Fundamentos cristianos del orden social y político

Empecemos diciendo que es totalmente contrario a la naturaleza la separación del Estado, o del hombre, y Dios Creador y Legislador, así como, la creencia de que la legislación política ha de separarse de los preceptos divinos y no tenerlos en cuenta.

Tanto el Estado, como la sociedad, se establecen sobre cimientos religiosos y morales, y también jurídicos. Estos cimientos sirven para unir a los hombres entre sí construyendo la sociedad, para asegurar la paz social, y el crecimiento del bienestar público y de la justicia entre los ciudadanos, y entre estos y el Estado.

Toda vida social sustentada sobre fundamentos puramente terrenos e ideologías humanas conlleva a la frustración de la convivencia social y al caos del orden establecido. Sólo la religión católica impone el orden con la justa autoridad, que ha de ejercer la Autoridad, y la justa obediencia con que la sociedad debe asentir.

Obedecer a Dios Todopoderoso debe extenderse a todas las esferas de la vida, sociedad,  Estado, y a las relaciones entre estos. No puede aceptarse una alianza de naciones si no está basada en los preceptos divinos. Sólo éstos podrán adecuar los ordenamientos civiles a los fines divinos; porque las leyes del Estado, subsidiariamente, han de contribuir al bienestar espiritual preceptuado por la Ley de Dios.

Existe una norma moral universal que se aplica a la vida política, y todos los ámbitos de la sociedad; una norma que obliga a gobernantes y a ciudadanos; una ley moral que rige la vida humana según su conciencia. El Estado no está libre de este orden moral, y su grandeza y prosperidad está en relación directa con la moral de sus ciudadanos y sus gobernantes. Esta moral no puede sino porvenir de la justicia divina que ha ordenado sabiamente el mundo. La moral que sirve de base al Estado tiene su fuente en la religión católica.

El verdadero orden jurídico de un Estado, el orden político y social, no deben ser otra cosa que un reflejo externo del orden político y social querido por Dios.

Es condenable el positivismo jurídico que separa el derecho de la moral, priorizando las leyes puramente humanas,  que piensa en lo que es  “útil”, en toda suerte de “materialismo”, en el “éxito.” El derecho natural es el fundamento jurídico del verdadero orden social y político. La ley natural es la misma ley eterna, que, grabada en el hombre le inclina al fin que le es propio. Al ser el derecho natural anterior al Estado, éste no puede legislar en oposición a aquel, como vemos desgraciadamente en la actualidad. El derecho natural contiene toda una serie de preceptos de los que debe servirse el derecho positivo del Estado.

Todo derecho positivo debe atenerse al derecho natural, si quiere ser justo y capaz de asegurar el bienestar social. Es decir, las leyes humanas deben conformarse con el derecho natural para que sean beneficiosas para el ciudadano, y  justas. Si no es así, estaremos ante leyes injustas, que terminarán por esclavizar a la sociedad con el autoritarismo que de ellas se deriven, así como por su arbitrariedad.

Son condenables todas las doctrinas que establecen la independencia del derecho positivo respecto del derecho natural. Son las perversas tesis liberales que asientan el poder de la ley  sobre la “voluntad” popular, con independencia de todo derecho divino, Tesis a las que se ha unido la Iglesia con el Concilio Vaticano II.

El Syllabus  de Pio IX condena las tesis que dicen que no es necesario que las leyes humanas se conformen con el derecho natural, al mismo tiempo que condena también la afirmación  de que las leyes civiles deben separarse de la autoridad divina. Más tarde, el Papa León XIII el denominado “derecho nuevo” por ser contrario en muchas de sus tesis al derecho natural. Los papas posteriores también condenaron estos errores.

Para que las leyes sean justas deben sustentarse en la ley natural y en la ley eterna, en la ley de Dios.


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