Franco y la educación universitaria del Príncipe

Don Juan

Fueron muchas las ocasiones en las que Don Juan, demostrando sus escasas cualidades, optó por enfrentarse a Franco; actitud en la que no faltaron personajes de su entorno que, por meras ambiciones personales, le apoyaron e incluso impulsaron.

A comienzos de la década de los sesenta, Franco había acumulado contra Don Juan no pocas razones para desconfiar de su actitud, entre otras, ciertos actos realizados por el infante a finales de 1959:

* Una visita al Gral. De Gaulle sin consultar previamente con el Gobierno español sobre su oportunidad.

* El distanciamiento de los principios tradicionalistas que aceptara públicamente en Estoril hacía tan sólo dos años.

* La aceptación de una propuesta de Francisco Moreno Zuleta, conde de los Andes, de transformar el “Consejo de la Corona”, formado por varios nobles y cuyo funcionamiento era más bien testimonial, en Consejo Privado, a fin de situar al infante y a la Monarquía como alternativa a Franco y al Régimen, y no como su continuidad.

* La ratificación pública de las declaraciones que a lo largo de las últimas décadas había efectuado a la prensa; incluidos los desatinados manifiestos de los años cuarenta.

* La pretensión de que Franco le entregara el poder para ser él, y no el Caudillo, quien lo traspasara a Don Juan Carlos.

Por eso, no extrañó que llegado el momento en que tras finalizar su formación militar Don Juan Carlos tenía que empezar la civil, Don Juan aprovechara la ocasión para provocar nuevas disputas.

El Príncipe en la Academia General Militar

Franco, que seguía muy de cerca la educación del Príncipe, había dado su visto bueno al proyecto presentado por el Gral. Martínez de Campos, duque de la Torre y preceptor principal del Príncipe, según el cual éste debía estudiar en Salamanca, pero tal proyecto fue rechazado por Don Juan, influenciado por ese Consejo Privado –sobre el que el Caudillo tenía, con toda razón, la peor de las opiniones «…no representa a nadie. Constituye un grupo de amigos…»— consiguiendo que se desechara, lo que provocó la dimisión del Gral. Martínez de Campos, quien fue sustituido por el Gral. Juan Castañón de Mena.

Tras el rechazo del proyecto por parte de Don Juan, Franco y el infante intercambiaron durante enero de 1960 varias cartas proponiendo cada uno una serie de profesores para Don Juan Carlos. El Caudillo, haciendo como siempre alarde de su paciencia y espíritu de concordia, y a pesar de que sobre algunos de los propuestos pesaban serias reticencias de lealtad al Régimen, optó por obviarlas y dar prioridad a su cualificación intelectual y profesional, aceptando todos los propuestos por el infante; gesto que Don Juan nunca agradeció.

Así, finalmente se acordó que el elenco de profesores que desarrollarían la educación universitaria del Príncipe estaría formado por:

* A propuesta de Franco.- Torcuato Fernández Miranda, entonces Director General de Enseñanza Universitaria; Carlos Ruiz del Castillo –catedrático de Ciencias Políticas–, Manuel Torres Martínez –catedrático de Economía Política–, Segismundo Royo Villanova –catedrático de Derecho Administrativo–, José María Albareda –sacerdote, catedrático de Química, licenciado en Farmacia–, Adolfo Muñoz Alonso –Director General de Prensa, catedrático de Filosofía e Historia de la Filosofía– y Juan Contreras y López de Ayala, marqués de Lozoya, doctor en Derecho y Historia, catedrático de Historia del Arte.

* A propuesta de Don Juan.- José Beltrán de Heredia –catedrático de Derecho–, Jesús Pabón y Suárez de Urbina –periodista, Director de la Agencia EFE, catedrático de Historia–, Antonio Fontán Pérez –marqués de Guadalcanal, catedrático de Periodismo y de Filosofía y Letras, con el tiempo sería uno de los redactores de la Constitución de 1978 y primer presidente del Senado–, Julio Palacios Martínez –catedrático de Física– y Martín de Riquer y Morera, conde de Casa Dávalos, doctor en Filología Románica.

P. Suárez Verdeguer

Como director espiritual del Príncipe se designó, de mutuo acuerdo, al sacerdote y catedrático de Historia, Federico Suárez Verdeguer, miembro del Opus Dei y uno de los primeros compañeros de Escrivá de Balaguer.

Para concretar más detalles, así como para acortar distancias entre ambos personajes e intentar de nuevo conseguir de Don Juan su aceptación de la monarquía como continuadora del Movimiento, se acordó la realización de una reunión entre ambos a celebrar en la finca de Las Cabezas (Cáceres); la reunión iba a celebrarse en el parador nacional de Ciudad Rodrigo, pero al filtrarse la noticia hubo que cambiar de emplazamiento.

El 29 de marzo de 1960 se celebró el encuentro. Don Juan acudió acompañado de su secretario, Ramón Padilla; de Beltrán Alfonso Osorio y Díez de Rivera, duque de Alburquerque, y de Juan Alfonso Güell y Martos, marqués de Comillas. Por su parte Franco acudió acompañado del Gral. Fernando Fuertes de Villavicencio, jefe de su Casa Militar; del Gral. José Navarro Morenés, conde de Casa Loja; del ministro de Educación, Jesús Rubio, y el del ministro del Ejército, Gral. Vigón.

Tanto el Gobierno como el Consejo Privado de Don Juan emitieron sus propios comunicados oficiales en los que se constataron notables diferencias. Pero como quiera que no existen declaraciones fidedignas de ninguno de los dos protagonistas, que en esta ocasión se vieron a solas, nada se puede afirmar con rotundidad sobre lo acontecido, por lo que hay que recurrir a lo constatado a posteriori para deducirlo.

Con toda probabilidad la reunión fue más un fracaso que un éxito. El Caudillo consiguió que el Príncipe estudiara en Madrid, en la Universidad Complutense, y que fijara su residencia en sus cercanías, para lo cual se terminaría de habilitar el palacio de la Zarzuela en 1962. Parece que Don Juan se presentó decidido a insistir en que la monarquía debía ser liberal, es decir, que con ella se diera paso a una democracia inorgánica de partidos políticos, esgrimiendo su frase preferida que no era otra que quería ser «…rey de todos los españoles…»; lo que Franco sabía muy bien que significaba incluir entre esos “españoles” a aquellos cuya trayectoria histórica y política era netamente anti-española, es decir, a los recalcitrantes frentepopulistas (mal denominados aún hoy “republicanos”) y a los incipientes separatistas vascongados y catalanes. Por todo ello, quedó también claro que el distanciamiento entre Franco y Don Juan era insalvable.

Pero casi lo mejor fue la retahíla de reacciones que la reunión provocó en las filas «juanistas», pues ante la opacidad que reinó sobre la misma, muchos temieron que Don Juan, de nuevo y como en anteriores ocasiones, les hubiera traicionado, por lo que intentaron presionar sobre él con ciertos movimientos para obligarle a clarificar públicamente su posición.

Gil Robles (con gafas)Gil Robles, siempre al acecho, creó el Partido Democracia Social Cristiana con la intención de acentuar públicamente el propósito liberal de la futura monarquía. Dicho «partido», ilegal a todas luces, compuesto sólo por su fundador y algunos amigos personales, se declaraba monárquico, demócrata-cristiano y opuesto al Régimen al que calificaba de «…estado totalitario…»; parece mentira que Gil Robles utilizara tal calificativo, toda vez que, a diferencia de cualquier Estado totalitario de verdad, el Régimen no le impidió ni residir en España, ni trabajar en su lucrativo bufete de abogados, ni realizar cuantos negocios podía y, aún más, nada hizo en contra de la «asamblea fundacional» de tal «partido», manifiestamente ilegal también, que se celebró públicamente en el monasterio de El Paular, como tampoco viajar a Estoril a presentar a Don Juan dicha formación política que nacía insultando al Régimen.

Pero es que además, ese régimen al que Gil Robles calificaba de totalitario, tampoco había hecho nada contra la creación en 1956 de otro «partido», Unión Demócrata Cristiana, cuyo máximo representante era Manuel Jiménez Fernández, ni tampoco contra el que se crearía a finales de 1960 denominado Agrupación Popular Monárquica por Jesús Paris, Miguel Castro, Francisco Lafarga, Antonio Menchaca, Enrique Tierno Galván –quién lo diría–, contando con el respaldo de Dionisio Ridruejo –quien ya para entonces había cambiado de “chaqueta–, cuyo principal y único éxito sería conseguir entrevistarse con un enviado del por entonces candidato a la presidencia estadounidense, John F. Kennedy, que obtuvo de ellos tan penosa impresión que a su regreso a los Estados Unidos recomendó a Kennedy ignorarlos.

Como en los demás casos todos estos «partidos» carecían de afiliados y seguidores, sirviendo más que nada para satisfacer las ambiciones de sus fundadores y sus obsesivos deseos de figurar y trabajar por la caída de Franco. Su dispersión, inconsistencia, diferencias e incluso enfrentamientos internos, peores si cabe cuando supuestamente todos decían representar la misma causa, la de Don Juan y «la democracia», dejaban en evidencia su inviabilidad pues malamente podía el infante cifrar en ellos ninguna esperanza para llegar al poder si andaban tan divididos; al mismo tiempo, daban una vez más la razón a Franco, único capaz de aglutinar y dirigir ordenada y seriamente la llegada de la Monarquía.

Don Juan en Estoril con su «consejo privado»

En Madrid se reunió el Consejo Privado de Don Juan, recién constituido e integrado por una treintena de personalidades presididas por el poeta y escritor José María Pemán, que abordaron la cuestión fundamental de si la monarquía que se iba a instaurar debía ser tradicional o liberal, es decir, continuadora del Movimiento y de la obra de Franco, o por el contrario rupturista. La discusión resultó muy agria y significativa de que incluso entre los miembros de ese Consejo existían profundas divergencias. Ante el riesgo evidente de ruptura del mismo, los presentes decidieron posponer el debate para cuando la monarquía fuera efectiva; de todas formas, los miembros del Consejo Privado que se mostraron partidarios de la continuidad –Pemán, Yanguas Messía, José Mª Arauz de Robles, Pérez Embid, Fernández de la Mora y Luca de Tena– serían poco a poco discreta pero inflexiblemente relegados por Don Juan.

Prieto

Paradójicamente, también entró en liza el viejo líder socialista, Indalecio Prieto, quien, desde Francia, publicó en «El Socialista», que se editaba y distribuía en Toulouse, un durísimo artículo titulado «El rey mendigo» en el que cargaba contra Don Juan de forma desaforada. El hecho ponía en evidencia, por un lado, la ingenuidad de Don Juan en ese querer ser el «…rey de todos los españoles…», empecinado en no querer asumir que la anti-España no estaba por la labor de dejarse «reinar»; por otro, la deslealtad de alguno de los consejeros de Don Juan que había hecho llegar a Prieto las cartas personales entre el infante y Franco alguno de cuyos párrafos citaba Prieto en su artículo.

Por ello, el Caudillo, escandalizado, le hizo saber de inmediato al infante en una durísima nota personal datos que hoy nos sirven para saber lo especialmente reservado y meticuloso que era con los asuntos trascendentes –en realidad lo fue siempre con todos– «…especulando (Prieto) con párrafos extraídos, según dice, de algunas de las cartas que en los años pasados nos cruzamos, que no sé si están o no fielmente transcritos por tener las cartas en mi caja fuerte de Madrid. El que por otra parte no hayan podido ser conocidos por ninguna indiscreción o descuido por mi parte, pues nadie conoció su existencia, y sus minutas están en caja fuerte y bajo llave, que yo sólo poseo. Ni tampoco cabe la menor posibilidad de que Prieto pueda tener relación y complicidad con ninguno de los que conmigo tiene relación. Lo que nos lleva a la conclusión de que sólo alguno de los que han disfrutado de vuestra confianza ha podido efectuarlo. Como V.A. sabe quiénes han tenido conocimiento de las cartas, las han tenido en su poder o han tenido acceso a ellas, he querido preveniros. Aquí se dice, no sé con qué fundamento, que a vuestro lado tenéis un escribiente de antecedentes izquierdistas muy relacionado y de quien oportunamente os informaré por conocer sus deslealtades y comulgaciones. Mucho lamento que esos desalmados puedan utilizar nuestras cartas y confío que V.A. con más conocimiento de los antecedentes pueda localizar la traición».

Finalmente, los “juanistas” no consiguieron del infante ni una palabra y la educación universitaria de Don Juan Carlos se desarrollaría de acuerdo a lo pactado entre su padre y Franco.


2 respuestas a «Franco y la educación universitaria del Príncipe»

  1. Interesantísimo y documentado artículo, por el que felicito sfusivamente al autor.
    Doy por hecho, dada su erudición, que ha leído el libro D. JUAN de Ansón. Pero quiero recomendar su lectura a los seguidores de El Español Digital (por supuesto sin comprarlo para no contribuír ni con un euro a los derechos de autor)
    La esencia del referido libro es, muy en consonancia con la petulante vanidad del autor, la explicación de como al final D. Juan «engañó» a Franco. Para cualquier lector avisado se pone en evidencia que la oceánica superioridad intelectual y moral de Franco sobre el Pretendiente, le permitió manejar, no a su antojo, sino en virtud de los superiores intereses de España, a D. Juan.
    Naturalmente, una vez muerto Franco, la pugna fue entre un muerto y los «vivos» para la defensa del finado y su obra, ya no puede ser sostenida por el difunto.
    Corresponde a sus herederos…. que perjuraron «antes de que cantara el gallo»
    Franco lo supo…. pero ya no disponía de energía, ni de tiempo, para variar el rumbo trazado.
    De todas formas el libro es «confesión de parte»… y «a confesión de parte, relevo de pruebas».
    Reitero mi felicitación al autor y la necesidad de leer el citado libro para entender que «de aquellos polvos estos lodos».

  2. No sabía que José Mª Pemán formaba parte del Consejo Privado de D. Juan, tenía mejor opinión de él, pero es un dato interesante para devolver la pelota cuando tachan de franquista a la letra del himno de España que él escribió en 1928, mucho antes de Franco. Además de este dato de que la letra del Himno la escribió mucho antes, es que formaba parte del Consejo privado de D. Juan lo que indica que su «franquismo» era bastante discutible.
    Pem´s es autor también dela letra del Himno de la Armada Española, para mí uno de los himnos más bonitos por su letra de todos.
    Cuando uno más profundiza en la Historia de la España de Franco lo que más sorprende es cómo se las apañó Franco con la cantidad de «merluzos» y de «cenutrios» que había y hay en España, y con los que tenía que lidiar, que aún así pudiera hacer la obra que hizo en tan solo 39 años y partiendo de una situación de devastación total de España tras la guerra y tras el bloqueo de los angloamericanos.
    En la persona de D. Juan se sumaban a los defectos como borbón, los defectos de su educación anglosajona. Esas dos cosas juntas ya son de pena.
    Muy buen artículo. Gracias por compartir.

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