Fue Hamás o jamás fue

Ocurrió el siete de octubre,

Que murió la propiedad.

Mas no finó por la edad,

Ni por causa de una fiebre.

Falleció como esa liebre

Que retó a aquella tortuga,

Pues la ayuda, al que madruga,

Es promesa del buen Dios,

Y aunque aquella es más veloz,

Se durmió como una cuba.

 

El improbable leyente,

Que haya llegado hasta aquí,

Arrugará la nariz,

Por cosas tan incoherentes.

Pero no son más dementes,

Que los «hechos» que nos muestran

Esas teles que en maestras,

Se erigen entre las gentes,

Y que venden por turgente,

Lo que es arruga siniestra.

 

Viene esto a colación,

Porque ese día, reitero,

Fue abatido en un lindero,

El orgullo de Sión.

Salió por televi…sión,

Cómo a sus bravos soldados,

Les abrieron varios vados

En su frontera infalible,

A nado o en dirigible

Si hacemos caso a los medios.

 

Pero podría pasar,

(Que no es la primera vez),

Que algún justo de Israel,

Fue entregado en el altar,

Para hacerlo allí inmolar

En bien del pueblo heredero.

Pues Jesús no fue el primero,

Aunque sí el más importante,

Además del detonante,

De que Sión se hiciera ateo.

 

Pues si Israel mató antes,

A tantos profetas, tantos,

Tras el primer Viernes Santo,

No corrigió su talante.

Hay ejemplos abundantes

De cómo el prócer judío,

Por sacar lustre a sus líos,

No escatima en sus acciones,

Hotel Rey David de Jerusalém (1946): 91 muertos

Provocar entre su prole,

Caídos del fuego amigo.

 

Me echaré la historia al hombro,

Recordando al Rey David,

Hotel que el Irgún Leumí,

Convirtió en terror y escombros.

Produce estupor y asombro,

Que condenaran a muerte,

A decenas de clientes,

Judíos y hasta sionistas,

Que a los propios terroristas,

Pagaban copiosamente.

 

Ejemplos hay de esos casos.

Banderas falsas, también.

Imágenes, más de cien,

Que retrataron lo falso.

Pero hablar del «holocaso»,

Nos conduciría al trullo,

Y no aludiré al capullo,

Ni a negar «circos incisos»…

Así que seré conciso:

Que no nos ciegue el barullo.

 

Por eso decía yo,

Que murió la propiedad,

Pero no la individual,

(Esa hace años que palmó):

Sino la que me enseñó,

Mi profesora caduca,

Y no esa que ahora educa,

Para ser marica o diva.

Ella la conmutativa,

Me metió entre frente y nuca.

 

«Sumar primero o segundo,

No altera su resultado»,

Rezaba aquel enunciado,

De esos tiempos cojonudos.

Mas ahora que el narigudo,

Rige este montón de hez,

Acabemos de una vez,

Y no se alargue esto más:

¿Preguntar si «fue Hamás»,

Es igual que «jamás fue»?


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