Garicano y el populismo

Francis Bacon

El gran Francis Bacon, ya hace más de 400 años, brillantemente, demostró que el ser humano si quiere utilizar la razón para avanzar, debe abandonar cuatro tipos de ídolos, uno de los cuales son los ídolos del teatro. El teatro se caracteriza por el uso de palabras grandilocuentes que, enfatizadas con el tono adecuado, se escuchan desde la platea, desde los palcos y pretenden motivar, provocar emociones. Lamentablemente, la motivación, la emoción puede lograrse desde posiciones muy lejanas de la verdad, basadas en apelar al mero fanatismo. ¿Estuvieron acaso el nazismo y el comunismo próximos a la verdad o, por el contrario, se basaron en meras falsedades que, a estas alturas, deberían estar ya en el basurero de la historia?

Pilar Salarrullana

Viniendo a terrenos aparentemente menos dramáticos, recuerdo a la ínclita Pilar Salarrullana, concejal y diputada, que se dedicó a la política, y vivió de ello, durante casi 20 años. Se hizo famosa por su campaña contra las sectas en España, con frecuente presencia en los medios y autora de libros que le dieron sustanciosos beneficios. Atacó a todo lo diferente, a mormones, adventistas, hare-krishnas, etc. ¿Qué beneficio aportó con ello a la sociedad? Nada. NADA. Salvo perjudicar social y económicamente a personas inocentes, cuyo delito había sido el de ejercer su derecho a pensar libremente y a seguir, honestamente, el camino espiritual que entendieron adecuado. Su mayor derrota, que además fue punto de inflexión en todo ese despropósito, la tuvo con la “secta Moon”. El Tribunal Constitucional, en su sentencia de enero de 2001, fue rotundo. Ordenó al Ministerio de Justicia la inscripción de la misma, con su nombre correcto, Iglesia de Unificación, en el Registro de Entidades Religiosas, descartando con ello los infundios, que Salarrullana y otros habían vertido, y abriendo, desde aquel momento, una nueva etapa en el respeto jurídico y social a la diversidad religiosa. La palabra secta, ídolo del teatro de Salarrullana y de personajes frívolos, fue jurídicamente derribada al margen de que siempre haya quienes prefieran la vertiente escandalosa, en muchos casos por razones interesadas de prestigio, imagen o ingresos económicos.

En la actualidad ha tomado vigencia, en el ámbito político, otro ídolo del teatro, la palabra populismo, atribuyéndole, sin más, un enfoque peyorativo, lo que demuestra una profunda frivolidad. Cuando se busca la definición de populismo nos encontramos varias opciones. Veamos algunas de ellas. Primera: Tendencia política que dice defender los intereses y aspiraciones del pueblo. Según esta, todos los partidos son populistas ¿o acaso no pretenden defender los intereses y aspiraciones del pueblo? Segunda: Tendencia política que pretende atraerse a las clases populares. Ocurre igual que con la anterior. Todos los partidos lo pretenden. La democracia reconoce la igualdad de voto a todos los ciudadanos, sean clase popular, aristocrática o miembros del estamento político. Por tanto, ¿qué de malo hay, a priori, en intentar captar el voto, también, de las clases populares? Tercera. Concepto político que hace referencia a los movimientos que rechazan a los partidos políticos tradicionales. ¿Cuál es el problema? Todo partido cuando nace lo hace porque no considera que los partidos tradicionales, los ya existentes, estén dando respuesta a los problemas de la sociedad. Igualmente, todo partido cuando se renueva, está manifestando que quiere renunciar a cómo era hasta ese momento.

Por tanto, no hay ninguna definición de populismo que tipifique a un partido como antidemocrático, perverso o perjudicial para el orden público y, en suma, ilegalizable. De hecho, la Real Academia Española, por ahora, ni siquiera ha definido e incluido en su diccionario ese término. Entonces ¿de qué estamos hablando? Por ello resulta penoso que Luis Garicano, catedrático de Economía y Estrategia del Instituto Empresa, y probable cabeza de lista de Ciudadanos a las europeas, haya entrado al trapo en su entrevista en El Mundo del pasado 29 de enero. Ha descalificado a Vox como partido “populista”, sin precisar en concreto en qué discrepa de Vox. ¿Quiere Garicano mantener la Ley de Memoria Histórica, o la ley de Género tal y como está? ¿Quiere renunciar a abordar el tema de la inmigración? Está en su perfecto derecho. Por el contrario, Vox ha dicho que esos temas hay que abordarlos con firmeza y con serenidad. ¿Es por esto que Garicano tilda a Vox de populista? Toda persona seria, y mucho más aún si es catedrático, debe ser preciso con los conceptos, los cuales, cuando no están bien definidos, llevan a conflictos y a un desgaste de energía innecesaria. Los graves problemas de la España actual, independentismo, resurgir del guerracivilismo, inmigración descontrolada, falta de armonización autonómica, son temas claves. No nos distraigamos y menos aún por intereses electoralistas. Dedicarse a criticar un nebuloso e indefinido populismo, no es bueno para España. No nos equivoquemos, ni Ud, señor Garicano, ni ninguna persona constitucionalista. ¡Viva España!


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