Fuera de la Iglesia NO hay salvación.

No nos engañemos. No nos dejemos engañar. Y que no nos engañen; ya saben quiénes. Fuera de la Iglesia NO hay salvación.

Y no la hay porque es tan imposible salvarse separado de la Iglesia como separado de Jesucristo “Nadie puede salvarse si no tiene a Cristo por cabeza; y nadie tiene a Cristo por cabeza, si no pertenece a su cuerpo, que es la Iglesia” (SAN AGUSTÍN). Porque el mismo Jesucristo nos dijo que “Si alguno no oyere a la Iglesia, tenlo como un gentil y publicano” (Mat., XVIII, 17), y que “Quien a vosotros oye, a mí me oye; y quien a vosotros desprecia, a mí me desprecia. Y el que a mí desprecia, desprecia a Aquel que me envió” (Luc., X, 16).

Y es que la Iglesia es una misma cosa con Jesucristo: es el mismo Jesucristo que prolonga su encarnación entre los hombres. En efecto: 1° la Iglesia es la esposa de Jesucristo (Efes., V, 25-27); 2º la Iglesia es el cuerpo de Jesucristo (Efes., V, 22), el complemento de Cristo (Efs., I, 23), su desarrollo (Efes., IV, 12); 3° la misión de la Iglesia es la misma que la de Jesucristo “Como el Padre me envió a mí, así también os envío yo a vosotros” (Juan XX, 21). Jesucristo es Doctor, Santificador y Rey, y ha asociado a la Iglesia a su magisterio, a su ministerio sacerdotal y a su realeza. Por tanto, la Iglesia es el mismo Jesucristo que sigue viviendo en el seno de la humanidad enseñándola, santificándola y gobernándola. Por eso, salvarse por medio de la Iglesia es salvarse por medio de Jesucristo.

Así pues, NO hay salvación para quienes permanecen voluntariamente fuera de la Iglesia, sin profesar la fe que ella enseña, sin participar de sus sacramentos y sin obedecer sus leyes. Lo cual, además, es justísimo, porque el que desprecia a la Iglesia, desprecia a Jesucristo, autor de la salvación. Es pues justo que no queriendo entrar en el Arca de Salvación, perezca en el naufragio; que no queriendo habitar en la Casa de Dios, en la Ciudad Santa, sea excluido de la mansión de la luz y relegado a las tinieblas que ha preferido y escogido voluntariamente.

Qué pena, qué gran tristeza y qué terrible es el destino de aquellos que voluntariamente permanecen fuera de la Iglesia, es decir, herejes de toda clase y condición –luteranos, protestantes, anglicanos, evangelistas, anabaptistas, etc.–, judíos, masones, testigos de Jehová, agnósticos, ateos, budistas, mahometanos, confucionistas, etc.

Qué pena, qué gran tristeza y qué terrible es su destino. Porque además «… aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada…» (Carta de San Pablo a los Corintios 13:1). Es decir, que todos aquellos que por mero altruismo, simple solidaridad –hoy tan en boga– o filantropía, ayudan y se vuelcan en los demás, como no lo hacen por amor, por Cristo, por Dios, de nada les vale, de nada.

Qué pena, qué gran tristeza y qué terrible es el destino de aquellos que estando fuera de la Iglesia mueren o incluso son asesinados por considerarlos «cristianos» –no siéndolo precisamente por estar fuera de la Iglesia–, sin que su muerte o sus sufrimientos les valgan para salvarse, sino todo lo contrario, porque esa muerte, a veces terrible, les coge fuera de la Iglesia.

Cuidado también con lo que hoy está tan en boga cuando nos dicen que es posible la salvación para los que están involuntariamente fuera de la Iglesia. Sí, pero ojo, para ello tienen que cumplir las siguientes condiciones: a) que ignoren de forma invencible la religión católica, b) que guarden la ley natural y c) que estén dispuestos a obedecer a Dios “Los que ignorando invenciblemente la religión católica, guardan la ley natural…, y están dispuestos a obedecer a Dios, pueden conseguir la vida eterna, mediante la acción de la luz y de la gracia divina; pues Dios, en su suprema bondad y clemencia, no puede consentir que sea castigado con penas eternas el que no se ha apartado de Él con faltas voluntarias” (Encíclica de Su Santidad Pío IX de 10.08.1863).

Porque si ignoran invenciblemente la religión católica, cumplen estrictamente la ley natural y están dispuestos a obedecer a Dios, entonces se puede considerar que tienen implícitamente el deseo de pertenecer a la Iglesia, aunque ellos no lo sepan, porque en realidad no lo pueden saber por esa misma ignorancia invencible, y este deseo equivale a la incorporación real. Pueden salvarse porque, en realidad, no lo será fuera de la Iglesia, sino dentro ella porque en ella están porque a su alma pertenecen, aunque no lo sepan.

Pero cuántos hoy pueden demostrar ignorancia invencible, sobre todo teniendo en cuenta que después de dos mil años se puede afirmar que ya se ha predicado el Evangelio en todo el mundo y más aún a la vista de la tremenda potencia que han alcanzado los distintos medios de comunicación.

Por eso, dejemos a la infinita sabiduría de Dios saber quién permanece en ignorancia invencible, quién cumple la ley natural y quién quiere obedecerle. Dejémosle a Él tales excepciones. Recordemos que de lo particular no se puede afirmar lo general. No nos olvidemos tampoco que la excepción, si la hay, confirma la regla: fuera de la Iglesia NO hay salvación.

Y, ojo, católicos, no nos olvidemos tampoco, que quien está en pecado mortal reniega de Jesucristo, hiere a la Iglesia y se pone fuera de ella.

Así de claras son las cosas. Que nadie diga que no se le ha dicho o que no lo sabía.


3 respuestas a «Fuera de la Iglesia NO hay salvación.»

  1. Marcos 16, 15-18. En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo:
    – «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado».
    Extra Ecclesiam nulla salus significa: «Fuera de la Iglesia no hay salvación». Proviene de los escritos de san Cipriano de Cartago, obispo del siglo III, y su comprensión requiere del conocimiento del contexto en que fue presentada.1 Es un dogma de la Iglesia católica, definido en la forma «es absolutamente necesario para la salvación de toda criatura humana que esté sujeta al Romano Pontífice» (bula Unam Sanctam del Papa Bonifacio VIII, año 1302).
    A veces wikipedia tiene cosas admisibles. https://es.wikipedia.org/wiki/Extra_Ecclesiam_nulla_salus

  2. Sí, vale, correcto, pero… «escuchen» lo que dice un tal Mateo 20:

    1. «En efecto, el Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña.
    2. Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña.
    3. Salió luego hacia la hora tercia y al ver a otros que estaban en la plaza parados,
    4. les dijo: «Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo.»
    5. Y ellos fueron. Volvió a salir a la hora sexta y a la nona e hizo lo mismo.
    6. Todavía salió a eso de la hora undécima y, al encontar a otros que estaban allí, les dice: «¿Por qué estáis aquí todo el día parados?»
    7. Dícenle: «Es que nadie nos ha contratado.» Díceles: «Id también vosotros a la viña.»
    8. Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: «Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros.»
    9. Vinieron, pues, los de la hora undécima y cobraron un denario cada uno.
    10. Al venir los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también cobraron un denario cada uno.
    11. Y al cobrarlo, murmuraban contra el propietario,
    12. diciendo: «Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor.»
    13. Pero él contestó a uno de ellos: «Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario?
    14. Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti.
    15. ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?».
    16. Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos.»

    Y quien tenga oídos para oír que oiga…

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