es un paso más en los planes de la subversión y la Masonería, por tanto basta que entre sus planes esté esto para oponerse a la consecución de esta aspiración.
    – la segunda, tan importante o más que la primera, es que hoy por hoy la monarquía es lo único que impide que Zapatero o gente de su calaña puedan ser Presidentes de la república, o lo que es lo mismo Jefes de Estado y de España, motivo por sí solo suficiente para estar en contra de la república que se pretende. Si ya es lamentable que hayan sido y sean Presidentes del Gobierno, y Presidentes del Congreso de los Diputados (estoy pensando en la SRª Balet admitiendo fórmulas de acatamiento a la Constitución que eran lo contrario a tal acatamiento), el que pudieran también ser Jefes del Estado es ya para irse a vivir fuera de España.

  2. ¿Larga vida?
    ¿Dónde?
    Omito mi sentimiento, pues lo que me cuesta dominar es el desprecio y asco que me produce.
    Si tuviera que responder por sus actos sin arrepentirse antes, seguro que el lugar no puede ser más que uno.

    Dicho lo cual, y de nuevo, ¡Enhorabuena!
    ¡Magnífico!
    (Supongo que el blog del General Dávila lo habrá rechazado, pero puedo estar equivocado)

  3. Respondiendo a Kevlar Steiner.
    Gracias por su comentario, que comparto hasta el punto de suscribirlo totalmente. C9on una sola discrepancia, su descalificación a los generales.
    El problema radica en que muchos, o la mayor parte de ellos, se ven aherrojados por su sentido de la disciplina, que por cierto nos inculcó Franco. En mi caso también, y por igual motivo, no pocas veces tengo escrúpulos por lo que escribo. Escrúpulos que no obstante he superado pensando que la disciplina para con el enemigo se llama traición.
    «Indisciplinados» fueron Daoíz, Velarde y el teniente Ruiz. Y también el capitán Palacios con los jefes de los campos de prisioneros de la URSS donde estuvo cautivo. Al suscitarse este espinoso asunto de la disciplina con algunos compañeros y amigos, hoy gendrales, siempre les he recordado que tra esa magistral definición de disciplina que nos legó Franco, cuando llegó el momento, se alzó en armas contra el Frente Popular enemigo de España.
    Por lo demás estoy completamente de acuerdo con usted, porque esa tercera república que se pretende establecer, es la nueva edición de la fracasada segunda, de cuño masónico y antiespañol, no una República Nacional. Esa fue la razón por la que Franco decidió restaurar la monarquía… aunque lamentablemente lo hizo con un Borbón porque no tenía otra cosa y creyendo que todo estaba «atado y bien atado»
    El nuevo Frente Popular ya se frota las manos con aquel dicho de que «a la tercera va la vencida»…. pero se olvidan del otro refrán que dice «no hay dos sin tres»
    La «quema de conventos» el 11 de mayo de 1931sentenció a la Segunda República…. y la profanación de la sepultura del Caudillo si llegara a producirse -tras haber profanado su memoria con la infame ley 52/2007- será su fiel trasunto en el S. XXI
    «Tiembla Roma con la Cólera de tus legiones»
    Reciba un cordial saludo.

  4. Estimado José María: Gracias también por su comentario que está en consonancia con lo que decía mi madre qepd: «Para verdades, el tiempo, para justicia Dios»
    Que Dios premie a quienes cumplieron lo jurado…. y a quien no, se lo demande.
    Un cordial saludo…. ¡¡¡Ah y no; no, está equivocado!!!
    (Siento que el sistema no me permita insertar esos expresivos «emoticones» del WP que representan un rostro tronchándose de risa)

  5. Como siempre querido amigo y compañero, espectacular el artículo, no le pongo ni un pero, porque estoy totalmente de acuerdo. Por desgracia los Borbones nunca fueron de mucho fiar y cuentan las malas lenguas que cuando fueron a pedirle a Alfonso XIII , dinero para pagar rescate por los soldados prisioneros en el Desastre de Annual, comentó, que a cuanto estaba el Kilo de Gallina, me imagino las caras de sus interlocutores y el enorme desprecio que en ese momento sintieron por el Monarca, me imagino que cuando se exilió a Roma no lo echarían mucho de menos

    1. Gracias amigo Fernando.
      Está pendiente hacer un estudio riguroso de las calamidades que la dinastía de los Borbones han traido a España.
      Su título bien podría der «La peste borbónica»
      Un abrazo.

    1. Muchas gracias.
      En cuanto a lo que plantea es incuestionable, pero obligaría a un análisis histórico complejo y necesariamente largo. Incompatible por ello con una respuesta a su comentario, que no obstante agradezco porque tiene mucha enjundia.
      Un cordial saludo.

  6. Gracias amigo Fernando.
    Está pendiente hacer un estudio riguroso de las calamidades que la dinastía de los Borbones han traido a España.
    Su título bien podría der «La peste borbónica»
    Un abrazo.

  7. Muchas gracias.
    En cuanto a lo que plantea es incuestionable, pero obligaría a un análisis histórico complejo y necesariamente largo. Incompatible por ello con una respuesta a su comentario, que no obstante agradezco porque tiene mucha enjundia.
    Un cordial saludo.

  8. Comentario en respuesta a la respuesta a mi comentario que realiza el autor, D. Lorenzo Fernandez Navarro de los Paños.
    Sólo para aclarar una cuestión.
    Me ha sorprendido leer que comparte mi comentario salvo mi descalificación a los generales: «Con una sola discrepancia, su descalificación a los generales.»
    ¿Descalificación? al principio no lo entendía pero después creo que hasta lleva usted razón pero al leer su comentario sobre lo que había escrito sobre mí me ha producido perplejidad porque no era consciente de haber descalificado a general alguno, tan es así que releyendo lo que había escrito yo anoche no encontraba a qué parte se refería, hasta que me he dado cuenta que estaba justo al principio :
    «Así es imposible llegar a General en estos tiempos en los que ser un traidor o un vendido es mérito cuando no requisito sine qua non.»
    Es verdad que la expresión se presta a la interpretación que ha hecho, y ahora que lo ha dicho reparo en ello, pero no he querido decir, como se desprende de su interpretación, que los generales sean todos ellos traidores o vendidos. Con mejor o peor fortuna, (quizás más bien lo segundo), no me he sabido explicar y no he querido decir esto, he querido decir que en el ámbito militar más que en ningún otro el que se mueve no sale en la foto, o lo que es lo mismo, en el ámbito militar hacer el menor comentario de patriotismo o de crítica a la iniquidad o a la injusticia en el ámbito político es interpretado por los imperantes y su séquito como motivo fulminante de destitución. Sobre esta cuestión no hay tolerancia que valga. Piense por ejemplo en los militares que firmaron hace un año el manifiesto a favor del respecto a Franco como militar, que el Ministerio de Defensa les abrió expedietne disciplinario con el pretexto de que se metían en política, pero no hizo lo mismo, aunque sólo hubiera sido por el art. 14 CE, con los militares rojos a los que les faltó tiempo para reaccionar en contra de esta iniciativa, y si lo uno era meterse en política lo otro por esta misma regla de tres también lo era, sin embargo para la ministra lo sancionable no era meterse en política em realidad sino del lado en que te metes. Podía poner millón y medio de ejemplos y todavía me quedarían 14 ó 15 millones de ejemplos más para añadir, recuerdo un militar que ocupaba no recuerdo ahora qué cargo (quizás fuera el General Pontijas Director de la Revista Ejército) que hizo un comentario contra la deriva separatista de las autoridades autonómicas catalanas que ahora están sentada en el banquillo (con lo cual el militar no iba muy descaminado) y al Ministro Morenés del PP (aflora aquí el voto «útil» al PP del que hablan algunos idiotas) le faltó tiempo para destituir a este militar. Seguro que usted mismo se acuerda perfectamente de este caso, que para muestra un botón. De modo que un artículo como el suyo para los imperantes y su séquito, profundamente antidemocráticos, (propaganda roja a parte es la realidad objetiva que son la vivas expresión de la tiranía), es causa para impedir que una persona pueda ascender a General.
    ¿Significa eso que todos los generales son unos vendidos?, yo no he pretendido decir eso, yo lo que he querido decir es que ser rojo o ser un vendido es mérito para alcanzar el generalato, aunque haya generales que hayan alcanzado este puesto que no sean ni una cosa ni otra (eso sí, que no abran la boca porque si la abren se acabó la aspiración), lo cual creo que no es incompatible con lo que yo he dicho o al menos con lo que he querido decir. Por tanto si tengo algo que rectificar al respecto, dése por rectificado, o por quitada la expresión.

    Ahora bien dicho esto, tampoco caiga usted en el error (para mí) en que incurrió el Comandante Pardo Zancada cuando hace 20 años o más se topó en la sede de los antiguos voluntarios de la División Azul con el General Aramburu Topete, que se cuadró ante él (años después del 23-F 1981) y Aramburu Topete le mandó descanso.
    Es verdad que Aramburu Topete tenía más estrellas en la bocamanga que Pardo Zancada, pero desde el punto de vista militar si alguien se tenía que haber cuadrado el uno ante el otro era el General ante el Comandante, porque la lección de espíritu militar no la dió el General Aramburu cuando el 23F trató en mi modesta opinión cobarde y miserablemente de intimidar y desmoralizar a la tropa diciendo, -según he leído porque yo no estaba allí-, que se rindieran que los iban a matar a todos, y un simple Guardia civil -que estos héroes anónimos están representados en el concepto de «el soldado desconocido» al que honrar- sin carreras por la UNED y sin el B2 en inglés, ganando cuatro duros en comparación con lo que ganaba el General, le respondió, demostrando con ello que era más militar que él, que de todas maneras los estaba matando la ETA todos los días, con lo cual si hoy morían por España tampoco pasaba nada nuevo (estamos hablando del año 1981 que en 1980 habían sido asesinados decenas y decenas de policias y militares en manos de ETA). A lo que otro Guardia, éste todavía mejor que el otro, dirigiéndose a Tejero espetó «Mi Teniente coronel, ¿me lo cargo?», y el General Aramburu que llegó allí para desplegar sus conocimientos en psicología para desmoralizar a los españoles, salió de allí medio corriendo cuando vió que sus tretas no daban resultado sino más bien todo lo contrario. Frente a este acto de villanía del General, el acto de espíritu militar lo dió el Comandante Pardo Zancada que sin intervenir para nada en la gestación del autogolpe del 23F, cuando ve en la situación que quedan los guardias del Congreso, va y acude en su auxilio en un acto puramente testimonial pero que podía haber acabado a tiros. No crea que yo admiro a los militares del 23F, porque quitando al Comandante Pardo, que demostró por qué es tan importante la Moral en un ejército (el arma secreta de los ejércitos la han llamado algunos) que él seguramente la tenía más cultivada de su época como redactor en la revista «Ejército» que le dió el conocimiento de sucesos y noticias y a no ser víctima dela propaganda roja, sólo admiro a un jefe de carro que llegó tarde al destino asignado porque se paró a cargar el carro con la dotación de guerra de bombas de mano, -otro «soldado desconocido-, lo cual demuestra que independientemente de su empleo, que no creo que fuera más de teniente o posiblemente ni eso, era mejor que muchos de los generales prostáticos.
    Le digo esto porque está muy bien que me llame la atención y en la parte que lleva usted razón se la doy porque Justicia, en la clásica definición de Justiniano, es la constante y perpetua voluntad de darle a cada uno su derecho, y por tanto tan injusto es pensar que todos los generales son unos vendidos (como se han interpretado mis palabras en un error de expresión mío que parece ser ha llevado a esa interpretación) como pensar que todos son maravillosos como yo interpreto que se desprende de las suyas (de sus palabras) cuando dice que no está de acuerdo con la descalificación a los generales, y ahí los incluye a todos, y todos lo que es maravillosos tampoco es que sean porque tengo en mente algunos que tendrían que mejorar muchísímo para que se pudiera decir de ellos sólo que son unos vendidos, porque son más cosas, o al menos a mí me lo parece. Por tanto no haga usted como el comandante Pardo Zancada de rebajarse ante los generales considerados en su conjunto porque efectivamente todos ellos tienen más estrellas que usted, y no descarto que alguno o algunos sean la pera limonera de buenos, pero no todos son mejores que usted sólo por el hecho de su mayor rango, porque como le digo el Guardia civil con el cetme colgado de la Puerta del Congreso le dió una lección a su Director General entonces el General Aramburu Topete, con la cuarta parte de sueldo, y sin tanta Cruz de Hierro ganada en Rusia (que la tenía que haber devuelto y cambiado por una chapa de la Pasionaria de esas que llevan los rojos en la solapa) para luego no hacer honor a esa Condecoración durante la Transición puesto al servicio de lo que tuvo en frente en la Batalla de Krasny Bor. Obras son amores y no buenas razones.

    Ayer con las prisas me dejé en el tintero lo fundamental en relación con la reflexión sobre su artículo, y es que, en mi modesta opinión la instauración de la monarquía borbónica en España en la persona del Rey Juan Carlos I es la última oportunidad a mi criterio que tienen los Borbones de reinar en España. si esta instauración, se malogra, en el reinado de su hijo Felipe VI o de los monarcas venideros que le sucedan, ya no habrá una segundad oportunidad, o al menos eso es lo que me parece a mí.
    El Rey juan Carlos accedió a la Jefatura del Estado en 1975 como sucesor de Franco a Título de Rey. En aquél momento él tuvo la ocasión de ser el Rey de una Monarquía «Católica, Social y Representativa» que es para lo que fue designado, o podía abrazar a las fuerzas políticas que entre otras cosas habían destronado a su Abuelo el Rey Alfonso XIII y habían provocado después la guerra civil. D. Juan Carlos prefirió apostar no por los leales a su persona sino jugar a ser tan rojo o más como el que más, y se posicionó con los enemigos del Régimen del 18 de julio, con los que habían destronado a su abuelo y habían provocado la guerra civil. Esta «amistad» y esta «alianza» ha durado mientas a éstos les ha convenido para cambiar a la sociedad española (la reserva espiritual de Occidente, decían que él se encontró cuando accedió al trono) como el que le da la vuelta a un calcetín y ahora somos la reserva de Occidente pero en drogatas, en carteristas en el metro, en mangantes, en abortos que somos una potencia mundial, en una clase política que es muy difícil pensar que pueda haber otra peor, etc. etc.
    Hemos pasado de un extremo al opuesto. Ahora que ya el Rey no es tan necesario como lo fue durante la Transición para operar este cambio en España, los «amigos» rojos y los «aliados», ya no lo son tanto, y son los primeros ahora que cuestionan la legitimidad de la monarquía española, que después de toda la traición a Franco resulta que es presentada ahora por la propaganda roja como heredera del Franquismo. Es lo que tiene cuando uno elige mal los amigos, y el Rey eligió muy mal. Entonces tenemos una España «nacional» (lo poco que queda de ella) que se siente traicionada y con razón por la corona, y una España roja para quien la figura del Rey, ni la de Juan Carlos ni la de su hijo, ya le sirve para nada y busca, en un paso más hacia el abismo de la subversión y la anti-España, en la proclamación de la República, como forma de Estado que desde hace más de 20 años goza en España de mejor prensa que la propia monarquía, y ello de modo oficial y con la contribución por acción o por omisión de la propia Corona que se cree que con eso de jugar a ser tan rojo como el que más le va a llevar a ningún lado más allás de al exilio.
    Roma no paga a traidores, esto es más viejo que la tos, la Corona apostó por darle la espalda a los leales y echarse en brazos de los rojos, ahora los rojos empiezan a estar ya en otras cosas que no son la monarquía sino la República, y el Rey, éste o los sucesores, si pierde el trono que se despida de volver a reinar más en España, así que más le vale que despabile y defienda su trono porque si sigue en ese «laisser faire laisser passer» se puede encontrar cualquier día que Pedro Sánchez u otro como él le diga que se vaya, y encima haga caso porque si no defiende su trono ahora que tiene ocasión, no creo que lo haga cuando ya la cosa no tenga solución.
    Por tanto la monarquía o se defiende, cosa que no está haciendo, o como la destronen, que se vayan despidiendo porque nadie en el futuro en su sano juicio volverá a plantear una nueva instauración o restauración, porque los que estarían a favor ya han sido traicionados por la Corona, y los que la Corona ha abrazado están por la república y no por la monarquía. El Golpe de Estado en Cataluña es buena prueba de ello.
    Un saludo

  9. Muy bien su artículo comparando a los dos felones de FVII y JC I, pero se le olvida que:
    – F VII traicionó a su padre en el motín de Aranjuez y en Bayona, y JC I al futurible Juan III (que seguramente hubiese sido peor que ambos).
    – FVII traicionó a su mentor y protector un tal Napoleón y JC I a Franco (ambos al día siguiente).
    S. F.

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