Gibraltar
Uno.-
La historia es conocida: en la Guerra de Sucesión por la corona de España, Inglaterra apoyó al candidato de los Austrias, archiduque Carlos. El almirante inglés Rooke, al mando de una gran escuadra angloholandesa, que había fracasado en el intento de tomar Cádiz y luego fue rechazado de Barcelona, tuvo éxito finalmente en Gibraltar, gracias a la gran desproporción de fuerzas a su favor. La tomó en nombre del archiduque Carlos.
En la paz de Utrecht, sin embargo, Inglaterra logró quedarse con la plaza, y también con Menorca. De la isla serían expulsados los ingleses en 1782, pero el peñón resistiría varios asaltos españoles. El Tratado de Versalles de 1783, que reconocía la independencia de Usa, pudo haber sido también la ocasión de recobrar Gibraltar, lo cual no ocurrió, probablemente por el interés francés en mantener un punto de discordia entre Inglaterra y España, y por la falta de firmeza de Aranda, que firmó por su cuenta la renuncia al peñón.
Desde Utrecht, la colonia inglesa se convirtió en una gran base de contrabando y negocios diversos en perjuicio de España. Pero este era el aspecto secundario. El principal era el militar y el control del estrecho de Gibraltar, de importancia estratégica decisiva como una de las llaves del Mediterráneo. Nada simboliza mejor el declive político y militar de España (acompañado de declive cultural), que la permanencia de la colonia británica en su territorio y en un punto de tal relevancia. Por supuesto, los ingleses han vulnerado sistemáticamente el Tratado de Utrecht, de por sí leonino, ampliando ilegalmente la zona ocupada, con pretextos tales como la petición de ayuda humanitaria ante varias pestes declaradas en el peñón. Aprovechando la Guerra Civil, en 1938 invadieron aguas españolas para construir un aeropuerto. Actualmente el proceso continúa con singular descaro y provocación.
Solo en la época de Franco el peñón dejó de ser para Londres un buen negocio económico –con el cierre de la verja y la vigilancia del contrabando– o político, por el acoso diplomático en la ONU. Pero gracias al Gobierno del PSOE, desde 1982 la colonia se ha convertido en un centro de todo tipo de negocios ilícitos, y muchos de sus habitantes en opulentos negociantes con importantes propiedades en la Costa del Sol. Desde entonces se ha acentuado la decadencia y dependencia política española en grado sumo. El símbolo de Gibraltar lo es más cuando consideramos el desplazamiento del español, en la propia España, como lengua de cultura a favor del inglés, o la pérdida general de soberanía, vista por muchos casi como una bendición.
Me viene a la cabeza, a este respecto, la oscura propuesta del socialista Indalecio Prieto a Inglaterra, durante la Guerra Civil, ofreciéndole la ría de Vigo y Menorca a cambio de ayuda contra Franco. En fin, tenemos la tradición de Don Pelayo y la de Don Julián.
Dos.-
El criterio básico para entender la cuestión de Gibraltar es este: España está invadida en un punto estratégico por una potencia de la que se declaran amigos y aliados los gobiernos españoles. Dentro de ese criterio esencial deben entenderse los “paripés” y pequeñas medidas contradictorias de esos gobiernos hacia el peñón.
**Los gobiernos “españoles”, de izquierda o derecha, han sacado a la colonia de la ruina en que la sumió Franco para convertirla en un gran emporio de negocios oscuros y corruptores.
**La política de los gobiernos, sean del PP o del PSOE, en relación con Gibraltar es un aspecto más de la esencial corrupción, mucho peor que económica, que caracteriza a ambos partidos.
**La actitud lacayuna de los gobiernos españoles en relación con Gibraltar y la potencia ocupante, mide el abismo de abyección en que ha caído la política española desde Leopoldo Calvo-Sotelo y Felipe González Sean de derecha o de izquierda, partidos y gobiernos marcados por la vileza y la bellaquería.
Y tres.-
España soporta la única colonia en Europa, una invasión precisamente en el mismo centro estratégico de su eje defensivo Canarias-Gibraltar-Baleares. El hecho exige una reflexión en profundidad porque los gobiernos españoles, sean del PP o del PSOE, se declaran amigos y aliados de la potencia invasora, caso único en el mundo, lo que automáticamente convierte a España en un país satélite y sin intereses internacionales propios.
Esta posición, que hoy no toleran países mucho más pobres e indefensos, se manifiesta igualmente en intervenciones militares sucesivas bajo mando ajeno, en idioma ajeno y por intereses ajenos. Recordemos las acciones en Yugoslavia o Kosovo contra un país en proceso de disgregación por fuerzas internas y externas, cuando la propia España sufre hoy, precisamente, fuertes tensiones disgregadoras. O las costosas intervenciones sin salida en Afganistán, un país absolutamente lejano a nuestros intereses. O en Libia que dejó al país sumido en una guerra civil y un caos que continúa, con cientos de miles de víctimas y de huidos que han agravado las crisis inmigratorias en Europa y en la misma España. O la presencia de aviones y tanques españoles amenazando y provocando por cuenta ajena a Rusia, un país con el que no tenemos ningún conflicto como sí lo tenemos, en cambio con el que invade nuestro territorio y que es la segunda potencia de la OTAN, en estrecha vinculación con la primera.
Debe recordarse que en los años 60, España obtuvo en la ONU una gran victoria política al reconocerse la obligatoriedad de devolver Gibraltar a España. Dada la arrogante negativa de los invasores ingleses a cumplir la resolución, el gobierno español cerró la frontera con la colonia, aislándola y convirtiéndola en una ruina económica, con coste político y moral añadido y creciente para los ocupantes. Esta política, que habría dado fruto con el tiempo, fue radicalmente invertida por la casta política actual, que anuló aquella victoria, abrió la verja, multiplicó las facilidades a los invasores y convirtió la colonia en un gigantesco emporio económico de empresas opacas y contrabando masivo, con cuyas ganancias ejerce una auténtica colonización sobre el entorno –al que ha hundido económicamente– y una corrupción sistemática sobre políticos, periodistas, abogados y jueces no solo en su entorno andaluz sino en toda España. Gibraltar ha albergado reuniones de grupos separatistas españoles y no hay duda sobre la intención de Londres y la colonia de jugar con los problemas internos de España para mantener a toda costa su ilegal, humillante y parasitaria presencia en el peñón y su entorno.
El caso de unas clases políticas que no solo admiten la invasión de su territorio sino que multiplican los gestos de sumisión y zalamerías hacia el ocupante, es quizá único en el mundo. Y no se entiende sin otros rasgos, también únicos, de esos partidos y gobiernos. Pues ninguna otra nación soporta gobiernos que en lugar de hacer frente a los separatismos disgregadores, los ha alimentado, financiado y promovido durante décadas hasta volverlos extremadamente peligrosos vaciando de estado a dos regiones y creando una situación de golpe de estado permanente desde una de las cuales, cuyas autoridades se declaran en abierta rebeldía contra el resto del país. Esos gobiernos, sean de derecha o de izquierda, han incumplido mil veces los puntos más elementales de la Constitución que garantiza la unidad nacional, y de la democracia, amparando toda clase de ilegalidades, acosos y propagandas contra quienes les resisten. Gobiernos que, declarándose demócratas, han propiciado leyes totalitarias de estilo comunista como la de memoria histórica u ofensivas contra los derechos de las personas como las leyes de género. Gobiernos que vienen entregando ilegalmente la soberanía española a una burocracia no representativa con sede en Bruselas.
No estamos, pues, ante un asunto menor, pues se conecta estrechamente con todos los demás problemas de fondo creados por la actual casta política y que no cesan de agravarse. El problema de Gibraltar no tiene solución militar, pero tampoco lo necesita. Es indudable que España tiene todas las bazas, sean económicas, políticas, morales o internacionales, bazas que han utilizado los gobiernos de PP y PSOE no a favor de los intereses españoles sino de los ocupantes; procurando al mismo tiempo que la intolerable y escandalosa situación quede en la ignorancia para la mayoría de la gente o sea considerado por ella como un asunto de poca enjundia. Gibraltar ilustra la abyección y miseria moral, intelectual y política de una casta política de la que el país debe deshacerse necesariamente y cuanto antes. Y denunciar la cuestión en sus verdaderos alcances y proyecciones es el primer paso al respecto.

Pedro Sánchez y todo su desgobierno, empezando por los comunistas de PODEMOS, HAN TRAICIONADO A ESPAÑA Y A LOS ESPAÑOLES.
Así de claro.
Brillante artículo de don Pío MOA, como siempre.
Pensemos por un momento como sería Gibraltar a día de hoy si fuese Española de plenitud…
sí… paro masivo
sí… ruina económica
sí… invasión africanomoruna(los monos del peñón se verían desplazados por sus primos los monos erectus)
sí…saqueo por parte del gañan de taifa de turno y su banda
No hay coronapollas en Gibraltar,no hace falta llevar bozal ni distancia social ni ostias.La gente vive tranquila .Tristemente, si Gibraltar fuese Española…serìa su ruina.
Me interesa lo del «congojavirus» en Gibraltar, de verdad no hay? de verdad no llevan «bozal»?
Efectivamente.
Si no lo hubiese visto no lo habrìa comentado.Busque en la red.
Extraordinario artículo de don Pñio MOA, como todos los suyos.
Mis felicitaciones al autor, y a EL ESPAÑOL DIGITAL, por publicarlo.
Perdón, donde dice Pñio debe decir don PÍO.
Pido diculpas.